domingo, 2 de julio de 2017

LA IGLESIA Y LOS POBRES

LA IGLESIA Y LOS POBRES



COMISIÓN
EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL
LA IGLESIA Y LOS
POBRES
Documento de reflexión de la

Comisión Episcopal de Pastoral Social
Madrid 21 de febrero de 1994

























I
N D I C E
PRESENTACIÓN
1.
EL CLAMOR DE LOS POBRES
1.1. Diversidad de los sentidos de
la pobreza
1.2. Las situaciones de
pobreza en España y en el mundo
2. LA INJUSTICIA, COMO CAUSA DE
LA POBREZA
2.1. La injusticia, en el ámbito
internacional
2.2. La injusticia, en el ámbito
nacional
2.3.
El egoísmo individual
3.
LA IGLESIA Y LOS CRISTIANOS, COMPORMETIDOS EN LA LUCHA POR LA JUSTICIA
3.1. Luchar contra la
injusticia como generadora de pobreza
3.2.
Principios permanentes y Valores fundamentales en la lucha por la justicia
3.3. Objetivos
prioritarios en la lucha por la justicia
4. LA IGLESIA, AL SERVICIO DE LOS
POBRES
4.1.
Samaritanos anónimos
4.2. Los voluntarios y el voluntariado
4.3. Los campos de acción
caritativo-social
4.4.
Criterios de actuación en la actividad caritativo-social de la Iglesia
5. LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
Y LA POBREZA
5.1. Amor
a la pobreza
5.2. Amor
a los pobres




LG Concilio Vaticano II, «Lumen
Gentium»
, (Constitución dogmática sobre la Iglesia)
GS Concilio Vaticano II, «Gaudium
et Spes»
, (Constitución pastoral)
AA Concilio Vaticano II, «Apostolicam
Actuositatem»
, (Decreto sobre el apostolado de los seglares)
R Concilio Vaticano II, «Unitatis
Redintegratio»
, (Decreto sobre el Ecumenismo)
SRS Juan Pablo II, «Sollicitudo
Rei Socialis»
, (Carta encíclica, 1987)
CA Juan Pablo II, «Centesimus
Annus»
, (Carta encíclica, 1991)
DM Juan Pablo II, «Dives in
Misericordia»
, (Carta encíclica, 1980)
EN Pablo VI, «Evangelii
Nuntiandi»
, (Exhortación Apostólica)
CHL Juan Pablo II, «Christifideles
Laici»
, (Exhortación Apostólica)
VS Juan Pablo II, «Veritatis
Splendor»
, (Carta encíclica, 1993)



 

El documento «La Iglesia
y los Pobres
», es una necesaria aportación de la Comisión Episcopal de Pastoral
Social a las diócesis y comunidades cristianas, para promover la reflexión y apoyar las
Propuestas de acción pastoral emanadas de la LX Asamblea Plenaria dedicada a la Pastoral
de la Caridad.
Una evangelización integral
requiere poner de relieve, de manera particular en nuestro tiempo, que no es posible
proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero y
auténtico crecimiento del hombre (EN,31) y, por lo mismo, que el amor por el pobre, en el
que la Iglesia ve a Cristo, se ha de concretar en la promoción de la justicia (CA, 58).
Avivar la fe de nuestro
pueblo, promover la presencia de los católicos en la vida pública, ser constructores de
la paz y responder al "desafío ético" de nuestra época, recuperando una
conciencia moral lúcida y coherente, como nos urge y enseña la Veritatis Splendor,
comporta asumir ineludiblemente los retos de la "voz de los sin voz", encarnados
en los nuevos pobres de hoy en todo el mundo.
Su clamor ha llegado a los
oidos del Señor (St 5,4) y en la multitud ingente de personas concretas e irrepetibles
que sufren el peso intolerable de la miseria y carecen de esperanza, está viva "la
voz del Señor Jesús que viene a interpelarnos" (Mt 25; SRS, 13).
En este documento se
desarrolla una dimensión fundamental de la evangelización. Recorre sus páginas la
energía salvífica y liberadora del amor misericordioso de Dios Padre de Nuestro Señor
Jesucristo hacia el hombre pobre y excluído, hacia todo dolor y miseria humana, viva y
lacerante en las heridas abiertas por la pobreza y marginación social, en el corazón de
la libertad y la dignidad de tantos seres humanos. Con su mensaje y compromiso la Iglesia
sale al encuentro de los pobres, señales privilegiadas del Reino de Dios (Mt 11,4-5).
"El encuentro con el pobre -se dice en el documento- no puede ser para la Iglesia y
el cristiano meramente una anécdota intrascendente, ya que en su reacción y en su
actitud se define su ser y también su futuro. En esa coyuntura quedamos todos, individuos
e instituciones, implicados y comprometidos de un modo decisivo. La Iglesia sabe que ese
encuentro con los pobres tiene para ella un valor de justificación o de condena, según
nos hayamos comprometido o inhibido con los pobres. Los pobres son "sacramento"
de Cristo" (nº 32).
"Todos somos
responsables de todos" (SRS, 38). En estas certeras palabras de Juan Pablo II, se
puede condensar el mensaje central de «La Iglesia y los Pobres». Impulsados por
la caridad de Cristo y por las exigencias de la dignidad de la persona humana (CA, 49) se
insta a todos a asumir la solidaridad humana y cristiana como parte integrante de la
acción evangelizadora y clave nuclear de todo verdadero desarrollo del hombre.
La elaboración de un
documento con esta pretensiones ha sido fruto maduro de un proceso denso de colaboración
de las comunidades cristianas. Recogiendo las inquietudes de numerosas instituciones,
movimientos, servicios eclesiales y de ayuda humanitaria, dedicados al servicio de los
pobres, la Comisión Episcopal de Pastoral Social, diseñó y puso en marcha un proyecto
de animación y renovación de la pastoral de la caridad en la Iglesia.
El objetivo general de esta
renovación trata de intensificar y promover la pastoral de la caridad en general y, más
en concreto, la diaconía de la caridad con todas sus exigencias.
Los objetivos específicos se
han centrado en tres puntos:
  • Conocimiento de la realidad de la pastoral de
    la caridad en las Iglesias particulares.
  • Celebración de una sesión Plenaria de la
    Conferencia Episcopal Española sobre «La Caridad en la vida de la Iglesia».
  • Elaboración de un documento sobre la Iglesia
    y los pobres.
  • Celebración de un Congreso Nacional sobre la
    pobreza y su desafío a la Pastoral de la Iglesia (Propuesta aprobada en la LX Asamblea
    Plenaria de noviembre de 1993).
Para la realización del
proyecto, mediante metodología participativa, se creó una Comision Mixta de Pastoral de
la Caridad, integrada por las Comisiones Episcopales y las Instituciones
caritativo-sociales más relevantes. La Comisión Episcopal de Pastoral Social y su
Secretariado han actuado como coordinadora del proyecto.
Propuesto a la Comisión
Permanente de la Conferencia Episcopal el proyecto global, lo incluyó en sus planes de
acción pastoral.
Llevado a cabo el
conocimiento de la realidad, mediante una amplia consulta a las diócesis e instituciones
y de manera particular a religiosos y religiosas, a partir de sus resultados, se procedió
a la confección del presente documento.
Sus destinatarios son, en
primer lugar, las Iglesias particulares y sus comunidades. Si queremos alcanzar una
renovación y promover un nuevo impulso de la pastoral de la caridad en la Iglesia, ello
será posible en la medida en que se impliquen y comprometan en la consecución de este
objetivo las mismas comunidades cristianas.
Como Jesús, toda la
comunidad cristiana debe estar al servicio del Reino, abandonando falsas seguridades. No
es posible servir al Dios verdadero, que quiere la vida para todos y vivir obsesionados
con la seguridad de las riquezas. El que, trate de "guardar la vida", realizarse
como persona, despreocupándose de los otros, oprimiéndoles, o siendo cómplice de la
opresión, se deshumaniza (SRS, 38). Jesucristo resucitado es el hombre nuevo y solidario:
"no sólo tiene vida, sino que la comunica". Ser cristiano es vivir como
resucitado, creando comunidad solidaria. Y esta vocación se realiza mediante la opción
eficaz por la causa de los pobres.
El testimonio de la Iglesia
ha de ser elocuente y significativo, como profecía en acción. Para que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos. Este servicio
profético se concreta en la práctica de la misericordia y de la justicia nueva con los
desvalidos (Mt 5,16). Como el Buen Samaritano, la Iglesia evangeliza, ofrece la buena
noticia sobre Dios, cuando, libre de falsas seguridades (Lc 9,57-58; 10,37) busca y salva
lo que estaba perdido (Lc 19,10), abraza con su amor a todos los afligidos por la
debilidad humana, reconociendo en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador,
pobre y paciente, sirviendo en ellas a Cristo (LG, 8; AA, 8).
Sólo podrán responder de
modo positivo a estos objetivos: "comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe
consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de
Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia
vivida en la caridad y en el servicio" (CHL, 34).
«La Iglesia y los Pobres»
es, así mismo, un mensaje a toda la sociedad. Los anhelos de libertad y liberación
integral que, en medio de tanta pobreza e injusticias, tienen los hombres y los pueblos,
hoy, espera que la "energía ética" de la solidaridad se incruste en las
conciencias y en el tejido social a fín de recuperar la dignidad de la persona humana y
los derechos fundamentales de los pobres y excluidos.
La Comisión Episcopal de
Pastoral Social agradece su colaboración a cuantos, de una forma u otra, han hecho
posible este documento. Y confía que su publicación contribuya eficazmente a las tareas
de la evangelización en nuestras Iglesias. De manera particular esperamos sea un acicate
y sirva de aliento para la animación de la acción caritativa y social.

+ José Mª Guix Ferreres

Obispo de Vic y Presidente de la

Comisión Episcopal de Pastoral Social







Unas veces, desde su
protesta; otras, desde el silencio; tanto desde el lejano Tercer Mundo como desde el
llamado "Cuarto Mundo", tan cerca de nosotros, en nuestra misma sociedad, los
pobres, los marginados e indigentes nos lanzan una llamada, un grito de socorro y de
auxilio. ¿Quienes son? ¿Dónde están? ¿Cómo viven o malviven? ¿Cuáles son las
causas de su lamentable situación, y cómo buscar entre todos alguna solución? Estos y
otros graves interrogantes queremos plantear en esta primera parte de nuestro documento.
La Iglesia debe escuchar con
oídos de fe ese grito de los pobres, oyendo en su clamor la voz del Siervo de Yavé,
del Hijo de Dios que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros1, llamó bienaventurados
a los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos2, y advirtió que
tomaría como hecho a su misma persona lo que hiciéramos con ellos3.
Podríamos decir, entonces,
que siendo la voz de los pobres una llamada para que les ayudemos, es también una llamada
para ayudarnos a nosotros mismos. ¿Sabremos escuchar esta llamada la Iglesia y los
cristianos españoles?
Si queremos abrir los ojos
sobre el escenario de la pobreza en el mundo, contemplaremos un panorama desolador, en el
que cientos de millones de seres humanos viven en la mayor miseria, sometidos a unas
condiciones infrahumanas en el campo de la alimentación, la vivienda, la educación, la
higiene, la sanidad, etc. En este punto vamos a examinar con algún detalle la realidad de
la pobreza, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, para comprobar,
siquiera sea someramente, que no se trata de exageraciones retóricas ni de falsas
alarmas, sino de una terrible realidad que oprime de forma insoportable a una gran parte
de la humanidad, todos ellos llamados a ser Hijos de Dios y hermanos nuestros.

Para situar el marco de nuestra
reflexión, debemos antes recordar los diversos sentidos en que puede entenderse el
concepto de pobreza.

La pobreza evangélica



1. De acuerdo con la vida y la
predicación de Jesús de Nazaret, de la Iglesia primitiva y de los Santos Padres, la
pobreza evangélica supone la actitud ideal del cristiano ante los bienes materiales,
viviendo con sencillez y sobriedad, compartiendo generosamente con los necesitados, no
acumulando riquezas que acaparan el corazón, trabajando para el propio sustento y
confiando en la providencia de Dios Padre. Esta forma de pobreza puede y debe adoptar
innumerables formas según los tiempos y las circustancias de cada uno, pero siempre
supone unas exigencias fundamentales como seguimiento de Jesús, para alcanzar la
verdadera libertad cristiana, la paz y la alegría en el Espíritu, como han aconsejado
los maestros espirituales de todos los tiempos. Es necesario aclarar que esta forma de
pobreza evangélica nada tiene que ver con la miseria, la indigencia y la marginación,
que degradan la condición del hombre como hijo de Dios, y que son males contra los que
debemos luchar denodadamente.
Compartir
generosamente con los necesitados
Desde los primeros siglos de la
Iglesia, muchos cristianos fueron movidos por el Espíritu Santo para vivir un seguimiento
más radical de la pobreza de Jesús, renunciando a sus propios bienes de manera
definitiva y dándolos a los pobres. A lo largo de la historia, esta forma de vida se ha
ido estructurando en monasterios y congregaciones de monjes y religiosos que hacen voto de
pobreza perpetua, juntamente con los votos de castidad y de obediencia. Aún reconociendo
que en ocasiones tanto los individuos como las comunidades y congregaciones hayan caído
en un cierto alejamiento del ideal, no podemos tampoco ignorar la generosidad que supone,
las renuncias que conlleva, el testimonio evangélico que proclama y el fruto espiritual y
pastoral que aporta a la Iglesia. Tampoco esta forma de pobreza es objeto de nuestra
reflexión.
La
pobreza en la vida consagrada
La pobreza como indigencia, miseria y
marginación




2. La pobreza
forzada, la carencia leve, grave o extrema de los bienes necesarios para llevar una vida
digna de seres humanos. De ésta precisamente es de la que vamos a tratar en nuestro
documento. Aunque propiamente debería llamarse indigencia, miseria ó marginación,
teniendo en cuenta la semántica habitual en nuestra sociedad, seguiremos usando la
palabra pobreza, con los matices que en algunos casos correspondan, para referirnos
a estas situaciones, aunque sin renunciar completamente a los términos indicados, que
creemos más adecuados, para distinguirlos de la pobreza evangélica, que consideramos
como un bien que habría que fomentar, en tanto que la indigencia, la miseria y la
marginación siempre representan un mal que habría que erradicar.
Un mal
que hay que erradicar





¿Cómo definir la pobreza
sociológicamente? ¿Cuál es su límite y su alcance? ¿Hasta dónde se extiende el mapa
de la pobreza? ¿Cuántos grados y clases de pobreza existen en el mundo? ¿Existe la
pobreza solamente en el Tercer Mundo, o también en los países desarrollados?



Un fantasma de mil rostros


3. No hablemos de una pobreza
cualquiera, como podría ser en el órden de las ciencias naturales -un alimento pobre en
vitaminas, por ejemplo-, sino de la pobreza humana, entrando así en juego el misterio y
la grandeza del hombre; las exigencias de su dignidad y lo imprevisible de su libertad;
los condicionamientos de sus necesidades, necesidades que podrían ser cubiertas
totalmente gracias a su inventiva, su laboriosidad y su creatividad.
Nuevas
formas de pobreza. Pobreza humana
Esta complejidad radical se
multiplica si tenemos en cuenta que propiamente no existe el hombre aislado, sino que
necesita vivir en familia, en grupo, en sociedad. Si toda pobreza es una forma de carencia
de lo necesario, en nuestro caso no se trata solamente de la pobreza individual, sino
también de la pobreza social, de la falta de elementos como la educación, la formación
profesional, la cultura, el libre ejercicio de los derechos civiles, sociales, laborales,
políticos, etc.

Bien puede decirse, por lo
tanto, con Juan Pablo II que "en el mundo actual se dan muchas formas de
pobreza"4, y que "para los pobres, a la falta de bienes materiales se
ha añadido la del saber y de conocimientos, que les impide salir del estado de humillante
dependencia"5. Lo que está en juego, por lo tanto, son los derechos
sociales de los hombres y la posibilidad de ejercerlos en una determinada sociedad.

Al ser tantos los componentes de
las situaciones de pobreza, así como tan relativos según los niveles de desarrollo en
las diversas etapas de la historia y en los diferentes países y culturas, no es de
extrañar que resulte difícil dar una definición precisa de la pobreza que pueda servir
en todos los casos y situaciones. Puede ser útil, sin embargo, aceptar funcionalmente la
que dió la Comunidad Económica Europea: "A los efectos de esta decisión, se
entiende que la expresión `pobre' se refiere a aquellas personas, familiares y grupos de
personas cuyos recursos -materiales, culturales y sociales- son tan limitados que les
excluyen del mínimo nivel de vida aceptable en los estados miembros en los que
viven"6.

Aún tratándose de un fenómeno
tan complejo y tan extendido, conviene recordar que la pobreza en todos sus aspectos no
agota por completo la problemática de las necesidades humanas y sus posibles
padecimientos, como pueden ser el fracaso, la enfermedad, la soledad, la depresión, la
angustia vital, etc. Pero también es cierto, que el tratamiento de todos esos problemas
es muy diferente en el caso de que se posean suficientes medios materiales que cuando se
carece de ellos.



Diferentes grados de pobreza


4. Es un hecho evidente que aún
dentro del mundo de los pobres se dan diferentes niveles de pobreza. Lo que ya no es tan
fácil es cómo medir en cada caso su gravedad y su alcance. El denominador básico más
comúnmente aceptado suele ser el denominado umbral de la pobreza, formulado por la
Comunidad Europea como sigue: "Aquellos que tienen unos ingresos netos por persona
inferiores a la mitad de los ingresos medios por persona en un determinado país".
Umbral de
pobreza
Entre los grados que se pueden
establecer dentro de la pobreza, dos de ellos pueden considerarse como básicos: el de la
pobreza extrema, equivalente al concepto de pobreza grave de la Comunidad Europea, y el de
pobreza moderada o relativa. Ambos constituyen el colectivo social que está más allá
del umbral de la pobreza, y ambos van unidos más o menos al concepto de exclusión
social.

También podrían denominarse
tales situaciones como de indigencia, miseria y marginación, de menor a mayor grado de
pobreza. Entre los primeros, podríamos incluir a los llamados en otra época pobres vergonzantes,
y hoy, con los reajustes sociolaborales en los países desarrollados, estarían también
los que se ha venido a denominar nuevos pobres, -parados indefinidos,
jubilados y pensionístas-.



"Mapa-mundi" de la
pobreza


5. Si grande es el mundo, no es
menor el panorama de la pobreza, que se extiende por toda la tierra, aunque se concentra
especialmente en las zonas geográficas del llamado "Tercer Mundo".

Nada menos que 750 millones de
personas viven en el Tercer Mundo en condiciones de pobreza, y de ellas 550 millones
están en la miseria más extrema y 119 de cada mil niños mueren antes de los cinco años
de edad.
Se
ensancha la brecha Norte-Sur
El abismo que separa a los
países desarrollados de los países en desarrollo o subdesarrollados es inmenso: mientras
la renta per capita ascendía en Suiza a 32.680 $; en Suecia, a 23.660 $; en
España, a 11.020; en Marruecos era de 950; en Zimbawe, de 590; en Zambia, 420, y en
Somalia 120.

Los datos sobre otros
indicadores, como la higiene, la educación, la sanidad y medicina, etc, son también
estremecedores. Baste decir que una persona nacida en el mundo rico consumirá treinta
veces más que otra nacida en el mundo pobre, y que mientras en España hay 280 médicos
por cada 100.000 habitantes, en Niger, Etiopia y Rwanda no ha mas que 3 7.

Pero es más grave todavía el
que esas diferencias aumenten cada vez más, en vez de tender a disminuir. El último
decenio se ha caracterizado por el crecimiento de la desigualdad entre países ricos y
pobres8: la quinta parte de la población del mundo posee el 82,7% del PNB,
tiene el 81,2% del comercio mundial y el 80% del ahorro interno y la inversión interna
mundiales. Sin embargo otra quinta parte de la población, la más pobre, sólo posee el
1,4% del PNB, un 10% del comercio mundial, del ahorro y la inversión.

6. Pero también en el mundo de
los ricos existen bolsas de pobreza, el llamado recientemente Cuarto Mundo,
que son más bien sub-mundos de miseria y de marginación. Por ceñirnos a España
solamente, recordemos de entrada la sangrante paradoja de que mientras el país en su
conjunto es cada vez más rico, aumenta al mismo tiempo el número de pobres. La renta per
capita
, en efecto, había subido en 1990 a 11.020 dólares.
El Cuarto
Mundo, un submundo de miseria y marginación. Dualización de la sociedad
Esta situación confirma para
España lo que ya se está detectando hace algún tiempo en el área de los países
desarrollados, en los que se está consolidando una estructura injusta de la sociedad,
llamada la sociedad de los dos tercios, formada por los ricos y los trabajadores
con empleo estable y buenos sueldos, por un lado, y el tercio restante, condenado a una
miserable supervivencia, que son los parados sin subsidio, los jubilados con rentas
insuficientes, los temporeros, modestos agricultores y braceros, etc. Son los nuevos
pobres
, a los que alguien ha llamado "la España impresentable", el
colectivo que no tiene salida en estas actuales estructuras, y que no cuenta para nada en
nuestra sociedad.

A todos ellos, además, hay que
añadir tantos grupos de hombres y mujeres marginados, acaso con taras psicológicas
ingénitas o adquiridas, con una responsabilidad muy reducida y compartida con el ambiente
en el que se formaron o en el que se deformaron, pero que en todo caso necesitan de ayuda
para subsistir y, además, de un esfuerzo para tratar de recuperarse y dignificarse:
alcohólicos, vagos, inadaptados, vagabundos, prostitutas, drogadictos, y un largo etc,
personas a las que no podemos dejar abandonadas.

Es una realidad
estadísticamente comprobable que en esta sociedad del consumísmo y el bienestar, de la
abundancia y el despilfarro, está creciendo, por contraste, el número de personas
desarraigadas y sin hogar; que se están consolidando los efectos marginadores de la
llamada dualización del mercado de trabajo --los que tienen un empleo fijo y los
parados o eventuales--, y que están apareciendo problemas graves de infraalimentación
entre los pobres. Tan es así, que en los países de la Europa Comunitaria se ha llegado a
debatir públicamente si no estamos generando, de hecho, una especie de clase inferior.

Como dice Juan Pablo II, en la
Encíclica Centesimus Annus: "A pesar de los grandes cambios en las
sociedades más avanzadas, las carencias humanas del capitalísmo, con el consiguiente
dominio de las cosas sobre los hombres, están lejos de haber desaparecido"9.


7. La descripción que acabamos
de hacer de la situación de la pobreza en el mundo no puede reducirse para nadie a una
fría constatación de datos estadísticos. Todo aquél que tenga una actitud humanitaria
y solidaria puede descubrir detrás de cada cifra la existencia de seres humanos, de su
especie y de su sociedad, que carecen día a día aún de lo más elemental para poder
vivir con un mínimo de dignidad o, simplemente, para poder subsistir.
Datos con
rostro humano
8. Los cristianos, además,
sabemos que en cada uno de esos niños y ancianos, jóvenes y adultos, varones y mujeres
que viven en la miseria, podemos descubrir el rostro de Cristo, el Hijo de Dios y hermano
de los hombres, que sufre en todos ellos y pide nuestra ayuda en cada uno de ellos. Por
ello, la perspectiva de la fe hace que un análisis de la situación se convierta para la
Iglesia en una exigencia que la impulsa, sin excusa posible, a comprometerse a trabajar en
el mundo en favor de los pobres.
Un nuevo
rostro de Cristo
La Iglesia, al encuentro de los pobres



9. La Sagrada Escritura nos
recuerda que Dios escucha con gran miseridordia "el grito de los pobres"10.
La Iglesia de Dios, habitada y movida por su Espíritu, debe avivar en ella su amor
misericordioso hacia los pobres, escuchando su llamada y prestando su voz a los que no
tienen voz.
La
Iglesia sabe que ese encuentro con los pobres tiene para ella un valor de justificación o
de condena
Hay que destacar que las
palabras de condena de Cristo en el Evangelio no van directamente dirigidas a los
causantes del mal que padecen los pobres. Lo que condena es el pecado de omisión, el
desinterés ante los necesitados de ayuda, como en la alegoría profética del Juicio
Final, o en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro11. Ignorando al
pobre que sufre hambre, que está desnudo, oprimido, explotado o despreciado, es al mismo
Cristo al que desatendemos y abandonamos.

De aquí que el encuentro con el
pobre no pueda ser para la Iglesia y el cristiano meramente una anécdota intranscendente,
ya que en su reacción y en su actitud se define su ser y también su futuro, como
advierten tajantemente las palabras de Jesús. Por lo mismo, en esa coyuntura quedamos
todos, individuos e instituciones, implicados y comprometidos de un modo decisivo. La
Iglesia sabe que ese encuentro con los pobres tiene para ella un valor de justificación o
de condena, según nos hayamos comprometido o inhibido ante los pobres. Los pobres son
sacramento de Cristo.

10. Más aún: Ese juicio y esa
justificación no solamente debemos pasarlos algún día ante Dios, sino también ahora
mismo ante los hombres. Solo una Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se
pone a su lado y de su lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y por su
bienestar, puede dar un testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico. Bien
puede afirmarse que el ser y el actuar de la Iglesia se juegan en el mundo de la pobreza y
del dolor, de la marginación y de la opresión, de la debilidad y del sufrimiento.
Sólo una
Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se pone a su lado y de su lado,
lucha y trabaja por su liberación
Decía San Ambrosio: "Aquel
que envió sin oro a los Apóstoles12 fundó también la Iglesia sin oro. La
Iglesia posee oro no para tenerlo guardado, sino para distribuirlo y socorrer a los
necesitados. Pues ¿qué necesidad hay de reservar lo que, si se guarda, no es útil para
nada? ¿No es mejor que, si no hay otros recursos, los sacerdotes fundan el oro para
sustento de los pobres, que no que se apoderen de él sacrílegamente los enemigos?. Acaso
nos dirá el Señor: `¿Por qué habéis tolerado que tantos pobres murieran de hambre,
cuando poseíais oro con el que procurar su alimento? ¿Por qué tantos esclavos han sido
vendidos y maltratados por sus enemigos, sin que nadie los haya rescatado?' ¡Mejor
hubiera sido conservar los tesoros vivientes que no los tesoros de metal!"13.

La Iglesia está para
solidarizarse con las esperanzas y gozos, con las angustias y tristezas de los hombres. La
Iglesia es, como Jesús, para "evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos,
para buscar y salvar lo que estaba perdido"14. Y para decirlo de una vez y
en una palabra que resume y concreta todo: el mundo al que debe servir la Iglesia es para
nosotros preferentemente el mundo de los pobres.

11. En la Encíclica Dives in
misericordia
escribe Juan Pablo II: "La Iglesia vive una vida auténtica cuando
profesa y proclama la misericordia, el atributo más estupendo del Creador y
Redentor"15. La autenticidad del hombre se manifiesta en su vida cuando el
parecer y el obrar responden a la realidad de su propio ser. Pues bien: el Papa afirma que
la vida de la Iglesia será auténtica "cuando profesa y proclama la
misericordia"; es decir, cuando su actuación, que la identifica socialmente mediante
su actuación visible (profesa), y el mensaje que trasmite al mundo (proclama)
corresponden a su propio ser (misericordia), como participación y prolongación del
Dios-misericordia.
"La
Iglesia vive una vida auténtica cuando profesa y proclama la misericordia"
Por tanto, la actuación, el
mensaje y el ser de una Iglesia auténtica consiste en ser, aparecer y actuar como
una Iglesia-misericordia; una Iglesia que siempre y en todo es, dice y ejercita el
amor compasivo y misericordioso hacia el miserable y el perdido, para liberarle de su
miseria y de su perdición. Solamente en esa Iglesia-misericordia puede revelarse el amor
gratuito de Dios, que se ofrece y se entrega a quienes no tienen nada más que su pobreza.

Notemos, finalmente, que el Papa
califica esa misericordia como el atributo más estupendo -que también podría traducirse
como más grande- del Creador y Redentor. Creación y Redención son, en última
instancia, igualmente obra del amor misericordioso de Dios. Por ello, la
Iglesia-misericordia, que escucha y atiende el clamor de los pobres, revela en su vida lo
más grande, lo más estupendo de Dios y de Cristo, tanto en la obra creadora como en la
redentora.

La Iglesia servidora
12. Esta misericordia de Dios se
manifestó en Jesús de Nazaret en forma de servicio, de humildad y de humillación, de
entrega y donación a Dios y a los hermanos. "El Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por los muchos"16, que
en el estilo semita quiere decir por todos. La diaconía (el servicio) aparece
indisolublemente unida a la misión de Jesús, que se manifiesta como el Siervo de Yavé
misteriosamente anunciado en Isaías.
La
diaconía unida a la misión de Jesús
13. Los mejores cristianos de la
historia, los santos, han entendido el seguimiento de Jesús bajo esta forma de servicio y
entrega por amor a los hombres, en especial a los más débiles y necesitados, como Pedro
Nolasco o Pedro Claver, Juan Bosco o Juan de Dios, etc. Desde hace muchos siglos, los
Papas ostentan como un distintivo el título de "siervo de los siervos de Dios".
La Iglesia y los cristianos de todos los tiempos, como seguidores de Cristo, hemos
recibido el encargo primordial de servir por amor a Dios y a los hombres, con entrañas de
misericordia especialmente hacia los más débiles y necesitados.
Seguimiento
de Cristo y amor a los pobres. El testimonio de los santos
Sin embargo, esta actitud, que
ha de ser general en los cristianos, no puede quedarse en algo genérico y vago,
reduciéndose a ideología o mera retórica. ¿No tenemos la impresión en nuestro tiempo
de que estamos muy bien abastecidos de documentos y de declaraciones, de manifestaciones,
de buenas obras y buenos testimonios, de buena voluntad?

14. Ahora bien: para no
quedarnos en vaguedades, es necesario encarnarnos en el aquí y en el ahora. El
sentimiento de misericordia y la actitud servicial se han vivido siempre a lo largo de la
historia de la Iglesia, pero en cada época de manera cambiante, según las circustancias.
En este sentido, Juan Pablo II nos ofrece, en la citada Encíclica "Dives in
misericordia", unos criterios muy claros y sumamente prácticos que pueden servirnos
de orientación para la Iglesia y los cristianos de hoy: " Es menester que la Iglesia
de nuestro tiempo adquiera una conciencia más honda y concreta de la necesidad de dar
testimonio de la misericordia de Dios en toda su misión, siguiendo las huellas (...) en
primer lugar, del mismo Cristo"17.
La
Iglesia ha de adquirir una conciencia más honda y concreta
Es decir, que la Iglesia de hoy
debemos profundizar, adquirir "una conciencia más honda" de esta misión
recibida del Espíritu Santo para dar testimonio de la misericordia de Dios. Se trata de
un deber de toda la comunidad, y no solamente de unos pocos digamos especializados
en este ministerio. Hay diversidad de carismas, otorgados por Dios para el bien común, y
no todos podemos ejercerlos todos, como tantas veces comenta San Pablo en sus cartas, sino
que cada uno debe actuar el suyo para el bien de todos. Pero debe ser común a todos los
cristianos vivir y manifestar el amor entrañable, las entrañas de misericordia -según
dice María en el magnificat- que Dios tiene hacia los pobres, tal como Jesús de
Nazaret tan especialmente nos encomendó a sus discípulos.

El Papa dice, además, que esta
conciencia más honda que debemos adquirir en nuestro tiempo sobre la misión específica
de la Iglesia, debe ser también "más concreta", ha de brotar de un mejor
conocimiento y una mayor sensibilidad de la situación de los pobres en el mundo. De aquí
la necesidad de acercarse a la realidad, recurriendo a los datos de la sociología y de la
economía de una manera objetiva, racional y sistemática, con estadísticas y estudios
científicos, haciendo análisis de cada situación, tanto en el área local y nacional
como internacional.

15. De todos modos, aunque todo
ésto sea siempre necesario como punto de partida para tener una visión realista y de
conjunto de los problemas, lo principal en este campo siempre será el acercamiento
directo de la Iglesia y de los cristianos al mundo de los pobres. Dios mismo se acercó
tanto que en Jesús de Nazaret se hizo uno de ellos, naciendo, viviendo y muriendo como
los pobres, con una opción bien meditada e intencionada. Como dice San Pablo, Jesucristo,
siendo infinitamente rico, se hizo pobre por nosotros, pero no para que fuéramos pobres,
sino para enriquecernos con su pobreza18. Es la ley de la Encarnación, que
sigue siendo ley para la Iglesia en la historia.
Acercamiento
directo de la Iglesia y de los cristianos al mundo de los pobres
De aquí que Juan Pablo II19,
insista en que ese testimonio de la misericordia de Dios debe manifestarse en toda su
misión, y no en un pequeño grupo de personas, ni a ciertas horas en un despacho
asistencial, ni predicando una vez al año el Dia de la caridad o el de Manos Unidas,
etc., como si fuese una modesta parcela entre las muchas actividades de la vida eclesial y
pastoral. No. En modo alguno. Mientras no tengamos una "conciencia más honda y más
concreta" de que la misericordia hacia los pobres es la gran misión de todos y
siempre, bien podriamos decir que la Iglesia y los cristianos no tenemos conciencia,
y somos infieles a la misión que el Señor con tanto empeño nos encomendó.

Porque el Papa termina dando el
argumento definitivo de nuestro compromiso de amor y de misericordia hacia los pobres al
decir que esta misión tiene su fundamento en el seguimiento de Cristo: "siguiendo
las huellas (...) del mismo Cristo". El Hijo de Dios, que vino al mundo para servir y
dar vida, dice a sus discípulos el día de la Resurrección : "Como el Padre me
envió, también yo os envío"20, y para cumplir su misión les promete y
envía el Espíritu Santo.

16. En la parábola del buen
samaritano, Jesús nos da la pauta permanente para la Iglesia y los cristianos de todos
los tiempos: aproximarse, acercarse al necesitado para practicar con él la misericordia,
mandándonos a cada uno y día a día, con toda gravedad y empeño: "Vete, y haz tú
lo mismo"21. Tan seria y tan grave es esta misión de Jesús que, como
recordábamos más arriba, entre las muchas actividades posibles de la vida cristiana, el
Señor considera a ésta decisiva en el exámen, en el juicio final que hemos de pasar al
término de nuestra vida temporal para pasar a la vida eterna: "Venid, benditos de mi
Padre", o bien "apartáos de mí, malditos"22.

Podemos encontrar un símbolo en
los relatos evangélicos sobre el nacimiento del Hijo de Dios, que San Juan nos presenta
como el Logos, la Palabra, la Sabiduría de Dios entre los hombres. San Lucas no
solamente destaca el contraste de cómo el Hijo del Altísimo nace en la mayor pobreza,
debido a las circunstancias, sino que los primeros invitados fueron los pobres pastores.
Es cierto que Mateo nos refiere que más adelante fueron también invitados unos magos que
venían del Oriente, seguramente sabios, lo que hoy diríamos intelectuales o científicos,
que presumiblemente vivirían con cierto bienestar. Pues bien, la Palabra de Dios, el Hijo
de Dios y Rey de los hombres viene a llamar a todos, pero en lugar de invitar a los pobres
desde los ricos -como sería la lógica del mundo-, llama a los ricos desde los pobres.
Cuando aquellos sabios dejan su bienestar, peregrinando hacia donde están los pobres y
sencillos, la Sagrada Familia y los pastores, es cuando reciben una luz y una sabiduría
superior que ni los libros ni los sabios podrían aportar.

Los padres de la Iglesia, los
santos, los grandes predicadores, teólogos y autores de espiritualidad de todos los
tiempos han insistido siempre en esta realidad. La antología que se podría hacer sería
interminable, y podría resumirse en el slogan que empleaba San Juan de Dios cuando
gritaba por las calles de Granada pidiendo para sus pobres: "Hermanos: haced bien a
vosotros mismos". Fray Luís de Granada dice que "los pobres son médicos de
nuestras llagas, y las manos que ante nos extienden, son remedios que nos dan". Y San
Pedro Damián, en el "Opúsculo sobre la limosna" escribe este hermoso párrafo:
"¡Oh maravilla de la solidaridad, que brotas como una fuente para lavar manchas de
los pecados y apagar las llamas de los vicios! ¡Oh felicidad de la limosna, que sacas del
abismo a los hijos de las tinieblas y los introduces como hijos adoptivos del reino de la
luz!. Tú de las manos de los pobres vuelas al cielo, y preparas allí residencia a los
que te aman. Si eres vino, no te agrias; si eres pan, no te floreces; si carne o pescado,
no te pudres; si vestido, no te apolillas"23.

Pero el acercamiento y la
cercanía, la convivencia con los pobres, es decisiva para la Iglesia y los cristianos no
solamente como responsabilidad final, como carga pesada o como obligación moral; ni
siquiera como entrega y generosidad, por la cual damos nuestros bienes y hasta nuestras
personas a los que más nos necesitan. Siendo todo ésto muy grande y muy hermoso, no es
suficiente para explicar el misterio escondido, la gracia secreta, el "quasi
sacramento" que representan los pobres en el mensaje evangélico.

Motivos fundamentales de
la opción por los pobres
17. Pero podríamos preguntarnos
cuál es la razón fundamental de esta importancia de los pobres en la Iglesia y para la
Iglesia. ¿Es una manera de tranquilizar la conciencia de los ricos -la Iglesia y los
cristianos también, en muchas ocasiones-, dando de limosna parte de lo que se roba con la
injusticia? ¿O acaso un egoísmo redomado, pagando con limosnas una entrada
para el cielo? ¿O simplemente expresiones retóricas para mover el corazón de los ricos?
Creemos, por el contrario que, la misión de la Iglesia hacia los pobres y la misión de
los pobres en la Iglesia se basa en sólidos fundamentos de carácter teológico,
cristológico, neumatológico, y eclesiológico.
No se
trata de "acallar" la conciencia


a) Fundamento teológico
18. El Dios de la revelación
judeo-cristiana se nos manifiesta en la Sagrada Escritura como el creador infinitamente
sabio y poderoso, lleno de amor hacia todas sus criaturas, especialmente hacia el hombre,
del que cuida con especial providencia y al que entregó la tierra con todas sus riquezas,
para que las disfrutara y cultivara como colaborador suyo24. El pueblo elegido
en el Antiguo Testamento, que debería ser para la humanidad como el anticipo, el mediador
y el misionero del futuro Reino de Dios, tiene en la Ley y en los profetas normas y
orientaciones muy claras que le exigen fomentar actitudes de justicia, de solidaridad y de
amor entre los hombres. Cuando son conculcadas -sea por los reyes, sea por los sacerdotes,
sea por los ricos-, Dios envía profetas que les conminan para que socorran al necesitado,
liberen al oprimido y hagan justicia al injuriado. En el año del jubileo se debía
liberar a los esclavos y devolver las tierras que se hubieran tenido que vender por la
penuria y necesidad de sus legítimos propietarios. Todos los hombres habían de ser
libres, y todos poseer y conservar la heredad de sus antepasados. En el Nuevo Testamento,
Jesús de Nazaret y la primitiva comunidad amplían estas exigencias de justicia y equidad
hasta alcanzar a todos los hombres de cualquier raza y en todas las circunstancias, sean
amigos o enemigos -"si tu enemigo tiene hambre, dale de comer"-, con una
especial predilección por los más pobres y más necesitados.
Especial
predilección de Dios por los pobres y más necesitados
19. Dios respeta las leyes que
El mismo ha dado a la creación, y de manera especial respeta la libertad que ha otorgado
al hombre25. Por eso, se ha podido hablar en ocasiones del silencio de Dios,
o de la muerte de Dios, que se destaca de manera particularmente dramática y
misteriosa en el desamparo de Jesús en su pasión y su muerte. Pero Dios sería injusto
si pareciese colaborar con la injusticia, o simplemente guardar silencio frente a ella,
sin defender al oprimido ni levantar al caído. Aunque Dios no intervenga directamente,
acude diligentemente por medio de sus profetas en el Antiguo Testamento. Desde el día de
Pentecostés, todos los discípulos hemos recibido el espíritu profético, y somos un
pueblo de profetas, que debemos seguir anunciando el Evangelio de Jesucristo, su mensaje
de salvación para todos, y de predilección especial por los pobres, como manifestación
de la voluntad de un Dios que es Padre de todos los hombres y quiere que compartan los
bienes de la tierra como buenos hermanos de una misma familia, y odia la injusticia, la
insolidaridad y la opresión de unos hombres por otros.
Espìritu
profético de los discípulos de Cristo
20. ¿Qué imagen daríamos de
Dios si los cristianos calláramos ante la injusta situación de tantos millones de
hombres en el mundo? ¿No facilitaríamos así, como dijo el Concilio, el ateísmo de
tantos hombres de buena voluntad, que no pueden comprender un Dios que permite que algunos
derrochen mientras otros mueren de hambre?26. Para evitar ese silencio
que sería culpable y blasfemo, la Iglesia debe hablar y debe obrar, bien sea luchando por
la justicia cuando la pobreza sea ocasionada por la injusticia, bien actuando por caridad
aún en los casos en que esa situación sea ocasionada por los mismos que la padecen.
La
Iglesia debe hablar y debe obrar
b) Fundamento cristológico
21. Si bien se considera, no hay
nadie propiamente rico más que Dios, que dispone de una riqueza infinita e ilimitada en
todo bien auténtico y superior27. El hombre, todo hombre, es siempre más o
menos indigente de muchas clases de bienes, además de ser limitado en el bien supremo de
la vida por el hecho inevitable de la muerte. Por eso, la Encarnación del Verbo de Dios
es por sí misma, de manera radical y esencial, el empobrecimiento de Dios. Jesús
de Nazaret, el Hijo muy amado del Padre, en el que tiene sus complacencias, es el pobre
por antonomasia, el existencialmente pobre, el vaciado -kenosis-, el abandonado
por Dios a la vida humana que será su muerte, y el abandonado por sí mismo a la
voluntad del Padre y a la voluntad de los hombres. El no será el hombre para sí, sino
el-hombre-para-los-demás, el desposeído, el siervo, el que sirve su vida y sirve su
muerte. Tan despojado que ni siquiera tiene un yo propio del hombre, una persona
humana -aunque tenga una extraordinaria personalidad-.
"Empobrecimiento
de Dios"
22. Este este pobre de Yavé que
es el pobre más grande de toda la historia del Pueblo de Dios, manifiesta un amor
preferencial a los pobres y a los oprimidos. Tanto, que les concederá un título
especial: ser sus representantes, sus delegados, sus presencias en la calle y en el mundo.
Podríamos decir que Jesús nos dejó como dos sacramentos de su presencia: uno,
sacramental, al interior de la comunidad: la Eucaristía; y el otro existencial, en el
barrio y en el pueblo, en la chabola del suburbio, en los marginados, en los enfermos de
Sida, en los ancianos abandonados, en los hambrientos, en los drogadictos... Allí está
Jesús con una presencia dramática y urgente, llamándonos desde lejos para que nos
aproximemos, nos hagamos prójimos del Señor, para hacernos la gracia inapreciable
de ayudarnos cuando nosotros le ayudamos. Más de una vez Jesús ha manifestado su
presencia a los santos cuando éstos ayudaban a un pobre. Si el Señor hubiera venido en
su vida mortal a pedirnos ayuda, hubiéramos corrido a darle de todo corazón todo lo que
nos pidiera. Ahora lo hace cada día en todos aquellos -¡y son tantos!- que nos necesitan
urgente y gravemente.
"Pobre
de Yavé". Los pobres, presencias de Cristo en la calle y en el mundo
c) Fundamento neumatológico
23. Si se nos permite la
expresión, bien podríamos decir que en la economía de la Historia de la Salvación el
Espíritu Santo es como el artesano, el ejecutor, el artífice que va realizando el
proyecto de Jesús y el mayordomo que va aplicando las riquezas de la muerte y la
Resurrección de Cristo. El Espíritu del Padre y del Hijo, que obró la Encarnación del
Verbo en María, se encarga de realizar esta como encarnación continuada que es la
Iglesia de la historia. No son dos obras, ni dos historias ni dos proyectos diferentes,
sino etapas diferentes de una misma historia de Dios entre los hombres.
El
Espíritu Santo artífice del proyecto de salvación de Jesús
24. Por eso, la Iglesia puede y
debe hacer suya la proclamación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su
vida pública. Cuando le invitan, según costumbre, a dirigir la palabra a los asistentes,
en aquel momento diríamos programático, que era como la introducción y
explicación de su misión, retomando las palabras de Isaías28, dice
solemnemente: "El Espíritu del Señor sobre mí, /porque me ha ungido/ para anunciar
a los pobres la Buena Nueva -el Evangelio, diríamos nosotros-,/ me ha enviado a proclamar
la liberación a los cautivos/ y la vista a los ciegos, /para dar la libertad a los
oprimidos/ y proclamar un año de gracia del Señor". Y añadió después, al
comenzar su comentario: "Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido
hoy"29.
Para
anunciar la Buena Noticia a los pobres
Es San Lucas -precisamente el
evangelísta de los pobres y del Espíritu Santo, tanto en el Evangelio como en el libro
de los Hechos- el único de los sinópticos que expresa la referencia y la vinculación
del Espíritu Santo a la misión de Jesús hacia los pobres. Pero los tres -Mateo, Marcos
y Lucas- destacan fuertemente cómo el Señor era movido y empujado por el Espíritu30,
y Mt 11,5 y Lc 7,22 recogen la escena de los discípulos del Bautista enviados a Jesús, a
preguntarle si era el Mesías que estaban esperando. El Señor, después de hacer varias
curaciones, les responde31,como un signo mesiánico de su misión, que se
anuncia a los pobres la Buena Noticia (el Evangelio).

Los seguidores de Jesús debemos
dejarnos mover, inspirar y orientar por el Espíritu Santo, si queremos vivir, crecer y
madurar como cristianos, llamados a la perfección de la santidad. Por lo mismo, nos
sentimos misioneros de la misión principal de Cristo, que fué -y sigue siendo en
nosotros- la de anunciar el Evangelio a los pobres, liberar a los oprimidos y curar a los
enfermos.

d) Fundamento eclesiológico



25. En la Encíclica Dives in
misericordia
, Juan Pablo II insistía en que la Iglesia de nuestro tiempo debe
adquirir una conciencia más honda de su misión, siguiendo las huellas de Cristo. ¿Cuál
es esta misión? O, si se quiere así, dentro de las diversas misiones complementarias
entre sí que la Iglesia debe asumir, ¿cuál es aquélla que debe ser para ella
primordial, permanente, general e irrenunciable?
Una
Iglesia pobre y para los pobres
Según todo lo que venimos
diciendo, parece que esa misión es ser la Iglesia de los pobres, en un doble sentido: en
el de una Iglesia pobre, y una Iglesia para los pobres. Así como Jesús fué radical y
esencialmente pobre por su encarnación, y entregado principalmente a los pobres por su
misión, y sólo así cumplió la redención y El mismo alcanzó su glorificación, la
Iglesia de Jesús debe ser aquella que en su constitución social, sus costumbres y su
organización, sus medios de vida y su ubicación, está marcada preferentemente por el
mundo de los pobres, y su preocupación, su dedicación y su planificación esté
orientada principalmente por su misión de servicio hacia los pobres.

26. La misma historia de la
Iglesia nos confirma esta verdad fundamental de la fe cristiana. Si bien es cierto que
como institución necesaria en la historia de la salvación la Iglesia siempre permanece,
gracias a la promesa y la presencia del Señor, no lo es menos que en unas ocasiones su
testimonio puede ser más claro y elocuente que en otras, aunque nosotros no podamos
juzgar las circunstancias y las responsabilidades de las personas. Pero en general bien
puede decirse que cuando la Iglesia en sus diferentes estructuras -parroquias o diócesis,
congregaciones u órdenes religiosas, jerarquía- han acumulado riquezas materiales y
vivido en la abundancia, sobrevenía irremediablemente la decadencia espiritual y se
debilitaba o desaparecía el testimonio evangélico ante el mundo.
La
tentación de acumular riquezas
27. En cambio, cuando individual
o comunitariamente la Iglesia y los cristianos vivían con entrañas de misericordia
preocupados y entregados a los pobres, desprendiéndose de las riquezas propias para
remediar la indigencia ajena, han florecido los santos, los grandes misioneros, los
carismas de todas clases, la alegría espiritual y la caridad, la paz y la esperanza, y el
evangelio era más y mejor anunciado, y generalmente más creíble y más creído. Se
podrían poner innumerables ejemplos de toda la historia de la Iglesia. Por poner uno
solo, recordemos a Santo Domingo de Guzmán, canónigo de Osma, que solamente pudo
predicar con fruto el evangelio entre los albigenses cuando se desprendió de todos sus
bienes, de su cabalgadura y sus ricos ropajes, y anduvo a pie, pobre y descalzo, por los
caminos del Sureste francés.
Signo de
credibilidad de la Iglesia
28. Esta misión fundamental de
la Iglesia hacia los pobres supone una permanente con-versión, volcarnos,
vaciarnos-todos-juntos hacia el lugar teológico de los pobres, donde nos espera
Cristo para darnos todo aquello que necesitamos para ser verdaderamente su Iglesia, la
Iglesia santa de los pobres y para los pobres. De aquí la necesidad de conocer, vivir y
compartir el mundo de los pobres32.
En estado
permanente de conversión










"No hay efecto sin
causa", dice un antiguo adagio filosófico. Ante el panorama desolador de la pobreza
en el mundo, debemos preguntarnos cuál es su causa. ¿Es fruto de circunstancias
imponderables e incontrolables, como algunas catástrofes naturales para las que el hombre
todavía no ha encontrado suficientes remedios? ¿O bien es efecto de la imprevisión, la
impericia o la apatía de algunos pueblos de la tierra? ¿O más bien debemos culpar de la
pobreza a ciertos mecanísmos de la economía y el comercio internacionales, a estructuras
injustas que "funcionan de modo casi automático, haciendo más rígidas las
situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros"33.
Un enfrentamiento lúcido y
eficaz contra la pobreza exige indagar cuáles son las causas y los mecanísmos que la
originan y de alguna manera la consolidan, hasta llegar a darle una permanencia histórica
que parecen convertirla en una necesidad automática y fatal, contra la que sería inútil
luchar. Vamos a tratar de conocer cuáles son esos mecanísmos generadores de pobreza,
dividiéndolos para nuestro intento en dos campos: en el ámbito internacional y en el
ámbito nacional español, sin excluir tampoco el campo de la responsabilidad individual.

29. La Sollicitudo Rei
Socialis
reconoce que "la responsabilidad de este empeoramiento tiene causas
diversas. Hay que indicar las indudablemente graves omisiones por parte de las mismas
naciones en vías de desarrollo, y especialmente por parte de los que detentan su poder
económico y político"34. Si queremos hacer una defensa lúcida de los
pobres, buscando y promoviendo soluciones realistas y viables, no podemos caer en
actitudes demagógicas y retóricas, fomentando el victimismo de los pueblos más
débiles, ignorando sus posibilidades y sus responsabilidades pasadas y presentes, sin
despertar la propia conciencia del potencial económico y humano que se encierra en todas
las razas y culturas, colaborando pero nunca suplantando con un imperialísmo de nuevo
cuño el protagonísmo de los pueblos ante la historia, especialmente mirando al futuro.
Responsabilidad
de las naciones en vías de desarrollo y también de las desarrolladas
"Pero tampoco podemos
soslayar -sigue Juan Pablo II- la responsabilidad de las naciones desarrolladas, que no
siempre, al menos en la debida medida, han sentido el deber de ayudar a aquellos países
que se separan cada vez más del mundo del bienestar al que pertenecen". En efecto:
si bien las injusticias flagrantes y generalizadas de la época del colonialísmo han
desaparecido en su mayor parte, no obstante "es necesario denunciar la existencia de
unos mecanísmos económicos, financieros y sociales" que "maniobrados
por los países más desarrollados de modo directo o indirecto, favorecen a causa de su
mismo funcionamiento los intereses de los que los maniobran, y que terminan por sofocar o
condicionar las economías de los países menos desarrollados". E insiste poco
después: "La Populorum Progressio preveía ya que con semejantes sistemas
aumentaría la riqueza de los ricos, manteniéndose la miseria de los pobres (nº
33)"35.

La política financiera
mundial
30. Los resortes de las
instituciones y estructuras del comercio internacional -principalmente, el FMI, el GATT y
el BIRF- se encuentran en manos de los países desarrollados, y se mueven según su propia
lógica y según sus propios intereses, que van en dirección opuesta al de los países
pobres, con lo que año tras año se está consolidando y agrandando el abísmo entre el
Norte y el Sur.

El comercio internacional e
intercontinental, cada vez más interdependiente, está sometido a unos mecanísmos
financieros y tecnológicos que favorecen a los países y las empresas más poderosas
,perjudican y condicionan a los más débiles, ocasionando un desequilibrio mundial entre
el Norte y el Sur, entre los ricos y los pobres, o mejor dicho entre los opulentos y los
hambrientos. Así, pues, el comercio internacional está desequilibrado por causa de la
relación de intercambio entre las materias primas proporcionadas por el Tercer Mundo, con
precios a bajo coste fijados por el Primer Mundo, mientras que aquéllos deben comprar a
éstos a precios cada vez más altos los productos manufacturados que necesitan importar
de los países industrializados.
El
comercio internacional ahonda el desequilibrio Norte-Sur
La deuda internacional



31. Finalmente, como un efecto
del desequilibrio económico internacional y, al mismo tiempo, como una nueva causa de
depresión y de opresión del Tercer Mundo, citemos el fenómeno de la deuda
internacional, "se trata de un fenómeno cuyas causas lejanas se remontan a los
tiempos cuando las perspectivas generalizadas de crecimiento incitaban a los países en
desarrollo a atraer capitales, y a los bancos comerciales a conceder créditos para
financiar inversiones que, a veces, implicaban un gran riesgo. Como los precios de las
materias primas eran favorables, la mayor parte de los países deudores seguía siendo
solvente"36.
La deuda
causa de desequilibrio económico
Sin embargo, después de las
crisis deudoras de 1974 y 1979, con la caída de los precios de las materias primas
procedentes del Tercer Mundo y el flujo de los petrodólares hacia los países
desarrollados en búsqueda de inversiones estables y rentables, además del fracaso de
proyectos de desarrollo demasiado ambiciosos, poco fundamentados y mal gestionados, todo
ello ha llevado al endeudamiento generalizado y angustioso de los países en desarrollo.
Simultanéamente, se producía un aumento de las tasas de interés del capital mundial, y
los países industrializados adoptan medidas proteccionístas que disminuían las
importaciones del Tercer Mundo.

Desde comienzo de los años
ochenta, la situación no ha hecho más que empeorar37. Las propuestas de
solución de los organísmos crediticios a los países deudores para renegociar nuevos
créditos contribuyen con frecuencia a agravar la situación de los países pobres,
aumentando el paro y reduciendo todavía más el bajo nivel de vida de dichas poblaciones.

Como dice la Comisión
Pontificia en el documento citado, "la acumulación de los términos de pago ha
alcanzado tal nivel que muchos países ya no están en condiciones de cumplir sus
contratos, y se ven obligados a solicitar nuevos préstamos, entrando así en un engranaje
del que se ha vuelto muy difícil prever una salida. En efecto, los países deudores se
encuentran en una especie de círculo vicioso: para poder reembolsar sus deudas, están
condenados a transferir al exterior, en medida siempre creciente, los recursos que
deberían estar disponibles para su consumo y sus inversiones internas, y, por lo tanto,
para su desarrollo"38. E insiste más adelante: "El servicio de la
deuda no puede ser satisfecho sino al precio de una asfixia de la economía de un país.
Ningún gobierno puede exigir moralmente de un pueblo que sufra privaciones incompatibles
con la dignidad de la persona"39.
El pago
de la deuda no puede hacerse a costa de la asfixia de la economía de un país
32. La economía de los países
subdesarrollados o en desarrollo está sometida, pues, a un dualísmo estructural
-subsistencia y exportación- que aumenta su vulnerabilidad y su dependencia del Primer
Mundo. Por una parte, la agricultura y la industria han de atender a las necesidades
básicas de subsistencia de una población cada vez mayor debido al alto índice de
crecimiento demográfico. Por otro lado, debe responder a la urgencia de la exportación,
a fín de satisfacer tanto el pago de los intereses como la amortización de la Deuda
Externa, además de la importación de productos elaborados, siquiera los más
indispensables.
La
economía del Tercer Mundo condicionada por las necesidades de subsistencia y por el pago
de la deuda
Se dan, además, dos
circunstancias que consolidan y agravan esta situación. En primer lugar, la paulatina
sustitución de materias primas naturales por otras sintéticas, por lo que el nivel de
las exportaciones del Tercer Mundo decrece incesantemente. Por otra parte, el mercado
mundial está en poder de unas pocas empresas de ámbito multinacional radicadas en los
países ricos, las cuales controlan en la actualidad el 30% de su totalidad, y, teniendo
en cuenta el ritmo de crecimiento de esta concentración de poder económico, se calcula
que en el año 2.000 llegará a alcanzar hasta el 90% del volúmen del mismo.

33. Las relaciones económicas
de dichas empresas con los países pobres suelen estar lastradas por diversos
condicionamientos que perjudican injustamente a esos países, como son los siguientes:

Al incrementar los cultivos de
explotación rápida y frecuentemente exhaustiva, dificultan, reducen u obstaculizan la
producción de alimentos necesarios para el consumo de la población local. Esta forma de
explotación provoca, además, el aumento de campesinos sin tierra, y, en muchos casos, la
desertización de amplios territorios.
La
explotación incontrolada de los recursos naturales
No solamente los salarios que
abonan estas empresas en los países en desarrollo son muy inferiores a los que pagarían
en los países industrializados, sino que, además, disminuye progresivamente el número
de puestos de trabajo, debido a las transferencias de tecnología, a la mecanización de
las labores o al traslado de las empresas a paises en los que la mano de obra es todavía
más barata.
Mano de
obra barata y supresión de puestos de trabajo
Las inversiones de los países
industrializados en el Tercer Mundo sólo suponen un 25% del total de las mismas, aún
teniendo en cuenta que buena parte de ese 25% procede de capitales del propio país.
Además, tras empujar a la quiebra a empresas locales por la presión de su poder
comercial, las adquieren a bajo precio como filiales, favoreciéndose así la evasión de
capitales a través del comercio intraempresarial, con el consiguiente aumento del
déficit de la balanza de pagos de los países pobres.
Máximo
de beneficio con un mínimo de inversiones
No solamente extienden éstos su
red comercial por medio de las multinacionales, sino que, además, por la presión de los
medios de comunicación social y de la publicidad, contribuyen a alterar y distorsionar el
modo de vivir de la población autóctona, que llega a asociar el consumo de productos
innecesarios y extraños a su cultura o nocivos para la salud, con la modernidad, la
cultura y el progreso.
Apertura
de nuevos mercados para los productos del Primer Mundo

34. La dependencia de la
economía de los estados respecto a los condicionamientos de la economía internacional,
inclusive en los países desarrollados e industrializados, y, más en concreto, la
dependencia de la economía española es también claramente perceptible y constatable.
Querer ingnorarlo equivaldría a situarse al margen de la realidad, incapacitándonos para
descubrir las verdaderas raíces de los problemas y de las posibles vías de solución. La
inserción de España en la Comunidad Europea y en las leyes económicas vigentes en ella
es un hecho con el que todo análisis lúcido y realísta debe enfrentarse, y que la
conciencia cristiana debe juzgar ética y proféticamente, dado que está generando muchas
situaciones de pobreza, de marginación y de injusticia40.
Dependencia
de la economía española de la economía internacional
35. Por otra parte, esta
realidad no puede considerarse al margen de una circunstancia de graves consecuencias no
sólo económicas, sino también éticas y morales, a las que la conciencia cristiana no
puede permanecer ajena. Nos referimos al fracaso del llamado socialísmo real en
los países del Este europeo, y, más en particular, en la URSS. Es lo que hace
preguntarse al Papa: "¿Se puede decir quizás que, después del fracaso del
comunísmo, el sistema vencedor sea el capitalísmo, y que hacia él están dirigidos los
esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es
quizás este el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que
buscan la vía del verdadero progreso económico y social?" La respuesta del Papa es
clara y contundente: "Si por capitalísmo se entiende un sistema en el cual la
libertad en el ámbito económico no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que
la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular
dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces, la respuesta es
absolutamente negativa"41.
Necesaria
revisión ética del modelo capitalista
Mecanísmos económicos generadores de
pobreza en el Estado Español




36. Así pues, la economía
española está dentro de un marco más amplio de relaciones políticas y económicas que
la condicionan al sistema basado en la economía de mercado, la libre empresa y la
competitividad. No puede, por tanto, sustraerse a las leyes y normas que dicha estructura
le imponen necesariamente. Pero al mismo tiempo que es preciso reconocerlo con realísmo,
tampoco podemos cerrar los ojos ante las nuevas situaciones de pobreza que este sistema
genera espontánea y necesariamente.
El orden
económico tiene que estar al servicio del hombre y sus derechos fundamentales
La lógica económica del
sistema capitalísta no puede ser ni la única ni la última referencia que debe inspirar
el funcionamiento económico, sino que debe someterse a las exigencias de una justicia
social que esté al servicio del hombre y sus derechos fundamentales. Es necesario
instaurar un orden de justicia social, a fín de que la lucha contra la pobreza no quede
reducida a un mero alivio de los efectos generados por un sistema económico regido
exclusivamente por la ley del libre mercado, puesto al servicio del aumento de beneficios
económicos a cualquier precio. Un modelo liberal de economía, sin los debidos
correctivos sociales que evitan las injusticias, no puede ser aprobado éticamente
hablando.

37. Creemos que una manera de
entender la pobreza en España y los mecanísmos que la originan puede ser analizando la
política económica actual, de adaptación al cambio y a la crisis por medio de una
reestructuración del sistema económico. Y ésto por una razón bien clara: la política
económica actual, tanto en España como en el mundo occidental en general, es de ajuste,
y sus efectos se explican dentro del marco de las relaciones de la economía
internacional. Esta política económica de libre mercado total42, por
medio de los mecanísmos económicos, financieros y sociales que la sustentan, tiende a
primar las leyes automáticas del mercado, el juego de la competencia, la economía de la
oferta, el dominio del más fuerte y el desplazamiento y hundimiento de los más débiles43.
La pobreza y sus factores no se pueden comprender independientemente de esta estructura
socioeconómica de referencia, a la que hay que añadir además la insolidaridad social y
los individualísmos egoístas, como diremos seguidamente.
Es
necesario analizar la política económica actual de "libre mercado total"
El liberalísmo económico



38. Este sistema económico se
quiere encubrir con el manto de una expresión tan ambigua como es la del mercado libre,
del respeto a la libre iniciativa y a la competitividad, cuando en realidad se trata de un
sistema social de mentalidad predominantemente economicísta y materialísta, incapaz de
fomentar relaciones solidarias y fraternales entre los seres humanos y con la naturaleza.
Mentalidad
economicista y materialista
Esta situación repercute
gravemente en el fomento, mantenimiento y crecimiento de las desigualdades económicas,
sociales, políticas y culturales, que a su vez inciden en la reproducción y estabilidad
del sistema, a pesar de pequeñas correcciones aisladas y superficiales, debidas al cambio
de correlación de las fuerzas sociales y económicas. De aquí procede el desarrollo de
tendencias corporativistas que enfrentan a unos grupos de ciudadanos contra otros,
envenenando las mejores esfuerzos de solidaridad, civísmo y patriotísmo que algunos
promueven también.
Crecen y
aumentan las desigualdades
En esta sociedad, que se ha
instalado tranquilamente en la injusticia, mientras una parte de la población vive en la
mayor abundancia y el despilfarro, los sectores más desvalidos quedan sumergidos en la
pobreza, la indigencia y la marginación, llegando a los casos más extremos cuando,
además, se ven afectados por factores físicos -enfermedad, minusvalía o ancianidad-,
sociológicos -éxodo rural, inmigración económica o política-, económicos -crisis
laboral, desempleo y subempleo-, o inadaptación social -transhumancia, desarraigo,
alcoholísmo, drogadicción, etc- .

Para terminar este apartado y
como resúmen del mismo, queremos insistir de nuevo en que la raíz de la pobreza se
encuentra en la misma entraña de un sistema socio-económico que, si no es debidamente
corregido, está basado exclusivamente en la concepción utilitarista y meramente
funcional del ser humano, en la filosofía de la desigualdad, en " los mecanísmos
perversos" de la ambición y del lucro desorbitados, y en la sed de poder a cualquier
precio y de cualquier manera, con todas las funestas consecuencias que conlleva para los
más débiles44.

Efectos de estos
mecanísmos generadores de injusticia
Se dice en los medios
bursátiles que cuando la bolsa de Nueva York se constipa, la de Madrid coge la gripe o
una neumonía. Pero luego, además, se convierte en epidemia que contagia a los inversores
y a las empresas, y así sucesivamente, como en el efecto dominó, afecta a las familias y
a los individuos, a su trabajo y a su propia vida de cada día.

39. Los efectos del sistema
económico internacional, basado en el mercado libre y en la filosofía liberal, dentro de
los cuales se mueve la economía y la política del Estado Español, se traducen
innegablemente en ciertos beneficios para la sociedad española, como pueden ser una mayor
abundancia de bienes de consumo, formas democráticas de gobierno y de representatividad
popular, aumento general del nivel de vida, y modernización de la agricultura, la
industria y el comercio.
Efectos
positivos del sistema económico social internacional
40. Sin embargo, cuando no
existe una Política Social adecuada y suficiente, también produce muchas y graves
injusticias que no podemos silenciar y que debemos tratar de remediar a corto, medio y
largo plazo, según los casos y las circunstancias. El cristiano y la Iglesia tenemos en
ello una responsabilidad irrenunciable, aunque ello pueda ser difícil, laborioso,
impopular y hasta comprometido en muchos casos.

Así, aunque la introducción
generalizada de nuevas tecnologías producen grandes beneficios a la sociedad,
perfeccionando y abaratando los productos, generan también graves perjuicios sociales, al
provocar drásticas reducciones de la plantilla de trabajadores, con despidos masivos y
jubilaciones anticipadas. De esta manera, aumenta el número de parados con pocas o
ningunas esperanzas de volver a incorporarse al trabajo, teniendo en cuenta que en la
mayoría de los casos se trata de obreros con cualificaciones que han quedado obsoletas y
que difícilmente, por su edad y por su poca formación, podrán cualificarse para las
nuevas especializaciones de la industria.
Además
de efectos positivos, las nuevas tecnologías generan grandes perjuicios sociales
41. Las empresas
multinacionales, además empujadas por el afán de lucro a cualquier precio y presionadas
por la mutua competitividad, fomentan el trabajo precario que disminuye los gastos
sociales, y presiona a los gobiernos de la Comunidad para que oriente en ese sentido la
reglamentación laboral de los países componentes, con los que está creciendo en España
de manera alarmante y desproporcionada el índice de contratos laborales eventuales.
Incremento
del trabajo precario
42. El paro forzoso es una de
las lacras más graves de nuestra sociedad, ya que impide al hombre el derecho fundamental
al trabajo, como desarrollo de su personalidad y como el medio normal de ganar lo
necesario para vivir dignamente tanto él como su familia. Por lo mismo, es probablemente
la causa más importante y decisiva en la génesis de la pobreza. Además, empuja a las
personas en la pendiente resbaladiza de la angustia, la depresión, al alcoholísmo, el
juego, la droga, la prostitución, la delincuencia, la marginación y, en ocasiones, hasta
el suicidio.
El grave
problema del paro
Un sistema económico que llega
a convivir establemente y hasta transigir culpablemente con el cáncer del paro masivo y
obligatorio, es un sistema gravemente enfermo que es necesario corregir y curar, buscando
con empeño los remedios que sean necesarios.





2.3. El
egoísmo individual




43. Tampoco podemos engañarnos
culpabilizando solamente a las estructuras económicas y políticas de todos los males de
la sociedad, tranquilizando así nuestras conciencias, y esperando exclusivamente del
cambio de la economía, de las finanzas o de la administración pública la solución de
todos los problemas.
Responsabilidad
individual
En primer lugar, porque en esas
estructuras operan e influyen personas individuales, con su propia responsabilidad,
intransferible e insoslayable. Además, porque siempre habrá situaciones de
desvalimiento, de soledad y desarraigo, que difícilmente podrán ser resueltas solamente
por la acción protectora de las instituciones sociales. Ninguna reforma estructural ni
ninguna reivindicación social podrán ofrecer amistad y compañía al que se siente solo
y fracasado.

44. Frente a la amenaza de
burocratización de las instituciones de carácter social, la masificación de la sociedad
que tiende a despersonalizar al individuo, y la maquinaria del Estado moderno,
omnipresente y omnipotente, pero frío e implacable como una inmensa computadora, es
preciso dar la voz de alarma y despertar las conciencias en la búsqueda de un nuevo
humanísmo que humanice nuestro mundo deshumanizado. Porque nosotros mismos, todos y cada
uno por nuestra cuenta, precisamos hacer un cambio, volvernos, "con-vertirnos"
de nuestras actitudes de egoísmo y de insolidaridad, de las que entresacamos algunas
manifestaciones:
Es
necesario un nuevo humanismo y una nueva civilización
Primera.- Con frecuencia, las
nuevas generaciones estamos negando a los ancianos el afecto y el calor humano, la
cercanía y la atención que tanto merecen y necesitan. Y todo ello simplemente porque nos
resulta difícil o insoportable tener que estar pendientes de las atenciones que precisan,
y que a nosotros nos quitan libertad para nuestros viajes de recreo, fiestas y
diversiones.
En la
atención a los ancianos
Segunda.- No pocas veces
discriminamos en nuestro interior a gentes venidas de fuera, especialmente si son pobres y
de países pobres, como los norteafricanos o lo negros. Inclusive, en muchas ocasiones
rehuímos su presencia, y hasta les rechazamos de diversas maneras.
Con los
inmigrantes
Tercera.- No es raro entre
nosotros encontrar la actitud cómoda de quienes se despreocupan de los problemas de la
vida pública, olvidando la propia responsabilidad social, movilizándose y luchando
solamente cuando se trata de asuntos que afectan directamente a sus intereses personales,
pero permaneciendo indiferentes cuando se trata de las aspiraciones y derechos de otros
sectores aún más indefensos, como el colectivo de parados, el de los pobres del mundo
rural o el de los marginados.
En la
vida pública
Cuarta.- Constatamos también
las actuaciones individualistas de aquellos que todavía no han sufrido apenas las
consecuencias de la actual crisis económica, y, sin embargo, buscan superar la situación
utilizando toda clase de medios y presiones sociales a su alcance, pensando sólo en su
propio beneficio, aunque su actuación pueda traer graves perjuicios a la sociedad y a
otros grupos de ciudadanos.
Con las
víctimas de la crisis
Quinta.- Como tampoco faltan
quienes, a pesar de la crisis económica y olvidando totalmente a los que carecen hasta de
lo más indispensable para llevar una vida humana digna de tal nombre, continúan
derrochando sin medida, de manera ostentosa y provocativa, gastando en una noche, en un
viaje o en una fiesta verdaderas fortunas, con las que muchas familias tendrían para
vivir durante varios meses.
Evitando
el consumo ostentoso y derrochador
Ante estas muestras lamentables
de insolidaridad, y otras más que podrían detectarse entre nosotros, creemos que todo
ello no son más que los síntomas producidos por la naturaleza insolidaria de nuestra
civilización occidental. Por ello, cuando se habla de la salida de la crisis habría que
pensar de qué clase de crisis hablamos, y de cuál tendríamos que hablar. ¿No es la
mayor crisis de nuestra sociedad este deslizamiento por la pendiente del egoísmo y del
hedonísmo, de la injusticia y la insolidaridad?








Después de haber recordado
la injusta situación de la pobreza en el mundo; de haber meditado con la Palabra de Dios
en nuestra responsabilidad ante la triste condición de tantos hermanos nuestros, y de
haber analizado las causas que la originan, debemos ahora plantearnos qué podemos y
debemos hacer para encontrar alguna solución a estos problemas. De otro modo, caeríamos
en el reproche del Señor al criado que no había negociado con el talento que le
encomendaron: "¡Siervo malo y perezoso!"45. Porque, como dice en el
Sermón del Monte: "No todo el que me diga `Señor, Señor' entrará en el Reino de
los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial"46.
En el último siglo, la
Iglesia ha estudiado más profundamente su responsabilidad a la luz de la Palabra de Dios
siempre permanente, en relación con las circustancias del tiempo, siempre cambiante.
Especialmente desde hace un siglo, con la Encíclica Rerum Novarum, de León XIII,
hasta la última Encíclica social de Juan Pablo II, Centesimus Annus, ha
reconocido y asumido su deber en la lucha a favor de los pobres y de los oprimidos. Como
un ejemplo entre tantos, recordemos el mensaje del Papa Pablo VI y de los padres
sinodales, al final del Sínodo de 1974: "En nuestro tiempo, la Iglesia ha llegado a
comprender más profundamente esta verdad, en virtud de la cual cree firmemente que la
promoción de los derechos humanos es requerida por el Evangelio, y es central en su
ministerio. La Iglesia desea convertirse más plenamente al Señor, y realizar su
ministerio manifestando respeto y atención a los derechos humanos en su propia vida. Hay
en la Iglesia una conciencia renovada del papel de la justicia en su ministerio. El
progreso ya realizado nos anima a proseguir los esfuerzos para conformarnos más
plenamente a la voluntad del Señor"47.

45. Hoy la pobreza no es un
hecho inevitable, considerada desde el punto de vista social. Por primera vez en la
historia de la humanidad, disponemos de tecnología y de recursos suficientes para que
nadie sea excluído de los medios de vida básicos, considerados como mínimos dentro de
la propia sociedad. El problema en la actualidad no es de medios, sino de objetivos:
querer o no querer. Los principales obstáculos para erradicar la pobreza ya no son
técnicos, sino políticos y éticos48. Por lo mismo, la pobreza que se tolera
en medio de la abundancia es una grave injusticia social. De la misma manera, luchar por
la justicia supone para la Iglesia en general y para cada uno de los cristianos en
particular una exigencia fundamental y una opción preferencial en favor de los pobres y
de los oprimidos.

46. Juan Pablo II, cuando
desciende a dar algunas orientaciones particulares en la Sollicitudo Rei Socialis,
dice hablando del magisterio social de la Iglesia: "La enseñanza y la difusión de
esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Y como se
trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas, tiene como
consecuencia el "compromiso por la justicia" según la función, vocación y
circunstancias de cada uno. Al ejercicio de este ministerio de evangelización en
el campo social, que es un aspecto de la función profética de la Iglesia,
pertenece también la denuncia de los males y de las injusticias. Pero conviene
aclarar que el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y que ésta no puede
prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su
motivación más alta"49.
La
Doctrina Social de la lglesia nos llama a evangelizar con el anuncio y compromiso por la
justicia
Como se indica en este párrafo
del Papa y según aludimos también en el título de este capítulo, el compromiso en la
lucha por la justicia nos afecta a todos en cuanto comunidad eclesial y a cada uno
también como cristianos, de diferente forma según las circunstancias y los diversos
carismas y vocaciones. Dando todo ello por supuesto, ahora, por razones de método, vamos
a ceñirnos a la actuación individual de los cristianos, en particular de los laicos,
especialmente llamados por su vocación bautismal a su compromiso en el mundo y en la
sociedad, dejando para más adelante el tratamiento de la acción eclesial, institucional
y comunitaria en la lucha por la justicia y por la promoción social a favor de los
pobres.

47. La vida del cristiano debe
guardar una profunda unidad, aunque pueda también presentar una armoniosa variedad según
los diversos momentos y circunstancias de cada día. Así, tanto la oración como el
compromiso, el profetismo y la liturgia, la Sagrada Escritura y el diario, la Misa de la
Iglesia y la Mesa del Mundo, la familia y la sociedad, la comunidad cristiana y el
sindicato o el partido político, etc., son dimensiones diferentes de su única vida de
hijo de Dios y hermano de los hombres. Tanto el espiritualísmo alienante como el
secularísmo rampante son caricaturas y desviaciones de la vida cristiana que deforman
también la imagen de la Iglesia ante los ojos del mundo. Por ello, no solamente el
compromiso temporal es legítimo y santo, sino necesario y obligatorio, si queremos
caminar hacia la perfección cristiana. Este compromiso del cristiano en la lucha por la
justicia debe abarcar conjuntamente los tres campos siguientes:
Unidad de
vida, oración y compromiso
Actuar en justicia



48. Más que una caricatura,
sería un sarcasmo y un verdadero escándalo que los bautizados, que estamos llamados a
superar la justicia humana mediante la caridad cristiana, no solamente no obráramos en
caridad sino ni siquiera guardásemos el mínimo de la justicia. Hay que reconocer
humildemente que no pocas veces hemos caído en ese pecado a lo largo de los siglos,
contribuyendo así al desprestigio de la hermosa palabra caridad, alabando como muy
caritativas a personas que daban a los pobres de limosna unas migajas de lo mucho que por
otra parte adquirían injustamente en sus empresas o negocios.
Justicia
y caridad
49. Dios mismo nos hace justos
en Cristo por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Siendo nosotros injustos y pecadores50,
nos perdonó, nos justificó y nos santificó por pura gracia51. Pero esa
justicia gratuita o agraciada pide y exige de nosotros que respondamos obrando justamente
hacia Dios y hacia los hombres. Y si bien la justicia divina que obra en nosotros debe
superar el concepto de justicia humana conmutativa o distributiva, más corto y más
estricto, lo que no puede hacer es ignorarlo. Diríamos que puede superarlo, pero no
suprimirlo. Además, en la mayor parte de las ocasiones de la vida diaria el cristiano que
está inserto en los mecanísmos de la sociedad no podrá hacer más que guardar
honestamente y justamente las reglas de juego convenidas por todos de antemano.
Dios nos
perdonó y justificó y nos pide obras de justicia
Todos y en muchas circunstancias
tenemos la posibilidad y el deber de obrar con justicia hacia los demás: en el hogar, en
el comercio, en la fábrica, en la oficina, en el ocio, en el campo, en los tributos
municipales, autonómicos o estatales, en las compras y en las ventas, en los préstamos y
en las deudas. De mil maneras, el cristiano puede hablar con su conducta, expresando así
el valor y la importancia que damos a la modesta pero indispensable y fundamental justicia
humana, aunque nosotros la vivamos movidos por la gracia -la justicia- divina.

Luchar por la justicia



50. La vida cristiana, como la
higuera de la parábola del Señor, debe dar fruto. No bastaría con decir que no da
frutos envenenados para no ser infiel a su deber, sino que debe darlos buenos, y los
propios de su especie. Por todo lo que venimos recordando, los cristianos, cada uno según
su vocación, su condición y circunstancias, debemos estar interesados y preocupados por
la injusticia que produce tanta pobreza y miseria entre los hombres, y hacer todo lo que
podamos para que haya justicia en el mundo.
Dar
frutos de justicia en todos los campos de la vida pública
Salvo el pecado, no existe
ningún campo ni actividad alguna en la que el cristiano no pueda y deba incorporarse para
luchar a favor de la justicia siempre que se trate de medios compatibles con el Evangelio:
sindicatos y partidos políticos, asociaciones de vecinos, y asociaciones no
gubernamentales de diversos movimientos en pro de los derechos humanos, la paz, la
ecología, la defensa de los consumidores, etc.; desfilar en manifestaciones y firmar
manifiestos; asistir a mítines y encuentros, círculos de estudio y conferencias, y
tantas y tantas formas más de colaborar con todos aquellos que luchan por un mundo mejor
y una sociedad más justa y solidaria, recordando el hermoso lema de una benemérita
asociación: "En la noche, vale más encender una vela que discutir sobre las
tinieblas"52. Y recordar una vez más -siempre serán pocas- la
advertencia del Señor: "Conmigo lo hicísteis"53.

Denunciar la injusticia
51. Aunque muy conectado con el
punto anterior, debemos destacar este aspecto de la denuncia profética por la especial
conexión que tiene con la vida de los cristianos, ya que desde el bautismo somos todos un
pueblo de profetas, como volvió a recordar y proclamar solemnemente el último Concilio:
"El pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo,
difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad"54.
Como dijimos más arriba, Dios no permanece indiferente ni quiere mantenerse en silencio
ante la injustica, pero deja este ministerio a los profetas del Antiguo Testamento y a la
Iglesia del Nuevo.
La vida
del cristiano exige, en sí misma, la denuncia profética
La denuncia profética tiene una
doble finalidad: defender al inocente y convertir al culpable. Por ello, como decía Juan
Pablo II en el párrafo antes citado55, a la función profética de la Iglesia
pertenece tanto el anuncio como la denuncia. La palabra de Dios es promotora de futuro y
creadora de esperanza. Mientras el hombre está en camino, siempre tiene abierto el
horizonte de la salvación. Dios quiere la salvación del rico opresor y del pobre
oprimido, pero no de la misma manera para uno que para el otro.

El caso de Zaqueo es simbólico,
dado que es precisamente San Lucas, el evangelísta de la pobreza, el único de los tres
sinópticos que recoge este relato, como también es el único que incorpora las
maldiciones a los ricos. Pues bien, Zaqueo recibe a Jesús y se salva al dar a los pobres
la mitad de sus bienes, y devolviendo lo injustamente defraudado.

52. Teniendo en cuenta la gran
complejidad de la economía actual56, no podemos presentar soluciones
simplistas y retóricas, que no harían más que desanimar a los posibles zaqueos
de buena voluntad, aunque nosotros, los profetas, quedáramos con la conciencia
tranquila y la autocomplacencia de mantener la imagen de defensores de los pobres.
Deberíamos promover un diálogo interdisciplinar entre economístas, sociólogos,
politólogos, educadores y moralístas, con el fín de encontrar caminos posibles y
realístas, opciones y fórmulas operativas, pistas y orientaciones prácticas para
transformar radicalmente las estructuras injustas de la economía nacional, internacional
e intercontinental.
Establecer
un diálogo interdisciplinar para cambiar las estructuras injustas
53. Este anuncio/denuncia no
puede reducirse a tratar de convertir, si es posible, a los ricos y al capitalísmo
salvaje y sus mecanísmos opresores, sino que debe promover ante todo la liberación
económica y social de las personas y de los pueblos oprimidos por la pobreza, la
indigencia y la miseria, colaborando con ellos en su promoción con programas de
desarrollo, asociaciones de libre comercio, foros y debates internacionales, etc., y
también estimulando su propia iniciativa, su creatividad, su inventiva y su laboriosidad,
sin dejarles caer en la pasividad, el victimismo o la inactividad. Aunque en ocasiones
pueda resultar impopular, el profetísmo cristiano debe ser partidario, pero no
partidista; popular, pero no demagogo; animoso, pero no voluntarista; sencillo y
evangélico, pero no ingenuo ni simplista.
Promover
la liberación de las personas y de los pueblos
54. Finalmente, en otro sentido
es necesaria también la voz profética de los cristianos en el mundo, en cuanto utopía y
esperanza, modelo de futuro y proyecto de un mundo mejor, programa de trabajo y camino
hacia una sociedad más justa, más solidaria y más humana. Dios creó el mundo con su
Palabra, y por la palabra de los profetas liberó, convocó y guió a su pueblo hacia la
Tierra Prometida. Jesús es la Palabra de Dios hecha palabra de hombre para salvar a los
hombres. Con su Palabra hacía obras de curación y salvación, y con sus obras anunciaba
y hablaba del Reino de Dios que estaba llegando.
A ejemplo
de Jesús que con su palabra hacía obras de salvación y anunció el Reino
Los cristianos reconocemos en la
palabra del hombre57 una derivación y un eco del Verbo de Dios, y en la
Iglesia, movida por el Espíritu que empujaba a los profetas del Antiguo Testamento y a
Jesús de Nazaret, así como a tantos y tantos santos, nuestra palabra tiene carácter de
misión, de alguna manera de palabra de Dios que despierta a los dormidos y les empuja
incansablemente a trabajar, preparando un futuro mejor.

Contra todos los fracasos y
superando todas las fatigas, siglo tras siglo y generación tras generación, la voz de
los cristianos debe seguir resonando para denunciar las sombras y anunciar las luces;
formando hombres de esperanza que levanten la esperanza de los hombres, y pregonando
ideales que puedan convertirse en realidad. Gracias a tantos suspiros de deseo de un lado
y otro, pudo caer, como las murallas de Jericó, el muro que dividía el Este del Oeste.
Debemos seguir soñando y suspirando, hablando, anunciando y esperando la caída del muro
entre el Norte y el Sur, entre los ricos y los pobres, los hartos y los hambrientos, los
que tienen de todo y aquellos a los que todo les falta. Que no les falte nunca, al menos,
nuestra voz de aliento y de esperanza, una voz llena de amor para que los injustos se
conviertan y los pobres alcancen su dignidad humana perdida.





En la vida humana, tanto
individual como social, no solamente es importante el fin, sino los medios; el qué
y el cómo;la meta y el camino. Por medio del instinto natural, los animales tienen
perfectamente claro y determinado de antemano lo uno y lo otro, pero los hombres, por
nuestra libertad, hemos de buscar constantemente cuáles son los mejores fines y los
medios más aptos para alcanzarlos.

55. Los cristianos hemos
descubierto que en nuestra coyuntura histórica y social es un deber de caridad luchar
contra la injusticia generadora de pobreza y de miseria en el mundo. Pero ¿de qué
manera? ¿con qué criterios, que sean coherentes con el Evangelio y con la vida de la
Iglesia? Dentro de la variedad infinita de las diversas circunstancias, que requieren un
discernimiento adecuado a cada caso, en el pensamiento social de la Iglesia destacan
principalmente algunos valores fundamentales que hay que salvaguardar, y algunos criterios
que pueden servirnos de orientación en la lucha por la justicia, de los que entresacamos
los siguientes:
Valores y
criterios en la lucha por la justicia
Los derechos humanos
56. Creado a imagen y semejanza
de Dios, el hombre es el señor y el centro de toda la creación de donde se derivan la
dignidad y los derechos de la persona humana. Como dice el Vaticano II, "todos los
bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos
ellos" (GS, 12). Por eso toda la organización de la sociedad, la cultura, la
economía y la politica deben estar al servicio de la dignidad y los derechos del hombre,
tanto considerado en su individualidad como en sus formas de vida comunitarias59.
La
sociedad al servicio de los Derechos Humanos
El bien común60



57. El hombre es un ser sociable
por naturaleza y por vocación. En el plano natural, no podría llegar en modo alguno a su
madurez humana sin crecer y vivir en sociedad: la familia, el lenguaje, la convivencia, la
educación, la cultura, la amistad, el trabajo y el intercambio de servicios colaboran a
la humanización del hombre a lo largo de toda su vida. En la concepción cristiana, el
hombre está llamado por el Dios Comunidad, Tres personas compartiendo eternamente una
vida común, a formar parte de la Iglesia de Jesucristo cuya etimología viene de
"convocada", "reunida", en la que el Espíritu Santo engendra a la
familia de Dios como hijos en el Hijo.
El hombre
ser social, vocacionado a vivir en comunidad
Tanto en el plano natural como
en el de la vida eclesial, el bien individual y el bien comunitario se relacionan y se
potencian mutuamente, sin exclusión ni oposición. Ciñéndonos ahora a la vida social,
debe organizarse en todos los aspectos buscando ese ideal, no siempre alcanzable con
absoluta perfección, pero siempre a perseguir con total dedicación. Ni la organización
comunitaria puede manipular a las personas como si fueran meros instrumentos, ni el
individuo puede buscar de manera egoísta en la comunidad solamente su propio bien, sin
colaborar en el bien común de todos, confundiendo libertad con independencia egoísta o
insolidaridad. El espíritu cristiano debe aportar aquí la consigna de Jesús, que no
vino a ser servido, sino a servir, y quiere que nosotros seamos los unos servidores de los
otros por amor. Paradójicamente, sirviendo es como Jesús llegó a ser el Señor, y el
discípulo de Jesús se realiza como hombre y como cristiano tanto más cuanto más sirve,
en el doble sentido de servir a y servir para.

La solidaridad61
58. Desde los Santos Padres de
los primeros siglos hasta el Papa y la jerarquía actuales, se ha mantenido este
principio, que podría resumirse en esta cita del Concilio Vaticano II: "Dios ha
destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En
consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la guía
de la justicia y de la caridad"62.
La tierra
es de todos los hombres
59. De aquí que el derecho a la
propiedad privada de los bienes de producción no pueda nunca ser algo absoluto y
primario, sino relativo y secundario, como ha recordado recientemente Juan Pablo II,
retomando una doctrina que ya procede de la tradición de los primeros siglos, aunque se
haya oscurecido en algunas épocas: "La tradición cristiana no ha sostenido nunca
este derecho como algo absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo ha entendido en el
contexto más amplio del derecho común de todos a usar de los bienes de la creación
entera: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al
destino universal de los bienes" (LE, 14). Es lo que se ha llamado también en el
magisterio reciente la hipoteca de la propiedad privada, y secularmente la teología y la
predicación interpretaban como mera administración en favor de los pobres.
La
propiedad privada es un derecho relativo


El principio de
subsidiariedad
63



60. De los principios anteriores
se deduce necesariamente que el bien común debe buscarse también comunitaria y
corresponsablemente. Tratándose de personas humanas, básicamente con la misma dignidad,
todos pueden y deben colaborar en la búsqueda del bien común, tanto respecto a sus fines
como por lo que respecta a los medios. El totalitarismo, el autoritarismo y el absolutismo
representan actitudes completamente opuestas, pero también, aunque en grado menor, van
contra esta orientación el despotismo ilustrado o inclusive el paternalismo, que se
desvelan por el bien del pueblo pero sin contar para nada con él, tratándole en conjunto
como a menores de edad64.

Afortunadamente, en las
sociedades modernas ha seguido progresando y extendiéndose la forma democrática de
gobierno, siquiera sea en sus formas todavía inmaduras e imperfectas que suelen llamarse
democracias formales. Pero es preciso continuar avanzando en el espíritu que representa
esta tendencia, no solamente en el Estado y en otras instituciones de gobierno político,
sino también en todos los campos de la vida social, fomentando y estimulando la
colaboración del pueblo en lo que sea posible. El principio de subsidiariedad, responde a
la vez al deber de solidaridad con el bien común y al respeto a la dignidad de la persona
humana y de los grupos sociales intermedios. Por tanto, toda institución, asociación,
organización, grupo o estamento debe llevar a cabo con autonomía todo aquello para lo
que se encuentre capacitado, sin impedimento ni suplantación por otra instancia superior,
salvo quizá el mínimo de información o coordinación que esté previsto en las reglas
del juego social. La autoridad y la ley cuidarán que todos los grupos sociales puedan
ejercer con igualdad esas iniciativas. De esta manera, no solamente se respeta la
legítima autonomía y dignidad de las personas y los grupos humanos, sino que también se
fomenta la creatividad, la participación y la corresponsabilidad social que responde al
ideal de una democracia real, directa y popular.
El
principio de subsidiariedad tiene en cuenta la solidaridad con e bien común y la
legítima autonomía de las personas y los grupos
Valores fundamentales que
es preciso salvaguardar
65
61. Según la orientación
general del Evangelio, y en particular del Sermón de la Montaña, así como con las notas
del Reino, la actuación cristiana debe tener en cuenta una constelación de valores que
deben conjugarse simultáneamente en cada caso, como son, principalmente, la verdad, la
justicia, la libertad, el amor y la paz. Así, no se puede buscar la paz sin la verdad, ni
la justicia ni el amor. Ni se puede promover la justicia sin el amor, la paz y la verdad.
etc. De aquí se derivan inmediatamente otros valores como la fraternidad, solidaridad, la
primacía de la persona sobre las cosas, del espíritu sobre la materia y de la ética
sobre la técnica. Es preciso, además, cultivar un espíritu de discernimiento
espiritual, para encontrar en cada caso cómo conciliar los diversos valores que se
presentan muchas veces como contrarios y que, en todo caso, habrá que conjugar con
diferente proporción, cosa no siempre fácil, por lo que deberemos recurrir al diálogo,
al análisis detallado de la realidad, y a la oración al Espíritu Santo, que debe ser el
guía de nuestra actividad cristiana.
El actuar
del cristiano debe aunar la paz y la verdad, la justicia y el amor
62. Nada de lo que venimos
diciendo podría llevarse a cabo sin desarrollar en nosotros un fuerte espíritu de
responsabilidad, de generosidad y de laboriosidad. Para ser corresponsables es necesario
antes ser responsables. No podemos exigir derechos sin aceptar deberes. Una sociedad
democrática es más digna del ser humano que una sociedad autoritaria, pero no dispensa
del esfuerzo, de la disciplina y la laboriosidad.
Espíritu
de responsabilidad y laboriosidad
Es una ligereza desprestigiar el
trabajo humano. Tal y como Dios ha hecho al hombre y como nos manifiesta simbólicamente
en el relato de la creación66, es tan necesario el trabajo como el descanso,
la obligación como la fiesta. Si solamente vivimos para trabajar, nos convertimos en
esclavos. Pero si solamente vivimos para descansar, nos convertimos en seres abúlicos y
aburridos, incapaces de esforzarnos ni siquiera para divertirnos, capaces solamente de
bostezar interminablemente. Aparte de otros factores que también deben tenerse en cuenta,
la prosperidad de muchos pueblos y la decadencia de otros podría deberse a la
laboriosidad y espíritu emprendedor de aquéllos y a la desidia, abulia e inoperancia de
éstos. Trabajar en favor de la justicia significa, en efecto, antes que nada eso: trabajar.





3.3. Objetivos prioritarios en la lucha por la justicia



63. Creemos que de todas las
premisas anteriores se deduce lógicamente la exigencia para el cristiano de comprometerse
en la lucha por la justicia. Aunque la Iglesia como institución no haya recibido la
misión de ofrecer al mundo un proyecto determinado de vida social, política y
económica, el mensaje evangélico que ella custodia y proclama contiene unas
orientaciones y encierra unas fuerzas que necesariamente deben encarnarse en la vida
concreta de los hombres de cada tiempo y de cada sociedad.

Con este fin, quisiéramos
recoger ahora algunos objetivos que nos parecen prioritarios en esta coyuntura histórica,
tanto en el ámbito nacional como internacional. Unos podrán ser alcanzables a corto o
medio plazo, y otros lo serán solamente a largo plazo, y hasta podrían algunos dar la
impresión de ideales irrealizables, si no tuviéramos a la vez la paciencia histórica y
la esperanza utópica, que apoyándonos en los progresos alcanzados en el pasado nos
muevan a confiar en el progreso del futuro. Los cristianos tenemos motivos especiales para
la esperanza, sabiendo que desde la Encarnación del Verbo, Dios comparte nuestra vida,
convirtiendo la historia de pecado en historia de salvación. Recordemos además que si
bien nosotros tenemos unas motivaciones especiales y un horizonte propio, podemos y
debemos unirnos a todos los hombres de buena voluntad que luchan en el mundo por construir
una sociedad más justa, solidaria y fraternal67.
Paciencia
histórica y esperanza utópica
Macroética
64. Teniendo en cuenta el uso
actual que se da al término macroeconomía, nos permitimos aportar el de macroética,
para destacar la necesidad de tener en cuenta las circunstancias del mundo de nuestra
época, convertido en todos los aspectos en lo que gráficamente se ha llamado la aldea
planetaria
, en la que se han estrechado las relaciones e interdependencias mutuas
entre todos los pueblos, naciones y continentes.
Una
ética para las nuevas circunstancias
La ética racional o la moral
religiosa han ido evolucionando al compás de la historia del hombre, desde las hordas
primitivas y los pueblos tribales hasta las sociedades modernas, con tendencias más
individualistas o más colectivistas, con mayor acento en el liberalismo o en el
socialismo, pero en general centradas principalmente dentro del horizonte estrecho de un
país o de un reducido número de países.

65. Ahora, en cambio, frente a
las condiciones y condicionamientos de la economía internacional de nuestro tiempo,
cuando las empresas multinacionales, los bancos mundiales y los consorcios financieros
internacionales extienden sus redes de influencia por todo el mundo, necesitamos una nueva
ética, concebida para esas macro-estructuras de dimensiones planetarias. La moral
cristiana, aun basándose en sus principios inmutables y permanentes, puede y debe
reformularlos para adaptarlos a las nuevas circunstancias de la época, como vienen
haciendo los papas desde la "Rerum novarum" de León XIII hasta la
"Centesimus annus" de Juan Pablo II, y la jerarquía en general, especialmente
desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días, juntamente con los teólogos, los
moralistas, los sociólogos y los economistas cristianos.

Pero es preciso continuar esta
reflexión buscando aplicaciones prácticas y formulaciones claras y precisas, realizando
un esfuerzo constante de información y de divulgación, de catequesis y predicación, de
asimilación y recepción de esta doctrina, con el fin de que llegue a ser no sólo el
pensamiento sino hasta el sentimiento, la convicción profunda de todos los
cristianos del mundo, tanto para su modo de actuar en la sociedad como para colaborar en
este cambio mundial de mentalidad que se precisa en las nuevas condiciones de la economía
para cambiar las estructuras injustas68.

Este campo, además, se presta
muy bien para realizar un trabajo ecuménico con cristianos de otras confesiones, de
colaboración con miembros de otras religiones, y de solidaridad con los no creyentes de
buena voluntad de los que habla el Concilio Vaticano II69.

O.N.U. de la economía internacional



66. En continuidad con el
objetivo anterior, se debería promover la creación de un foro internacional de carácter
representativo, que tuviera autoridad para dirimir los pleitos y conflictos en los
intercambios económicos y comerciales de los diferentes paises, como en lo político
realiza la O.N.U, con más o menos acierto, pero, al menos, como instancia moral que tiene
un gran peso en la opinión pública mundial.

Nuevo orden económico
mundial
67. Nos referimos precisamente a
un orden ordenado de acuerdo con la justicia, la solidaridad y la fraternidad, en
lugar de un sistema internacional de relaciones basado en la opresión y la explotación
de los más débiles por los más fuertes. De acuerdo con los nuevos principios de una
nueva macroética, es preciso replantear las relaciones económicas y comerciales
del Norte con el Sur, de forma que se basen principalmente en la colaboración mutua y en
la búsqueda del bien común planetario, más que en el consumismo de una sociedad rica o
en la avidez insaciable de beneficios de unas cuantas multinacionales.
Urge la
revisión de las relaciones Norte-Sur
Nuevo orden ecológico
mundial
68. Teniendo en cuenta el
objetivo anterior, buscando una mayor nivelación del nivel de vida entre los diferentes
pueblos del Norte y del Sur, parece evidente que toda la población actual y futura del
planeta no podría subsistir con una concepción consumista, que despilfarra y malgasta
los bienes de consumo. Hoy sabemos que las riquezas del planeta son limitadas, y que las
energías renovables requieren un ritmo de tiempo que el hombre moderno no ha sabido
observar y atender, por lo que estamos llegando a una situación límite de deterioro del habitat
humano70.

69. Por lo mismo, es necesario
generar y cultivar una mentalidad que sepa buscar la felicidad y la alegría en las cosas
pequeñas y sencillas, valorando más el ser que el tener, el saborear que el malgastar;
redescubriendo que si "la arruga es bella" es mucho más cierto que "lo
pequeño es hermoso". Solamente con una civilización de carácter diríamos nosotros
"franciscano" -que habría que llamar simplemente "cristiano"-
podremos vivir todos los habitantes del planeta con la comodidad indispensable para que
sea respetada la dignidad del hombre y, al mismo tiempo, cuidando y conservando nuestra
tierra, nuestro hogar comunitario, tanto para nosotros como para nuestros hijos, como Dios
nos mandó desde las primeras páginas de la Sagrada Escritura.
Valorar
lo pequeño, el ser más que el tener
Trabajo para todos



70. Ciñéndonos ya más
concretamente a nuestro país, destaquemos muy especialmente este objetivo,
importantísimo en orden a la justicia social. Con ligeras oscilaciones y altibajos, la
situación del paro en España es de una especial gravedad por su alto porcentaje71.
Sin negar, ni menos justificar, los casos en parte explicables pero siempre lamentables de
los fraudes legales en este campo, es también innegable que el trabajo es un derecho
natural, reconocido además por nuestra Constitución y por la Declaración de Derechos
Humanos de la ONU. El paro forzoso -como ya recordábamos más arriba- es una injusticia
con dramáticos efectos sobre las personas, las familias y la sociedad en general72.
En todo caso, y mientras existan trabajadores en paro forzoso, esa misma justicia social
exige que cada parado perciba un subsidio de paro suficiente como para atender a sus
propias necesidades y las de su familia.
El paro
forzoso es una grave injusticia
71. Podríamos añadir -dicho
sea con un cierto humor y con un amor cierto- que la justicia social exige no solamente el
derecho, sino también el deber del trabajo. A veces no se sabe muy bien si lo que se
reivindica no es tanto trabajar como tener un sueldo y un empleo, tal y como se
concibe en muchas ocasiones la vida laboral, buscando escapadas y escapatorias, fiestas,
fines de semana y puentes, para salir huyendo del trabajo lo más lejos posible.
Sin negar el valor y la necesidad del ocio, entre nosotros es preciso revalorizar también
la necesidad y el valor del trabajo, y del trabajo bien hecho y a conciencia, para evitar
y superar la que se ha llamado "chapuza nacional". Sin merma del idealismo ni de
la espiritualidad, es preciso conciliar el ocio y el negocio.
Valor del
trabajo
Redistribución más justa de la renta
nacional




72. Frente a las grandes
diferencias existentes en la percepción de la renta entre los diversos sectores de la
sociedad española, constituye un deber de justicia no sólo el perfeccionamiento y la
recta aplicación de un sistema fiscal apoyado más directa y proporcionalmente sobre las
rentas reales, sino además en su cumplimiento en conciencia por parte de todos los
contribuyentes. También las empresas están obligadas a pagar los impuestos justos, como
contribución necesaria al bien común nacional, y a cambio de los beneficios que las
empresas reciben de él.
Recta
aplicación y cumplimiento del sistema fiscal
Por otra parte, con la misma
firmeza debemos añadir que el propio Estado tiene el deber ineludible de gestionar mejor
y redistribuir equitativamente el producto de todos los impuestos entre los más
necesitados, en proporción justa a sus necesidades. De lo contrario, carecerá de toda
autoridad moral para corregir las situaciones fraudulentas.
Gestionar
bien
73. Nuestra exhortación en este
punto se dirige también a cuantos por sus cargos tienen hoy la obligación de luchar
eficazmente por eliminar drásticamente el ingente fraude a la Seguridad Social en la
percepción injustificada del seguro de desempleo, con ocasión de la incapacidad laboral
transitoria, la invalidez permanente, etc., que revela una gran corrupción moral.
Mientras exista, pues, la actual situación de fraude fiscal y socio-laboral no se dará
una justa redistribución de la renta entre empresarios, trabajadores en activo, parados y
jubilados73.
Combatir
el fraude en la percepción del desempleo
Participación creciente
en la gestión económica y política
74. Para pasar en un sociedad
desde la llamada democracia formal a la práctica de una democracia real, es
necesaria la participación cada vez más efectiva de todos los ciudadanos en las
estructuras sociales, políticas, económicas y culturales de las que dependen74.
Si atendemos a este aspecto de la vida española, hay que reconocer que estamos muy lejos
todavía del ideal. Frecuentemente, los ciudadanos asistimos impotentes a la toma de
decisiones que tienen graves repercusiones para toda la sociedad, pero que se han adoptado
de manera autoritaria, en manos de grupos económicos y políticos privilegiados, que nos
reducen a los demás ciudadanos a ser mudos y pasivos espectadores de la gestión del bien
común, pero que no se ha gestionado en común, comunitaria y democráticamente.
Participación
de todos los ciudadanos en la vida pública
En consecuencia, debemos
colaborar activa y responsablemente en lo que ya está a nuestro alcance, como puede ser
participar en toda clase de elecciones municipales, autonómicas y legislativas, así como
preparar, promover, potenciar o exigir nuevos cauces de responsabilidad y participación
en la gestión del bien común y en todos los campos de la vida social, colaborando en
organizaciones no gubernamentales, grupos vecinales, movimientos, asociaciones, sindicatos
y partidos políticos. No tenemos derecho a lamentarnos de no tener mayor participación
cuando no ejercemos la que ya está a nuestro alcance75.

Garantizar los derechos sociales



75. La aplicación de algunas
medidas económicas en curso están suponiendo un grave costo social y económico para las
clases más desfavorecidas. Dicho costo debería ser repartido lo más equitativamente
posible, evitando que recaiga desigualmente sobre la población. Porque nunca puede
equipararse, por poner un ejemplo, la pérdida del puesto de trabajo con la subsiguiente
pérdida de poder adquisitivo y los sacrificios familiares que esto representa con la
disminución de los beneficios empresariales.
Repartir
los costos de la crisis
Ante esta situación, es de
temer que vayan a quedar en letra muerta tanto los derechos sociales y económicos
proclamados tanto en nuestra Constitución76 como en la Encíclica de Juan
Pablo II Centesimus Annus77, por citar solamente dos textos
fundamentales para nosotros, como ciudadanos y como cristianos.

76. La organización de la
actividad económica debe interpelar la conciencia social y el espíritu de justicia de
todos los ciudadanos, pero muy especialmente de los gestores del bien común en el
Gobierno del Estado y de las autonomías. Dicha organización debe hacerse contando con la
participación activa de las distintas fuerzas sociales, fomentando un clima de diálogo,
de concertación negociada, de compromiso mutuo entre el poder público y los
interlocutores económicos y sociales, empresarios y trabajadores etc.
Diálogo
y concertación negociada
77. En la vida real existen
legítimos intereses en conflicto entre empresarios y trabajadores, entre el sector
público y sector privado, entre quienes tienen trabajo y los que están en paro, entre
los cotizantes a la Seguridad Social y los perceptores de pensiones. En realidad, se trata
de conflictos de derechos. Por consiguiente, en todos estos casos hay que esforzarse por
encontrar soluciones pacíficas que deben alcanzarse mediante el diálogo y la
negociación leal y honesta.
Encontrar
soluciones pacíficas
La confrontación de fuerzas,
incluido el ejercicio del derecho de huelga, puede seguir siendo un medio necesario para
la defensa de los derechos y justas aspiraciones de los trabajadores. Pero en una
situación en la que existen millones de personas en paro que no pueden ejercitar su
derecho al trabajo, a un digno subsidio de paro, o hay pensionistas que no perciben una
pensión suficiente, sería injusto e insolidario hacer reivindicaciones consistentes
sólo en conseguir mayores salarios para los que ya tienen trabajo, agravando aún más la
situación de los parados o jubilados78.
El
derecho de huelga
Desarrollo legislativo y justicia social



78. La pobreza y la marginación
no son problemas exclusivos de nuestra época, sino que se han hecho presentes en las
sociedades de todos los tiempos y en general, tal vez, con mucha mayor virulencia. Sin
embargo, hoy hemos llegado a la convicción de que esa situación no es inevitable ni, por
lo mismo, éticamente neutra, sino que representa una responsabilidad y una culpabilidad
moral para los que la ocasionan o simplemente la toleran.

En este sentido, la aportación
de la Iglesia frente a este problema consiste principalmente en anunciar, proponer y
promover un espíritu de justicia, de solidaridad y de fraternidad que estimule a
compartir a los que tienen más en cualquier campo con los que tienen menos, además de
solidarizarse de forma inmediata con los necesitados. Sin embargo, teniendo en cuenta el
peso social de la ley para la inmensa mayoría de los ciudadanos, que no son ni héroes ni
criminales, en una sociedad desarrollada y democrática, justa y solidaria, es necesario
que la legislación recoja de manera concreta y determinada los derechos básicos
económicos y sociales de todos los ciudadanos contemplados en nuestra Constitución, de
manera que puedan ser exigibles en derecho, y el Gobierno pueda vigilar su cumplimiento o
sancionar su incumplimiento.
Las leyes
deben recoger los derechos económicos y sociales que corresponden a los ciudadanos
79. La Administración pública,
tanto estatal como autonómica, que recoge y redistribuye la aportación de todos los
ciudadanos para ser empleada en atender los servicios necesarios al bien común y malgasta
a veces y carga en otros el peso del esfuerzo, debe ante todo garantizar una cobertura que
permita vivir a todos los ciudadanos de acuerdo con su dignidad humana y de miembros de
nuestra sociedad, cuidando particularmente a aquéllos que se ven amenazados por la
indigencia, la marginación o la miseria, por cualquier causa o circunstancia.
El poder
público debe garantizar una cobertura que permita vivir a todos los ciudadanos








Hemos analizado cómo la
injusticia es la principal causa de la pobreza en España y en el mundo, por lo que la
caridad cristiana exige a la Iglesia comprometerse en la lucha por la justicia,
colaborando a la reforma o el cambio de las estructuras injustas de la sociedad. Sin
embargo, siempre será indispensable el ejercicio de la caridad cristiana en forma de
asistencia inmediata a los necesitados, con el fin de paliar o remediar su situación, que
no admite espera, sino que necesita urgentemente del buen samaritano que se le acerque, le
vende las heridas y le lleve a la posada.
80. El Vaticano II afirma que la
Iglesia "sin dejar de gozarse con las iniciativas de los demás, reivindica para sí
las obras de caridad como deber y derecho propio que no puede enajenar. Por lo cual, la
misericordia para con los necesitados y enfermos y las llamadas obras de caridad y de
ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con
singular honor". "Aprecien mucho, por consiguiente, los seglares y ayuden en la
medida de sus posibilidades a las obras de caridad y a las organizaciones asistenciales,
privadas o públicas, incluso las internacionales, con las que se hace llegar a todos los
hombres y a todos los pueblos necesitados un eficaz auxilio, cooperando en esto con todos
los hombres de buena voluntad"79.
La
Iglesia hace obras de caridad como deber y derecho propios
81. Que las obras de caridad no
solamente no excluyen sino que presuponen la lucha por la justicia, lo afirma también el
mismo Concilio, como toda la doctrina del Magisterio: "Para que este ejercicio de la
caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario (...) cumplir
antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya
se debe por razón de justicia"80. Y en la Gaudium et spes insiste
en que el Concilio "pretende hacer un ardiente llamamiento a los cristianos para que
con el auxilio de Cristo, autor de la paz, cooperen con todos los hombres a cimentar la
paz en la justicia y el amor"81.
La
caridad exige la justicia
82. ¿Qué está haciendo, de
hecho, la Iglesia en favor de los pobres y de los oprimidos? ¿Vamos a ser tan pesimistas
que olvidemos lo mucho y bueno que ha hecho en este campo durante veinte siglos? ¿O tan
optimistas que pensemos que es ahora, con esta generación, cuando la Iglesia comienza de
cero a ejercer este mandato del Señor? O, en otro sentido, ¿seremos tan triunfalistas
que nos conformemos sentándonos tranquilamente en los laureles de lo ya realizado,
pensando que hemos hecho todo lo que podíamos hacer?
La
actuación de la Iglesia en el mundo de la pobreza
Evidentemente, ni una cosa ni la
otra. Tratando de evitar los tres escollos indicados, queremos hacer ahora un análisis lo
más breve posible sobre la actuación de la Iglesia en el mundo de la pobreza y de la
marginación, de la injusticia y de la opresión. Dejando aparte el balance de la
historia, ahora nos referimos exclusivamente a la situación presente.





4.1.
Samaritanos anónimos




83. Queremos recordar, agradecer
y animar aquí, ante todo, a tantos buenos cristianos y cristianas que, individualmente y
de manera anónima, actúan empujados por el amor al prójimo de muchas maneras y en las
diferentes circunstancias de su vida, prestando su ayuda material, compartiendo sus medios
económicos, su tiempo disponible, sus cualidades y sus habilidades, y, sobre todo, su
corazón, su atención, su bondad y su amistad.
Las
buenas obras individuales y anónimas
Unas veces lo harán con cierta
continuidad, cuidando de un enfermo o de un anciano, y otras de manera esporádica y
ocasional, haciendo mil favores a gente conocida o desconocida, cercanos o distantes,
amigos o enemigos. El tesoro, la suma de obras buenas que tantos millones de cristianos
hacen todos los días en el mundo, movidos por el amor que el Espíritu infunde en sus
corazones, es verdaderamente incalculable para los hombres, pero no para el Señor, que no
precisa de nuestros datos y estadísticas para recoger y agradecer tanta generosidad,
tanto sacrificio, tanta ternura y tanta bondad: "conmigo lo hicisteis"82.

En su nombre, quisiéramos
también reconocer y agradecer a Dios y a los hombres de buena voluntad esta especie de
red de amor y caridad que abraza y envuelve al mundo, esta inyección de
"oxígeno" que purifica nuestra atmósfera social, tan contaminada muchas veces
de odio, de violencia, de envidia y de insolidaridad. Con nuestro agradecimiento,
quisiéramos animarles también a mantenerse sin desmayo con esta actitud siempre y en
toda circunstancia, hasta el fin de su vida en este mundo, viviendo del amor y para el
amor, que es lo único que permanecerá para siempre, como nos recuerda San Pablo83.
Red de
amor y caridad
Al mismo tiempo, nos atrevemos a
aconsejarles y hasta rogarles, para su propio bien, para bien de los pobres y para el bien
de la Iglesia, a la que pertenecen como la célula al cuerpo, que se unan a otros
cristianos para cumplir obras de caridad aún mayores y mejores, en cuanto realizadas
comunitariamente, pues el Señor garantiza su presencia allí donde dos o más se reúnen
en su nombre para cualquier asunto; ¡cuánto más cuando se reúnen para ayudar a los
necesitados!.
Portadores
de una cultura de la gratuidad




4.2.
Los voluntarios y el voluntariado




84. No se excluye por principio
que los cristianos de que trataremos en este apartado actúen en muchas ocasiones como los
samaritanos anónimos de que acabamos de hablar. La diferencia se da en que mientras
éstos solamente actúan de manera individual y nunca asociada, aquellos de los que
hablaremos ahora están comprometidos en alguna asociación eclesial que tiene como
finalidad propia el servicio a los pobres, necesitados y oprimidos, aunque también en
muchas ocasiones puedan hacerlo de manera individual y ocasional, ya que la vida no se
puede clasificar ni dividir en esquemas burocráticos ni en compartimentos estancos.

Aún considerado desde una
perspectiva meramente económica y pragmática, el trabajo voluntario representa una
reducción importante de los gastos de gestión, y, por lo mismo, hace posible que la
mayor parte del presupuesto de las instituciones caritativas y sociales revierta
directamente en favor del colectivo de los pobres, que son el objetivo de las mismas.

85. Sin embargo, representa algo
todavía más importante: el voluntario es portador de una cultura de la gratuidad y de la
solidaridad, en medio de nuestra sociedad competitiva, interesada y pragmática,
hedonista, insolidaria e individualista. Los voluntarios sociales, por no tener otra
motivación en su trabajo más que el respeto y el amor a sus semejantes, suponen un grito
profético en favor de la fraternidad y de la solidaridad, testificando día a día que la
última palabra no debe tenerla el intercambio ni la contraprestación, sino el
reconocimiento del otro y sus necesidades.

Nuestra sociedad y nuestra
Iglesia están necesitando de un verdadero ejército de voluntarios, no para la guerra, el
odio y la violencia, sino para la paz, la justicia y el amor; de un ejército de
voluntarios sociales que se ocupen y preocupen de acoger, atender, escuchar, orientar,
ayudar, sostener y levantar a todos aquellos ciudadanos y hermanos a los que la sociedad
empobrece y maltrata84.

86. Con su capacidad de
análisis para descubrir las situaciones de insolidaridad y de injusticia, y con su
compromiso y su entusiasmo en favor de los más desvalidos, pueden ser una gran fuerza que
mueva y que conmueva a diversas personas, grupos, instituciones sociales, económicas y
políticas para que trabajen en favor de los pobres, abriendo así nuevos cauces a la
justicia social y a la caridad asistencial.
El
voluntariado abre nuevos cauces a la justicia social y a la caridad asistencial
Por ello, animamos a los
cristianos a engrosar este nuevo ejército de voluntarios por la paz, por la justicia, por
la fraternidad y por la caridad política y social. Y damos las gracias a los muchos que
ya forman parte de sus filas, por el testimonio cristiano que están dando a la sociedad,
animándoles al mismo tiempo a proseguir con todo entusiasmo y con toda lucidez su
admirable servicio, recordando las palabras de Jesús, recogidas en el libro de los
Hechos: "Hay más dicha en dar que en recibir"85.


87. Sin ignorar ni olvidar la
necesidad de transformar las estructuras injustas que causan o agravan la pobreza, la
comunidad cristiana realiza un gran esfuerzo para ayudar a los pobres y marginados, con el
fin de aliviar su situación en todo lo que sea posible. Tanto con aportaciones
económicas como con prestaciones personales de servicio, por medio de colectas y en el
ejercicio del voluntariado, a través de Cáritas parroquiales y diocesanas, así como de
diversas asociaciones como Manos Unidas, Voluntariado Vicenciano, Hermanos de San Juan de
Dios o de San Camilo, y otras congregaciones religiosas, más el testimonio individual de
tantos cristianos, aun siendo difícilmente evaluable y cuantificable, creemos que arroja
un balance global sumamente importante, tanto a lo largo del territorio del estado
español como en el mundo entero.
La
acción caritativo-social representa un volumen importante
88. Esto no significa que como
cristianos podamos quedarnos satisfechos. Primero, porque en muchas ocasiones nuestra
aportación puede estar lastrada por una actitud en el fondo descomprometida con los
pobres, dando alguna limosna ocasional para tranquilizar nuestra mala conciencia. Después
y sobre todo, porque la caridad evangélica nunca dice basta, y siempre exige más
y más en nuestra entrega a los necesitados. Acaso podríamos decir que la iglesia ha
hecho bastante, pero no lo suficiente. A continuación recogemos algunas manifestaciones
de la caridad cristiana en el servicio a los más pobres y marginados de nuestra sociedad
y del Tercer Mundo, tanto en la lucha contra la injusticia como en la lucha contra la
pobreza.
Se hace
bastante pero no suficiente
Promoción de la justicia



89. Numerosas instituciones
caritativas y sociales de la Iglesia española trabajan en favor de la justicia social, la
solidaridad y la caridad, de diversas maneras y por diferentes cauces, como son, entre
otros, los siguientes:
Acciones
y actividades más destacadas
  • Cursillos sobre Doctrina Social de la Iglesia,
    y su aplicación a los problemas más urgentes de los derechos humanos.
  • Estudios y análisis sobre problemas concretos
    de nuestra sociedad, ocasionados por la incidencia de la economía política en los
    valores éticos y morales.
  • Programas de ayuda al Tercer Mundo, en orden a
    la creación de un orden internacional más justo y solidario.
  • Apoyo a grupos y organizaciones no
    gubernamentales que trabajan por la paz, denunciando el comercio de armas y la carrera de
    armamentos.
  • Declaraciones y tomas de postura en defensa de
    la dignidad del trabajador, denunciando aquellas situaciones que la vulneran
    especialmente, como el paro, la economía sumergida, el empleo precario, etc.
  • Denuncia de la xenofobia y el racismo, y
    promoción de acciones contra el apartheid en Suráfrica.
  • Actividades diversas en favor de la ecología
    y en contra de la explotación tecnológica desenfrenada de la tierra.
  • Inserción en los barrios marginales y
    marginados de las grandes ciudades, conociendo y conviviendo sus problemas, apoyando sus
    reivindicaciones y colaborando en la búsqueda de soluciones o aportando paliativos
    ocasionales, animando grupos juveniles, cuidando ancianos solitarios y abandonados,
    atendiendo disminuidos físicos y psíquicos, creando clubs de tiempo libre, centros de
    formación de adultos, etc.
  • Atención y asesoramiento a personas y grupos
    con problemas burocráticos, apoyando sus derechos y realizando gestiones en su
    reclamación.
  • Promoción de cooperativas de trabajo y otras
    formas de autoempleo, como talleres ocupacionales, labores de artesanía, trabajos a
    domicilio, etc.

Atención a las nuevas
formas de pobreza
90. Las llamadas nuevas
pobrezas
suelen ser fruto tanto de la crisis de valores de nuestra sociedad como de
actitudes de insolidaridad. Dos formas muy frecuentes de estas situaciones de pobreza son
la toxicomanía, muy generalizada, y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA),
este de alcance más reducido todavía, pero que se extiende progresivamente. La
atención, ayuda y tratamiento de las personas afectadas en ambos casos requiere una gran
cantidad de recursos económicos y de atención personal, que muchas veces tienen que
asumir la Iglesia y sus instituciones, aun con precarios medios, por falta de asistencia
de la Administración.

Otra nueva forma de pobreza se
da entre las familias de la clase obrera, a causa del paro forzoso prolongado o de la
jubilación prematura, en muchas ocasiones con necesidades familiares que no pueden ser
atendidas por haber cesado el subsidio de paro o por la insuficiencia de pensiones. Muchas
parroquias, asociaciones y grupos de la Iglesia se esfuerzan por acompañar y ayudar con
discreción a las personas y familias que viven sufriendo graves carencias de una manera
vergonzante, con dignidad pero con verdadera necesidad, que suele pasar desapercibida y
que en las estadísticas oficiales no es reconocida.
Droga y
SIDA
91. Lamentablemente, tampoco es
suficientemente reconocida por parte de la Administración Pública este servicio de
solidaridad que presta la Iglesia, teniendo en cuenta el principio de subsidiariedad que
debe regir en una sociedad desarrollada, plural y democrática, y la capacidad de gestión
que tienen bien demostradas las instituciones católicas de asistencia social y de
caridad.
Paro
forzoso prolongado
Ayuda a la infancia y juventud



92. La infancia padece los
efectos de las nuevas condiciones sociales de la familia, así como del cambio del puesto
de la mujer en el hogar y en la sociedad. Como consecuencia, crece la problemática
familiar, con repercusiones en los niños, en forma de malos tratos, iniciación en la
droga, abandono, prostitución y delincuencia precoces, condiciones infrahumanas de los
que padecen deficiencias y minusvalías, etc.
Apoyo a
la familia
Las obras sociales de la Iglesia
trabajan principalmente en los aspectos preventivos, promoviendo actividades de tiempo
libre, talleres de animación creativa, trabajo con familias, apoyo escolar, comedores,
etc. Con estas actividades, que pretenden influir de manera conjunta en el ambiente del
barrio, de la escuela, de la familia, del entorno y del tiempo libre, se trata de ayudar
en aquellos aspectos que repercuten en el desarrollo personal y en la integración social
del niño, así como impedir aquellas carencias que pudieran empujarles hacia la
marginación.

Congregaciones religiosas,
institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica dan testimonio de la
pluralidad de modelos educativos y asistenciales organizados por la Iglesia para atender a
los niños y jóvenes marginados.

93. Refiriéndonos ahora en
concreto a la juventud, además de estar afectada en general por la problemática
anteriormente indicada para la infancia, la actividad de las asociaciones de solidaridad y
caridad de la Iglesia se dedica muy especialmente a paliar los efectos de los
condicionamientos sociológicos que empujan a los jóvenes hacia la marginación, la
drogadicción y la delincuencia, motivados principalmente por la dificultades del ambiente
familiar y del barrio, el fracaso escolar, y la ausencia de una perspectiva laboral que
pueda canalizar su vitalidad y su creatividad.
Acciones
dirigidas a luchar contra los problemas de droga y delincuencia juvenil
La presencia de la Iglesia en
este aspecto es significativa e importante, pero se reconoce casi impotente para hacer
frente a la gran presión de los condicionamientos que sufren los jóvenes en una época
en crisis por la carencia de modelos culturales, éticos, políticos y sociales para el
futuro; sin más ideales que el de una sociedad predominantemente individualista,
hedonista, materialista y consumista; con un modelo de desarrollo fracasado y agotado, que
ha causado inmensas diferencias entre pobres y ricos, y ha deteriorado gravemente el medio
ambiente a causa de una explotación irracional y suicida de los recursos naturales.
Faltan
modelos culturales y éticos superadores del individualismo
Solidaridad con el mundo
rural
94. El territorio rural español
está sometido actualmente a una profunda reconversión y modernización agrícola,
promovida por nuestra pertenencia a la Unión Europea. Ello ha provocado una disminución
fuerte de la tasa de población activa, una reducción de la extensión de terrenos
dedicada a la agricultura, y la desaparición de los precios de garantía, que está
afectando muy gravemente a las pequeñas explotaciones familiares y a los agricultores
más débiles, los cuales no pueden sostener el ritmo de transformación impuesto por las
innovaciones tecnológicas y por la competencia económica de las grandes empresas
nacionales o multinacionales.
Víctimas
de la crisis rural
Dentro de este grupo requieren
especial atención los ancianos y jubilados, que padecen una progresiva decadencia y
abandono; los jóvenes rurales, que se sienten atrapados por la crisis de la agricultura,
pero que tampoco encuentran salidas laborales en la industria, por falta de preparación
profesional y/o por falta de puestos de trabajo; las mujeres, que desean romper su
tradicional aislamiento, y buscan ahora su promoción y desarrollo, y también los niños
de los pequeños núcleos de población, a los que no se les tiene en cuenta sus
especiales circunstancias.

95. Para solucionar los graves
problemas de este colectivo social es necesario el apoyo conjunto de la Administración
del Estado, de las Autonomías y los agentes sociales respectivos. La Iglesia, fiel a su
mensaje de solidaridad y caridad con todos los hombres, especialmente hacia los más
débiles, desea también luchar en favor de la justicia social en este campo, no actuando
a distancia, desde los despachos de las grandes ciudades, sino viviendo y conviviendo con
el mundo rural, en defensa de la tierra, el agua y el paisaje; la dotación de
infraestructuras comunitarias; la higiene, la vivienda, la escuela y la cultura; la
conservación y restauración de los pueblos antiguos, así como el mantenimiento de su
folklore, su cultura y sus costumbres, etc. Dentro de la variedad de circunstancias del
campo español, la Iglesia y los cristianos suelen orientar su trabajo en las siguientes
opciones prioritarias:
Apoyo
social para defender al mundo rural. Iniciativas de los cristianos
  • Primero.- Romper el aislamiento entre grupos
    diferentes del mundo rural, con el fin de llegar a alcanzar objetivos comunitarios, más
    allá de los intereses particulares y corporativistas.
  • Segundo.- Comprometerse en la defensa de los
    derechos humanos en el mundo rural, luchando por una distribución más justa de la
    tierra, del trabajo y de los beneficios, potenciando al mismo tiempo la responsabilidad,
    la laboriosidad y la iniciativa de los agricultores.
  • Tercero.- Testimoniar y anunciar los valores
    del Reino de Dios, del Evangelio de Cristo y de los sacramentos del Espíritu, ofreciendo
    los bienes de la salvación que se dan gratuitamente a todos, especialmente a los pobres.
    Promover una cultura de la solidaridad, de la fraternidad, de la justicia y de la paz.
    Descubrir los valores y límites de la tecnología, potenciando la verdadera
    modernización, pero combatiendo al mismo tiempo el modelo pragmático y tecnocrático del
    desarrollo sin corazón y sin humanidad.

Al servicio de los
migrantes, desarraigados y excluidos
96. Muchos cristianos dan
testimonio de la Iglesia y del Evangelio de Jesucristo entre los inmgrantes extranjeros en
España, los emigrantes españoles en el extranjero, los gitanos españoles, los hombres
del mar que viven fuera de nuestra patria durante muchos meses en barcos de pesca o de
transporte, y el colectivo de feriantes y circenses; es decir, en todo el mundo de la
movilidad y la transhumancia forzosa.
La
acción caritativo-social dirigida al mundo de la movilidad
Sacerdotes, religiosos/as y
laicos se acercan a todos ellos para compartir su vida y sus problemas; para ayudarles sin
discriminación de raza, lengua, cultura o religión; para acogerles y ofrecerles su
amistad y su solidaridad, defendiéndoles frente a los que se aprovechan de su debilidad
para explotarlos o maltratarlos, luchando por sus derechos y siendo voz de los sin voz
para hacer oír sus legítimas reivindicaciones.

Ayuda a los encarcelados
97. Desde los primeros tiempos
del Cristianismo, la Iglesia ha sentido como uno de sus deberes el acercamiento y la
visita a los presos, procurando aportar su apoyo moral, espiritual y material. Numerosas
congregaciones religiosas y asociaciones de vida apostólica han mantenido hasta hoy una
presencia destacada en el servicio a los encarcelados. Precisamente cuando ha aumentado la
población de la cárceles y sus problemas, la Iglesia en España ha incrementado también
su presencia y sus actividades86, con más de un centenar de capellanes y
alrededor de 2.500 voluntarios, que tienen por misión las siguientes actividades:
Presencia
de la Iglesia en la Pastoral Penitenciaria
  • Al interior del centro penitenciario:
    la evangelización, la predicación y la catequización; el servicio litúrgico, la
    Eucaristía y los sacramentos a los creyentes. A todos, la escucha y la atención
    personal, ayudándoles a liberarse interiormente de sus problemas, manifestándoles
    respeto y amistad, estimándoles para que se autoestimen, se reconcilien consigo mismos,
    con los demás y, dado el caso, con Dios.
  • Fuera del centro penitenciario:
    prestando ayuda moral y material a las familias de los presos, así como también
    asistencia jurídica y legal. El servicio de Asistencia Penitenciaria colabora con las
    entidades públicas y sociales en favor de una reforma penitenciaria, todavía incompleta.
    Facilita asistencia post-carcelaria, acompañando a los excarcelados en sus primeros pasos
    en libertad, apoyándoles y asesorándoles en su búsqueda de un puesto de trabajo,
    llegándose en algunos casos a la llamada adopción temporal. También se trabaja
    en la defensa pública de los derechos humanos de los presos, denunciando los casos
    determinados en los que tales derechos son notoriamente conculcados.

Apoyo a la mujer marginada



98. A pesar del movimiento en
favor de los derechos de la mujer, considerado ya por Juan XXIII como uno de los signos de
los tiempos, todavía persisten costumbres y estructuras sociales que mantienen a la mujer
en condiciones de inferioridad. Así sucede, por poner algunos tristes ejemplos, en el
ámbito laboral, donde con un trabajo igual percibe una retribución y consideración
inferior respecto al varón; o en el hogar, en forma no infrecuente de malos tratos, de
despotismo y autoritarismo por parte del esposo; en muchos casos de madres solteras
abandonadas por los padres de la criatura y por la familia de ella, abocándolas a una
situación desesperada que las empuja al aborto, la prostitución o cualquier otra locura,
como inclusive el suicidio; etc.
Igual
dignidad y derechos
99. Sería necesario que la
sociedad dispusiera de suficientes lugares de acogida y de personal para la atención y el
acompañamiento de semejantes situaciones, mientras la mujer encuentra fuerzas y caminos
para recomponer su vida del mejor modo posible. Pero la Administración no ha dedicado
hasta ahora ni el suficiente personal ni los establecimientos adecuados.
Acogida y
acompañamiento en las situaciones que atentan contra la dignidad de la mujer
Es en gran parte la Iglesia, por
medio de instituciones parroquiales o diocesanas, y principalmente por las congregaciones
religiosas, la que ofrece residencias y personal especializado en la acogida y atención,
tanto de las madres como de los niños. Aún así, todavía es insuficiente esta
respuesta, y debería promoverse entre los cristianos una campaña de sensibilización
frente a los graves problemas de tantas mujeres necesitadas de nuestra comprensión,
nuestro respeto, nuestro cariño y nuestra ayuda moral y material.

Acompañamiento del enfermo



100. La ayuda moral y material a
los enfermos ha sido secularmente una dedicación preferencial de la Iglesia a lo largo de
los siglos, principalmente por medio de los religiosos y las religiosas, bien en
hospitales propios, bien trabajando en establecimientos privados o públicos. Actualmente
ejercen este ministerio en España más de diez mil religiosos/as de diferentes
congregaciones, además de unos mil sacerdotes diocesanos que actúan como capellanes. A
todos ellos hay que añadir los numerosos profesionales sanitarios cristianos, y muchos
laicos pertenecientes a grupos parroquiales de atención a los enfermos, así como la
Fraternidad Cristiana de Enfermos y Minusválidos.
Relevante
presencia de la acción eclesial junto a los enfermos
Desde hace algunos años,
especialmente desde que se inició la celebración anual del Día del Enfermo, la
presencia de la Iglesia junto a los enfermos -en especial a los más pobres, abandonados y
marginados- ha experimentado un notable incremento y progreso, con una orientación más
evangélica, comunitaria y eclesial. De forma solidaria y subsidiaria se están cubriendo
las necesidades de amplios sectores de enfermos, desasistidos por la sociedad, por sus
propias instituciones o por sus familias.

Atención a los ancianos



101. Es de justicia reconocer
que la Administración pública ha invertido gran cantidad de recursos económicos durante
los últimos años para atender a la Tercera Edad. Sin embargo, con ser muy importantes y
necesarios estos medios materiales, son insuficientes si el anciano no encuentra un
ambiente cálido de acogida y una valoración personal e individualizada de su persona y
de sus problemas.
Acompañamiento
y prestación de ayuda a los ancianos
También en este campo la
Iglesia aporta muchos recursos humanos y medios materiales, con edificios tradicionalmente
consagrados a la acogida de los ancianos pobres, remodelados y actualizados recientemente
de acuerdo con el confort moderno y con las normas sanitarias; con un gran número de
religiosos y religiosas exclusivamente dedicados a atenderlos, así como de equipos de
voluntariado que colaboran en su acompañamiento y en la prestación de ayuda material,
moral y espiritual. También abundan en toda España los grupos parroquiales dedicados a
visitar, acompañar y prestar servicios a los ancianos que viven a veces completamente
aislados, casi inválidos y en la mayor pobreza y soledad.

Ayuda al Tercer Mundo



102. Los misioneros cristianos
han abandonado su propio bienestar y su cultura para insertarse con los débiles y los
pobres, los explotados y los oprimidos. En los barrios periféricos de las grandes
ciudades del Tercer Mundo, en los núcleos rurales abandonados, en las chozas perdidas en
la selva, entre los enfermos de malaria o disentería, del cólera o el sida, entre los
hambrientos y sedientos de pan y de cultura, de higiene y de vivienda, de solidaridad y de
respeto a sus derechos, los misioneros y misioneras han "plantado sus tiendas"
-como dice San Juan, del Verbo de Dios al venir a vivir entre nosotros-, conscientes de
que lo que desde la lejanía resulta imposible, es viable mediante el diálogo
interpersonal, cercano y amistoso.
Seglares,
misioneros y misioneras consagrados para servir a los pobres
Los 19.000 misioneros/as
españoles que trabajan en el Tercer Mundo han asumido compartir la causa y la suerte de
los empobrecidos de la Tierra. A pesar de la escasez de vocaciones que se ha dado en otros
campos de la Iglesia, el número de misioneros no solamente no ha disminuido sino que se
ha ido incrementando durante las últimas décadas. Al número indicado, formado por
sacerdotes, religiosas y religiosos, habría que añadir el de los seglares que
constituyen el voluntariado misionero, movidos por el deseo de compartir las condiciones
de marginación y de indigencia de aquellos pueblos, consagrándose a la evangelización y
a la promoción social de los más desfavorecidos y olvidados del mundo, en un inmenso
esfuerzo concretado en obras como dispensarios y leproserías, escuelas y universidades,
asilos, orfelinatos, etc.

103. En el campo de la pastoral,
se trabaja intensamente en la preparación de laicos como agentes de la Palabra,
Catequistas y animadores de comunidades, todos ellos gentes del pueblo, enraízados en su
cultura, sus costumbres y sus problemas. Asimismo se intensifica desde hace tiempo la
promoción de sacerdotes y obispos autóctonos para aquellas iglesias87.
Agentes
de la evangelización
104. A estos datos hay que
añadir las innumerables actividades en talleres ocupacionales; cursos de capacitación
para obtención de empleo; promoción de la mujer campesina; atención a los llamados niños
de la calle
; cooperativas de producción, de viviendas, de comercialización, de
crédito y de consumo; excavaciones de pozos de agua potable, etc. Enseñándoles a
producir más y mejor, en la agricultura, la ganadería y las pequeñas industrias
agrícolas o artesanales; a utilizar los recursos locales; a preservar su medio ambiente;
a conocer y utilizar sus derechos; a cuidar la higiene y la salud según los conocimientos
modernos; a conocer los mecanismos económicos de los mercados, el ahorro, los préstamos
y la inversión, etc. Con este fin, las diversas instituciones de la Iglesia española
contribuyeron durante 1.993 con más de 20.000 millones de pesetas que llegaron de forma
inmediata y segura a los más necesitados.
Iniciativas
de promoción cultural y social
Al mismo tiempo, lo misioneros
han colaborado con los pueblos autóctonos en el redescubrimiento y valoración de sus
culturas ancestrales, creando más de doscientas emisoras de radio dedicadas a las lenguas
indígenas, celebrando la liturgia en su propia lengua, incorporando ornamentos y
símbolos de la cultura de cada etnia, promoviendo exposiciones y creando museos de las
artesanías y de las artes locales, potenciando las tradiciones populares, etc.

Si relevante es el empeño de
los misioneros y misioneras en estimular, acompañar y ayudar al desarrollo económico y
social de aquellos pueblos, de diversas y múltiples maneras; atendiendo en primer lugar a
las necesidades más urgentes, como el agua, la alimentación y la higiene. Despertando la
conciencia de su situación, promoviendo su organización y su responsabilidad,
capacitándoles para asumir sus propias reivindicaciones y su desarrollo. No es menos
importante, la ayuda que se les presta para que tomen conciencia de sus derechos
individuales y sociales, formándoles para ello y acompañándoles en sus luchas en
defensa de sus tierras, sus personas, sus costumbres y culturas, este es el caso del justo
apoyo a los derechos humanos de los pueblos indigenas88. Todo ello ha llevado,
en no pocas ocasiones, hasta el martirio a muchos sacerdotes, religiosos y religiosas,
tanto en Africa como en Iberoamérica.
Apoyo a
las legítimas aspiraciones y derechos de los pueblos del Tercer Mundo
105. Finalmente queremos unirnos
también a la recomendación del Documento «La caridad en la vida de la Iglesia»
para que los paises ricos alcancen la cuota del 0,7 % del PIB como aportación al
desarrollo de los paises más necesitados89.


106. Una vez que hemos hablado
de la actuación de tantos bautizados que individual o asociativamente trabajan en favor
de los necesitados, hemos descrito, en apretada síntesis, las obras de la Iglesia
española que tratan de cumplir el deber de la caridad cristiana. Vamos a recordar ahora,
para terminar este capítulo, cuáles son los criterios a cuya luz queremos caminar,
teniendo en cuenta, al mismo tiempo los principios de la fe y los datos de la coyuntura en
la que hemos de vivirla, la eclesiología del Vaticano II y el análisis de la realidad
que nos rodea aquí y ahora.

107. En la constitución sobre
la Iglesia, el Concilio Vaticano II enseña que "es deber permanente de la Iglesia
escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de
forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura, y
sobre la mutua relación de ambas"90. Y en otra parte dice: "La
Iglesia reconoce (...) cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social; sobre todo
la evolución hacia la unidad, el proceso de una sana socialización civíl y
económica"91.
Escrutar
los signos de los tiempos a la luz del Evangelio
108. La sociedad española se
mueve dentro de un estado social y democrático de derecho, que se compromete no sólo a
respetar las libertades sino a cuidar también de las necesidades. Aunque en modo alguno
se esté cumpliendo plenamente este segundo objetivo, tampoco podemos ignorar en justicia
las innegables mejoras que se han realizado en los diversos campos de la Seguridad Social.
Estado
social y democrático que se compromete a respetar las libertades y atender a las
necesidades
Hasta la fundación del Estado
moderno, en el mundo occidental era la Iglesia la encargada de atender todas las
necesidades de los menesterosos, con albergues, hospitales, hospicios, comedores,
escuelas, etc. El Estado social de hoy tiende a cubrir todos estos campos con los
abundantes medios económicos que recauda de los contribuyentes, promoviendo así un
trasvase de bienes que pretenden redistribuir de alguna manera la renta, disminuyendo así
las grandes diferencias entre unas capas sociales y otras.

109. Sin entrar ahora en el
juicio de si este ideal se está cumpliendo en España en grado suficiente -cosa que ya
hicimos antes de manera globalmente negativa-, lo que deseamos es decir como la Iglesia
entiende actualmente lo que puede y debe ser su actuación en este campo
caritativo-social, no como una competencia imposible y pretenciosa con otras instituciones
sociales del Estado, de las autonomías o de otras organizaciones no gubernamentales, ni
tampoco como mera suplencia en aquello que por cualquier causa no esté cubierto por la
Administración; ni siquiera como una aportación más de una ONG cívica, neutral o
anónima.

Aún teniendo en cuenta dichas
limitaciones y, al mismo tiempo, asumiendo y ejerciendo actividades y presencia similares,
creemos que el servicio caritativo-social de la Iglesia tiene aspectos específicos, que
ahora vamos a exponer en forma de criterios de actuación, seguidos cada uno de un juicio
valorativo de la situación actual.

La actividad
caritativo-social pertenece esencialmente a la constitución de la Iglesia
110. No se trata, por tanto, de
una mera suplencia de aquellas necesidades que no estén atendidas por la Administración
ni por la sociedad, sino de algo que brota de su mismo ser Iglesia, habitada y movida por
el Espíritu Santo para continuar la presencia y la obra de Cristo en el mundo,
manifestando así el amor de Dios Padre a los hombres. La acción caritativo social obra
de manera cuasi-sacramental en cuanto parte integrante de la acción pastoral de la
Iglesia, que no se reduce solamente a la predicación y los sacramentos, sino que se
extiende también al mandamiento de la caridad, en especial a los más pobres y
necesitados.
No es
mera suplencia sino parte integrante de la acción pastoral de la Iglesia
Con San Agustín, podríamos
decir que así como los sacramentos de la fe manifiestan la presencia salvífica de Cristo
dentro de la comunidad de los creyentes, la acción caritativa y social es como el
sacramento para los no creyentes92. En la vida del Señor encontramos
perfectamente unidas sus palabras y sus obras, su revelación sobre el Dios Amor y sus
signos, sus milagros de amor. Por ello, la acción caritativa y social debe integrarse
plenamente en la pastoral de la Iglesia. Si hubo algún tiempo en el que se habían
separado en exceso la Escritura y la Eucaristía, la predicación y los sacramentos, ahora
hemos redescubierto en las celebraciones la intrínseca compenetración de ambas. Quizá
nos falte todavía alcanzar en nuestra pastoral la perfecta unidad entre Palabra,
Sacramento y Caridad.

111. La acción caritativa y
social no se encuentra suficientemente integrada en la pastoral de conjunto de las
diversas diócesis93. Por una parte, la opción preferencial por los pobres no
ha sido realmente asumida por la comunidad cristiana en general, por lo que no se da
suficiente participación de los fieles en las diversas acciónes caritativas y sociales
que parecen más bien opciones no eclesiales sino particulares de algunos grupos o
personas con devoción particular hacia esos asuntos. Por otra, falta cohesión
entre las diferentes instituciones eclesiales consagradas a la acción caritativa y social
que tiende a actuar cada una por su cuenta, provocando así la carencia,al mismo tiempo,
del signo comunitario de la caridad y la referencia a la Iglesia local, dado que algunas
instituciones tienen carácter supradiocesano o internacional.
La
Pastoral de la Caridad no está todavía realmente integrada en la Pastoral Diocesana y en
la vida parroquial
Se requiere la creación de
plataformas de encuentro y coordinación, en las que se presenten y analicen las diversas
situaciones, se articulen los objetivos preferenciales y se preparen los medios y recursos
para alcanzarlos.

La acción caritativa y social tiene
también una dimensión de lucha por la justicia, sin olvidar la promoción social y la
asistencia personal




112. La acción caritariva y
social ha sufrido en los últimos tiempos diversas tendencias y tentaciones que la ponían
en peligro de polarizarse excesivamente en una u otra dirección, deformando así la
imagen de la verdadera caridad eclesial, más bien integradora que sectaria, interesada
por el hombre completo y por su completo bien: corporal y espiritual, material y cultural,
individual y social, temporal y transcendente, terreno y celestial. Esta unidad global,
que abarca tanto la ayuda individual frente a una situación de necesidad urgente como la
promoción social y la lucha por la reforma o cambio de las estructuras injustas, no
impide que en ocasiones ciertos grupos, instituciones o actuaciones se dediquen
especialmente de manera ocasional o habitual, a algunos aspectos parciales y problemas
especiales, pero siempre en relación y comunión con el conjunto de la actuación
eclesial.
Riesgo de
deformación en algunas acciones caritativas y sociales
113. En este aspecto,
lamentablemente, todavía se constatan en la acción caritativa y social actitudes y
actuaciones de talante evasionista, falsamente espiritualista y alienante, sin incidencia
ni implicación en los problemas de fondo que afectan a los necesitados; paternalismos que
no promocionan a los pobres, sino que los mantienen en una actitud pasiva y de dependencia
de sus bienhechores, así como tampoco faltan ciertas caricaturas de una falsa
caridad que con frecuencia tiene más de vanidad social que de auténtica entrega personal
y de solidaridad real con los necesitados, algo por lo demás, que desgraciadamente
también se sigue dando en organísmos públicos y privados no confesionales.

La acción caritativa y social debe estar
integrada de manera visible y significativa en la sociedad




114. Dentro del marco de un
Estado de derecho y no confesional, en una sociedad democrática y plural, la Iglesia no
pretende invadir los campos que no le pertenecen -como pueden ser la economía o la
política-, ni hacer competencia a otras instituciones que realizan actividades de
carácter social, asistencial o promocional, con las que puede coincidir. Solamente desea
hacer presente de manera pública y notoria, con paz y con respeto, en diálogo y
colaboración con todos, el mensaje del Evangelio de Jesucristo como una oferta de Dios a
los hombres. A este mensaje pertenece esencialmente prologar en la historia la actuación
del Señor "que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo
el pueblo", como dicen los discípulos de Emaús94.
Hacer
presente el mensaje del Evangelio en la historia
115. Sin ningún deseo de
protagonismo ni, menos aún, de exclusivismo, la Iglesia sólo pretende colaborar al bien
común de la sociedad en la que debe vivir el Evangelio del amor y de la caridad, la
fraternidad y la solidaridad. En este sentido, la Consulta anteriormente indicada revela
que la sociedad manifiesta una alta valoración y estima de la actividad caritativo-social
de la Iglesia. De manera especial, la atención cercana, realista y eficaz hacia los
necesitados; la ausencia de discriminación en la prestación de sus servicios; la
penetración social entre los desheredados, que le permite llegar hasta donde la
burocracia no podría hacerlo; así como el predominio del espíritu de servicio y de
ayuda, de respeto y colaboración, más que de afán de poder o de competencia con otras
instituciones gubernamentales o no gubernamentales.
Contribuir
al bien común de la sociedad
A pesar de todo, un juicio
crítico podría encontrar también entre nosotros bastantes deficiencias en este campo de
la acción caritativo social. Principalmente, por la gran distancia que existe entre
nuestros programas y propósitos y nuestras obras y presencias. Si la Iglesia somos todos;
si en España hay un tercio de católicos practicantes y otro tercio de católicos no
practicantes, y si la Iglesia ha hecho la opción preferencial por los pobres, se nos
podría preguntar que dónde están esos pobres; que no se advierte de manera suficiente
la presencia de los pobres entre nosotros y de nosotros entre los pobres.

116. Para desarrollar un tejido
social que vaya facilitando el paso de la democracia formal hacia la democracia real, es
necesario que el Estado descentralice todo lo posible ciertas actividades que estarían
mejor gestionadas por instituciones no gubernamentales, siguiendo el principio de la
subsidiariedad. La acción caritativa y social de la iglesia viene proponiendo hace tiempo
a los gobiernos central y autonómicos proyectos de actuaciones en favor de los
necesitados para su financiación, aceptando por supuesto una verificación de su
ejecución y resultados. Pero en muchas ocasiones nos tropezamos con la falta de
comprensión y de colaboración por parte de los gestores del bien común, a pesar de que
la Iglesia española cuenta en este campo con una infraestructura acaso única por la
extensión y ramificación en todo el territorio del Estado, por su cercanía directa a
los problemas del pueblo, por su motivación generosa y altruista, por su larga
experiencia y por su preparación especializada.
La
cooperación con las Administraciones Públicas
La acción caritativa y
social de la Iglesia debe ser católica y ecuménica
Reconociendo la riqueza y
complejidad de estos dos términos, en este criterio de actuación solamente queremos
referirnos a los aspectos que podríamos llamar internacional e inter-confesional
que debe tener la acción caritativa y social de la Iglesia.

117. Por una parte, como
católicos que nos llamamos no podemos reducirnos a los problemas de "nuestro
campanario", a las necesidades de nuestra parroquia ni siquiera de nuestra diócesis
o de nuestra autonomía política, sino que debe buscarse la solidaridad y la
colaboración entre todas las diócesis españolas, como una gran familia que comparte
penas y alegrías, necesidades y posibilidades.
Solidaridad
universal, sobre todo con los más pobres
Pero esto tampoco es suficiente.
Si la Iglesia ha sido siempre, por vocación, universal, hoy puede vivirlo y sentirlo más
que nunca, cuando el mundo se ha convertido en la llamada aldea planetaria. Así,
estamos vinculados a una comunidad de pueblos, en primer lugar en la Unión Europea, que
también es una comunidad de iglesias. Más allá, a todo el continente, así como a los
otros continentes de la tierra, que los cristianos mejor que nadie podemos entender como
una sola familia formada de hombres hechos a imagen y semejanza de Dios Padre, llamados a
ser hermanos en Jesucristo y templos del Espíritu divino.

Ahora bien, igual que en una
familia se ama a todos por igual pero se atiende más a los más necesitados, así
también la acción caritativa y social de la Iglesia debe volcarse más en donde hay
menos, estimar más a los menos apreciados y servir mejor a los que están en peores
condiciones. Bien sabemos, como recordábamos anteriormente en este documento, que es en
el Tercer Mundo donde están la mayoría de los pobres de la Tierra, y donde se dan las
mayores necesidades, injusticias y opresiones. Y también es un hecho evidente que los
pobres de los países pobres son mucho más pobres que los pobres de los países ricos.

118. Además de católica, la
acción caritativa y social debe ser ecuménica; es decir, en colaboración con los
cristianos de otras confesiones, con los creyentes de otras religiones y con todos los
hombres de buena voluntad, como el Concilio y el magisterio pontificio y episcopal
insisten constantemente.
Colaboración
ecuménica
La Iglesia Católico-Romana
reconoce en todos los bautizados la presencia del Espíritu, que reparte sus carismas a
quienes ha elegido para el bien común, y de hecho admira con gozo entre los hermanos
separados el ejercicio de la caridad hacia el prójimo realizado con generosidad y
entusiasmo. Asimismo, descubre en las diferentes religiones no cristianas la presencia
secreta de la gracia de Dios, como semillas del Verbo, como ya comentara san
Justino y ha recogido toda la Tradición, así como en todos los hombres de buena
voluntad; "Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros"95,
dice el Señor, que también supone que muchos obrarán a su favor sin saberlo
expresamente; ¿Cuando te vimos desnudo y te vestimos?" "Cuando lo hicisteis con
uno de estos hermanos más pequeños -necesitados-, conmigo lo hicisteis"96.

119. Hay que reconocer
humildemente que todavía nos falta mucho para alcanzar estos dos objetivos. Aunque no
faltan grupos cristianos, parroquias, diócesis y congregaciones religiosas que promueven
con generosidad diversas actividades en favor de los países subdesarrollados, todavía es
muy débil en la mayoría de los cristianos la conciencia de la responsabilidad que
tenemos respecto a los pobres del Tercer Mundo, salvo en ocasiones aisladas de una
campaña especial o de una catástrofe natural que hace recordar la trágica situación de
aquellos pueblos.

Todavía parece más
insuficiente el aspecto ecuménico de la acción caritativa y social. Si aun dentro de la
Iglesia católica se advierte gran dispersión en las actividades de los diferentes
grupos, parroquias, instituciones y congregaciones dedicadas a la acción caritativa y
social, la desconexión y el desconocimiento mutuo entre éstas y las promovidas por los
hermanos separados está muy generalizada97.

Aunque algunas circunstancias
especiales de la sociedad española, como es la escasa implantación de las comunidades
separadas en nuestro país, puedan explicar en parte esta deficiencia, tampoco podemos
justificar en modo alguno lo que parece un pecado de omisión de unos y de otros, que
frena la colaboración ecuménica que parece una exigencia de los signos de los tiempos y
es un encargo especial del último Concilio: "Este santo Sínodo exhorta a todos los
católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, participen diligentemente en la
labor ecuménica"98.










Más de una vez, dentro de la
Iglesia, hemos caído en la tentación de contraponer la vida activa y la contemplativa,
el compromiso y la oración, y más concretamente, hemos considerado la lucha por la
justicia social y la vida espiritual como dos realidades no sólo diferentes -que sí lo
son en cuanto a su objeto inmediato-, sino independientes y hasta contrarias, cuando no lo
son en modo alguno, sino más bien complementarias y vinculadas entre sí.
Hablando muy en general, toda
la vida cristiana se mueve dentro de la dinámica del doble mandamiento del amor a Dios y
al hombre, de la caridad afectiva y efectiva con Dios y con el prójimo. Tanto el Nuevo
Testamento como toda la Tradición, coinciden en señalar este aspecto como el fundamento
y la esencia de la vida cristiana, y los grandes santos no han hecho otra cosa que vivir y
predicar esta verdad central en la Iglesia99.
La caridad universal a los
hombres, precisamente para ser afectiva y efectiva, debe llegar a personas determinadas
que viven en unas circunstancias concretas. De aquí que la forma de ejercer este amor a
los hombres a lo largo de la historia de la Iglesia y a lo ancho de la geografía del
mundo puede ser variable hasta el infinito. Ahora mismo, como dijimos antes, puede y debe
seguir siendo también individual y ocasional, de persona a persona, pero también
institucional, estructural y política, en el sentido genérico de la palabra, para
aquellos que tengan esta noble vocación.
Por todo lo que venimos
diciendo, la Iglesia en general y cada cristiano en particular, debemos tener un amor de
predilección a los pobres, como lo tuvo el Señor y como lo encargó a sus seguidores. En
nuestro tiempo, tanto la Jerarquía como los teólogos y pastoralistas han concretado esta
actitud en la llamada "opción preferencial por los pobres y por los oprimidos".
Quisiéramos recordar ahora
los estrechos vínculos existentes entre la vida espiritual y la pobreza. Trataremos en
primer lugar del amor a la pobreza evangélica como ideal de la vida cristiana con valor
en sí mismo, y posteriormente hablaremos del amor a los pobres, entendida aquí la
pobreza en el sentido sociológico usual de indigencia, miseria y marginación.

120. Concebimos ahora la pobreza
como una forma de vida modesta y sencilla, pero digna y honesta; que no busca acaparar
riquezas para un mañana siempre incierto, sino que vive trabajando honestamente para
vivir en el presente; que se muere por la ansiedad de consumir cada vez más cosas y cada
vez más caras, sino que sabe saborear el valor de lo que está a su alcance, lo pequeño
y lo cercano; que vive en paz consigo mismo, con la sociedad y con el medio ambiente, sin
la mala conciencia de gastar inútilmente lo que otros hombres necesitan para no morir de
hambre o vivir en la miseria, ni colaborar al deterioro irreversible del planeta, dejando
para las siguientes generaciones un mundo inhabitable100.
La
pobreza, una forma de vida
Este ideal de vida ha sido
defendido y vivido a lo largo de la historia por diferentes tendencias humanistas, y aun
ahora mismo, cuando el mundo occidental ha fomentado y sostenido un ritmo de vida
hedonista y consumista que sirve de señuelo también hacia otros pueblos, no faltan
pensadores, grupos y movimientos sociales que comprenden y defienden que si queremos
salvar al hombre, a la sociedad y a la Tierra es preciso un cambio de mentalidad, una
vuelta a la austeridad, que no es enemiga de la modernidad ni del progreso, pero sí de un
materialismo embrutecedor que deshumaniza, rebaja y frustra al ser humano.

121. El cristiano puede asumir y
compartir esta forma de vida, y colaborar a su implantación y extensión con otros
hombres de diversas religiones y tendencias sociales que busquen también este ideal.
Pero, además, en nuestro caso, tenemos una motivación particular desde nuestra fe y
nuestro seguimiento del Señor. Como recordábamos anteriormente, la Santa Trinidad
eligió para la encarnación del Verbo una familia trabajadora, una actividad artesana
obrera, un trabajo artesano que les daba para vivir, con modestia y sencillez pero con
dignidad y nobleza, eligiendo además amigos y discípulos en general de su misma clase
social.
Modelo de
vida cristiana
Pero, además el Señor invitó
a todos sus seguidores a seguirle también en esta opción preferencial por la pobreza, y
esto por varios motivos:

Liberar el corazón



122. Jesús insiste
frecuentemente en su predicación sobre el grave peligro que para la salvación suponen
las riquezas: más díficil que entrar un camello por el ojo de una aguja101.
Porque ahogan la semilla del Evangelio en el corazón del hombre102. Por ello,
no se puede servir a Dios y a las riquezas103. La experiencia de todos los
tiempos demuestra que las riquezas terminan por acaparar y esclavizar el corazón del
hombre, convertido en un servidor dependiente del dios del dinero, al que sacrifica y se
sacrifica constantemente. Ya decía San Pablo que "los que quieren enriquecerse caen
en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los
hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia,
y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe, y así mismo se atormentan
con muchos dolores"104. Y nadie podría desmentir con hechos la aguda
observación de San Ambrosio, válida para todos los tiempos y acaso para los nuestros de
manera especial: "Cuanto más rico es un hombre, tanto más desea poseer"105.
Cuanto
más rico es el hombre más desea poseer
Confiar en la providencia
de Dios Padre
123. Como Hijo de Dios, Jesús
vive abandonado y confiado en la providencia de su Padre, e impone la misma actitud a sus
discípulos. No hay que vivir angustiados por el mañana, diciendo: "¿Qué vamos a
comer?, ¿qué vamos a beber?", "pues ya sabe vuestro Padre que tenéis
necesidad de todo eso"106. El Señor no invita a la pereza o la desidia.
El mismo trabajó en Nazaret, y en diversas parábolas presupone como un hecho normal la
actividad profesional del hombre en sociedad. Debemos hacer todo lo que esté en nuestras
manos para ganar el pan con el sudor de nuestra frente, pero no para acaparar muchos panes
para muchos días, por si luego nos falta. La oración del Señor nos invita a pedir
"el pan nuestro de cada día dánosle hoy", porque "a cada día le basta su
afán" -"o su problema"-107.
"No
acaparar muchos panes"
124. Esta actitud es fundamental
para la espiritualidad cristiana, ya que supone a la vez el abandono confiado y amoroso en
los brazos del Padre, el seguimiento de Jesucristo como hermanos y discípulos, lo cual no
puede realizarse si no es movidos por el Espíritu Santo. En la práctica de cada día,
esta opción verdaderamente fundamental podrá y deberá adoptar formas muy variadas. No
puede ser la misma en un monje que en un empresario, en un padre de familia numerosa que
en un célibe, en un científico que en una religiosa. Pero la pobreza evangélica es una
vocación universal para todos los bautizados, y no solamente para los que asumen con un
voto especial la pobreza de la vida consagrada.
Seguimiento
de Cristo y carisma
125. Dentro de la flexibilidad
de cada persona y circunstancias debe mantenerse siempre el ideal del Sermón de la
Montaña, a cuya cumbre no sabemos cuándo llegaremos si llegamos, pero hacia la cual es
necesario escalar diaria y esforzadamente. Dada la condición humana, con nuestro corazón
herido que tiende hacia la concupiscencia de las cosas materiales, y la envoltura de una
sociedad consumista, que nos invita constantemente a poner nuestra ilusión en nuevos
objetos que debemos tener para ser felices, podríamos decir: todo aquello que en mis
circunstancias necesito realmente y puedo adquirirlo fácilmente, debo tenerlo con acción
de gracias a Dios y el corazón desprendido. Aquello que teniendo en cuenta la pobreza
evangélica veo claramente que no me es indispensable, debo renunciarlo tajantemente. En
los casos de duda, que serán muy frecuentes, entre tener o no tener, siempre será mejor
y más seguro renunciar, para una mayor libertad de corazón. "Dichosos los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios"108.
Bienaventurados
los pobres
Compartir con el hombre
nuestro hermano
126. ¿Cómo podríamos concebir
la vida de Jesús, viviendo en la abundancia mientras otros hombres estuvieran en la
miseria?. ¿No es una contradicción flagrante que nos llamemos hijos de Dios si no nos
sentimos hermanos de todos los hombres?. ¿Y cómo podemos decir con verdad que somos
hermanos de los hombres si nosotros acaparamos lo que nos es innecesario cuando a otros
les falta hasta lo más necesario para poder vivir?. San Pablo nos recuerda cómo el
Señor "siendo rico, se hizo pobre por nosotros"109. Todo lo
compartió con nosotros, y a los discípulos les impuso esta norma tajante: "Vended
vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro inagotable en
los cielos, donde no llega el ladrón ni la polilla. Porque donde esté vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón"110. El libro de los Hechos nos
relata la práctica generalizada de la comunicación de bienes en la primitiva comunidad.
Y san Juan Evangelista, en su 1ª carta, insiste especialmente en el principio de que
"si alguno que posee bienes de la tierra ve a su hermano padecer necesidad y le
cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?. Hijos míos, no
amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad"111.
Comunicación
cristiana de bienes
Los Padres de la Iglesia, los
grandes predicadores y teólogos, los santos y fundadores han insistido unánimemente en
esta obligación de la caridad cristiana hacia los necesitados. Así, decía san Juan de
Avila: "Harto mal es que entre cristianos se diga que para que la limosna sea
obligatoria ha de ser en extrema necesidad. En negocio de caridad, no creáis a todos,
aunque sean predicadores. Aunque no sea la necesidad de muerte, si es grande la necesidad
somos obligados a cumplirla"112.

Respetar la creación



127. El Espíritu de pobreza
evangélica favorece una actitud en el hombre que le lleva a contentarse con lo necesario
para su propia subsistencia, sin malgastar inútilmente las riquezas de la tierra. En la
Sagrada escritura se expresa simbólicamente la vinculación entre el hombre y nuestro
planeta en el relato de la creación llamado yahvista. Yahveh hizo una figura
humana con el barro de la tierra, de la que toma su nombre: Adán, de la palabra
hebrea adamah (tierra), insuflándole después su aliento, su soplo de vida que le
hace imagen y semejanza de Dios. Luego le entrega el Paraíso para que lo cuide y lo
disfrute como rentero administrador113. Y es significativo que la ocasión
escogida para simbolizar el primer pecado del hombre es el mal uso de un árbol cuyo fruto
no debía tocar ni comer, por orden del propietario. Teniendo tanta abundancia de árboles
frutales de los que podía alimentar, parece que su orgullo y su voracidad se encendió
precisamente hacia la fruta prohibida, aunque ello supusiera perder el paraíso, convertir
el vergel en estepa.
No
malgastar inútilmente las riquezas de la tierra
¿No es esto lo que hacemos
cuando destruimos para siempre tantas especies de plantas y animales; contaminamos y
envenenamos los ríos y los lagos que podrían darnos de beber; incendiamos o talamos los
bosques que nos darían oxígeno y lluvias, sombra y recreo; convertimos los mares en
basureros industriales y nucleares: agotamos riquezas irrecuperables como el petróleo por
malgastar la gasolina y no buscar energías alternativas, y agujereamos rápidamente la
capa de ozono que nos protege como una placenta maternal?

128. Es también simbólico,
entre otras actitudes de Jesús en los Evangelios, el respeto y amor a la tierra, los
animales y las plantas; el gesto de mandar recoger las sobras de los panes y los peces,
después del milagro para dar de comer a la multitud. Se podría haber pensado
ingenuamente: Si con tanta facilidad puede multiplicar el pan, ¿para qué molestarse en
recoger las sobras? Jesús nos da una hermosa lección: Aunque Dios sea rico, no quiere
que sus hijos derrochemos y malgastemos. Un mendrugo de pan, venido de la mano de Dios,
todavía es digno de ser comido por sus hijos.
Amor a la
creación
Y es curioso destacar que
precisamente los santos más ascetas y austeros, como Francisco de Asís o Juan de la
Cruz, Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús, han sido los mayores contemplativos de la
creación, que se han extasiado con la naturaleza, desde la más humilde hierbecilla hasta
los altos cielos estrellados.


129. "Si me falta el amor,
nada me aprovecha". Bien podemos recordar aquí la conocida frase de san Pablo en el
himno a la caridad115. Si nos falta el amor, nos sobra burocracia. Podríamos
tener una perfecta organización, abundancia de medios económicos y expertos en problemas
sociales, pero si no tenemos caridad, nuestras instituciones serán frías, sin alma, y a
nuestra acción caritativa y social le faltará impulso, entusiasmo, entrega, constancia,
paciencia, ternura y generosidad, tan necesarias siempre en este campo de la atención a
la indigencia, la miseria y la marginación.
"Si
me falta el amor nada soy"
Es evidente que la ayuda
efectiva al necesitado es absolutamente indispensable como fruto de la caridad cristiana.
Pero caeríamos en un materialismo y pragmatismo inhumanos si olvidáramos la actitud
afectiva en una acción caritativa y social que pretenda llamarse realmente cristiana.

Quisiéramos hablar ahora de la
relación existente entre nuestra vida espiritual y el compromiso de la acción caritativa
y social. ¿Son dos campos separados e independientes? ¿Son opuestos e incompatibles? ¿O
se vinculan entre sí, como los vasos comunicantes, que suben o bajan de nivel
conjuntamente?

Un solo corazón



130. Cristianamente hablando, no
puede haber más espiritualidad que la que viene del Espíritu Santo. El formó a Jesús
en el seno de María, el día de la Anunciación; en la primitiva comunidad, el día de
Pentecostés, y en cada uno de nosotros, el día de nuestro bautismo. El es el alma de la
Iglesia, dándole vida y unidad, iluminándola con sus dones y enriqueciéndola con sus
carismas, a fin de que pueda dar testimonio de Cristo a través de la historia. El es el
Amor personificado de Dios; el que transforma y purifica los corazones de los discípulos,
cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes; de estrechos y
calculadores, en abiertos y desprendidos,; el que con su fuego encendió en el hogar de la
Iglesia la llama del amor a los necesitados hasta darles la vida.
La llama
que aviva el amor a los pobres
El Espíritu Santo no estrecha,
sino que dilata; no encierra ni encapsula, sino que empuja y misiona hacia el servicio del
amor. Así, cuando viene a María para la Encarnación no duda aquélla en dirigirse
presurosa, en un largo y penoso viaje, para alegrarse con su prima Isabel y ayudarla en
aquella situación. Y nada más recibirlo en el Cenáculo el día de Pentecostés, la
primitiva comunidad, antes escondida y amedrentada, sale a las calles de Jerusalén y al
mundo a dar testimonio del Evangelio de Cristo.

Aunque parezca débil entre los
grandes poderes del mundo, sólo el amor es fuerte: más fuerte que el olvido, que el odio
y que la muerte116. No se trata de un vago sentimiento, ineficaz, ni de frases
retóricas vacías, sino de obras de una caridad creativa, práctica y eficaz que
promovieron los grandes hombres y mujeres del amor que fueron los santos, como testigos e
instrumentos del Espíritu Santo.

Necesitamos el amor para vivir y
para dar vida, en especial para amar y servir a los olvidados y marginados del mundo. Pero
nosotros no podemos producir ese amor, ni suplirlo con técnicas psicológicas,
ideologías racionalistas o impulsos voluntaristas. Hemos de acudir con nuestra oración
perseverante al Espíritu Santo para que nos encienda en el fuego de su amor; para que
veamos al pobre como Cristo lo ve, le amemos como Cristo le ama, y le sirvamos como Cristo
le serviría en su tiempo, y quiere seguir haciéndolo en el nuestro, ahora por medio de
nosotros.

Un solo cuerpo



131. Si adoptamos para este caso
una de las figuras simbólicas de la Iglesia, la del Cuerpo de Cristo, de la que tan
frecuentemente habla San Pablo117, experimentamos la profunda unidad existente
en la vida cristiana entre la espiritualidad y la acción caritativo-social. El Verbo de
Dios se encarnó en Jesús de Nazaret como cabeza de la humanidad y señor de la historia,
no para un señorío de poder, sino de servicio; no de violencia, sino de amor; no de
opresión, sino de liberación. Mientras que en su vida histórica tuvo que limitarse a su
propia existencia, hasta que resucitó y se cumplió la promesa del Espíritu, desde
entonces se prolonga en cierta manera su incardinación a lo largo del tiempo y a lo ancho
del mundo, algunas veces de manera explícita y existencial, en todos los hombres de buena
voluntad.
Señorío
de Cristo: servicio y liberación
132. Así como nuestra fe
descubre a Cristo en la Eucaristía, que es su Cuerpo Místico, como lo
llamó la Iglesia de los primeros siglos, o en nuestro corazón por el Espíritu que se
nos ha dado, también debemos despertar nuestra fe para descubrirle en todos los hombres,
en particular en los más necesitados. No podemos afirmar un aspecto sin el otro, ni negar
uno sin negar el otro. La proporción dependerá de la vocación y de las circunstancias
de cada cristiano, de acuerdo con un constante discernimiento espiritual118. No
es que suplantemos la personalidad de cada hombre recubriéndolo con un imaginario pan-cristismo,
sino que reconocemos que el Espíritu de Dios ha asumido nuestra existencia para unirla en
simbiosis perfecta con el Cuerpo de Cristo que es en simiente y sacramento la Iglesia, y
en potencia y esperanza la humanidad entera.
En
simbiosis perfecta con el Cuerpo de Cristo
De aquí que, en principio y
bien entendido, y como lo dijeron algunos Santos Padres, tenga para nuestra fe el mismo
valor arrodillarnos en oración contemplativa ante el sagrario que encierra la
Eucaristía, que arrodillarnos junto al lecho del enfermo para curarle o limpiarle. Más
aún: como ya comentaba San Agustín, es Cristo (en nosotros) quien visita a Cristo (en
los otros).

Ahora bien: la Iglesia y los
cristianos de cada época debemos mirar muy bien cómo fue la vida de Jesús de Nazaret,
no para imitarla miméticamente sino para seguirla fielmente, adaptándola a nuestras
circunstancias. La pregunta que debemos hacernos con sinceridad y con frecuencia, a la luz
de la lectura del Nuevo Testamento, de la oración y de las mociones del Espíritu Santo,
sería ésta: ¿Cómo se encarnaría el Señor en nuestro tiempo y en nuestra sociedad
para cumplir la misma misión que cumplió en aquella época y en aquel pueblo?

133. En este aspecto, la Iglesia
de nuestro tiempo tiene un gran tesoro de doctrina social que puede y debe servirnos de
orientación general en la adaptación de las exigencias de la caridad cristiana a las
condiciones culturales, sociales y económicas de esta época. De todo esto venimos
hablando ampliamente en este documento, y a ello nos remitimos. Solamente quisiéramos
añadir ahora algunos aspectos especialmente significativos para nuestro propósito.
La
Doctrina Social


de la Iglesia
a) Espiritualidad de
inserción
134. Para salvarnos, Dios se
acercó a nosotros, vino a vivir con nosotros y entre nosotros; "Se despojó de sí
mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en
su porte como un hombre"119. La caridad acerca a los que estaban lejos. La
caridad iguala y comparte. Jesús manifestó una predilección muy especial a los pobres.
Nuestra caridad debe acercarnos a ellos de todas las maneras posibles, pero especialmente
en la convivencia, situándonos entre ellos para poder analizar las situaciones con
realismo, compartir sus problemas y buscar soluciones, recibir su amistad y también la
amistad especial del Señor con los que sirven a sus pobres.
La
caridad iguala y comparte
b) Espiritualidad de solidaridad



135. Jesucristo no solamente se
acercó a nosotros, sino que se solidarizó con nosotros, responsabilizándose de nuestras
deudas, curándonos de nuestras heridas, haciéndonos volver al buen camino para llevarnos
hacia la casa del Padre. "El mismo llevó nuestros pecados"120.
"Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros"121. El ha
venido "a buscar y salvar lo que estaba perdido"122. ¡Cuánto más
nosotros, en seguimiento de Jesús, debemos asumir la causa de los inocentes que sufren
del hambre, la miseria, la injusticia y la opresión!. Los cristianos debemos trabajar y
luchar en su defensa, siendo voz de los sin voz y colaborando con todas nuestras fuerzas
en su liberación. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé corazón de hermano hacia todos
los hombres, pero especialmente entrañas de misericordia para sentir compasión hacia los
más necesitados.
Con
entrañas de misericordia
c) Espiritualidad del
misterio pascual
136. Los discípulos de Jesús
no podemos engañarnos. Si seguimos sus pasos, los que a El le persiguieron también a
nosotros nos perseguirán123. Si luchamos contra las fuerzas de la mentira, la
injusticia y la opresión, poniéndonos de parte de los débiles, los pobres y los
oprimidos, tendremos que compartir también el desprestigio, la marginación, la
persecución y quizá hasta la muerte. Pero nosotros tenemos confianza en la Palabra del
Señor: "En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!; yo he vencido al
mundo"124. Aunque la experiencia inmediata de la cruz pareció desmentir
esta confianza, la Resurrección vino a confirmarla plenamente y para siempre.
Muerte y
vida en Cristo
137. Aún antes de llegar a un
momento límite, sabemos que la cruz de cada día es como un sacramento cuando la llevamos
por Cristo y con Cristo. En el camino del Calvario, el Cirineo tuvo el honor inmenso de
ayudar al Señor a llevar su cruz. También ahora nosotros podemos prestarle este servicio
si ayudamos a los más débiles a llevar el peso de una vida tan dura y tan difícil como
la que viven tantos hermanos. "Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame"125. Y san Pablo decía a los Gálatas:
Llevad cada uno las cargas de los otros126.
Ayudando
al hermano a llevar la Cruz
Si ayudamos al hermano a llevar
su cruz, estamos ayudando a Cristo, y entonces la llevamos juntos. De este modo sentiremos
que lo que parecía debilidad se convierte en fortaleza: el dolor y la muerte, en vida
para siempre.

Un solo Dios y Padre



138. Por Jesucristo, los
cristianos hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios Padre: "La
prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!"127. Así recordamos y actualizamos
diariamente en la oración que nos dejó el Señor: "Padre nuestro". Al ser
Jesucristo, el Hijo, Cabeza de toda la humanidad, todos los hombres son en principio hijos
de Dios y, por lo mismo, hermanos entre sí.
¡Abbá
Padre!
139. Los cristianos, por tanto,
nos sentimos hermanos de todos los hombres, formando una sola familia, aunque sea una
familia muy numerosa. Además, no se trata de ser hermanos de cualquier manera, como
tantas veces por desgracia se comprueba entre los hombres, en cuyas familias en ocasiones
se da el desinterés, la insolidaridad, la envidia y hasta el odio, la violencia y la
división. Nuestro modelo es Jesús, el hermano de todos, que no solamente nos amo
"hasta el extremo" a todos y cada uno128, sino que nos mandó que nos
amáramos los unos a los otros como El nos había amado, hasta la muerte129, y
que este amor sería como el distintivo de los cristianos130.
Hermanos
de todos los hombres
Aplicándola al objetivo
principal de este documento, la caridad fraternal del cristiano debe tener, entre otros
los siguientes matices:

a) Caridad universal



140. Debemos considerar, amar y
tratar a todos los hombres como hermanos, ya sean amigos o enemigos; cercanos o lejanos;
ateos o creyentes; buenos o malos, simpáticos o antipáticos. Más específicamente,
habría que añadir: pobres y ricos, explotadores y explotados; opresores y oprimidos;
torturadores y torturados. Uno de los deberes particulares del cristiano, por mandato y a
imitación de Jesús, es el amor a los enemigos131. Eso no significa en modo
alguno aprobar ciertas conductas insolidarias y asociales, ni ser indiferentes ante la
injusticia y la opresión.
Amar y
tratar a todos como hermanos
Jesús, cuyo nombre significa Salvador,
viene a salvar a todos, como un buen médico quiere curar a todos los enfermos, pero
aplicándoles diferentes remedios según su enfermedad. El Señor ama a los ricos y a los
pobres, a los fariseos orgullosos y a los humildes pastores, pero se lo manifiesta de
diferente manera. Así, por ejemplo, no tiene escrúpulos en visitar la casa de Zaqueo, el
colaboracionista con el poder opresor y explotador de sus connacionales, para convertirlo
a la solidaridad y la justicia, devolviendo lo injustamente adquirido y dando sus bienes a
los pobres.

Como Jesús, los cristianos
quisiéramos que todos los hombres se salven. Pero El mismo nos advirtió que los ricos
tienen grave peligro de perderse, por orgullosos, injustos y adoradores del dios-dinero,
mientras que recomienda a sus discípulos vivir modestamente, teniendo el corazón
desprendido de las riquezas materiales y compartiendo de nuestros bienes con los que
tienen menos.

Mientras no llegue ese ideal en
su plenitud, nosotros debemos trabajar y luchar incansablemente por acercarnos
progresivamente a él, por todos los medios y caminos que estén a nuestro alcance,
siempre movidos por el amor a todos los hombres, como hijos de Dios y hermanos nuestros.
El cristiano nunca puede moverse por el odio o la venganza. El mandato del Señor es
tajante: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que
os maldigan, rogad por los que os difamen"132. "Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber", decía ya el Antiguo
Testamento133. Y san Pablo, que reproduce este pasaje en la epístola a los
Romanos, añade: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el
bien"134.

b) Caridad liberadora



141. Como llamados a ser hijos
en el Hijo, Dios hizo al hombre libre. No para el mal, sino para el bien. No para el
pecado, sino para el amor. Sin embargo, dada nuestra condición, entraba en el concepto de
libertad poder usarla para el mal, a fin de que hiciéramos el bien por amor y no por
necesidad. De hecho, la historia del hombre es una triste historia de pecado, desde
nuestros primeros padres hasta nosotros mismos. La raíz del pecado es el orgullo frente a
Dios, cuyos caminos y consejos, el hombre pecador rechaza con autosuficiencia, ingratitud
y desamor, buscándose sus propios caminos, por los que no encuentra más que la
perdición. Como el hijo pródigo, cuando cree encontrar alejándose del Padre la libertad
y la felicidad, no encuentra más que la esclavitud, la miseria y la abyección135.
Liberación
de la esclavitud del pecado
El pecado repetido y habitual se
convierte en vicio, que esclaviza al hombre a sus propias pasiones, como sucede en los
casos más notorios socialmente del alcoholismo, la ludopatía, o la drogodependencia, tan
unidos además a sicopatías que no se puede saber si la enfermedad lleva al vicio o el
vicio lleva a la enfermedad. Conviene, sin embargo, advertir que aunque en algunos de
estos casos la compulsividad sea tan fuerte que llegue hasta a anular la responsabilidad,
y siempre generalmente a disminuirla, no obstante el hombre es más libre y por tanto
responsable antes de dejarse caer por la pendiente resbaladiza del pecado inveterado136.

142. Pero el pecado del hombre
no solamente esclaviza al que lo comete, sino que en muchas ocasiones produce como efecto
la opresión y manipulación de los demás. Por ceñirnos ahora al objeto de este momento,
la ambición de muchos hombres produce la opresión de otros, desde los tiempos antiguos,
con la esclavitud, hasta nuestros días, con los regímenes políticos totalitarios y las
estructuras sociolaborales y económicas injustas, tanto en el ámbito nacional como
internacional.
Y sus
efectos de opresión y manipulación de los demás
143. En este sentido, la
teología de la liberación ha sido en la Iglesia del post-concilio un grito profético en
favor de la liberación de tantos oprimidos por el peso de las estructuras políticas,
culturales, sociales y económicas. El Papa ha invitado a realizar un discernimiento de
dicha teología para mejorarla, potenciando sus valores y corrigiendo sus posibles
defectos, que pueden darse y se dan como en toda obra humana137.
Teología
de la liberación
144. Lo que debemos evitar
siempre es hacer un uso parcial y exclusivista del concepto de liberación reduciéndolo
solamente a lo espiritual o a lo material, a lo individual o a lo social,a lo eterno o a
lo temporal. Aunque en la actividad concreta podamos acotar objetivos parciales, la
acción caritativa y social debe tener un horizonte amplio, que abarque conjuntamente la
liberación de cada hombre, y también de las estructuras de la sociedad; la liberación
espiritual del pecado y de la infidelidad, por la conversión a Cristo y al Evangelio, y
la liberación material de la indigencia, la miseria y la marginación; la liberación
aquí y ahora, en nuestro tiempo, y la liberación futura y para siempre en el Reino de
los Cielos. Hemos de ofrecer, simúltaneamente, respuestas llenas de amor al hambre de pan
y al hambre de la Palabra que tienen los pobres del mundo.
Evitar
parcializaciones y exclusivismos
145. Jesús vino a
"anunciar a los cautivos la liberación, a devolver la libertad a los oprimidos"138,
y Pablo dice a los gálatas: "habéis sido llamados a la libertad"139.
Y si bien, por las condiciones de la sociedad de su tiempo y por las circunstancias de la
primitiva comunidad, no se hizo especial hincapié en los efectos sociales inmediatos de
tales principios, no solamente se habían puesto los fundamentos en esa dirección, sino
que no faltaron anticipaciones prácticas del mensaje fraternal y liberador del Nuevo
Testamento: así son comunitariamente, la solidaridad y caridad afectivas y efectivas que
demuestra la primitiva comunidad, en la que todos se consideraban hermanos e iguales; e
individualmente, el hermoso episodio del esclavo de Filemón, convertido por san Pablo,
que ruega a su dueño que ya no lo considere como esclavo, sino como hermano en la fe.
Energía
liberadora de los valores evangélicos
El ser humano es totalmente
libre sólo cuando es él mismo en la plenitud de sus derechos y deberes: y lo mismo cabe
decir de toda la sociedad. "La libertad con la cual Cristo nos ha liberado140
nos mueve a convertirnos en siervos de todos. De esta manera, el proceso del desarrollo y
de la liberación se concreta en el ejercicio de la solidaridad, es decir, del amor y
servicio al prójimo, particularmente a los más pobres"141.

Así se cierra en la concepción
cristiana el círculo de la libertad liberadora, la libertad no para la insolidaridad y el
capricho, sino para el servicio en el amor. Uno de los males de nuestra época es haber
llegado a confundir lamentablemente libertad con independencia. Cristo, el hombre más
libre de la historia, se autoproclamó el Siervo de Yahveh, que vino no a ser servido,
sino a servir y a dar la vida por nosotros, y que mandó a sus discípulos que entre ellos
el que sea mayor se haga el servidor de todos142.

c) Caridad escatológica



146. "Ahora somos hijos de
Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos", dice san Juan, con realismo y
esperanza al mismo tiempo143. Por eso nosotros, los cristianos "esperamos
pacientemente la esperanza de la justicia"144. Como se ha dicho con una
frase muy expresiva, la Iglesia de la historia vive entre el ya sí y el todavía
no
. Por una parte, vive en el gozo y se apoya en la garantía de que en Cristo
Resucitado el Reino de los Cielos ha llegado a nosotros. Por otra, reconoce que todavía
no ha llegado a su plenitud hasta que Cristo vuelva glorioso en su Parusía. De aquí que
la Iglesia del Concilio haya reconocido con humildad y afirmado con esperanza que la
Iglesia terrena no es ni más ni menos que sacramento del Reino de Dios, en cuanto
"sacramento universal de salvación"145.
Realismo
y utopía
Nosotros, los cristianos,
podemos ser a la vez realistas y utópicos no solamente sin contradicción, sino viviendo
la mutua implicación entre ambos aspectos. Vivimos al día apoyados en el ayer, sembrando
para el mañana. Podemos permitirnos el lujo de gastar -no de malgastar- el tiempo, ya que
contamos con la eternidad, sin que ese aparente fracaso de la experiencia inevitable de la
muerte amenace truncar nuestro proyecto. "Porque mil años a tus ojos, son como el
ayer que ya pasó, como una vigilia de la noche", dice a Dios el salmista146.
Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre"147. Y El nos prometió:
"El que cree en mí aunque muera, vivirá"148.

147. Nuestra historia individual
es muy corta, en relación con lo mucho que la humanidad tiene que andar en el camino
hacia el ideal de una "civilización del amor", como la ha llamado
frecuentemente Juan Pablo II; de una sociedad en la que reinen la justicia, la solidaridad
y la fraternidad. La acción caritativa y social de la Iglesia debe trabajar a largo plazo
y, al mismo tiempo, con urgencia; con paz y con premura,; como dice una frase ya tópica,
"sin prisa y sin pausa", y con sentido de continuidad, recordando la frase de
san Pablo: "Yo planté, Apolo regó, más fue Dios quien dio el crecimiento. De modo
que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta
y el que riega son una misma cosa; (...) colaboradores de Dios"149.
A largo
plazo y al mismo tiempo con urgencia
148. Esto exige de la acción
caritativo-social una actitud a la vez de humildad y de esperanza. Por una parte, ante
tarea tan ingente nos sentimos "siervos inútiles"150. Por otra,
sabiendo que trabajamos con Dios, por Dios y para el Reino de Dios, "todo lo puedo en
Aquel que me da fuerzas"151. Ni podemos establecernos por nuestra
cuenta
en la acción caritativa y social, independizándonos con autosuficiencia de la
inspiración y la gracia del Señor, ni tampoco enterrar el talento recibido con pereza y
con excusas de falsa humildad. Cristianos humanamente muy pequeños hicieron obras
gigantescas, movidos por la caridad de Cristo y la luz del Espíritu Santo para ayudar a
los necesitados.
Con
humildad y esperanza
149. La caridad escatológica
supone también la paz y la paciencia, para dar tiempo al tiempo, como el sembrador que
siembra la semilla contando con el trabajo de la tierra a lo largo de los días y las
noches: " El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra: ya
duerma o se levante, ya de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa
cómo"152. ¡Y no se podrá decir por eso que el Señor no se afanó
durante toda su vida para implantar el Reino...!. Muchas veces, en cambio, podemos echar a
perder la siembra con impaciencias y exigencias prematuras, perdiendo la paz escatológica
y la paciencia histórica, al no tener en cuenta los ritmos vitales de las personas y los
pueblos, ni los tiempos oportunos -kairoi- de la gracia de Dios, que no siempre siguen el
ritmo de nuestro reloj ni de nuestro calendario. La construcción de la nueva Jerusalén
durará hasta el fin de los tiempos.
Paz
escatológica y presencia histórica
150. Esto exige además las
virtudes también escatológicas de la perseverancia, la continuidad y la fidelidad, lo
que se expresa tan gráficamente con el conocido refrán popular de "a Dios rogando y
con el mazo dando". Los que nos dedicamos a construir ese inmenso edificio que ha de
ser la nueva humanidad o, lo que para nosotros es equivalente, el Reinado de Dios, debemos
conservar a la vez la grandiosa visión de conjunto y los detalles y filigranas de la
pequeña parte que a nosotros nos toca labrar. Debemos ser operarios metódicos que
trabajan a conciencia, sin perdonar esfuerzo, sin desgana ni desvío, sin abandonos ni
excusas, sino con laboriosidad, responsabilidad y fidelidad153.
Continuidad
y fidelidad
151. Por otra parte, tenemos la
certeza y la esperanza de que Dios mismo dará el último y definitivo remate a nuestra
obra al final de los tiempos. Dice el Concilio: "La Iglesia (...) no alcanzará su
consumada plenitud sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración
de todas las cosas154 y cuando, junto con el género humano, también la
creación entera, que está íntimamente unida con el hombre y por él alcanza su fin,
será perfectamente renovada en Cristo155.
En el
taller del Orfebre, hacia la plenitud
Aunque torpes aprendices en el
taller de un maestro genial, nosotros aspiramos a hacer una obra maestra. Ensayamos aquí
y ahora una sociedad y una humanidad cada vez más parecida al modelo de Dios en
Jesucristo. Cuando trabajamos entre los hombres para implantar la justicia, la
solidaridad, la colaboración y la amistad sabemos que nunca alcanzaremos una perfección
absoluta en todo el hombre y para todos los hombres. Sin embargo, ello no nos desanima,
porque sabemos que el Maestro dará al final unas pinceladas geniales que llevarán
nuestra obra a la perfección.

Ello no puede justificar en modo
alguno la pasividad o el fatalismo. En la constitución Gaudium et Spes advierte el
Concilio: "la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar,
la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia
humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo"156.

152. Pero sí puede levantar
nuestra esperanza hacia los bienes futuros que nos aguardan en el Reino, donde Dios será
"todo en todos"157 y así llenará plenamente esta sed insaciable de
bien que mueve el corazón humano sin descanso; "Hiciste nuestro corazón para tí, y
está inquieto hasta que no descanse en tí", decía San Agustín. Es que, como dice
san Pablo, "somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor
Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso
como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas"158.
"Todo
en todos"
153. Entretanto, los cristianos
"vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la
consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio:
"Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra" (Ef.1,10)159.
Peregrinos
hacia la consumación de la historia humana
154. "Ignoramos el tiempo
en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué
manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa;
pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra"160.
"Mientras no lleguen los nuevos cielos y la tierra nueva donde mora la justicia161,
la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, pertenecientes a este
tiempo, la imagen de este siglo que pasa, y ella misma vive entre las criaturas que gimen
con dolores de parto al presente en espera de la manifestación de los hijos de Dios (Cf.
Rom. 8,19-n)"162.
Al
atardecer de la vida se nos examinará del amor
Sin embargo, mientras caminamos
día a día hacia el Reino de Dios, el Dios del Reino ya ha venido a nosotros en nuestro
corazón: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos
a él, y haremos morada en él!, dice el Señor en la última Cena163. En el
libro del Apocalipsis invita al discípulo: "Mira que estoy a la puerta y llamo: si
alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo"164. Y al final de dicho libro, el discípulo pide al Maestro en
un grito de esperanza: "¡Amén! ¡Ven,Señor Jesús!"165.

Para terminar, recordemos que
este definitivo encuentro, donde se juega nuestro destino eterno, estará condicionado por
nuestra actitud afectiva y efectiva hacia los hombres más débiles y necesitados. Bien
podríamos decir, por tanto, teniendo en cuenta la necesaria adaptación del mensaje
cristiano a las condiciones sociales de cada tiempo y lugar, que el programa de
actividades que aquí presentamos como exigencias de la acción caritativa y social será
la piedra de toque para los cristianos y la Iglesia de nuestro tiempo, para que el Señor
pueda decirnos al fin de nuestra vida terrena y al final de los tiempos: Venid, benditos
de mi Padre, porque estaba parado y me disteis trabajo; era inmigrante y me acogisteis;
estaba hundido en la droga, el alcoholismo o el juego, y me tendisteis una mano para
levantarme; era un feto y me defendisteis contra el aborto para que pudiera nacer y vivir;
estaba muy anciano, enfermo y solitario, y vinisteis a limpiarme, hacerme la comida y a
darme compañía; era un niño de la calle, sin familia y sin techo donde cobijarme, y me
buscasteis un hogar donde poder crecer con afecto y con dignidad; era un campesino en el
Tercer Mundo, sin tierras ni trabajo, y luchasteis para defender mis tierras y mis
derechos...etc. Conmigo lo hicisteis166.




NOTAS:



  1. Cf. 2
    Cor 8,9.
  2. Cf. Lc 6,20.
  3. Cf. Mt 25, 31-46.
  4. SRS, 15.
  5. CA, 33.
  6. Consejo de Ministros de la Comunidad Económica
    Europea en su Segundo Programa de Lucha contra la Pobreza. 1984. Art. 1.2.1.
  7. Informe de la ONU sobre la situación social en el
    mundo, 1993.
  8. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1992.
  9. CA, 33.
  10. Ex 3,7-9; Cf. Sal 9,13; Is 61,1.
  11. Cf. Mt 25,42-45; Lc 16,19-31.
  12. Cf. Mt 10,9.
  13. San Ambrosio, De officiis ministrorum II,
    XXVIII, 137 PL 16,140.
  14. LG, 8.
  15. DM, 13.
  16. Mc 10,45.
  17. DM, Cap. VII.
  18. Cf. 2 Co 8,9.
  19. DM, Cap. VII.
  20. Jn 20,21.
  21. Lc 10,29-37.
  22. Mt 25,31-46.
  23. San Pedro Damiano, De eleemosyna, c. VIII, PL
    145,222.
  24. Cf. Gs, 69; SRS, 39 y 42; CA cap. IV.
  25. Cf. Veritatis Splendor, 40ss.
  26. GS, 19.
  27. Cf. Veritatis Splendor, 9.
  28. Is 61,1-2.
  29. Lc 4, 18-21.
  30. Cf. Mt 4,1; Mc 1,12-13 y Lc 4,1-13.
  31. Aludiendo a Is 35,5-6.
  32. Recordemos unas palabras del Cardenal Lercaro en el
    Concilio: «Quiero decir que el misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre
    todo hoy, en nuestros días, el misterio de Cristo en los pobres, ya que la Iglesia, como
    dijo el Santo Padre Juan XXIII, es la iglesia de todos, pero especialmente "La
    Iglesia de los Pobres"
    ». CONCILIO VATICANO II. Acta Sinodalia. Vol II, Parte II.
    Congregación General XL.1. Typis Polygrottis Vaticanis 1972.
  33. SRS, 16.
  34. Ibid.
  35. SRS, 16.
  36. Pontificia Comisión Iustitia et Pax. Al servicio de
    la Comunidad Humana: Una consideración ética de la Deuda Internacional, 1986.
    Presentación.
  37. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
    Informe sobre el desarrollo humano, 1992.
  38. Ibid.
  39. Ibid.
  40. Nota de la Comisión Permanente del Episcopado
    Español. «La dimensión socio-económica de la Unión Europea. Valoración ética».
    Julio de 1993. EDICE.
  41. CA, 42.
  42. Este ha sido el espíritu que predomina en el reciente
    acuerdo del GATT (en la Ronda Uruguay), firmado el 15 de diciembre de 1993.
  43. Cf. CA, 35,40,42,43.
  44. Cf. SRS, 16-17 y 37.
  45. Mt 25,26.
  46. Mt 7,21.
  47. Cf. Sínodo 1974, Madrid, 1975, p.69.
  48. Cf. SRS, 35,37,38,41,46.
  49. SRS, 41.
  50. Cf. Rm 5,1ss.
  51. Cf. Rm 3,24; 5,21 y ss.
  52. Amnistía Internacional.
  53. Mt 25,40.
  54. LG, 12a.
  55. Cf. nota 49.
  56. Cf. CA, 43.
  57. En la actualidad se destaca el valor performativo
    de la palabra humana, reconociéndole una fuerza moral transformante, como si fuera una
    herramienta, un instrumento creador de humanidad, de historia, cultura y sociedad.
  58. Cf. Congregación para la Educación Católica. Orientaciones
    para el estudio y enseñanza de la Doctrina Social de la lglesia en la formación de los
    sacerdotes
    . Ciudad del Vaticano, 1988.
  59. Cf. Veritatis Splendor, 38ss.
  60. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
    1905-1912.
  61. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
    1939-1942.
  62. GS, 69.
  63. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1883-85.
  64. Cf. CA, 44,45.
  65. Cf. Veritatis Splendor, 54,64.
  66. Cf. Gn. 1,1-2,4.
  67. Cf. CA, 60.
  68. Cf. Ca, 35,58,61.
  69. Cf. LG, 16.
  70. Cf. CA, 37,38.
  71. En torno a los 3 millones y medio (Encuesta Población
    Activa de noviembre de 1993).
  72. El desempleo de larga duración (más de doce meses a
    la búsqueda de empleo) afecta a casi la mitad de la población desempleada, e índice
    especialmente en los mayores de 25 años y las mujeres.
  73. Cf. CEPS «Crisis económica y responsabilidad
    moral
    », 3,4.
  74. Cf. CA, 46,47.
  75. Cf. «Católicos en la vida pública»,
    117-129.
  76. Cf. Art. 9,2,41.
  77. Cf. Ca, 10,15,19,35,43.
  78. Cf. CEPS, «Crisis económica y responsabilidad
    moral
    », IV c.; y Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española
    sobre la Huelga General del 27 de enero de 1994 (publicada el 13 de enero de 1994).
  79. Concilio Vaticano II. Decreto Apostolicam
    Actuositatem
    , 8.
  80. Ibid.
  81. Gs, 77.
  82. Cf. Mt 25,40.
  83. Cf. Cor. 13,8-13.
  84. Cf. CA, 49.
  85. Hch. 20,35.
  86. Con el Acuerdo sobre la asistencia religiosa en los
    Centros Penitenciarios, firmado entre la Administración Central y la Conferencia
    Episcopal en Mayo de 1993, se consolida y desarrolla la presencia de la acción
    caritativo-social entre los encarcelados y sus familias.
  87. Una muestra de este impulso evangelizador en el
    Continente Africano se puede observar a través de la reflexión y propuestas del Sínodo
    Africano, que tiene lugar en este año 1994.
  88. El año 1993 fue declarado por la ONU Año
    Internacional de los Pueblos Indígenas, en el que se hace un llamamiento a respetar los
    derechos humanos de estos pueblos.
  89. LX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal
    (15-19 de noviembre de 1993), Propuesta, II, 4 a.
  90. LG, 4.
  91. GS, 42.
  92. Cf. Comentario al salmo 103, 14. PL 37, 1349.
  93. Según se desprende de la Consulta realizada
    conjuntamente por la Comisión Episcopal de Pastoral Social y la Comisión Mixta de
    Pastoral de la Caridad en 1988 sobre unos 6.000 miembros de las instituciones consagradas
    a la Pastoral de la Caridad en toda España.
  94. Lc 24,19.
  95. Cap. 9,40.
  96. Mt 25,31-46.
  97. Solamente en algunas ciudades como Málaga, Madrid o
    Barcelona, entre otras pocas de características similares en este aspecto, se da cierta
    colaboración entre la comunidad católica y las comunidades evangélicas, protestantes,
    ortodoxsas o anglicanas en el campo de la acción caritativa y social.
  98. Concilio Vaticano II. Unitatis redintegratio,
    4.
  99. Recordemos el conocido ejemplo de San Vicente de
    Paúl, cuando dice que dejar la oración por atender a un enfermo es "dejar a Dios
    pos Dios". San Vicente de Paúl, Obras completas, Sígueme, Salamanca
    1972-1986, 14 vols. en 12 tomos, IX/2, 725.
  100. Cf. «Catecismo de la Iglesia Católica», nn.
    2544-2547.
  101. Cf. Mt 19,24.
  102. Cf. Mt 13,22.
  103. Cf. Mt 6,24.
  104. 1 Tm. 6,9-10.
  105. San Ambrosio, De Nabuthe Jezraelita, c.II,4, PL
    14,732.
  106. Mt 24,34.
  107. Mt 6,34.
  108. Mt 5,8.
  109. 2 Co. 8,9.
  110. Lc 12,33-34.
  111. 1 Jn 3,17-18. Cf. Hch. 2,44-46; 32-35.
  112. Obras Completas, Madrid 1970. IV 349-354.
  113. Cf. Gn. 2,4b-17.
  114. Cf. «Catecismo de la Iglesia Católica»,
    2443-2449.
  115. 1 Co. 13,3.
  116. Cf. Cant. 8,6-7.
  117. Cf. Hch. 9,4; Rom. 12, 4-5; 1 Co. 12, 12-13; Ef. 1,23;
    Col. 1,18, etc.
  118. Cf. Mt 25,31-46; Lc 10,38-43; Jn 12, 1-7.
  119. Fil. 2,6-7.
  120. 1 Pe. 2,24.
  121. 2.Cor. 5,21.
  122. Lc 19,10.
  123. Cf. Jn 15,20.
  124. Jn 16,33.
  125. Lc 9,23.
  126. Cf. Ga 6,2.
  127. Ga 4,6.
  128. Jn 13,1.
  129. Cf. Jn 13,34.
  130. Cf. Jn 13,35.
  131. Cf. Mt 5,44.
  132. Lc 6,27-35.
  133. Pr. 25,21.
  134. Rom. 12,21.
  135. Cf. Lc 15,11-16.
  136. Cf. Veritatis Splendor, 69-70.
  137. Cf. SRS, 46; Congregación para la doctrina de la fe,
    Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación, Libertatis
    nuntius
    , (6 de agosto de 1984); Instrucción sobre la libertad cristiana y
    liberación, Libertatis conscientia (22 de marzo de 1986).
  138. Lc 4,18.
  139. Ga 5,13.
  140. Cf. Ga 5,1.
  141. SRS, 46. Cf. Libertatis conscientia, 24; Veritatis
    Splendor
    , 33ss.
  142. Cf. Mt 20,24-28; Jn 13,2-17.
  143. 1 Jn 3,2.
  144. Ga 5,5.
  145. LG, 48; GS, 45; AG, 1; etc.
  146. Sal. 90,4.
  147. Heb. 13,8.
  148. Jn 11,25.
  149. 1 Co. 3,5-9.
  150. Lc. 17,10.
  151. Flp. 4,13.
  152. Mc 4,26-29.
  153. Cf. CA, 32.
  154. Cf. Hch. 3,21.
  155. Cf. Ef. 1,10; Col. 1,20; 2 Pe.3,10-13. LG, 48.
  156. GS, 39.
  157. I Cor. 15,28.
  158. Flp. 3,20-21.
  159. GS, 45.
  160. GS, 39.
  161. Cf. 2 Pe 3,13.
  162. LG, 48.
  163. Jn 14,23.
  164. Ap. 3,20.
  165. Ap. 22,20.
  166. Cf. Mt 25,31-46.







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