Conquista musulmana de la península ibérica
Conquista musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII | ||
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![]() El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. Representa a las tropas visigodas en la batalla de Guadalete |
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Fecha | 711-726 (15 años) | |
Lugar | Península ibérica | |
Resultado | Victoria musulmana e instauración del Valiato de al-Ándalus | |
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La conquista del reino visigodo por dirigentes musulmanes del Califato Omeya
fue un proceso largo, que duró quince años, del 711 al 726, en el que
se llegó a tomar la península ibérica y parte del sur de la actual Francia; si bien lo que era el territorio peninsular del reino estaba ya conquistado en el 720,
tras diez años del inicio de la conquista. Un poco antes de acabar la
conquista del reino visigodo en su parte nororiental, los conquistadores
fueron echados de la costa y las montañas de la actual Asturias. Aunque el proceso en total ocupó todo ese tiempo, la cronología no es exacta en cuanto a los años y las fechas, sino solo aproximada, pues las fuentes difieren entre sí.
Índice
Fuentes
Los textos musulmanes son más bien tardíos. Las fuentes más antiguasfechadas con certeza y que hablan de la conquista de la península en su
conjunto son el Ta´rij (Historia) del andalusí Ibn Habib (muerto hacia el año 853) y el Futuh Misr (Conquista de Egipto) del egipcio Ibn Abd al-Hakam (muerto en 871). Se trata, por tanto, de obras redactadas un siglo y medio después de la conquista.
En su conjunto, los textos latinos son mucho más escasos, pero más cercanos a los acontecimientos. El más importante y conocido es la Crónica mozárabe de 754, escrita a pocos decenios de acabada la conquista, por un cristiano que vivía bajo la dominación de los gobernadores musulmanes de Córdoba.5
Ibn Hazm, en el siglo XI, fue el único autor que nos dejó algunas indicaciones sobre los grupos tribales que pasaron a al-Andalus en la época de la conquista.6
Contexto
Un repaso a la historia de las primeras conquistas musulmanas nos hace ver que solo la conquista del actual Magrebfue más costosa (treinta años), pues en otros puntos la acción de los
conquistadores musulmanes fue más rápida que en la península: seis años
para dominar toda la península arábiga (628 al 634); cuatro años Siria (634 al 638); cinco años Egipto (638 al 643); un año Tripolitania y Cirenaica, Libia (644); seis Mesopotamia (636 a 642) y ocho años Persia (642 al 650).
Lo largo de este proceso de conquista del reino visigodo, que
requirió numerosas campañas, constantes refuerzos militares y pactos con
núcleos resistentes, se debe a varios motivos: lo escaso de las fuerzas
musulmanas que lo conquistaron, los constantes levantamientos entre los
visigodos, la difícil orografía del territorio y la fuerte base de asentamiento social del anterior reino visigodo.
Sin embargo, la gran centralización política del reino, la
inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento
de la hacienda real (especialmente durante el reinado de Witiza)
y la pérdida de poder del rey frente a los nobles fueron elementos que
facilitaron la acción de los conquistadores, así como el uso de la densa
red de calzadas romanas, que aún existían y facilitaban los
desplazamientos de su ejército.
Pero el factor quizás más importante para la caída visigoda fue la
grave crisis demográfica del reino, que en los últimos veinticinco años
había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las
epidemias de peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo VII, especialmente durante el reinado de Ervigio, y que se repitieron también con gran dureza bajo el de Witiza, el antecesor de Rodrigo.
Además, existía una fractura política importante entre dos grandes
clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, y que llevaba
varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando
constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de Wamba-Égica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de Chindasvinto-Recesvinto,
al que pertenecía Rodrigo. Esta situación dividió al estamento
aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables,
hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como
instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los
musulmanes.
Los conquistadores musulmanes también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense
y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los
centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de Narbona, Tarragona, Sagunto, Elche, Lucena, Elvira, Córdoba, Mérida, Zaragoza, Sevilla, Málaga y de la capital, Toledo.
La ayuda que los judíos
prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría
conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la
legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suintila, y contra el criterio de obispos como el cartagenero San Isidoro, obispo de Sevilla, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes musulmanes el mismo estatus que la población cristiana.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Égica (excepto los de la Narbonense,
con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última
epidemia de peste), bajo la acusación de que conspiraban contra el rey
con los musulmanes del norte de África.
Estos ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo
que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura
conquista.
Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de
África que habían huido de aquella zona, y que informaron del apoyo dado
a los musulmanes por parte de los judíos de allá; lo cual era lógico
dado que su situación allí era también de acoso por el poder bizantino.
Pero además de los judíos étnicamente puros de la diáspora, en el norte de África había bereberes
que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los
cuales dieron apoyo a los musulmanes en su conquista y se unieron a
ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela. Verdad o
pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos.
Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.
Una última precisión, previa al relato de los acontecimientos, es que
el reino visigodo tan solo cubría el territorio peninsular y la Septimania en el sur de Francia. Baleares
estaba bajo soberanía bizantina y quedó excluida del proceso musulmán
de conquista. Siguieron bajo control bizantino algunos años más, para
pasar después a depender, al menos nominalmente, del reino franco (798),
por propia petición, para que los defendiera de los ataques musulmanes.
Estos ataques continuaron y hubo varios tratados de paz, poco
respetados, y cierta sumisión política, hasta la conquista por el Emirato de Córdoba entre los años 902 (Ibiza y Mallorca) y 903 (Menorca).
Antecedentes
Conquistas musulmanas en el norte de África
Mapa representativo de la división del reino visigodo.
al final de 670. De hecho, consta que en el año 687, bajo el reinado de
Ervigio, los musulmanes realizaron una primera incursión contra las
costas levantinas.
El propio Uqba había comenzado en el año 669 la conquista de los
territorios bizantinos en el norte de África, cuya culminación posterior
fue el resultado de más de treinta años de guerra, en los que los
musulmanes fueron ocupando poco a poco la totalidad de África del norte,
incluyendo los reinos cristiano-bereberes.
Tras los primeros éxitos de los musulmanes, la rebelión bereber
contra los conquistadores los expulsó de nuevo hasta Libia, llegando los
bereberes a tomar la nueva capital musulmana de Ifriquiya, Qairuán. Los
musulmanes, en sucesivas campañas, conquistaron de nuevo estas tierras,
e incluso los puertos con ciudades amuralladas que habían permanecido
siendo bizantinos; como Cartago,
que arrasaron, a pesar de contar con la ayuda de una flota bizantina, a
finales del año 697. Y aún tardaron otros ocho años en volver a someter
el resto del norte de África, que culminó en el año 705 con la
conquista de Tánger. Todo esto obligó a posponer los planes de conquista
de Hispania, hasta acabar con dicha rebelión.
Con anterioridad a la invasión de la península ibérica conquistaron
Ceuta (710), fortaleza que había sido objeto de constante lucha entre
visigodos y bizantinos. Dicha ciudad había vuelto a manos visigodas unos
veinte años antes, aprovechando la caída del África bizantina. Según
una leyenda muy improbable, Don Julián, gobernador visigodo de Ceuta, cuya hija, la Caba, habría sido violada por Rodrigo, habría proporcionado ayuda logística al ejército musulmán.
Los musulmanes también habían estado reconociendo el terreno,
tanteando las costas españolas con breves ataques y saqueando varias
ciudades: el primero, ya citado, bajo el reinado de Ervigio, y el último
en julio de 710, tras la conquista de Ceuta, con el desembarco de Tarif
ben Malluk en la isla de Tarifa y su posterior vuelta al norte de
Africa.
Al parecer, también habían entrado en tratos con los nobles opuestos
al rey Rodrigo. No está claro si los nobles leales a los herederos de
Witiza (puede que incluso el propio rey Agila II, al que luego
nombraremos) pidieron el apoyo musulmán (como hizo Atanagildo con los
bizantinos, a quienes dio a cambio una parte del territorio) pero, en
todo caso, la división existente benefició a los musulmanes. Estos, sin
embargo, si dicho acuerdo existió, no lo respetaron.
Conflicto interno del reino visigodo
Reino visigodo antes de la conquista musulmana.
No se sabe con certeza si se había sublevado previamente contra dicho
rey, venciéndolo, pero sí que consiguió la mayoría de los apoyos en la
asamblea electoral de los nobles. Era, por tanto, el rey legítimo, según
el derecho visigodo.
Sin embargo, un sector de la nobleza apoyó a otro rey, Agila II, que era dux
de la Tarraconense. Agila II gobernó en el Nordeste (en el sur de
Francia, en la actual Cataluña y en el valle del Ebro, es decir, las
provincias visigodas de Iberia y Septimania, en parte equivalentes a las
antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense) e incluso
acuñó monedas propias. Puede que Agila II fuese ya antes, desde 708, rey
asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía (algunas fuentes
lo citan como hijo suyo, aunque es poco probable).
El reino, pues, estaba en una situación de conflicto civil o, al
menos, dividido con alguna suerte de acuerdo de reparto y asociación
(como ya había ocurrido varias veces en el pasado). Y a los pocos meses
de haber subido Rodrigo al trono, en una situación no unánime y
vulnerable, se produjo la invasión.
Fases de la conquista
Conquista militar del sur de la península
Según algunas fuentes, Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, dependiente del walí de Egipto, ordenó a su lugarteniente, Tariq ibn Ziyad, que iniciase la conquista. Tariq era bereber,ligado por una relación de clientela con una tribu musulmán, y liberto
del gobernador de Ifriqiya, Musa ibn Nusayr. Sin embargo, otras fuentes
conjeturan que Musa no conocía los planes de Tariq, que este actuó por
su cuenta, y que Musa sólo vino en su apoyo tras conocer su victoria.
Sea cumpliendo órdenes o por propia iniciativa, Tariq ibn Ziyad
desembarcó a principios del año 711, con el inicio de la primavera, en
la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Traducta),
con un ejército de unos 7000 hombres fundamentalmente bereber (sólo
recientemente sometidos), e incluso cristianos del norte de África. (Las
fuentes musulmanas hablan de entre 1700 y 12 000 hombres, considerando
7000 hombres una cifra intermedia y bastante repetida en la
historiografía). Tariq se asentó en el peñón de Gibraltar (nombre que deriva de este conquistador, Ŷebel at-Tariq,
'Montaña de Tariq'), bien protegida por su altura, mientras iba
recibiendo todo su ejército en sucesivos desembarcos. Desde allí comenzó
a saquear zonas y ciudades de la baja Andalucía.
Tariq aprovechó militarmente el hecho de que el conde de la Bética
estaba con Rodrigo en una campaña en el norte, al parecer contra los
vascones, ya que cuando el rey realizaba una campaña militar solía
llevar a los condes del reino con él. Esto era por una doble razón:
porque necesitaba de sus recursos humanos para reunir un ejército y para
evitar su sublevación mientras él realizaba una campaña militar por
otras tierras. En años anteriores hubo varias incursiones militares
musulmanes contra algunas ciudades del sur, que habían sido rechazadas o
que se habían retirado al poco tiempo tras obtener suficiente botín.
Por ello, esta incursión de Tariq no despertó inicialmente una gran
preocupación.
Además, de acuerdo con las leyes para tiempo de guerra promulgadas por Wamba y retocadas por su sucesor Ervigio,
todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor
de la zona donde hubiese surgido el peligro tenían la obligación de
tomar las armas, sin necesidad de especial convocatoria, ante la sola
noticia de la existencia del mismo. Esto, a pesar de las duras sanciones
previstas, no siempre se cumplía. Pero está claro que los nobles
terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y
cosechas, y que el conde de cada territorio tenía como una de sus
funciones la defensa del mismo.
Batalla de Guadalete
El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del Prado, Madrid).
de la península no podían con Tariq, y que éste no se retiraba como
había ocurrido en anteriores ataques musulmanes, Rodrigo acudió contra
él.[cita requerida]
Rodrigo también retrasó su reacción porque se encontraba en plena lucha
por las tierras del norte. En ese momento estaba sitiando la ciudad de
Pamplona, cuyas murallas habían sido restauradas no hacía mucho por el
rey visigodo Wamba. Esta ciudad o bien había caído en poder de los
vascones o bien estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II.
Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado.
Cuando las tropas comandadas por Rodrigo entraron en contacto con las de
Tariq ya habían pasado varios meses desde su llegada al sur. Durante
ese tiempo Tariq ibn Ziyad había obtenido el refuerzo de cinco mil
bereberes más.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de que organizar un ejército no
era fácil en los últimos tiempos del reino visigodo. Ello se debía a que
la pérdida de propiedades del Patrimonio de la Corona, de donde se
obtenía el reclutamiento de los siervos que atendían tales propiedades,
hizo que el rey tuviese un ejército propio muy menguado y dependiera en
gran medida de los efectivos aportados por los nobles. Aunque había
leyes que penaban y multaban fuertemente a quienes no acudían a apoyar
al rey, muchos nobles preferían mantener las labores agrícolas, fuente
de sus ingresos. Si a ello unimos el problema de Agila II en el noroeste
y la división nobiliaria en su propio bando, el resultado fue que,
además de tarde, el ejército de Rodrigo no debía de ser muy numeroso.
Este ejército además de reducido estaba dividido, y surgieron
desacuerdos que motivaron luchas internas y deserciones. Parece muy
probable que, incluso, Tariq recibiera en el transcurso de la batalla
apoyo de nobles witizanos que acompañaban al rey.
La consecuencia de todo ello fue que Rodrigo resultó derrotado en la
batalla del río Guadalete (aunque algunos historiadores la sitúan más al
sur, en los ríos Salado o Barbate, o junto al lago de la Janda, o
incluso junto al río Guadarranque). Sea donde fuere, la batalla tuvo
lugar a finales de julio de 711, precedida de diversos tanteos y
escarceos durante varios días, muriendo en ella o inmediatamente después
el propio rey Rodrigo. Los nobles que permanecieron con el rey y sus
opositores witizanos murieron también en su mayoría.
La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells. (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid)
lujo, dado el fasto y lo rico del ajuar que utilizaban los reyes
visigodos desde Leovigildo, imitando la pompa y riqueza de la corte de
los emperadores bizantinos.
A la muerte de Rodrigo, un sector de la nobleza eligió a Oppa, hijo del rey Egica y hermano de Witiza,
si bien nunca fue aceptado mayoritariamente ni, al parecer, coronado
como tal. Hubo enfrentamientos entre los propios visigodos, con los
leales a Agila II y con otros nobles no witizanos que se negaban a
aceptar al nuevo rey. Oppa pudo contar inicialmente con la permisividad o
apoyo de las fuerzas musulmanas, pero en todo caso acabó por
enfrentarse a ellos.
Tras haber asentado Tariq una pequeña cabeza de puente en el sur, Musa ben Nusayr, gobernador de Ifriquiya,
llegó a Hispania en ese mismo año. Desembarcó con otro ejército, de
unos 18 000 hombres, en la ciudad de Cádiz, ya bajo control musulmán.
Las fuerzas musulmanes, así reforzadas, conquistaron fácilmente, casi sin resistencia, Medina Sidonia.
Después se dirigieron a sitiar Sevilla, pero esta última solo cayó tras
un mes largo de asedio. Sevilla era importante, pues esta ciudad era la
capital de la provincia visigoda de Hispalis y de esta forma se evitaba
una acción coordinada desde esa zona. Así queda completada la acción
inicial de la conquista, asentando un territorio propio mínimo desde el
que poder iniciar un proceso más amplio.
Conquista del tercio meridional
Guerreros musulmanes representados en el manuscrito musulmán de la Maqamat Al-Hariri مقامات الحريري, aprox. del siglo XI. Yahya ibn Mahmud al-Wasiti
operaciones militares. Desde esta ciudad salieron dos ejércitos, que
empezaron a operar por separado en la península: uno se dirigió hacia
Córdoba, capital de la provincia visigoda de la Bética, y otro hacia
Mérida, capital de la provincia de Lusitania. Se trataba de rendir
cuanto antes los centros de poder administrativo y militar visigodos (ya
se ha explicado antes la fuerza militar que organizaba cada provincia),
de forma que no pudiera haber una respuesta coordinada y contundente de
estos.
Además, Musa, muy bien informado y aconsejado, pretendía llegar
cuanto antes a Toledo, capital del fuertemente centralizado reino
visigodo, y era importante eliminar pronto los obstáculos para dirigirse
hacia Toledo lo más rápidamente posible. Para ello, utilizaron el
trazado de las calzadas romanas, lo que facilitaba su traslado y la
sumisión, por la fuerza o por rendición, de las ciudades que se
encontraban en su trayecto.
Tariq avanzó por el Guadalquivir, y cerca de Écija tuvo lugar una
nueva batalla en campo abierto, dada por los restos del ejército real y
refuerzos de la provincia Bética, que se habían podido reorganizar
gracias al mes que duró la resistencia de Sevilla. Los musulmanes
vencieron de nuevo, la ciudad de Écija también se les rindió y siguieron
rápidamente para tomar Córdoba por sorpresa (excepto la ciudadela,
cuyos defensores fueron asesinados en su totalidad por los musulmanes
tras ser rendida por el conde visigodo de la ciudad). Luego continuaron
para tomar, ya casi sin resistencia tras la caída de la capital de la
provincia, otras ciudades de la Andalucía oriental, como Málaga y
Granada en el sur o Martos, Jaén y Baeza en el norte.
Mientras, Musa se dirigió hacia Mérida, utilizando la calzada que
desde Sevilla iba hacia esa ciudad y luego seguía hasta Toledo,
discurriendo por Cáceres y Talavera la Vieja. Pero Mérida se resistió
fuertemente, abastecida por su puerto fluvial y agrupando el ejército
provincial en el interior de sus imponentes y fuertes murallas. Para no
retrasarse, Musa tuvo que dejar allí un contingente de asedio mientras
él continuaba con el grueso del ejército hacia su objetivo.
Musa continuó por la calzada romana, conquistando Cáceres y Talavera
la Vieja, hasta llegar a Toledo. Allí Tariq se unió al ejército de Musa.
Para ello Tariq había seguido la calzada romana que iba desde Linares,
ciudad ya controlada por los musulmanes, pasando por Despeñaperros y
Consuegra (Consabura), hasta Toledo; dejando algunos contingentes en el
sur.
Conquista del centro peninsular
Sucesivas campañas durante la conquista de la Península Ibérica desde el 711 hasta el 719.
acabar el año 711; haciendo huir al nuevo rey, Oppa, que quizás murió
pronto o que, al menos, ya no volvió a ejercer como tal, y ejecutando a
cuantos nobles había en la ciudad; aunque muchos de ellos, como el
propio Arzobispo, huyeron antes de que fuera sitiada. Abandonada de
antemano por quienes podían haberla defendido, la tímida resistencia que
pudo oponer la ciudad fue rápidamente vencida.
La caída de Toledo buscaba un efecto psicológico, que sin duda tuvo, y
un efecto político, pues la gran centralización del reino visigodo
impidió una respuesta coordinada frente a las fuerzas musulmanas. Salvo
el nordeste, bajo el control del rey visigodo Agila II, el resto de las
zonas sólo pudieron oponer una resistencia aislada, sin coordinación
entre sí, dirigida por la aristocracia local de cada territorio. Además,
conseguir Toledo permitió a los conquistadores hacerse con el grueso
del riquísimo Tesoro Real visigodo (fruto, entre otros, del saqueo de
Roma y de la conquista del reino suevo), que era el más importante de
los tesoros reales del Occidente barbárico. Esto tenía a la vez un
efecto de restar poder económico a la resistencia y de golpe psicológico
a la misma, pues era la primera vez que dicho tesoro resultaba
capturado.
Los nobles que lograron escapar, con todas las riquezas que pudieron
reunir, huyeron hacia el norte. Unos reforzaron al rey Agila II, en el
nordeste (como el propio Arzobispo de Toledo, Sinderedo), y otros se
dirigieron hacia las plazas fuertes cercanas a la zona gallega.
Musa decidió acabar en Toledo el invierno. Con la llegada de la
primavera, el ejército musulmán avanzó por la calzada romana que unía
Toledo con las ciudades de Alcalá de Henares, Guadalajara, Sigüenza y
Medinaceli, ocupándolas, y volvieron a dividirse a partir de esta última
ciudad.
Conquista del norte
Peña Amaya, capital del Ducado de Cantabria, en la ahora provincia de Burgos. En primer plano a la derecha, los restos arqueológicos del poblado altomedieval de Amaya. La fortaleza se situaría al fondo, en lo alto del promontorio de El Castillo.
el rey visigodo Agila II. En su campaña ocupó los centros
administrativos y plazas fuertes de Clunia, Amaya (que no pudo tomar y
hubo de ser reducida por el hambre), León y Astorga, donde estableció
guarniciones militares. Allí hizo miles de prisioneros, entre ellos
bastantes nobles, apoderándose también de las riquezas que habían
llevado consigo.
Táriq, mientras, se dirigió hacia el nordeste, pasando por Calatayud y
llegando hasta Zaragoza, ciudad que incendió en parte, matando incluso a
los niños y crucificando a los hombres por no habérsele rendido,
mientras las mujeres eran esclavizadas. Esta masacre tuvo un efecto
psicológico importante en el resto de la península, como luego veremos.
Desde allí, Táriq avanzó hacia el oeste, siguiendo la vía romana de
Zaragoza a Astorga, y sometiendo el curso medio y alto del río Ebro. En
esa zona aceptó un pacto de sumisión con el conde de la familia Casius
(Casio), de nombre Fortún, en la zona de Tarazona, puede que similar al
suscrito después con el conde Teodomiro en el sureste. Este Fortún era
el heredero de una rica familia hispanorromana, los Casio,
terratenientes desde hacía siglos en la ribera media del Ebro. Él y su
familia se islamizaron, como luego veremos que ocurrió con otras
familias nobles, y llegó a formar la dinastía de los Banu-Qasi
(literalmente, los hijos de Casio), que varios siglos más tarde fueron
reyes de la taifa de aquella zona.
Continuando su trayecto, Táriq llegó, pasando por Amaya, hasta
Astorga, capital de la provincia visigoda Asturiensis o Autrigonia,
donde de nuevo unió sus fuerzas con Musa, y llegaron juntos hasta Lugo,
capital de la provincia de Gallaecia o Galecia, ciudad fuertemente
amurallada que fue sometida. En aquella zona recibió pacto de sumisión
de diversas ciudades de las ambas provincias visigodas, entre las que
cabe destacar a Gijón (ciudad fundada por los romanos), en la misma
costa de Asturias.
Con la toma de Lugo, los musulmanes se habían apoderado ya no sólo de
la capital del reino visigodo, sino también de la cabeza administrativa
de más de la mitad de las provincias visigodas, excepto las ciudades de
Tarragona y Narbona, y la aún sitiada Mérida.
Antes de llegar a Lugo, Musa había recibido una orden del Califa para
ir a Damasco. Desde Lugo, Musa se dirigió otra vez a Toledo, pero esta
vez por Salamanca, sometiendo igualmente las poblaciones a su paso.
Sin embargo, muchas regiones y ciudades aún no reconocían su dominio,
estando bajo el control de nobles o de otras autoridades locales que
capitaneaban la resistencia. Entre ellas destacaba Mérida, la segunda
ciudad, por entonces, del país por población y riqueza. Mérida llevaba
muchos meses resistiendo (casi un año), abastecida por su puerto fluvial
y protegida por una fuerte muralla, restaurada por los visigodos y que
causó admiración a los conquistadores musulmanes.
Fue Abd-el-Aziz, hijo de Musa, quien, aún bajo el gobierno de su
padre, acabó el asedio de esta ciudad, que se rindió a el 30 de junio de
712. El convenio de capitulación (llamado por los musulmanes sulh)
respetaba la vida y bienes de los emeritenses, permitiéndoles celebrar
sus cultos, mientras que los musulmanes se apropiaban de los bienes de
todas las iglesias (que servían para mantener hospitales, escuelas y
viudas, y al propio clero) y de quienes hubiesen huido.
Capitulaciones de ciudades mediante pactos
Tras los hechos sangrientos de Zaragoza, anteriormente citados,aterrorizadas por ese ejemplo, al tiempo que desmoralizadas por la falta
de un poder central, la mayoría de las ciudades y regiones se rindieron
a los musulmanes por capitulación (sulh), como ocurrirá en general en los siguientes años de la conquista.
Estos pactos fueron muy diversos, dependiendo de las circunstancias,
pues algunos incluían el respeto del gobierno local, la conservación de
algunos bienes y un mínimo grado de tolerancia religiosa (tipo ’ahd,
como luego veremos algún ejemplo) y otros eran más similares al modelo
de Mérida, con sumisión seguida por la entrega de bienes. Estos acuerdos
se extendieron también a los magnates que, aún sin el título de conde,
gobernaban de hecho sobre extensos territorios en los que no había
ninguna ciudad importante, manteniéndolos en sus propiedades a cambio de
su lealtad.
Pero las ciudades que se resistían eran destruidas y quemadas, sus
iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada, con el fin de
dar un escarmiento y un aviso para otras ciudades. A los hombres se les
mataba, normalmente crucificados, y las mujeres y niños eran
esclavizados, siendo estos últimos islamizados a la fuerza. En algunos
casos, los hombres y jóvenes que se libraban de la muerte trabajaban
como esclavos en sus antiguas tierras, cultivadas ahora en provecho de
sus nuevos señores.
Los conquistadores también se reforzaron ofreciendo la libertad a los
esclavos que se convertían al islam. Estos, sin embargo, debían jurar
fidelidad al clan tribal del jefe militar que los liberaba, e integrarse
en su ejército. Musa no estableció ninguna modificación en los
impuestos, los cuales seguirían recaudándose en igual forma que hasta
entonces, pero su importe lo recibía el wali musulmán de Hispania (éste era el título que utilizaba Musa). Con Musa, la legislación antijudía desapareció, lo que también le granjeó el apoyo de esa comunidad.
Regreso de Musa a Damasco
Musa estuvo unos quince meses en España, hasta que partió haciaDamasco, a finales de 712, llamado por el califa Walid para rendir
cuentas. Antes, y tras la caída de Mérida, aún tuvo que mandar a su hijo
Abd-el-Aziz a tomar por segunda vez Sevilla, ciudad que se había
sublevado, lo que muestra lo endeble de la posición de los
conquistadores.
Musa viajó con parte del riquísimo Tesoro Real visigodo y otro botín,
así como con algunos nobles visigodos, y se llevó consigo también a su
liberto Táriq. En Damasco cayó en desgracia con el siguiente califa,
Sulaymán, por la forma en que repartió el botín, y fue condenado a
muerte mediante crucifixión por un delito de malversación de fondos
—delito en el que era reincidente—. Dicha pena se le conmutó por el pago
de una fuerte multa. Musa murió asesinado en una mezquita de Damasco en
el año 716. Táriq murió en la miseria.
Consolidación de la conquista
Expansión del Califato Omeya.
Con él se quedó el grueso del botín. Aunque una parte estaba destinada a
cubrir los gastos de la administración y de la guerra, la mayoría se
mantenía para su reparto entre las tropas cuando se licenciasen al final
de la campaña, con reserva de un quinto (llamado jums) para el califa. Este reparto, a causa de lo lento de la conquista, aún tardó varios años.
Mientras, el rey visigodo Agila II,
tras haber resistido la fuerte acometida de Táriq, mantenía el control
de la actual Cataluña, más algunas zonas adyacentes y la provincia goda
de Septimania. El propio Arzobispo de Toledo, Sinderedo,
que como ya dijimos abandonó la capital, se unió a él para reforzar su
autoridad como heredero de Rodrigo, por el sentido simbólico legitimador
que su presencia y apoyo tenía para la monarquía visigoda.
Agila II ejercía su dominio en una zona muy compacta geográficamente y
de reducido tamaño, lo que facilitaba su defensa. Además, eran dos
provincias visigodas (parte de Iberia y Septimania) con una urbanización
y con una demografía superiores a la media del territorio visigodo;
demografía que se vio reforzada con la emigración de quienes huían de
las acciones guerreras procedentes de otras zonas de la península.
Abd el-Aziz, con el fin de dotarse de mayores medios económicos para
continuar las campañas, estableció un sistema de impuestos por
capitación (gizya), o pago fijo anual por persona, aplicable sólo
a los no musulmanes, que era utilizado en todos los países conquistados
por los musulmanes. De esta manera, además de forzar las conversiones
de cristianos al islam, pretendía obtener una capacidad financiera
propia para continuar la conquista sin necesidad de recurrir al botín y
al pillaje.
Abd el-Aziz también se dedicó a eliminar los focos de resistencia
existentes en el centro y sur de la península, tanto en centros urbanos
como en las zonas montañosas, con el fin de asentar su control en el
extenso territorio que ya había conquistado, y evitar situaciones de
peligro en su retaguardia. Así, durante el año 713 avanzó por la Bética
oriental, sometiendo de nuevo Málaga y Granada, que se habían sublevado,
y siguiendo por Guadix hasta llegar a Lorca y Orihuela, en el sureste
peninsular.
Para extender el control musulmán en la península, y dado lo limitado
de sus fuerzas militares, Abd el-Aziz, además del recurso de la fuerza,
estableció también acuerdos y alianzas en determinadas regiones con los
nobles visigodos. Aunque estos acuerdos, en general, no se respetaron
por los musulmanes mucho tiempo, sirvieron para posibilitar y facilitar
la conquista, que de otro modo habría sido aún más larga y costosa.
Así, por ejemplo, el 5 de abril de 713, firmó un acuerdo con el conde Teodomiro,
gobernador de Orihuela y de una extensa demarcación a su alrededor. El
tratado suscrito fue del tipo que los musulmanes llaman ‘ahd, que no sólo respetaba los bienes (como el ya citado de tipo sulh),
sino que otorgaba una más o menos extensa autonomía de gobierno. Este
Teodomiro era un noble con fama de culto y con prestigio de buen
guerrero, que había rechazado un intento de invasión bizantina (quizás
la flota que huyó de Cartago tras su conquista por los musulmanes) en
las costas de Cartagena en tiempos del rey Egica, anterior a Witiza.
En el acuerdo antes citado, siete ciudades, de las cuales hoy sólo
son reconocibles por su nombre Orihuela, Alicante, Elche, Mula, Villena y
Lorca, mantenían sus propios señores y gobierno, no serían molestados
en el ejercicio de su religión (no olvidemos que el Islam prohíbe las
prácticas religiosas externas de otras religiones) y no serían
destruidas sus iglesias, algo que solía ocurrir durante la conquista
musulmana. En Córdoba la iglesia principal, la iglesia de San Vicente,
fue repartida en dos zonas, la mitad para prácticas del rito cristiano y
la otra mitad para el musulmán. Esta medida fue revocada en tiempos de
Abderramán 50 años después, cuando derribó la iglesia y empezó a erigir la gran mezquita de la ciudad.
A cambio de esa autonomía, los vencidos se sometían al dominio del
Califa, jurando ser fieles y sinceros con el walí, y se comprometían a
no dar apoyo a los rebeldes contra dicha ocupación, así como a pagar un
tributo anual fijo por cada persona, libre o esclava, no musulmana (la gizya
antes citada). Este tributo era parte en especie (trigo, cebada, mosto,
vinagre, miel y aceite) y otra parte en metálico, consistente en un dinar (moneda de oro musulmán equivalente al «sueldo» visigodo) por persona libre. Por cada esclavo se estipulaba medio pago.
En Orihuela se estableció una guarnición musulmana y se enviaron
destacamentos a diversas ciudades de la antigua provincia. Cartagena no
formaba parte del enclave, sino que fue ocupada directamente por los
musulmanes, dada la gran importancia estratégica de su puerto. Este
enclave continuó su autogobierno con Teodomiro hasta el año 743, en que
fue sucedido por su hijo Atanagildo; y de la riqueza de la zona se tiene
noticia antes de 754. No obstante, el estatus de autonomía de que
gozaron sus tierras fue suprimido antes de 780 bajo Abderramán I.
Desde esta zona del sureste, Abd el-Aziz se dirigió por la costa para
controlar todo el Levante, sometiendo Valencia y Sagunto. Por el otro
extremo, y partiendo también desde Sevilla, en la campaña del año 714,
el propio Abd el-Aziz sometió Huelva, Faro, Beja, Évora, Santarem y
Lisboa; y alcanzó un acuerdo de tipo ‘ahd en una amplia zona al
norte de Coímbra. Con ello, se consolidó también el dominio en la
limítrofe Galicia, muy endeble hasta esa fecha. En ese mismo año murió
el rey visigodo Agila II, que fue sucedido por Ardo; si bien algunos
historiadores sitúan su muerte en el año 713 (puede que coincidiendo con
la campaña musulmán de levante, antes citada).
Abd el-Aziz instaló la sede del gobierno omeya
en Sevilla (tras su segunda conquista). Esto rompía la política
tradicional de los árabes, que consistía, como ocurrió en Persia, Egipto
o África del Norte, en degradar los anteriores centros de gobierno y
gobernar desde un nuevo centro. Sin embargo, el escaso número de los
musulmanes en España y la continuidad de las acciones guerreras de
conquista impidieron que, como en esos otros países, se pudiese
construir una nueva ciudad para el gobierno.
Por ello, como alternativa a Toledo se optó por Sevilla, ciudad que
había sido capital de provincia con los visigodos, y que incluso fue
capital del reino godo por algún tiempo en el pasado. Esto cuadraba más
con la política pactista de Abd el-Aziz. Pero había también razones
estratégicas, propias de un tiempo de conquista: Sevilla es una ciudad
cercana al mar y al estrecho y, por tanto, desde donde poder recibir
refuerzos más rápidamente.
Con estos acuerdos y el trabajo de desarrollar una administración
estable, 715 fue un año sin campañas, en el que Abd el-Aziz se dedicó a
asentar el poder de los conquistadores, sin arrebatar nuevas tierras el
rey visigodo Ardo. Además, tras cuatro años de guerra era necesario
recomponer el ejército y las finanzas, recoger todas las cosechas y
permitir que se recuperaran tanto el país como las tropas invasoras. No
salieron ejércitos en primavera para realizar nuevas conquistas, y Abd
el-Aziz organizó otros planes igualmente efectivos.
Dentro de su política de asentar lo conquistado mediante alianzas y
acuerdos, Abd el-Aziz contrajo matrimonio con Egilo (también citada en
algunas fuentes como Egilonda), viuda del rey Rodrigo, con quien tuvo un
hijo, llamado Asim. Convertida al islam (aunque según sus críticos
musulmanes, sólo en apariencia), cambió su nombre por el de Umm ‘Asim
(madre de Asim).
Esto atrajo a otros nobles visigodos, que abandonaron así la
resistencia. Algunos de ellos incluso se convirtieron al islam, para no
tener que pagar impuestos por las propiedades que habían logrado
conservar (de hecho, los nobles de ascendencia goda estaban también
exentos de tributos en la época visigoda), y para mantener su estatus e
influencia mediante nuevas relaciones de clientela política con los
jefes de los conquistadores.
Pero la boda antes citada de Abd el-Aziz, junto al apoyo que daban
estos nobles visigodos al gobernador, y las acciones de este para
reforzar su poder frente a los demás cargos de los conquistadores (como
la asunción de varios ceremoniales y pompas regios), así como su
creciente autonomía en la toma de decisiones frente al gobierno de
Damasco, se interpretaron como un intento de rebelión contra el Califa.
Por ello, el jefe del Ejército, Ziyad ben Nàbigha (casado él también
con una noble visigoda), encabezó, junto al cuñado de Abd el-Aziz,
Ayyub, una conjura contra el gobernador, acusándole de haberse hecho
secretamente cristiano. Fruto de ella, y siguiendo órdenes directas del
califa Sulaymán, Abd el-Aziz fue asesinado en el verano de 715 en la
mezquita de Sevilla (anteriormente, iglesia de Santa Rufina, expropiada
por los musulmanes), mientras estaba rezando; y su cabeza fue enviada al
Califa.
Es notable que en toda la extensión de las conquistas musulmanas,
desde el Punjab hasta los Pirineos, sólo en España se encuentra tal
situación de rebeldía de un gobernador musulmán contra el Califa. Quizás
la influencia visigoda, con su arraigo social y cultural y su fortaleza
ideológica, haya influido, dadas las estrechas relaciones con la
antigua aristocracia visigoda antes citadas. Aunque también ayudaba la
separación geográfica. De hecho, sólo unos pocos años más tarde, España
fue la primera región del «imperio árabe» en romper totalmente[cita requerida] con la autoridad de los califas, formándose un emirato independiente.
Coras del Emirato de Córdoba.
Los reinos de taifas en 1037.
Los reinos de taifas en 1080.
durante seis meses, hasta la llegada del nuevo gobernador nombrado por
el Walí de Ifriqiyya, hermano mayor del asesinado. Durante los seis
meses que Ayyub dirigió las fuerzas del Califato Omeya
no realizó ninguna nueva campaña, por lo que el año 715 fue de nuevo de
relativa tranquilidad. El nuevo gobernador fue Al-Hurr (716–19), que
llegó a la península con un ejército de refuerzo.
Al-Hurr era consciente de que la dominación musulmana era claramente precaria, pues los bereberes y árabes[cita requerida]
eran un porcentaje muy pequeño de la población de España, y la
pacificación del territorio era aún superficial. De hecho, el rey
visigodo Ardo había mantenido su poder en el nordeste peninsular. Por
ello, antes de reiniciar el proceso de conquista de los territorios
peninsulares, procedió a generalizar la instalación de guarniciones
militares en las ciudades ya tomadas, excepto las sometidas mediante
acuerdo.
Al-Hurr, para romper con su antecesor y estar más centrado en la
península, trasladó la sede de su gobierno a Córdoba en el año 716, y
estableció un nuevo impuesto especial (además de la gizya) que se
cobraba como el anterior a los no musulmanes, aplicado también en otros
países por los musulmanes: el harag. Consistía en un impuesto territorial, que obligaba a pagar un porcentaje de lo obtenido por trabajar la tierra.
Esto se unió con la devolución o asignación de las tierras ya
pacificadas a nobles visigodos que les eran leales, puede que algunas
pertenecientes al antiguo patrimonio de la corona. A muchos nobles, en
su mayoría witizanos, se les reconocieron sus patrimonios, a veces
incrementados con parte de los de sus antiguos oponentes. Así, incluso
nobles como Olmundo y Ardabasto, hijos al parecer de Witiza, se
retiraron a sus posesiones, leales ahora a los nuevos ocupantes de la
península, con un cierto acuerdo de autonomía. Olmundo en la zona entre
Sevilla y Mérida, y Ardabasto entre el norte de Córdoba y Jaén.
Esto se hizo no solo para asegurar su apoyo, y su colaboración en el
control y la pacificación del reino visigodo, sino también con el fin de
conseguir mayores ingresos para el fisco, tras la introducción del harag.
Con este fuerte aumento de la presión fiscal obtuvo nuevos fondos para
financiar las campañas militares y la administración de los
conquistadores, además de reforzar la presión económica para conseguir
más conversiones de cristianos al islam.
Fruto de estas medidas fue la acuñación de una nueva moneda, de oro
como las visigodas, en árabe y latín, a fin de facilitar la vida
económica después de tantos años de luchas y falta de gobierno
centralizado, además de los serios problemas que había acarreado el
intenso atesoramiento, normal en períodos de guerra.
Mientras tanto, como ya dijimos, el rey visigodo Ardo había sucedido a
Agila II en el gobierno de Septimania y la actual Cataluña, reinando
siete años, desde el año 714 al 720. Probablemente contaría con el apoyo
de nobles de Aquitania, vinculados familiarmente en algunos casos con
nobles godos o galo-romanos de la Septimania, o quizás temerosos de los
nuevos invasores, y con mercenarios francos y sajones; como ya había
ocurrido otras veces en el pasado, cuando aquella zona del reino
visigodo se había rebelado contra el poder real.
Pero el nuevo gobernador musulmán, Al-Hurr ibn Abd ar-Rahman al-Thaqafi,
reforzado con las medidas antes citadas, realizó sucesivas campañas,
desde el otoño de 716 y en los dos años siguientes, contra este reducto
visigodo. Desde Zaragoza atacó y sometió las ciudades de Huesca,
Barbastro, Lérida, Tarragona, Barcelona y, finalmente, Gerona. La
resistencia de Tarragona
debió ser tenaz pues, tras su conquista, los musulmanes dieron muerte a
toda la población que había sobrevivido al asedio, y destruyeron la
ciudad, incluidas sus iglesias y numerosos monumentos.
Al-Hurr realizó también una campaña en el norte, después de una
incursión de los vascones a la zona de Tudela, para tener la retaguardia
bien cubierta en su guerra con el rey visigodo Ardo. Sobre el año 716
(o probablemente antes) los musulmanes consiguieron un acuerdo de
capitulación con Pamplona, ciudad que se les rindió a cambio de mantener
su autoridad local y cierta tolerancia religiosa. Esa autonomía sólo
les duró hasta el año 732, en que Al-Gafiqi la sometió totalmente antes
de partir hacia Poitiers.
Igualmente en ese año 717 el gobernador al-Hurr nombró un gobernador
en la Astura Transalpina (actual Asturias), residente en Gijón, ciudad
amurallada y que al ser costera estaba comunicada también por mar.
Final del proceso de conquista
El califa Omar II, en 718, un año después del inicio de su reinado,estudió el abandono de las conquistas en España. Aunque se desconocen
los motivos exactos, estas dudas parece que tenían que ver porque la
continuidad de las acciones bélicas proporcionaban escasos ingresos,
pues se los comía el gasto de sostener un numeroso ejército; por lo
lejano de las operaciones, con comunicaciones difíciles; y por la
fragilidad aún existente de la conquista.
Un hecho importante para estas dudas del Califa fueron también los
primeros enfrentamientos en la península entre los bereberes del norte
de África, recién islamizados, y los árabes[cita requerida].
Los segundos veían a los primeros como musulmanes de segunda, y estos
habían recibido una parte muy pequeña del botín. Los aproximadamente
35 000 soldados bereberes no se sentían bien pagados, y entre 716 y 718
hubo dos nuevas migraciones de bereberes hacia la península, lo que
aumentó gravemente la tensión entre los dos pueblos. Finalmente, sin
embargo, Omar II optó por continuar en España y nombrar un nuevo
gobernador, al-Samh ben Malik (718–721).
Este lo primero que hizo fue una especie de catastro o registro de
ingresos imponibles, para clarificar las fuentes y capacidades del fisco
y aumentar así su rendimiento. A continuación hizo una distribución del
botín, que aún estaba pendiente de dividir. Este reparto del botín
tenía un efecto político y psicológico, pues mostraba a las claras que
la decisión tomada por Omar II de permanecer en la península era
definitiva.
Con el reparto se asignaron propiedades y bienes a la hacienda
pública, y se distribuyeron otras tierras entre los conquistadores, a
fin de calmar sus enfrentamientos. Incluso parte de los terrenos
correspondientes al Califa por jums fueron entregados en
usufructo, por decisión de Omar II, a cambio de un pacto feudal. Con
todo ello, se consiguió reducir la tensión entre los conquistadores
bereberes y árabes[cita requerida].
Pero aun en esto se notó el diferente trato hacia los bereberes, que
fueron asentados en las laderas de los sistemas cantábrico y central, y
en las montañas andaluzas, mientras que los terrenos más fértiles del
sur fueron para contingentes árabes[cita requerida], procedentes de Siria y Egipto.
Nada más hecho esto, continuó las acciones militares y llegó hasta
Septimania en la primavera de 719. En el año 720, Perpiñán y Narbona
fueron capturadas, matando a todos los hombres y esclavizando mujeres y
niños; y estableciendo una guarnición permanente en esta última ciudad.
En ese mismo año murió, quizás en alguna campaña, el último rey
visigodo, Ardo.
Al-Samh continuó sus conquistas en el sur de la Galia, contra las pocas ciudades de la Septimania
aún libres, atacando incluso ciudades de otros reinos que apoyaban a
los visigodos, como Toulouse en 721. Allí fue derrotado y muerto por el
duque Eudo (o Eudes), de Aquitania, que fue a socorrer dicha población.
El ejército musulmán eligió allí mismo como gobernador a Al-Gafiqi
(721–722), que llevó como pudo los restos del ejército hasta Narbona,
evitando el acoso desde la fortaleza de Carcasona, aún sin conquistar.
El Walí de Ifriqiya, Bishr Ubn Safwan, lo ratificó provisionalmente,
pero sólo ocupó su puesto durante un año, en que intentó recuperarse de
la derrota, reorganizando el ejército y consolidando la administración
del territorio recién conquistado. Al-Gafiqi, sin embargo, volvió a ser
nombrado gobernador años más tarde, en el 730.
En el año 722 el Walí de Ifriqiya nombró finalmente un nuevo
gobernador, Anbasa ibn Suhaym al-Kalbi, que no continuó las acciones
militares hasta reforzarse internamente. Durante tres años sólo se
realizaron incursiones a pequeña escala bajo el mando de sus
subordinados militares. Como anteriormente, el objetivo inicial fue
aumentar sus ingresos. El califato llevaba ya muchos años gastando
dinero, y reclamaba que estas campañas no sólo se autofinanciasen, sino
que reportasen nuevas sumas a la hacienda califal.
Para ello, Anbasa subió de forma importante los impuestos sobre la
población no musulmana (las crónicas hablan incluso de que los duplicó).
También reforzó su poder mediante un control más directo de las zonas
que habían llegado a acuerdos con Abd el-Aziz: algunas vieron
desaparecer su autonomía, y todas aumentaron de forma importante sus
pagos fiscales a la hacienda musulmán.
Con todo esto, en el año 724 organizó un fuerte ejército. Aún
quedaban sin conquistar algunas ciudades del reino visigodo, ahora
dirigidas por la aristocracia local. Todas cayeron en esta campaña:
comenzó con Carcasona, en 724, y acabó en Nimes, punto extremo del
dominio visigodo en la Galia, en 725. Con ello se acababa la conquista
del reino visigodo.
Pero ya antes (en una fecha incierta entre 718 y 722, aunque más
probable esta última) había estallado la revuelta en Asturias contra los
conquistadores, capitaneada por el noble visigodo Pelayo, que obtuvo
una victoria en la denominada batalla de Covadonga. Lo más probable es que hubieran escaramuzas y pequeñas batallas en esos años, y la constante conflictividad interna de Al-Ándalus
propició la consolidación de un movimiento insurreccional en la costa
del Cantábrico. Hasta que en el 722, bajo el mandato de Anbasa,
consiguieron hacer huir al gobernador musulmán de Asturias, con sede en
la ciudad costera de Gijón, sin que volvieran a gobernar los musulmanes
en esa zona, más o menos del tamaño y lindes de la actual Asturias. En
la primera mitad del siglo se fue consolidando paulatinamente el reino de Asturias, al que seguirían más tarde la formación de otros núcleos en la zona oriental.
Herencia cultural y lingüística árabe
Es importante destacar que el proceso de conquista no solo tuvoconsecuencias políticas y económicas, sino que existió un fuerte impacto
cultural y lingüístico. Diversas tecnologías fueron llevadas a la
península a través de los musulmanes, además parte del pensamiento
griego había sido asimilado por los musulmanes en Mesopotamia (de
pensadores y traductores árabes cristianos) y lo reintrodujeron en
Europa.
Aunque también hubo asimilaciones de la cultura y técnicas visigodas, como de la arquitectura visigoda, y muy especialmente el arco de herradura
visigodo, que luego ellos fueron modificando con el tiempo. Y muchos
escritos visigodos que recopilaban saberes romanos y griegos también
fueron traducidos y tomados en cuenta.
La presencia de poblaciones musulmanas,
iniciaron en el terreno lingüístico la progresiva, aunque lenta,
arabización del Al-Ándalus.[cita requerida]
Además de la toponimia y la influencia sobre el romance mozárabe, todas las lenguas romances de la península tomaron numerosos préstamos léxicos del árabe andalusí.
Se calcula que en el español, el componente léxico árabe es el
componente más numeroso tras el léxico de origen latino, siendo unas
4000 las formas léxicas (arabismos) usadas todavía en español moderno (almohada, algarabía...), muchas de ellas relacionadas con la agricultura (acequia, aljibe, algodón, alcohol) la guerra (adarga, alfanje, alfoz) el comercio (almádena, arroba, azumbre) y las matemáticas (algoritmo, álgebra) que tiene su origen en esta etapa y que se han ido consolidando a través de una evolución hasta nuestros días.
Más notoria aún es la influencia árabe en la toponimia de la península ibérica, e incluso en los apellidos antroponímicos derivados de topónimos musulmanes (Aznar, Alcázar, Alcolea, Alcántara, Alcocebre, Benicásim, Benalmadena,...)
Consecuencias culturales en Europa de la conquista del reino visigodo
Un efecto inesperado de la conquista delreino visigodo fue la huida hacia otros países europeos de gran número
de nobles, religiosos y obispos visigodos, muchos de ellos eruditos. Con
ellos se llevaron buen número de libros clásicos, romanos y griegos,
que estaban en la antigua Hispania y que habían sido conservados o
copiados por los visigodos; y otros que habían sido traídos por monjes
cristianos desde el norte de África, huidos por la conquista árabe.[cita requerida]
Y, junto a ellos, se llevaron otras obras visigodas, como las Etimologías del cartagenero[cita requerida] San Isidoro,
obispo de Sevilla, obra monumental que recopilaba buena parte del saber
de entonces, y que fue para esa época y los primeros siglos de la Edad
Media como La Enciclopedia en la Ilustración.
Por ello, algunos autores destacan el importante papel de los emigrados visigodos en el denominado renacimiento carolingio del siglo VIII.
Bereberes
Los elementos bereberesque participaron durante los primeros años en la dominación de la
península Ibérica pertenecían en su gran mayoría al grupo de los al-Butr
—tribus norteafricanas que se resistieron a la romanización, tanto
romana como bizantina, con indudables prácticas paganas o conversos al
judaísmo—, en contraposición al tronco de los Baranis,
tribus más romanizadas y cristianizadas, asentadas en los núcleos
urbanos costeros. Ambos grupos se extenderían desde la actual Túnez
hasta las costas atlánticas de Marruecos.
Debate historiográfico
Alrededor de la conquista musulmana existe un cierto debatehistoriográfico, en el que se han confrontado diversas lecturas del
proceso. Éste deriva de las inconsistencias generadas por información
procedente las principales fuentes disponibles, entre las cuales
tenemos:
- El Tratado de Teodomiro, que habría sido redactado el 5 de abril del 713, pero del que sólo queda una copia inserta en Para satisfacer el deseo de aquel que realiza investigaciones acerca de la historia de los hombres del Andaluz de Adh-Dhabbi, muerto en 1203.
- La Crónica bizantina-arábiga (743-744), redactada por un autor anónimo aunque probablemente mozárabe pocas décadas después de la conquista musulmana.
- Crónica de Alfonso III (883).
- Una crónica latina anónima, conocida antigua y erróneamente como Crónica de Isidoro Pacense o Crónica mozárabe y a la que E. A. Thompson denomina Crónica del 754
por terminar su narración en el año 754. Mientras algunos historiadores
la datan en ese año, otro la retrasan hasta finales del IX o principios
del X. En cualquier caso, y, en palabras de E.A. Thompson en su
fundamental Los godos en España
(1969), «por muy poco digna de fiar que su parte narrativa sea, no
puede ser ignorada». No obstante, otros (Roger Collins) la consideran la
principal fuente de información sobre la conquista peninsular, la única
contemporánea y la más fidedigna. - Crónica albeldense o emilianense (976) de Vigila, cuya primera parte habría sido redactada por Dulcidius en el siglo IX.
- Crónica del moro Rasis, es decir, de Ahmad ibn Muhammad al-Razi.
- Crónica de Ibn al-Qutiyya (finales del siglo X o principios del XI).
- Ajbar Machmua (hacia 1007).
(1974) sostuvo que la invasión del siglo VIII fue un mito, tesis
compartida por Emilio González Ferrín, de la Universidad de Sevilla, en
su «Historia general de Al-Andalus» (2007). Las hipótesis de Olagüe no cuentan con ningún apoyo significativo en la historiografía actual;7 ya en 1974, Pierre Guichard
señalaba la paradoja de negar la conquista musulmana y afirmar la
«orientalización». La obra de Olagüe ha sido calificada de «historia
ficción» y rechazada en círculos académicos.8 9 10 Para el historiador Eduardo Manzano Moreno:
Lo más sorprendente de la tesis de Olagüe no es lo descabellada yPara la filóloga Anne Cenname: "Ver la islamización de al-Ándalus
disparatada que resulta. Teorías históricas absurdas y peregrinas
producidas por aficionados, publicistas o, incluso, historiadores
académicos se cuentan por decenas o centenares. Normalmente, suelen ser
olvidadas con la misma rapidez con la que provocan un cierto revuelo
inicial. En cambio, la idea de que los musulmanes no invadieron
realmente Hispania, aunque no despertó excesivo eco en su momento,
parece estar recibiendo en los últimos tiempos una renovada atención. A
ello ha contribuido en parte su difusión y discusión en ciertos de foros
de Internet, donde es bien conocida la preferencia que algunos de sus
cultivadores manifiestan por todo cuanto tenga que ver tanto con teorías
conspirativas, como con aquello que ponga en cuestión el conocimiento
adquirido.11
como resultado principalmente de una invasión árabe y de un dominio
árabe parece poco adecuado para entender la complejidad de la paulatina
conversión a la fe islámica y apropiación de la lengua y el alfabeto
árabe y la amplia gama de manifestaciones culturales de raíz árabe en
gran parte de la península ibérica. La idea de la invasión y el dominio
como principales causas de estos profundos cambios culturales no parece
coincidir bien con las realidades históricas, mucho más complejas. El
dominio árabe se basa en gran medida en pactos entre la élite visigoda y
una muy reducida élite árabe, y dura apenas 45 años. La islamización de
al-Ándalus se debe, más que a la invasión y al dominio, a una compleja
red de influencias entre las cuales destacan, por lo menos, las
mercantiles, políticas y culturales. Sin embargo, la simplificación de
la narrativa, para encuadrarla dentro del marco de nuestro tablero de
ajedrez, requiere que la islamización se entiende como una invasión o
conquista que justifica e invita a una reconquista del territorio".12
Véase también
- Califato Omeya
- Anexo:Cronología de Al-Andalus
- Historia de al-Ándalus
- Arte de Al-Ándalus
- Ciencia en al-Ándalus
- Anexo:Valíes de Al-Andalus
- Emirato de Córdoba
- Reconquista
Referencias
Bibliografía
- Collins, Roger: La conquista bereber. 710-797. Tomo III de la Historia de España. Ed. Crítica. Barcelona. 1.991.
- Chalmeta,P: Al-Andalus, en: Al-Andalus: musulmanes y
cristianos (siglos VIII-XIII), vol. 3 de la Historia de España dir. por
Antonio Domínguez Ortiz, ed. Planeta, Barcelona, 1989. - Chalmeta, P: Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus, Madrid, 1994.
- Donner, F.M.G.: The Early Islamic Conquests, Princeton University Press, 1981.
- García Moreno, Luis A: Historia de la España visigoda. Ed. Cátedra. Madrid. 1.989.
- Orlandis, José: La conversión de Europa al cristianismo. Ed. Rialp. Madrid. 1.988.
- Orlandis, José: La vida en España en tiempo de los godos. Ed. Rialp. Madrid. 1.991.
- Orlandis, José: Semblanzas visigodas. Ed. Rialp. Madrid. 1.992.
- Vicens Vives, J.: Atlas de historia de España. Ed. Teide. Barcelona. 1.984.
- Hayt, Franz; y Córdoba y Ordóñez, Juan: Atlas de historia universal y de España. Ed. Magisterio. Madrid. 1.989.
- Sánchez-Albornoz, Claudio: Orígenes y destino de Navarra. Trayectoria histórica de Vasconia. Otros escritos. Ed. Planeta. Barcelona. 1.984.
- Mestre Campi, Jesús; y Sabaté, Flocel: Atlas de la Reconquista. Ed. Península. Barcelona. 1.998.
- Lourido, Ramón, et al.: El cristianismo en el norte de África. Ed. Mapfre. Madrid. 1.993.
- Iliffe, John: África. Historia de un continente. Cambridge University Press. 1.998.
- Camps, Gabriel: Los bereberes: de la orilla del Mediterráneo al límite meridional del Sáhara. Editorial Icaria. Barcelona. 1.998.
Enlaces externos
- La invasión musulman de España — Arte e Historia.
- Proyecto de investigación de la Universidad de Alcalá.
Predecesor: Hispania visigoda |
Periodos de la Historia de España Conquista musulmana de la península ibérica |
Sucesor: Al-Ándalus |
6, 1974, pp. 1483-1513; ed. en español: «Los musulmanes sí que
invadieron la Península. Las estructuras sociales de la España
musulmana», en Pierre Guichard, Estudios sobre historia medieval, Valencia: Edicions Alfons el Magnànim. Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, pp. 27-71.
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