ZARAGOZA EN EL SIGLO XIX
El
largo periodo fernandino se había caracterizado por una atonía en lo urbanístico.
Solamente se atendía a la reconstrucción de los muchos edificios que habían
sido destruidos, total o parcialmente, durante los Sitios de Zaragoza en 1808.
En estos años Zaragoza presentaba un aspecto sombrío.
largo periodo fernandino se había caracterizado por una atonía en lo urbanístico.
Solamente se atendía a la reconstrucción de los muchos edificios que habían
sido destruidos, total o parcialmente, durante los Sitios de Zaragoza en 1808.
En estos años Zaragoza presentaba un aspecto sombrío.
Con
el comienzo del reinado isabelino a partir de 1833, se inicia un proceso de
cambio político y social al que también se unirá el económico con las
desamortizaciones. Ello conllevó una transformación de las propiedades urbanas
y un incremento de las construcciones y remodelaciones que afectaron, sobre
todo, a edificios y solares, que incidieron poco en la forma urbana tradicional,
con lo que se mantuvo, en gran parte, la misma estructura urbanística a lo
largo del siglo XIX.
el comienzo del reinado isabelino a partir de 1833, se inicia un proceso de
cambio político y social al que también se unirá el económico con las
desamortizaciones. Ello conllevó una transformación de las propiedades urbanas
y un incremento de las construcciones y remodelaciones que afectaron, sobre
todo, a edificios y solares, que incidieron poco en la forma urbana tradicional,
con lo que se mantuvo, en gran parte, la misma estructura urbanística a lo
largo del siglo XIX.
Plano del sitio de Zaragoza de 1808. En esta época se habían construido en algunas zonas de las murallas algunos edificios defensivos. Será en la zona sur de la ciudad en la que tenga lugar los llamados sitios de Zaragoza. Tras la guerra es esta zona la principal afectada, por eso en los años posteriores se hará un plan para volver a urbanizar esa zona, y será así como surja el paseo de la Independecia. |
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Hasta
casi finales del siglo XIX, la geometría del espacio urbano zaragozano no sufrió
grandes cambios. A pesar de que se hicieron remodelaciones en este siglo y se
abrieron nuevas calles, no fueron modificaciones espectaculares.
casi finales del siglo XIX, la geometría del espacio urbano zaragozano no sufrió
grandes cambios. A pesar de que se hicieron remodelaciones en este siglo y se
abrieron nuevas calles, no fueron modificaciones espectaculares.
No
se hicieron en Zaragoza grandes planes de ensanche como en otras ciudades, pese
a la existencia del casi desconocido “Plan geométrico” del arquitecto Yarza,
de 1861, que suponía una reforma urbanística importante. Comportaba mayor
rentabilidad económica para la burguesía zaragozana, que contaba con el apoyo
del Ayuntamiento, las remodelaciones internas, como consecuencia de las
transformaciones económicas iniciadas en los años treinta.
se hicieron en Zaragoza grandes planes de ensanche como en otras ciudades, pese
a la existencia del casi desconocido “Plan geométrico” del arquitecto Yarza,
de 1861, que suponía una reforma urbanística importante. Comportaba mayor
rentabilidad económica para la burguesía zaragozana, que contaba con el apoyo
del Ayuntamiento, las remodelaciones internas, como consecuencia de las
transformaciones económicas iniciadas en los años treinta.
Del
plano de Zaragoza de mediados del siglo XIX destaca su forma
elipsoidal con algunas prolongaciones: la del Arrabal, la del Castillo de
la Aljafería y, partiendo de la Puerta de Santa Engracia, el Paseo de Torrero
hasta el Cementerio. Rodeando esta irregular elipse estaban las “torres”, típicas
viviendas del campo aragonés.
plano de Zaragoza de mediados del siglo XIX destaca su forma
elipsoidal con algunas prolongaciones: la del Arrabal, la del Castillo de
la Aljafería y, partiendo de la Puerta de Santa Engracia, el Paseo de Torrero
hasta el Cementerio. Rodeando esta irregular elipse estaban las “torres”, típicas
viviendas del campo aragonés.
La
ciudad contaba con hermosos paseos. Los zaragozanos frecuentaban diariamente
estos paseos poblados de frondosos
árboles. Pasear y callejear formaba parte de la vida cotidiana. Hay unos datos
estadísticos que lo avalan. Las cifras de quinientos zapateros y cerca de
trescientos alpargateros – en una ciudad sin industria
de calzado - , que contaba en 1857 con 63.446 habitantes, suponían la
existencia de un nutrido sector profesional como consecuencia de una fuerte
demanda.
ciudad contaba con hermosos paseos. Los zaragozanos frecuentaban diariamente
estos paseos poblados de frondosos
árboles. Pasear y callejear formaba parte de la vida cotidiana. Hay unos datos
estadísticos que lo avalan. Las cifras de quinientos zapateros y cerca de
trescientos alpargateros – en una ciudad sin industria
de calzado - , que contaba en 1857 con 63.446 habitantes, suponían la
existencia de un nutrido sector profesional como consecuencia de una fuerte
demanda.
Esta es la populosa plaza del mercado donde a principios del siglo XX se levanto el actual mercado central. Al final de la fotografía se puede ver la dividida calle hoy llamada Cesar Augusto. |
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En
el interior del casco urbano se encontraba el Paseo de Santa Engracia o Salón
de Pignatelli, futuro Paseo de la Independencia, que se había comenzado en los
primeros años del reinado de Isabel II, durante la Regencia de su madre, María
Cristina de Borbón. El proyecto, sin embargo, había sido realizado en 1815 a
modo de paseo imperial al mismo tiempo que planificaba la expansión de la
ciudad hacia el Sur. También se planeo que este paseo debería acabar en una
nueva puerta ciudadana rodeada por unos jardines en forma de glorieta ovalada.
El futuro Paseo de la Independencia, así como la futura Plaza de Aragón, ya
estaban pensados a principios del siglo XIX, y marcarán indeleblemente el plano
urbano de Zaragoza.
el interior del casco urbano se encontraba el Paseo de Santa Engracia o Salón
de Pignatelli, futuro Paseo de la Independencia, que se había comenzado en los
primeros años del reinado de Isabel II, durante la Regencia de su madre, María
Cristina de Borbón. El proyecto, sin embargo, había sido realizado en 1815 a
modo de paseo imperial al mismo tiempo que planificaba la expansión de la
ciudad hacia el Sur. También se planeo que este paseo debería acabar en una
nueva puerta ciudadana rodeada por unos jardines en forma de glorieta ovalada.
El futuro Paseo de la Independencia, así como la futura Plaza de Aragón, ya
estaban pensados a principios del siglo XIX, y marcarán indeleblemente el plano
urbano de Zaragoza.
El
Paseo de Santa Engracia se planteó a semejanza de los “boulevares”
parisinos. Era un proyecto ambicioso, que fue realizándose a lo largo de los años
siguiendo unos criterios urbanísticos rigurosos, como la exigencia de
soportales a ambos lados y la misma altura de los edificios. A lo largo de su
trazado se construyeron hermosas casas que fueron ocupadas por la alta burguesía.
El paseo llegaba hasta la Puerta de Santa Engracia.
Paseo de Santa Engracia se planteó a semejanza de los “boulevares”
parisinos. Era un proyecto ambicioso, que fue realizándose a lo largo de los años
siguiendo unos criterios urbanísticos rigurosos, como la exigencia de
soportales a ambos lados y la misma altura de los edificios. A lo largo de su
trazado se construyeron hermosas casas que fueron ocupadas por la alta burguesía.
El paseo llegaba hasta la Puerta de Santa Engracia.
En
1841, se pidió que se cambiara el nombre del Paseo de Santa Engracia por uno más
laico, cívico y patriótico que finalmente sería cambiado, veinte años después,
por el de Paseo de la Independencia por haber sido
el sur de la ciudad el escenario bélico principal en la guerra contra
los franceses. Pero desde el inicio de la construcción del paseo, éste avanza
muy despacio y en 1850 sólo se había llegado a urbanizar su primer tramo y las
bien alineadas edificaciones del eje perpendicular configurado por el trazado de
las nuevas calles San Miguel y Cinco de marzo.
1841, se pidió que se cambiara el nombre del Paseo de Santa Engracia por uno más
laico, cívico y patriótico que finalmente sería cambiado, veinte años después,
por el de Paseo de la Independencia por haber sido
el sur de la ciudad el escenario bélico principal en la guerra contra
los franceses. Pero desde el inicio de la construcción del paseo, éste avanza
muy despacio y en 1850 sólo se había llegado a urbanizar su primer tramo y las
bien alineadas edificaciones del eje perpendicular configurado por el trazado de
las nuevas calles San Miguel y Cinco de marzo.
En la fotografía se puede apreciar el paseo de Independencia nevado, con la fuente de Neptuno en primer plano. Se puede ver como las alturas de las casas de uno y otro lado del paseo eran iguales. Se puede ver también un paseo central por donde los zaragozanos de la época paseaban. |
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Al
otro lado del puente, sobre el Huerva, había otra paseo, la Glorieta, muy
frecuentado por los zaragozanos, con sus “canapés”, modelos particulares de
bancos de tradición dieciochesca. Su prolongación constituía el Paseo de
Torrero (actual paseo de Sagasta), que llegaba hasta el Canal.
otro lado del puente, sobre el Huerva, había otra paseo, la Glorieta, muy
frecuentado por los zaragozanos, con sus “canapés”, modelos particulares de
bancos de tradición dieciochesca. Su prolongación constituía el Paseo de
Torrero (actual paseo de Sagasta), que llegaba hasta el Canal.
Existían
a extramuros otros paseos. El que iba de la Glorieta
a la Puerta del Carmen (ahora Paseo de Pamplona),y el que de esta Puerta
partía hasta Casablanca, llegando a las esclusas de San Carlos del Canal. De la
Puerta del Portillo arrancaba otro paseo, que se bifurcaba en dos direcciones a
la altura del Castillo de la Aljafería: hacia la derecha, el que continuaba por
la carretera de Navarra y, de frente, el que se prolongaba por la de Madrid
hasta el puente sobre el Canal. Desde la Puerta de Santa Engracia, hacia la
izquierda, se dirigía otro paseo que, tras pasar por la Puerta del Duque, en la
actual Plaza de San Miguel, bordeaba la torre de Bruil hasta las Tenerías. Al
otro lado del Ebro, frente al Pilar, estaba la antigua alameda de Macanaz.
a extramuros otros paseos. El que iba de la Glorieta
a la Puerta del Carmen (ahora Paseo de Pamplona),y el que de esta Puerta
partía hasta Casablanca, llegando a las esclusas de San Carlos del Canal. De la
Puerta del Portillo arrancaba otro paseo, que se bifurcaba en dos direcciones a
la altura del Castillo de la Aljafería: hacia la derecha, el que continuaba por
la carretera de Navarra y, de frente, el que se prolongaba por la de Madrid
hasta el puente sobre el Canal. Desde la Puerta de Santa Engracia, hacia la
izquierda, se dirigía otro paseo que, tras pasar por la Puerta del Duque, en la
actual Plaza de San Miguel, bordeaba la torre de Bruil hasta las Tenerías. Al
otro lado del Ebro, frente al Pilar, estaba la antigua alameda de Macanaz.
La creación de paseos responde a orientaciones higienistas de los médicos del
siglo XIX preocupados por la expansión de las enfermedades: la fiebre amarilla,
el cólera y otras más endémicas como la tuberculosis, para las que el
hacinamiento de las ciudades era el principal vehículo de propagación.
siglo XIX preocupados por la expansión de las enfermedades: la fiebre amarilla,
el cólera y otras más endémicas como la tuberculosis, para las que el
hacinamiento de las ciudades era el principal vehículo de propagación.
En 1860 había en Zaragoza 239 calles, que en su mayoría eran estrechas, mal
pavimentadas y polvorientas, además, existían múltiples plazuelas y plazas en
los sectores más deprimidos de la ciudad que constituían verdaderos “cuartos de
estar” de vecinos realquilados en incomodas viviendas. Cuando llovía, estas
calles y plazas se convertían en lodazales, por lo que empezaron a adoquinarlas
y a enlosar las aceras en los años 50. Por estos años se instalaron faroles de
reverbero. Sin embargo, las calles no estaban bien iluminadas. En este sentido
hay frecuentes testimonios de viajeros de la época. Las calles, en general, eran
desiguales y algunas tortuosas, vestigios de su remoto origen; muchos de sus
nombres fueron cambiados en 1863, salvo en el casco antiguo, donde se han
conservado hasta la actualidad. También data de este año la numeración de las
casas y la obligación de rotular las calles, con el cambio de los nombres que
estuvieran repetidos. La rotulación se hacía en negro sobre una baldosa blanca.
También se hicieron por estos años obras como la mejora en el abastecimiento de
agua y alcantarillados. El ayuntamiento de Zaragoza, en los años 40, preocupado
por la higiene en estas calles recomendaba a los vecinos barrer dos veces por
semana las lindes de sus casas, y se habilitaron carros de limpieza que pasaban
a primera horas de la mañana, haciendo sonar una campanilla, para que los
vecinos bajaran su basura. Se creo también la primera guardia municipal, los
serenos, y el primer cuerpo de bomberos, avisados por el reloj de la Torre Nueva
con una campanada cuando el fuego ocurría en el barrio de la Seo, con cuatro si
era en San Miguel, con once si era en Santa Engracia,...etc.
pavimentadas y polvorientas, además, existían múltiples plazuelas y plazas en
los sectores más deprimidos de la ciudad que constituían verdaderos “cuartos de
estar” de vecinos realquilados en incomodas viviendas. Cuando llovía, estas
calles y plazas se convertían en lodazales, por lo que empezaron a adoquinarlas
y a enlosar las aceras en los años 50. Por estos años se instalaron faroles de
reverbero. Sin embargo, las calles no estaban bien iluminadas. En este sentido
hay frecuentes testimonios de viajeros de la época. Las calles, en general, eran
desiguales y algunas tortuosas, vestigios de su remoto origen; muchos de sus
nombres fueron cambiados en 1863, salvo en el casco antiguo, donde se han
conservado hasta la actualidad. También data de este año la numeración de las
casas y la obligación de rotular las calles, con el cambio de los nombres que
estuvieran repetidos. La rotulación se hacía en negro sobre una baldosa blanca.
También se hicieron por estos años obras como la mejora en el abastecimiento de
agua y alcantarillados. El ayuntamiento de Zaragoza, en los años 40, preocupado
por la higiene en estas calles recomendaba a los vecinos barrer dos veces por
semana las lindes de sus casas, y se habilitaron carros de limpieza que pasaban
a primera horas de la mañana, haciendo sonar una campanilla, para que los
vecinos bajaran su basura. Se creo también la primera guardia municipal, los
serenos, y el primer cuerpo de bomberos, avisados por el reloj de la Torre Nueva
con una campanada cuando el fuego ocurría en el barrio de la Seo, con cuatro si
era en San Miguel, con once si era en Santa Engracia,...etc.
Plano de la ciudad de Zaragoza en 1830. Se puede apreciar que ya está planeado el Paseo de la Independencia aunque todavía sin urbanizar. La ciudad aún no se ha expandido más hayá de las murallas medievales |
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Las puertas de la ciudad ya no defendían, ni abrían ni cerraban nada a
mediados del siglo XIX. Se habían convertido en los lugares estratégicos para el
acceso a la ciudad y, sobre todo, para que pagaran el impuesto de consumos los
productos que entraban en la ciudad por las distintas carreteras. Por la
carretera de Navarra y de Madrid el impuesto se pagaba en la Puerta del
Portillo, por la de Levante en la Puerta del Carmen, por la de Huesca y de
Barcelona en la Puerta del Ángel,...etc.
mediados del siglo XIX. Se habían convertido en los lugares estratégicos para el
acceso a la ciudad y, sobre todo, para que pagaran el impuesto de consumos los
productos que entraban en la ciudad por las distintas carreteras. Por la
carretera de Navarra y de Madrid el impuesto se pagaba en la Puerta del
Portillo, por la de Levante en la Puerta del Carmen, por la de Huesca y de
Barcelona en la Puerta del Ángel,...etc.
Si bien en la época isabelina no se hacen obras de ensanche en la ciudad, sí
se llevan a cabo obras públicas de diversa envergadura. Algunas tuvieron
carácter ornamental, como la fuente de la Princesa, que se ubicó en la Plaza de
San Francisco ( después Plaza de la Constitución, y más tarde Plaza de España).
Primero se remodeló la plaza, tras la demolición del convento de San Francisco,
muy dañado en los Sitios y, sobre el que, se levantó la Diputación Provincial. A
petición del Regente de la Audiencia, se acordó por el Ayuntamiento de la ciudad
hacer un monumento conmemorativo a la jura de la entonces Princesa Isabel, en
julio de 1833. Por su condición memorial, se premió el criterio artístico,
pero a él se unió la finalidad práctica de traer agua a los ciudadanos. La obra
comenzó en octubre de 1833, pero su terminación data de 1845. Entre los avatares
que sufrió su construcción, que dieron un ritmo lento a los trabajos, estaba la
falta de recursos de las arcas municipales y, también, la escasez de mano de
obra especializada. La fuente cuenta con la figura de Neptuno en el centro,
sobre una pirámide truncada cuyos ángulos ocupan cuatro delfines que arrojan
agua, además de doce caños distribuidos por su contorno y cuatro en la parte
superior. Se grabaron inscripciones alusivas a Isabel II de una gran ramplonería
poética, que la erosión del tiempo han borrado. En tiempos posteriores esa
fuente, llamada de la Princesa o de Neptuno, se trasladó al Parque de Primo de
Rivera.
se llevan a cabo obras públicas de diversa envergadura. Algunas tuvieron
carácter ornamental, como la fuente de la Princesa, que se ubicó en la Plaza de
San Francisco ( después Plaza de la Constitución, y más tarde Plaza de España).
Primero se remodeló la plaza, tras la demolición del convento de San Francisco,
muy dañado en los Sitios y, sobre el que, se levantó la Diputación Provincial. A
petición del Regente de la Audiencia, se acordó por el Ayuntamiento de la ciudad
hacer un monumento conmemorativo a la jura de la entonces Princesa Isabel, en
julio de 1833. Por su condición memorial, se premió el criterio artístico,
pero a él se unió la finalidad práctica de traer agua a los ciudadanos. La obra
comenzó en octubre de 1833, pero su terminación data de 1845. Entre los avatares
que sufrió su construcción, que dieron un ritmo lento a los trabajos, estaba la
falta de recursos de las arcas municipales y, también, la escasez de mano de
obra especializada. La fuente cuenta con la figura de Neptuno en el centro,
sobre una pirámide truncada cuyos ángulos ocupan cuatro delfines que arrojan
agua, además de doce caños distribuidos por su contorno y cuatro en la parte
superior. Se grabaron inscripciones alusivas a Isabel II de una gran ramplonería
poética, que la erosión del tiempo han borrado. En tiempos posteriores esa
fuente, llamada de la Princesa o de Neptuno, se trasladó al Parque de Primo de
Rivera.
En 1868 se había promovido desde la zaragozana Real Sociedad Económica de
Amigos del País la celebración de una exposición – al modo de los grandes
certámenes europeos de Londres, Bayona, París, etc – que pudiera ser el
escaparate de la producción aragonesa que estaba llamada a ser la primera de
carácter comercial que se celebró en España. El recinto, ubicado en la Plaza de
Aragón, estaba compuesto por un edificio principal de cinco mil metro cuadrados
y otros edificios anexos, construidos en torno a una gran glorieta, que dará
lugar a la forma actual de la Plaza de Aragón, llamada entonces de Pignatelli
por estar presidida por una estatua del ilustre personaje. En el año 1871, se
derribaron las tapias y se da acceso al recinto, convertido en continuación del
Paseo de Santa Engracia, dedicando sus edificios a locales de baile o almacenes
hasta que se derribaron en 1874, al convertir los lados de la Glorieta en
solares edificables, con la única condición de dotarlos con un jardín exterior,
en los cinco metros de distancia entre la verja y la casa.
Amigos del País la celebración de una exposición – al modo de los grandes
certámenes europeos de Londres, Bayona, París, etc – que pudiera ser el
escaparate de la producción aragonesa que estaba llamada a ser la primera de
carácter comercial que se celebró en España. El recinto, ubicado en la Plaza de
Aragón, estaba compuesto por un edificio principal de cinco mil metro cuadrados
y otros edificios anexos, construidos en torno a una gran glorieta, que dará
lugar a la forma actual de la Plaza de Aragón, llamada entonces de Pignatelli
por estar presidida por una estatua del ilustre personaje. En el año 1871, se
derribaron las tapias y se da acceso al recinto, convertido en continuación del
Paseo de Santa Engracia, dedicando sus edificios a locales de baile o almacenes
hasta que se derribaron en 1874, al convertir los lados de la Glorieta en
solares edificables, con la única condición de dotarlos con un jardín exterior,
en los cinco metros de distancia entre la verja y la casa.
Esta es la Torre nueva situada en la plaza San Felipe. La torre fue utilizada para avisar al recién creado cuerpo de bomberos donde era el incendio haciendo sonar la campana. Pese a ser de que la torre era de una gran riqueza patrimonial, fue destruida en 1883. Hoy solo una marca en el suelo en la plaza San Felipe recuerda la ubicación de la Torre Nueva. |
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Otra obra que resultó un verdadero servicio público fue el Cementerio
Municipal. La idea de construir un cementerio fuera de la ciudad era vieja y
persistente. Toda la legislación de principios del siglo XIX estaba orientada
en este sentido.
Municipal. La idea de construir un cementerio fuera de la ciudad era vieja y
persistente. Toda la legislación de principios del siglo XIX estaba orientada
en este sentido.
Pero la dilatación en el cumplimiento de las leyes y el seguir enterrando en
las iglesias, o en cementerios próximos a ellas, forma parte de una problemática
muy enraizada en la historia de las mentalidades, con fuertes connotaciones
sociales y económicas.
las iglesias, o en cementerios próximos a ellas, forma parte de una problemática
muy enraizada en la historia de las mentalidades, con fuertes connotaciones
sociales y económicas.
En la ciudad de Zaragoza, desde 1832, se venía hablando de la construcción de
un nuevo cementerio al otro lado del Canal, en el monte de Torrero. La obra se
empezó a principios de 1833, parcelándose el terreno y asignando una zona a
cada parroquia de la ciudad. El cementerio se inauguró el 5 de julio de 1834,
declarándose 10 días después la primera de las cuatro epidemias de cólera que
asolarían España en el siglo XIX.
un nuevo cementerio al otro lado del Canal, en el monte de Torrero. La obra se
empezó a principios de 1833, parcelándose el terreno y asignando una zona a
cada parroquia de la ciudad. El cementerio se inauguró el 5 de julio de 1834,
declarándose 10 días después la primera de las cuatro epidemias de cólera que
asolarían España en el siglo XIX.
La epidemia de 1834 produjo 1.298 muertos en Zaragoza. Los meses de julio y
agosto, los más álgidos de la enfermedad, provocaron situaciones críticas que
hubieran sido de mayores consecuencias, en el aspecto sanitario, de no existir
el nuevo cementerio.
agosto, los más álgidos de la enfermedad, provocaron situaciones críticas que
hubieran sido de mayores consecuencias, en el aspecto sanitario, de no existir
el nuevo cementerio.
Dos fotos de la puerta del Carmen. El entorno de la puerta es muy distinto al de hoy en día (actualmente está en el centro de una rotonda). Aún tenía casas adosadas a sus lados, y quedaban resto de los portones de madera que cerraban la puerta. En la época en que se tomo la fotografía, la puerta del Carmen ya no cerraba nada y se utilizaba para cobrar el impuesto de consumos de los productos que entraban en la ciudad por la carretera de Levante. |
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No se acomete en Zaragoza, en estos años isabelinos, ningún plan de ensanche
fuera del recinto urbano. Era constante la idea de conservación y mantenimiento.
Posiblemente, la importancia de la Desamortización hizo factible otro tipo de
crecimiento, el de la utilización de paquetes solares desamortizados y el
alineamiento de algunas calles. Así en los años 50, en 1857 concretamente, se
alineo la calle de D. Jaime. Pero la obra urbanística más importante del siglo
XIX fue la apertura de la calle Alfonso.
fuera del recinto urbano. Era constante la idea de conservación y mantenimiento.
Posiblemente, la importancia de la Desamortización hizo factible otro tipo de
crecimiento, el de la utilización de paquetes solares desamortizados y el
alineamiento de algunas calles. Así en los años 50, en 1857 concretamente, se
alineo la calle de D. Jaime. Pero la obra urbanística más importante del siglo
XIX fue la apertura de la calle Alfonso.
Se presentaba la coyuntura de una burguesía, principalmente mercantil, que
presionaba para la apertura de calles más anchas, donde situar sus viviendas y
sus negocios en una marco digno. Además, estaba el tráfico comercial, que se
había intensificado con la llegada del ferrocarril y la mejora de las
carreteras. En 1861 se unía regularmente Zaragoza con Barcelona, por la estación
del Arrabal, al otro lado del Ebro, y en 1864 se unía con Madrid. Sería
posterior el enlace de las dos líneas y la construcción de la estación del Campo
Sepulcro (hoy del Portillo). Había, por tanto, una necesidad de ensanche, aún
dentro del casco urbano, en el eje Norte-Sur.
presionaba para la apertura de calles más anchas, donde situar sus viviendas y
sus negocios en una marco digno. Además, estaba el tráfico comercial, que se
había intensificado con la llegada del ferrocarril y la mejora de las
carreteras. En 1861 se unía regularmente Zaragoza con Barcelona, por la estación
del Arrabal, al otro lado del Ebro, y en 1864 se unía con Madrid. Sería
posterior el enlace de las dos líneas y la construcción de la estación del Campo
Sepulcro (hoy del Portillo). Había, por tanto, una necesidad de ensanche, aún
dentro del casco urbano, en el eje Norte-Sur.
La aprobación de la
apertura de la calle de Alfonso data de 1861. Se realizó primero el ensanche y
prolongación de la calle del Trenque, un postigo que daba nombre a una estrecha
vía que unía el Coso Alto con la Plaza de Sas, para continuar después cortando
el laberinto de calles que conducían al templo del Pilar, trayecto cotidiano de
muchos zaragozanos. Allí terminaba la nueva calle, un trazado rectilíneo de casi
medio Kilómetro.
apertura de la calle de Alfonso data de 1861. Se realizó primero el ensanche y
prolongación de la calle del Trenque, un postigo que daba nombre a una estrecha
vía que unía el Coso Alto con la Plaza de Sas, para continuar después cortando
el laberinto de calles que conducían al templo del Pilar, trayecto cotidiano de
muchos zaragozanos. Allí terminaba la nueva calle, un trazado rectilíneo de casi
medio Kilómetro.
La actual plaza de España, antes plaza de la Constitución, y antes plaza San Fernando, con la fuente de Neptuno o de la Princesa. Actualmente la fuente se puede ver en el Parque Primo de Rivera (más conocido como parque grande). |
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Las obras no se acometieron hasta el invierno de 1866. Coincidió el inicio de
las obras con un problema social planteado en la ciudad por el paro obrero. Ya
desde comienzos del invierno del 65-66 había habido graves altercados en la
capital con ocasión del llamado “Motín de las Uvas” (por una subida en el precio
del vino). Más tarde estalló otro contra el impuesto de consumos, gravamen que
afectaba a los productos de primera necesidad, lo que provocó frecuentes
descontentos populares. Se unía a estos problemas el que durante el invierno
escaseaban las faenas agrícolas y los jornaleros del campo emigraban a la ciudad
en busca de trabajo. Era necesario, por tanto, emprender obras públicas para
remediar esta situación. Así lo entendió el Ayuntamiento de Zaragoza, comenzando
las obras y procediendo al desalojo de las casas que previamente se habían
expropiado. Se dispusieron normas comunes para todos los edificios que dieron
lugar a una arquitectura uniforme en toda la calle: planta baja destinada a uso
comercial, tres plantas de viviendas, iguales alturas, fachadas simétricas con
huecos abalconados. El cuidadoso seguimiento de las expropiaciones, y de toda la
construcción de la calle Alfonso, permite ver la diversidad y complejidad de
esta obra, así como su importancia. La calle Alfonso marcó la primera
zonificación social en las calles zaragozanas. Allí la burguesía mercantil
construyó sus casas y llevó sus negocios. En los años siguientes se convertiría
en la primera calle totalmente comercial.
las obras con un problema social planteado en la ciudad por el paro obrero. Ya
desde comienzos del invierno del 65-66 había habido graves altercados en la
capital con ocasión del llamado “Motín de las Uvas” (por una subida en el precio
del vino). Más tarde estalló otro contra el impuesto de consumos, gravamen que
afectaba a los productos de primera necesidad, lo que provocó frecuentes
descontentos populares. Se unía a estos problemas el que durante el invierno
escaseaban las faenas agrícolas y los jornaleros del campo emigraban a la ciudad
en busca de trabajo. Era necesario, por tanto, emprender obras públicas para
remediar esta situación. Así lo entendió el Ayuntamiento de Zaragoza, comenzando
las obras y procediendo al desalojo de las casas que previamente se habían
expropiado. Se dispusieron normas comunes para todos los edificios que dieron
lugar a una arquitectura uniforme en toda la calle: planta baja destinada a uso
comercial, tres plantas de viviendas, iguales alturas, fachadas simétricas con
huecos abalconados. El cuidadoso seguimiento de las expropiaciones, y de toda la
construcción de la calle Alfonso, permite ver la diversidad y complejidad de
esta obra, así como su importancia. La calle Alfonso marcó la primera
zonificación social en las calles zaragozanas. Allí la burguesía mercantil
construyó sus casas y llevó sus negocios. En los años siguientes se convertiría
en la primera calle totalmente comercial.
Capitanía General, ubicada en la Plaza de Aragón, lugar donde se había instalado la exposición de 1968. Se puede ver como tiene un jardín exterior entre el edificio y la verja según la normativa que se aprobó para urbanizar esos solares. |
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A mediados del siglo XIX, había otros sectores de la ciudad en los que
predominaba el comercio, como en los alrededores de la Torre Nueva. En esta zona
estaba la Tertulia del Comercio, después Casino Mercantil.
predominaba el comercio, como en los alrededores de la Torre Nueva. En esta zona
estaba la Tertulia del Comercio, después Casino Mercantil.
Otro distrito comercial se situaba en torno a la recién alineada calle de D.
Jaime. Todavía hoy se conservan dos establecimientos comerciales: la “Antigua
Casa Lac”, que data de 1825, en la calle de Cinegia, y la confitería “La flor
del Almíbar”, inaugurada en 1856.
Jaime. Todavía hoy se conservan dos establecimientos comerciales: la “Antigua
Casa Lac”, que data de 1825, en la calle de Cinegia, y la confitería “La flor
del Almíbar”, inaugurada en 1856.
Un sector de características comerciales distintas era la populosa plaza del
Mercado y la calle del mismo nombre. Comprendía el espacio que iba desde la
calle de la Cedacería (más tarde Escuelas Pías) a la Rivera del Ebro. Allí se
agolparon los puestos de alimentos, principalmente hortalizas, en deficientes
condiciones higiénicas; las casas, con balcones protegidas del sol por toldos o
esteras, tenían soportales. A ellos se abrían los escaparates de las abacerías,
alpargaterías, tiendas de semillas y de útiles de labranza.
Mercado y la calle del mismo nombre. Comprendía el espacio que iba desde la
calle de la Cedacería (más tarde Escuelas Pías) a la Rivera del Ebro. Allí se
agolparon los puestos de alimentos, principalmente hortalizas, en deficientes
condiciones higiénicas; las casas, con balcones protegidas del sol por toldos o
esteras, tenían soportales. A ellos se abrían los escaparates de las abacerías,
alpargaterías, tiendas de semillas y de útiles de labranza.
El mobiliario urbano, aparte de bancos y fuentes, era escaso. En 1861, se
instalaron quioscos anunciadores en las calles. La publicidad iba abriéndose
paso como elemento indispensable para el grupo social de la burguesía mercantil.
Unos de los periódicos locales, “El Saldubense”, alababa la innovación que
situaba a la capital aragonesa en la línea de París, Madrid, y otras ciudades
importantes.
instalaron quioscos anunciadores en las calles. La publicidad iba abriéndose
paso como elemento indispensable para el grupo social de la burguesía mercantil.
Unos de los periódicos locales, “El Saldubense”, alababa la innovación que
situaba a la capital aragonesa en la línea de París, Madrid, y otras ciudades
importantes.
Puente ferroviario sobre el rio Ebro que unía las líneas de Madrid-Zaragoza y Barcelona-Zaragoza. Actualmente el punte ya no existe, y en su lugar se construyo otro para tráfico. Se trata del puente de la Almozara. |
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Las casas dependían de la clase social que las habitaba. Las viviendas
populares eran en muchos casos realquiladas y constituían verdaderas bolsas de
hacinamiento.
populares eran en muchos casos realquiladas y constituían verdaderas bolsas de
hacinamiento.
Este apiñamiento de gentes databa de tiempo y era general en otras ciudades.
Un número crecido de propietarios, compradores de bienes desamortizados, se
vieron favorecidos por la ley de inquilinos de 1842 que permitía el alza de los
precios. Muchas casas compradas en la coyuntura de la desamortización se
destinaron al alquiler.
Un número crecido de propietarios, compradores de bienes desamortizados, se
vieron favorecidos por la ley de inquilinos de 1842 que permitía el alza de los
precios. Muchas casas compradas en la coyuntura de la desamortización se
destinaron al alquiler.
Las casas se alzaban en angostas calles, solían tener tres pisos con las
puertas de entrada adinteladas, y estrechas fachadas de un solo balcón o
ventana, que correspondía a la habitación principal. El resto de la vivienda era
interior; algunos ejemplos de estas casas, muy pocas, quedan en la calle de San
Pablo.
puertas de entrada adinteladas, y estrechas fachadas de un solo balcón o
ventana, que correspondía a la habitación principal. El resto de la vivienda era
interior; algunos ejemplos de estas casas, muy pocas, quedan en la calle de San
Pablo.
Las viviendas construidas por la burguesía tenían características distintas,
sobre todo en amplitud, con salones espaciosos que daban a la calle. Los
dormitorios eran, sin embargo, interiores (las alcobas), así como los cuartos
del numeroso servicio doméstico.
sobre todo en amplitud, con salones espaciosos que daban a la calle. Los
dormitorios eran, sin embargo, interiores (las alcobas), así como los cuartos
del numeroso servicio doméstico.
Esta es la calle Alfonso pocos años después de ser abierta con el pilar de fondo. La calle se convirtió en un paseo muy frecuentado, sobre todo para llegar desde el coso a la plaza del Pilar. Antes de su apertura existían pequeñas y tortuosas calles que formaban casi un laberinto hasta poder llegar al Pilar. En la actualidad siguen existiendo algunos edificios de los que se aprecian en esta fotografía como por ejemplo el edificio primero de la derecha que se puede ver en la foto. |
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Fotografía de la calle Alfonso de la misma época que la anterior. Puede verse la gran concurrencia que presentaba la calle, casi igual que ahora en los días festivos. |
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Los palacios de la nobleza reunían las modalidades del lujo de la época en
cuanto a mobiliario. Pero en Zaragoza la nobleza no era muy numerosa y más bien
absentista. Vivía en sus haciendas del campo o frecuentaba la Corte, residiendo
sólo temporalmente en la ciudad. Los bajos de los palacios estaban ocupados por
cocheras y viviendas para criados, rodeando los patios, muchos de ellos de bella
arquitectura.
cuanto a mobiliario. Pero en Zaragoza la nobleza no era muy numerosa y más bien
absentista. Vivía en sus haciendas del campo o frecuentaba la Corte, residiendo
sólo temporalmente en la ciudad. Los bajos de los palacios estaban ocupados por
cocheras y viviendas para criados, rodeando los patios, muchos de ellos de bella
arquitectura.
A finales de siglo, las nuevas líneas ferroviarias y algunas fábricas que se
instalaron en la periferias de la ciudad dieron lugar a nuevos barrios, en torno
a estas fábricas. La industria química instalada en la salida hacia Madrid,
junto a la puerta de Sancho, equidistante de la estación de Madrid y la del
Norte, dio lugar al conocido hoy como barrio de la Química. La centenaria
fábrica de cervezas “La Zaragozana” comenzó a dibujar el barrio de Miraflores. Y
así fueron tomando una primera forma desde finales del XIX los barrios obreros
zaragozanos, el de las Delicias junto a la carretera de Madrid y entre la
estación del Campo Sepulcro y la de Caminreal, el de San José sobre la carretera
de Castellón, enlazado con el de Montemolín, animado éste por la estación de
Utrillas, la Romareda y Miralbueno a lo largo de la carretera de Valencia,
Torrero al calor de las nuevas instalaciones industriales, el Arrabal en la
salida hacia Huesca, potenciado desde 1895 por el nuevo puente de hierro sobre
el Ebro...etc.
instalaron en la periferias de la ciudad dieron lugar a nuevos barrios, en torno
a estas fábricas. La industria química instalada en la salida hacia Madrid,
junto a la puerta de Sancho, equidistante de la estación de Madrid y la del
Norte, dio lugar al conocido hoy como barrio de la Química. La centenaria
fábrica de cervezas “La Zaragozana” comenzó a dibujar el barrio de Miraflores. Y
así fueron tomando una primera forma desde finales del XIX los barrios obreros
zaragozanos, el de las Delicias junto a la carretera de Madrid y entre la
estación del Campo Sepulcro y la de Caminreal, el de San José sobre la carretera
de Castellón, enlazado con el de Montemolín, animado éste por la estación de
Utrillas, la Romareda y Miralbueno a lo largo de la carretera de Valencia,
Torrero al calor de las nuevas instalaciones industriales, el Arrabal en la
salida hacia Huesca, potenciado desde 1895 por el nuevo puente de hierro sobre
el Ebro...etc.
El recién estrenado puente del Pilar, o puente de Hierro como se le conoce, a finales del siglo XIX. |
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A finales del siglo XIX se realizan nuevas obras: en el sur dos nuevos
tendidos ferroviarios (el de Barcelona y el de Cariñena), el nuevo Puente de
Hierro, llamado de Nuestra Señora del Pilar, en 1895, una mayor urbanización de
los alrededores de la Plaza Aragón, el hueco de los solares del derribado
convento de Santa Fe, sobre los que se asentaría luego la Plaza de Salamero, un
esquema del proyecto de urbanización de Santa Engracia, el edificio de la
Facultad de Medicina y Ciencias inaugurado en 1893, a modo de un enorme y
hermosos palacio varado a orillas del enteco Huerva, los colegios de Jesuitas y
del Sagrado Corazón que iniciaban el Paseo de las Damas, el flamante Matadero,
en 1885, en el que se proyectó una nueva y fracasada Exposición Aragonesa, y se
derribó la Torre Nueva en 1892. También se construye, a partir de 1885, una red
de tranvías arrastrados por mulas. Esta red de tranvías unía el centro
histórico con los nuevos barrios, y su trazado también contribuyó a marcar las
pautas de crecimiento de la periferia. Un tranvía subía a Torrero, y tenía que
reforzar la dotación de mulas para salvar la subida de Cuellar, otro comunicaba
el centro con el arrabal, una línea llegaba hasta la estación de Madrid y otra,
la del Bajo Aragón, conectaba las áreas de poblamiento e industria situadas en
torno a la carretera de Castellón y la de Barcelona. El tráfico quedaba centrado
y regulado en la Plaza de la Constitución, desde la que partía también una línea
de circunvalación que bajaba por el Coso hasta la Universidad, giraba para
seguir el Ebro y volvía a subir por el Portillo.
tendidos ferroviarios (el de Barcelona y el de Cariñena), el nuevo Puente de
Hierro, llamado de Nuestra Señora del Pilar, en 1895, una mayor urbanización de
los alrededores de la Plaza Aragón, el hueco de los solares del derribado
convento de Santa Fe, sobre los que se asentaría luego la Plaza de Salamero, un
esquema del proyecto de urbanización de Santa Engracia, el edificio de la
Facultad de Medicina y Ciencias inaugurado en 1893, a modo de un enorme y
hermosos palacio varado a orillas del enteco Huerva, los colegios de Jesuitas y
del Sagrado Corazón que iniciaban el Paseo de las Damas, el flamante Matadero,
en 1885, en el que se proyectó una nueva y fracasada Exposición Aragonesa, y se
derribó la Torre Nueva en 1892. También se construye, a partir de 1885, una red
de tranvías arrastrados por mulas. Esta red de tranvías unía el centro
histórico con los nuevos barrios, y su trazado también contribuyó a marcar las
pautas de crecimiento de la periferia. Un tranvía subía a Torrero, y tenía que
reforzar la dotación de mulas para salvar la subida de Cuellar, otro comunicaba
el centro con el arrabal, una línea llegaba hasta la estación de Madrid y otra,
la del Bajo Aragón, conectaba las áreas de poblamiento e industria situadas en
torno a la carretera de Castellón y la de Barcelona. El tráfico quedaba centrado
y regulado en la Plaza de la Constitución, desde la que partía también una línea
de circunvalación que bajaba por el Coso hasta la Universidad, giraba para
seguir el Ebro y volvía a subir por el Portillo.
Matadero municipal, en donde se realizo una exposición antes de su estrenó como matadero, pero que resulto todo un fracaso. |
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Facultad de Medicina, situada enfrente de la plaza de Aragón, al lado del río Huerva, que poco después sería tapado para construir la Gran Via. |
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Al finalizar el siglo XIX, Zaragoza había transformado sustancialmente su
forma urbana, además de la vida cotidiana de sus vecinos, dejando establecidas
las bases de la Zaragoza actual. La Zaragoza de finales del XIX presentaba un
plano con una fisonomía urbana perfectamente identificable en nuestros días,
desde el Arrabal hasta Casablanca, desde Delicias hasta Montemolín. Pero a pesar
de los numerosos cambios y de la conciencia de convertir a Zaragoza en una
ciudad moderna, esta no evolucionara tan rápidamente como otras ciudades.
forma urbana, además de la vida cotidiana de sus vecinos, dejando establecidas
las bases de la Zaragoza actual. La Zaragoza de finales del XIX presentaba un
plano con una fisonomía urbana perfectamente identificable en nuestros días,
desde el Arrabal hasta Casablanca, desde Delicias hasta Montemolín. Pero a pesar
de los numerosos cambios y de la conciencia de convertir a Zaragoza en una
ciudad moderna, esta no evolucionara tan rápidamente como otras ciudades.
Zaragoza en los siglos XIX y XX
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