martes, 20 de junio de 2017

Sitios de Zaragoza - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Sitios de Zaragoza




Asalto de las tropas francesas al monasterio de Santa Engracia el 8 de febrero de 1809 pintado por Lejeune.
Los sitios de Zaragoza fueron dos asedios sufridos por la ciudad aragonesa de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia, que enfrentó a los ejércitos de ocupación del Primer Imperio francés de Napoleón Bonaparte y a fuerzas españolas leales a la dinastía Borbón.


La plaza era clave para garantizar las comunicaciones del noreste y el abastecimiento de las tropas en Cataluña, así como para controlar Aragón. Por ello, tras la sublevación de la ciudad a consecuencia de los sucesos del Dos de mayo de 1808,
se envió a un ejército a restablecer el control de la ciudad. Aunque
las tropas francesas eran superiores en número y armamento, la ciudad
resistió.


Sin embargo, a finales de año, los franceses regresaron en mayor
número, reanudándose el sitio. A pesar de la feroz resistencia de la
ciudad, inmortalizada por varios cronistas, la ciudad, diezmada por la
guerra y las epidemias derivadas del sitio, capituló finalmente el 21 de febrero de 1809.


Los sitios de Zaragoza fueron uno de los acontecimientos más
representativos de la Guerra de Independencia, legando un gran número de
héroes y leyendas a la tradición popular, y siendo fuente de
inspiración para varios escritores.



Índice

Antecedentes y sublevación de la ciudad


Zaragoza en el siglo XVIII, antes de los sitios.
La Revolución francesa de 1789
marcó el comienzo de una larga serie de guerras en Europa en las que
España no dejó de intervenir. Primando inicialmente los vínculos
dinásticos entre los reyes de España y los depuestos reyes franceses,
España participó en la Coaliciones antirrevolucionarias, que se
estrellaron militarmente contra el genio bélico de Napoleón Bonaparte. El primer ministro, Manuel Godoy,
inició entonces una política de alianza con Francia, una vez convencido
de la inutilidad de oponerse a la nueva potencia continental. Tras la
derrota que la Armada de Napoleón sufrió en la batalla de Trafalgar en 1805, el emperador francés decretó el Bloqueo Continental, por lo que ningún país de Europa podía comerciar con el Reino Unido. No obstante, Portugal transgredió la ley impuesta por Napoleón al firmar el Tratado de Tilsit en julio de 1807. En París, la reacción del gobierno napoleónico no se hizo esperar. Las fuerzas francesas intentaron capturar a la flota real del rey Juan VI, quien huyó a la colonia portuguesa de Brasil.
La única alternativa que le quedaba a Bonaparte era entrar en
territorio portugués vía España. Manuel Godoy, primer ministro del rey español Carlos IV,
firmó un pacto con los franceses por el que se le permitiría al
ejército napoleónico entrar en España para planear la invasión a
Portugal. El 18 de octubre de 1807, las huestes de Napoleón llegaron a Barcelona y al poco tiempo ocuparon Valencia.1 Acantonadas las tropas francesas ya a lo largo de España, y dada la apatía y dejadez del gobierno español, Napoleón decidió reemplazar al rey Carlos IV y a su hijo y heredero Fernando, que mantenían un enfrentamiento por el trono, por su hermano José Bonaparte. Así, hace firmar a principios de mayo de 1808 tanto al rey Carlos IV como al príncipe Fernando (futuro Fernando VII) las conocidas como Abdicaciones de Bayona en las que renunciaban a sus derechos al trono de España en favor de Napoleón, que a su vez renunció en favor de su hermano en junio.


A pesar del llamamiento del gobierno cesante a cooperar con las
nuevas autoridades, el descontento popular por la ocupación militar
motivó el levantamiento del 2 de mayo de 1808
en la capital. En Zaragoza fue ganando ascendiente el partido del
príncipe de Asturias, mientras que labradores como Jorge Ibor o Mariano
Cerezo iban agrupando descontentos entre la clase popular. Aunque los
principales dirigentes locales se mostraban contemporizadores en espera
de movimientos por parte del ejército en Barcelona, el ayuntamiento se
negó a enviar representantes a las Cortes de Bayona.



Palafox, retratado por Goya.
En medio de la creciente represión por parte francesa, diversas
juntas regionales se declararon en rebeldía en todo el país. El
brigadier José de Palafox y Melci, partidario del Príncipe de Asturias y cabeza de la rebelión en Aragón, fue nombrado líder de la sublevación ante la indecisión del Conde de Sástago y del ex-ministro Antonio Cornel.
Palafox se encontraba oculto y prófugo de la justicia francesa en una
finca familiar del término de La Alfranca, en Pastriz. Un grupo de
paisanos, enviados por el líder popular Jorge Ibor Casamayor "Tío Jorge", acudió en su busca y lo trasladó a Zaragoza.


En Zaragoza
el pueblo asaltó el palacio de Capitanía el 24 de mayo al enterarse de
que la familia real había sido exiliada del país. Carlos González,
practicante de medicina, es acreditado como el primero en haberse puesto
los colores nacionales en una sublevación que alcanzó a la propia
guardia. Los insurrectos encerraron en la Aljafería al Capitán General de Aragón Jorge Juan Guillelmi
por su oposición a armar a los civiles. La intervención de la familia
Torres y la cesión final sin más resistencia de las llaves de la
fortaleza evitaron represalias contra el gobernador. A pesar de ser
veterano de tres campañas y herido años atrás en la Guerra del Rosellón frente a los revolucionarios franceses de la Convención, fue tildado de afrancesado por permanecer afecto a las órdenes del Infante Antonio Pascual de Borbón y oponerse a la insurrección.2 Regidores municipales y jueces trataron de conservar el orden, y evitaron en lo posible un pogromo contra los franceses.3
Al día siguiente, los sublevados tenían el apoyo de los artilleros de
la fortaleza y el control de los fondos y municiones del ejército. Ese 25 de mayo
Palafox recibió oficialmente el mando de los sublevados manteniendo a
sus órdenes al segundo de Guillelmi, Carlos Mori y el 26 era reconocido
por el Ayuntamiento y Real Acuerdo.



El Castillo y Palacio de la Aljafería, sede de la guarnición de la ciudad.
Se formó una junta militar, que se centró en recabar apoyos en la
provincia de Zaragoza, y otra para reunir tercios. Palafox repartió las
armas del arsenal de la Aljafería y formó Tercios de voluntarios4 para completar la exigua guarnición de la plaza,5 iniciándose la fortificación de la ciudad por el coronel de ingenieros Antonio Sangenís Torres.
Antes de recibir ninguna orden en este sentido y en vista de la
pasividad de las autoridades, Sangenís recorrió por su cuenta la ciudad
trazando planes de fortificación. Llegó a ser detenido por "espía" y
liberado por orden de Palafox cuando este conoció sus propósitos, siendo
nombrado responsable de la mejora de las defensas de la ciudad. Esta
anécdota muestra la improvisación con que se actuaba en la ciudad. Las
fuerzas al mando de Palafox llegaron a los 5000 soldados, aunque sin
experiencia ni entrenamiento y unos 80 cañones de bajo calibre que se
encontraban en los depósitos de la Aljafería.


El día 6 de junio un ejército al mando del general de brigada Charles Lefèvbre-Desnouettes fue enviado desde Pamplona
a tomar la ciudad, de gran valor estratégico tanto por su relativa
cercanía a la frontera francesa y su categoría de capital de la región
de Aragón, como por su posición clave como nudo de comunicaciones donde
se cortaban el eje que unía la capital, Madrid, con Barcelona con el que enlaza el País Vasco con la costa valenciana. Asimismo, la línea logística del ejército francés comenzaba en Navarra y embarcaba los víveres en el canal Imperial de Aragón, siendo Zaragoza un punto clave para garantizar el aprovisionamiento de las fuerzas francesas de Tortosa y Tarragona.6
Las tropas de Lefèvbre se componían de unos 5000 soldados de
infantería, 3 escuadrones de caballería y 6 piezas de artillería. La
composición de las tropas, poca artillería y mucha caballería, muestra
claramente que su misión era la de luchar contra la posible resistencia
española en campo abierto, sin esperar la menor resistencia de Zaragoza.


Primer sitio


Plano de 1868 del primer sitio de 1808.
El 15 de junio de 1808, tras haber vencido con facilidad, en días anteriores, a la avanzada española liderada por el hermano de Palafox, Marqués de Lazán, en Tudela y Mallén, y a las tropas de paisanos que, comandadas por el propio general Palafox, acudieron precipitadamente desde Zaragoza, en Alagón
el día 12 de junio, Lefèbvre se aproximó a la ciudad con las tropas ya
reseñadas. La infantería era en su mayoría bisoña, no así la caballería,
3 escuadrones de los muy experimentados lanceros polacos del Regimiento del Vístula.7
Enfrente, la ciudad de Zaragoza, plaza abierta y pobremente
fortificada, tenía apenas unos cientos de soldados profesionales y más
de 10 000 voluntarios.


La mañana del 15 de junio los zaragozanos tuvieron noticia de este
acercamiento y Palafox y su plana mayor abandonaron la ciudad, en una
acción muy discutida posteriormente, quedando Vicente Bustamante,
Teniente del Rey, como mando superior. Poco después de mediodía los
franceses se presentaron ante las puertas de la ciudad, que encontraron
cerradas. Lefèvbre, sin dar descanso a sus hombres y juzgando una
victoria rápida, lanzó el ataque. Las descargas de artillería francesa
abrieron diversas brechas en las tapias entre las puertas del Carmen y
del Portillo y por ellas se arrojó la infantería francesa. Un intenso
fuego les recibió desde la ciudad, tanto de artillería como de
fusilería. Por todas partes aparecían cientos de paisanos armados, para
sorpresa de Lefèvbre que no esperaba esta resistencia. Después de una
larga tarde de lucha en las puertas de la ciudad (el Portillo, la Puerta
del Carmen y la de Santa Engracia), los defensores rechazaron el primer
asalto francés. En la defensa destacó al frente de la artillería, en la
denominada batalla de las Eras, Rafael de Irazábal y Guillelmi
(sobrino del anterior Capitán General) como oficial superior del arma,
tras salir de su encierro en la Aljafería. Los escasos atacantes que
lograron entrar en la ciudad durante la batalla fueron aniquilados
inmediatamente junto a las puertas. Solo un grupo de jinetes logró
romper la línea y adentrarse profundamente en la ciudad, diezmados a lo
largo de su recorrido por Zaragoza fueron finalmente atacados y vencidos
por un grupo de mujeres zaragozanas armadas con piedras, cuchillos,
etc. en la plaza del Portillo. El hecho sería inmortalizado por Fernando Brambila,
pintor italiano que había sido invitado por Palafox para narrar la
contienda. Los franceses tuvieron que retirarse precipitadamente sobre
las 7 de la tarde, siendo incluso perseguidos por los zaragozanos en
campo abierto. Los franceses perdieron casi 700 hombres entre muertos y
heridos, varios cañones y banderas.


Tras este inesperado fracaso inicial, los franceses sometieron la
ciudad a un intenso bombardeo, mientras procuraban cortar sus líneas de
abastecimiento y organizar un asedio ordenado, a pesar de que el número
de tropas de que disponían era claramente insuficiente para este fin.
Los zaragozanos, por su parte, se ocuparon en diversas obras de
fortificación: parapetos, aspilleras, barricadas etc. de las que no se
habían ocupado antes; comandados por el ya citado Antonio Sangenis. Durante los días siguientes se produjeron diversos ataques puntuales franceses, siendo rechazados todos ellos.


El 23 de junio se libró en Épila
otra escaramuza entre tropas francesas y las fuerzas que había ido
reuniendo Palafox desde su salida de la ciudad. Los franceses lograron
interrumpir las comunicaciones del enemigo entre Madrid y Zaragoza
durante todo el primer sitio de Zaragoza y aislarlos de los molinos de
pólvora de Villafeliche, que abastecían a los defensores.8


El 25 de junio el general de división Jean Antoine Verdier,
de mayor rango que Lefèbvre, llega con numerosos refuerzos y se hace
cargo del asedio. En los días 26, 27 y 28, los bombardeos se hacen
especialmente intensos. El polvorín donde se almacenaban las municiones
de la ciudad, sito en el Seminario de San Carlos, estalló por culpa de
un cigarro el día 27, causando graves daños en el barrio de la Magdalena
y un caos que los franceses intentaron aprovechar para entrar en la
ciudad. Tras una dura lucha, los defensores logran resistir en la
ciudad, aunque los franceses ocuparon con éxito el barrio exterior de Torrero y algunos otros sitios extramuros. Desde sus nuevas posiciones amenazarán las posiciones españolas en la Aljafería durante los días siguientes, aunque sin lograr avances.



Agustina de Aragón en un grabado de Goya.
El 2 de julio
Palafox regresa a Zaragoza con algunos refuerzos. La llegada se produce
justo a tiempo, pues ese mismo día los franceses lanzan otro ataque
general sobre la ciudad. Son atacadas las Puertas de Sancho y del
Portillo, al oeste de la ciudad. En la última, una mujer llamada Agustina Zaragoza
tiene que disparar una batería cuyos artilleros habían caído por una
explosión. El disparo pone en fuga a la avanzada francesa y permite
conservar la puerta. Se libran también combates en la Puerta del Carmen y
en la de Santa Engracia, además del convento de San José, pues los
conventos que bordean las tapias son puntos fuertes en la línea de
defensa de la ciudad. A pesar de esta nueva ofensiva sobre los
numéricamente inferiores defensores, los franceses fueron de nuevo
rechazados.


Tras este último fracaso, los franceses comienzan a enfocar la toma
de Zaragoza como un sitio a todos los efectos, a pesar de que era una
ciudad apenas fortificada. Por ello, se trata de aislar la ciudad y de
completar el cerco. Así, los franceses construyen el 11 de julio un puente sobre el Ebro para poder rodear la ciudad por el otro lado del río. El historiador aragonés Agustín Alcaide lo narra así:9


Para el paso del Ebro observó el enemigo todas las reglas: escogió un
ángulo entrante; colocó en sus costados a cubierto de la artillería y
fusilería; recogió y arregló el maderamen en el edificio de San
Lamberto; proporcionó barcos para pasar de avanzada; y en una noche
construyó el puente con gruesas vigas de 6 varas de largo. En cada
costado salía una de ellas de una vara más que las otras por ambos
costados, y cada tres estaban sujetas entre sí, y hacia sus extremos,
con tablas que aseguraban grandes clavos: por el medio, y en toda
extensión del puente, corría un piso de tablas con el ancho suficiente
para el paso de un cañón o carro.


Una vez atravesado el río, asaltaron y tomaron la mayor parte del Arrabal, barrio zaragozano separado del resto de la ciudad por el río. El 14 de julio, con la destrucción del puente sobre el río Gállego, se puso en apuros el camino a Barcelona, por el que llegaban los exiguos refuerzos de Lérida y Monzón.6 El 19 de julio se corta la acequia del Rabal, tratando de dejar sin agua las huertas de la ciudad.6
Sin embargo, el cerco no consiguió cerrarse, y a través del río
continuaron llegando víveres y refuerzos, aunque no en grandes
cantidades.


Durante el resto del mes de julio, las tropas francesas se vieron
enfrentadas a una lucha casa por casa y calle por calle para hacerse con
el control de los barrios extramuros, mientras el sitio se iba haciendo
más formal a medida que zapadores e ingenieros del ejército francés organizaban trincheras, minas subterráneas y desplegaban la artillería de asedio.


Con la llegada de refuerzos a comienzos de agosto, el ejército
francés logró finalmente capturar las últimas posiciones extramuros de
los defensores y endurecer el cerco. Por esas fechas, el fuego de la
artillería francesa alcanzó el hospital donde se hospedaban los heridos,
lo que supuso un duro golpe. Pero a pesar de todo, la ciudad aguantó la
gran ofensiva lanzada el 4 de agosto,
precedida de un intenso bombardeo de tres días que devastó parte del
hoy casco histórico, gracias a que los defensores lograron reagruparse
por la amenaza del teniente Luciano Tornos,
que apuntó con un cañón a los que huían cruzando el Ebro por el Puente
de Piedra. Los daños en la ciudad fueron cuantiosos, siendo saqueado
además el tesoro general, pero el precio pagado por los atacantes alto:
el mismísimo general Verdier tuvo que ser reemplazado nuevamente por
Lefèbvre debido a las heridas sufridas.


El general Lefèbvre
tomó entonces el mando. Sin embargo, una salida de Palafox, que
consigue traer refuerzos y víveres a la ciudad, y las noticias de la
derrota francesa en la batalla de Bailén
con la consecuente inflexión de los acontecimientos bélicos, contuvo a
Lefèbvre, que se limitó a proseguir el bombardeo y mantener sus
posiciones. Con la iniciativa en manos españolas, éstos realizan el 8 de agosto
un contraataque sobre el Arrabal que logra romper el cerco. En la noche
del 13 al 14 de agosto, los franceses abandonaron la ciudad tras volar
el puente que habían construido y el monasterio renacentista de Santa
Engracia además de incendiar el convento de San Francisco.


En conjunto, el ejército imperial francés fue derrotado por una
pequeña presencia militar española y por un numerosísimo conjunto de
ciudadanos que se unieron a la defensa de su ciudad. Este sitio costó a
los franceses entre 3000 y 4000 hombres. La cantidad de muertos, heridos
o enfermos entre los oficiales superiores fue tal que algunos
regimientos quedaron mandados por capitanes. Además, en su retirada
abandonaron unas 50 piezas de artillería, que no pudieron llevarse
consigo. En el campo contrario, los españoles experimentaron unas 2000
bajas y vieron devastada por el fuego enemigo amplias partes de la
ciudad.


Interludio


Escudo de Distinción a los defensores de Zaragoza creado por el General Palafox.
Las fuerzas mandadas por el hermano de Palafox persiguieron al
enemigo hasta Navarra, donde se incorporaron a las fuerzas de otras
juntas regionales en su persecución del enemigo francés. Una vez que se
hubieron marchado los franceses se empezó la reparación de las defensas
dañadas por la contienda, al mando del coronel Sangenís. Se tomaron también medidas para garantizar la higiene y alejar el riesgo de epidemia que acompaña a los asedios, pero no se pudo evitar un brote de tifus que se cobró, entre otras, la vida del cabecilla Jorge Ibor y Casamayor,
el "Tío Jorge", que había sido un líder clave en la deposición de
Guillelmi. Es de destacar la llegada del comisario británico Doyle, que
en representación de su país envió 8000 fusiles para apoyar la causa
española.


La derrota francesa en la batalla de Bailén
y la sucesiva retirada del ejército imperial en casi toda la península
forzó a Napoleón a cruzar los Pirineos para restablecer el control. El
ejército español, inferior a las más experimentadas tropas francesas,
fue rechazado sucesivamente en las batallas de Espinosa y Tudela. Mientras el emperador continuaba hacia Madrid, el Mariscal Jean Lannes
recibió el mando de los ejércitos del frente del Ebro, siendo Zaragoza
un objetivo inmediato para restablecer el control francés del noreste
peninsular.


Segundo sitio


Plano de 1868 del segundo sitio de 1808-1809.
El segundo sitio comenzó el 21 de diciembre de 1808. El ejército francés, consciente de la importancia estratégica de Zaragoza
y del impacto moral que tenía la resistencia de la ciudad ante el
ejército francés, pues se había convertido ésta en un símbolo de la
resistencia española, volvió con numerosas tropas mandadas esta vez por
el mariscal Lannes,
sumando más de 35 000 soldados de infantería y 2000 de caballería. La
ciudad estaba ahora más preparada. Aunque no dio tiempo a acabar las
fortificaciones, se pudo disponer de hasta 160 cañones gracias a los
capturados en el sitio previo y se pudo reunir la cosecha antes del
asedio. Los defensores incluían unos 30 000 soldados regulares, amén de
miles de voluntarios de la ciudadanía cuya colaboración fue muy
importante. A pesar de ser informado de la capitulación de Madrid frente
al ejército imperial, Palafox se niega a negociar una rendición:
«¡Después de muerto, hablaremos!», replica.


El 21 de diciembre este ejército atacó Zaragoza por varios puntos, tratando de tomar el canal Imperial en Casablanca y La Paz, así como los barrios exteriores del Arrabal y Torrero. Precisamente en esta batalla, el «Regimiento de Infantería Voluntarios de Castilla» se ganó el sobrenombre de «El Héroe», apodo alcanzado por la valentía mostrada contra los franceses especialmente en la toma con bayoneta del monte Torrero y en la defensa del Convento de Jesús el 21 de diciembre de 1808.10 Según citó el capitán de infantería Antonio Gil Álvaro en 1893,11
«ese mote es debido a la actuación del Regimiento durante el segundo
sitio de Zaragoza». Lograron ciertos avances, pero la resistencia fue
enconada y los defensores retuvieron sus posiciones. Sin embargo, la
captura del camino a Zuera, la voladura del Puente de América
por los defensores para evitar su captura y sus avances extramuros
aislaron a los defensores. Los franceses realizaron el segundo sitio más
exhaustivamente, y dedicaron los días siguientes a construir puentes
sobre el Ebro por Juslibol (22 de diciembre) y sobre el Huerva
(25-26 del mismo mes) con los que asegurar su cerco alrededor de la
ciudad. Simultáneamente, y en la más pura ortodoxia militar, avanzaron
con trincheras paralelas a las defensas de la ciudad.


En San José, Santa Engracia
y los alrededores de la Aljafería se combatió entonces con denuedo. Los
avances franceses se convirtieron en costosos, y los contraataques del
General O'Neylle lograban recuperar parte de lo perdido. Especialmente
exitosa fue la salida del 31 de diciembre, aprovechándose de las
inundaciones que habían dañado los puentes franceses, en la que los
defensores llegaron a Juslibol. Tras casi un mes de ataques y contraataques, el 15 de enero caía el reducto del Pilar, último de los fortines extramuros del perímetro español.



Esquina de la calle El Pozo con los daños producidos en los sitios de Zaragoza
En los días siguientes, los franceses instalaron sus baterías en
estos puestos de las afueras. Hoy en día, el barrio zaragozano de la Bombarda lleva tal nombre en recuerdo a una pieza de artillería
que se ubicó en la zona. Aproximándose desde el Huerva, los franceses
trataron de tomar el convento de los Trinitarios y la huerta de Santa
Engracia, entradas a la ciudad desde el sur. Los puestos avanzados
establecidos el 28 de enero
por un asalto general se fueron ampliando en lentos y meticulosos
combates. La resistencia casa por casa obligaba a los franceses a volar
los edificios uno a uno, retrasando su avance y sufriendo numerosas
bajas.12 El comandante francés llegó a expresar en una carta al emperador:


Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros
enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante
de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de
Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una
guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos
distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada
basta para intimidar a sus defensores ... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un
asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a
tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La
victoria da pena.


Mariscal Jean Lannes

El asalto de Zaragoza, por January Suchodolsky (1845), Museo Nacional de Varsovia.
Con el paso del tiempo fueron cayendo uno a uno los barrios
periféricos (Huerta de Santa Engracia y el Carmen, en cuya puerta aún se
aprecian los efectos de la guerra, el Arrabal...)
y los conventos donde se habían hecho fuertes los defensores. La
batalla fue terrible para la ciudad, que vio bombardeada la Basílica del Pilar y el Hospital de Gracia, la Universidad de Zaragoza, saqueados los archivos de la Diputación, etc.


A pesar de todo, los defensores siguieron resistiéndose hasta que la
falta de víveres y las terribles condiciones higiénicas que siempre
causan los asedios propiciaron una epidemia de tifus.
Palafox mantuvo su respuesta de "Guerra y Cuchillo" a la rendición,
pero él mismo enfermó gravemente y fue sustituido por Saint-Marq. Este,
en connivencia con la Junta de Defensa, decidió rendir la exhausta
ciudad, incapaz ya de seguir luchando. Palafox se opuso hasta el final y
hubo numerosos partidarios de continuar la lucha hasta sus últimas
consecuencias que trataron de asaltar los arsenales para proseguir la
lucha. Finalmente, el 21 de febrero, Zaragoza capituló ante el cuartel general de Lannes en el molino de Casablanca. Heinrich von Brandt lo describe así:


Cierto número de jóvenes, de edades comprendidas entre los 16 y los
18 años, sin uniformes [...], fumando indiferentes, se alinearon frente a
nosotros. Pronto nos fue dado contemplar la llegada del resto del
Ejército: una multitud pintorescamente variada, y compuesta por gente de
toda edad y condición, [...] la mayor parte vistiendo ropas de
campesino. Los oficiales iban montados en mulas o en burrros, y
únicamente podían diferenciarse de sus hombres por sus tricornios y
largas capas. Todos fumaban y charlaban, pareciendo indiferentes a su
inmediata expatriación. La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar
que nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca
deberíamos haber tenido tantos apuros para "vencer a esa chusma"


La ciudad, que antes era conocida como "La Florencia de España", quedó prácticamente destruida y de 55.000 ciudadanos que había antes de los sitios sobrevivieron 12.000.


Los sitios en la cultura y las artes

Los héroes del sitio de Zaragoza (1903 o 1905), corto de Segundo de Chomón, mostrando tres escenas ficticias de los Sitios.

Baturro de guardia durante los Sitios de Zaragoza, Marcelino de Unceta, 1902
La bravura de la defensa de la ciudad convirtió Zaragoza en una de
las más destacadas batallas de la Guerra de la Independencia y de las Guerras Napoleónicas,13 generando numerosos vestigios monumentales, simbólicos, literarios y musicales.


La ciudad de Zaragoza recibió por su valor durante los sitios a los
que fue sometida los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica e
Inmortal, que desde entonces adornan el escudo de la ciudad.
La lucha, que prácticamente destruyó la ciudad, fue uno de los hitos
históricos locales y ha sido constantemente rememorado en el
nomenclátor, especialmente en la zona histórica del centro. Así, la que
quizás se pueda considerar la avenida central de la ciudad se llama Paseo de la Independencia, cerca de la cual se encuentran entre otras la Plaza de los Sitios, la Calle Asalto y el Paseo de la Mina. Numerosos héroes populares han dado nombres a calles y plazas de la ciudad, como es el caso de la Plaza Sas, el Paseo María Agustín o el Parque Tío Jorge.
Singular resulta la etimología del barrio zaragozano de la Bombarda, ya
explicada. En diversas plazas, parques e iglesias se conservan estatuas
y reliquias del combate, como la estatua a Agustina de Aragón o la espada de Palafox.14


En 1908, primer centenario de los Sitios, Zaragoza vivió la Exposición Hispano-Francesa de 1908,
como celebración del acontecimiento y acto de hermanamiento entre la
ciudad y Francia. En su segundo centenario, Zaragoza albergó la Exposición Internacional Zaragoza 2008, conjuntamente a una serie de actos conmemorativos.



Se puede leer «Sarragosse» encabezando la cuarta columna, segunda fila
en la lista de batallas francesas grabadas en el Arco del Triunfo.
Los franceses lo incluyen entre sus grandes batallas inscritas en el Arco del Triunfo de París.


Los sitios en la música

La decidida resistencia fue inmortalizada en una copla cantada como jota, convertida desde entonces en uno de los símbolos típicos con los que se relaciona Aragón y Zaragoza:


La Virgen del Pilar dice

Que no quiere ser francesa

Que quiere ser capitana

De la tropa aragonesa


Hay, además, una jota popular muy emotiva: Aquel que quiera saber /
lo que Zaragoza vale / que pregunte a los franceses / que los franceses
lo saben.


La Academia General Militar, ubicada en Zaragoza, incluye en su himno una referencia a los Sitios:


"...Honor y Gloria para España

Zaragoza con sangre ganó

y en el solar Zaragozano

mi alma el temple recibió..."


El músico extremeño Cristóbal Oudrid, compuso una conocida pieza para banda militar, que lleva ese nombre, El sitio de Zaragoza.


Los sitios en la literatura

Literariamente, la mención de los sitios tampoco ha sido escasa. Benito Pérez Galdós, uno de los mayores novelistas españoles, dedicó uno de sus Episodios Nacionales, con los que pretendía narrar la historia española en el siglo XIX, a Zaragoza y sus sitios (véase Zaragoza (Episodio nacional)),
inmortalizando así esta heroica resistencia. El libro contribuyó a
mitificar la lucha, haciendo famosas las siguientes frases:


¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.


Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas
no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo
abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las
tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los
muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se
rinde.


La frase fue desde entonces una típica referencia patriótica, usada
muchas veces en propaganda, especialemente por los sectores más
conservadores, si bien su uso hizo presencia en todo el abanico
político, siendo por ejemplo usado en los billetes de 1000 pesetas tras la muerte de Franco.


El escritor e historiador José Luis Corral dedicó también un libro a los sitios, titulado ¡Independencia!, donde describe la resistencia de la ciudad desde los ojos de un guardia de corps que se une a la lucha.


Los sitios de Zaragoza se mencionan en Guerra y Paz, de Leo Tolstoi.


La novela de Joseph Peyré Una chica de Zaragoza (Une fille de Saragosse) está ambientado en el Segundo Sitio.


El relato De cómo el brigadier se apoderó de Zaragoza, perteneciente a
la serie de relatos Aventuras del brigadier Gerard, escrito por Arthur Conan Doyle,
discurre durante la toma de Zaragoza en el segundo sitio. De hecho el
héroe del relato, el brigadier Gerard, es responsable directo de dicha
toma en el relato.


Personajes destacados


La Basílica del Pilar, que aún hoy en día muestra en su fachada este daños producidos durante los sitios.

Referencias


  • ArteHistoria. «"Guerra de la Independencia Española, antes y después"» (HTML). Archivado desde el original el 26 de noviembre de 2015. Consultado el 18 de diciembre de 2007.

    1. Capítulo XXIX

    Enlaces externos

    Menú de navegación



  • . El 5 de mayo, un bando anunció la
    disposición de la Junta suprema presidida por el infante don Antonio,
    encargando la tranquilidad, para que no se repitiesen en las provincias
    semejantes escenas; y el capitán general Guillelmi procuraba aquietar
    los ánimos conmovidos






    Historia de los dos Sitios, página 4. Agustín Alcaide Ibieca


  • Alcaide
    registra como el juez Diego María Vadillos evitó el linchamiento de un
    vinatero francés al que se le atribuían amenazas a los españoles


  • Agustín Alcaide recoge en su obra varias proclamas en busca de reclutas:
    aragoneses. Llegó la época feliz de que
    con vuestras gloriosas hazañas acrediteis, que el espíritu guerrero que
    heredasteis de vuestros gloriosos progenitores, conozca la Europa entera
    habéis sabido conservarle. La Religion, el Rey y la Patria gemirían con
    opresión, si la magnanimidad de vuestros pechos no fuese un muro
    incontrastable á todo el que atentase contra ella: vuestro General, á
    quien el celo patriótico que os anima sacó del retiro en que se hallaba
    restableciendo su salud quebrantada, os conducirá por el sendero del
    honor y de la gloria: nada importa su vida si con ella redime la gloria
    de la patria. Sí, valerosos patriotas: arrostremos los peligros, que
    jamás conocieron los valientes aragoneses cuando aquella peligra: no
    haya partidos, acudamos indistintamente á las armas, formemos todos un
    cuerpo; y como hermanos y verdaderos hijos, desde la edad de diez y seis
    á cuarenta años, sin excepción de clases, espero se presentarán conmigo
    en el campo del honor; y con este objeto acudamos al sitio que os he
    señalado, para que con el conocimiento exacto del número con que puede
    contarse, se formen los tercios, que por mis oficiales se instruyan en
    las evoluciones precisas á la urgencia de este grave caso o a mi
    presencia cuando fuere compatible con otras obligaciones, o la de la
    persona o personas que yo designáre: teniendo presente que del
    alistamiento que se pone a continuación deberá entenderse por el tiempo
    que dure la presente necesidad.







  • De acuerdo a esta reseña de Ángel Muñoz, apenas comprendía 113 oficiales, una compañía de 178 fusileros, con una partida de 383 soldados y 157 reclutas


  • Latas Fuertes, Jaime: El Ebro en los sitios de Zaragoza. Asociación Cultural "Los Sitios de Zaragoza" (2006)


  • FIJALKOWSKI,
    Wieslaw. La intervención de tropas polacas en los Sitios de Zaragoza de
    1808 y 1809. IX Premio Los Sitios de Zaragoza, 1994.


  • Pólvora de contrabando. El Periódico de Aragón. 22 de febrero de 2004.


  • "Historia en los Dos Sitios. Tomo 1. Agustín Alcaide Ibieca. Pág. 162, citado por Latas, op cit"


  • Alfonso Guillén, Manuel Antonio García Ramos y varios más (2001). Memoria de una epopeya. RIMZ n.º 16. pp. 41, 42, 45 y 46.


  • Gil Álvaro, Antonio (1893). Glosas de la Infantería Española. Madrid. p. 117.



  • Estas casas solo pueden tomarse a costa
    de grandes sacrificios. Es necesario minarlas y hacerlas volar una tras
    otra, echar abajo los muros divisorios y avanzar entre los cascotes. Un
    día se toman cinco o seis casas, otro, un convento, y otro, una iglesia.
    Ha sido preciso formar calles interiores en medio de las ruinas para
    trasladar la artillería y las municiones. Finalmente, se han colocado
    baterías en las calles y sobre las ruinas de los edificios. Esta es una
    nueva forma de tomar ciudades fortificadas. Los ingenieros se han visto
    obligados a inventar nuevos métodos de ataque. Esto es muy peligroso y
    muchos zapadores y minadores han perecido en las galerías subterráneas.
    Los españoles se defienden briosamente en sus casas.






    Daudevard de Férussac. Diario histórico del sitio de Zaragoza



  • Solo el hecho aislado sorprende. Porque
    hasta de ahora no se había visto en la historia de una guerra que una
    ciudad abierta, situada en una llanura, rodeada de débiles tapias, y
    lidiando sus habitantes en las calles y plazas a la ventura, llegase
    como Zaragoza, a refrenar los ímpetus de un ejército aguerrido. Con
    muros y almenas se sostiene el furor bélico hasta que el arte supera los
    obstáculos; pero cuando esto se ejecuta á rostro firme, y por gentes
    que dejando el arado y la esteva, luchan al acaso, ¿quién no admirará
    tamaña resolucion y valentía? Los zaragozanos no hicíeron planos ni
    cálculos. Faltos de todo, gritaron venganza, y Abandonaron el éxito al
    valor y entusiasmo patriótico de que estaban poseidos.






    Historia de los dos sitios. Introducción. Agustín Alcaide Ibieca


  • Mapa interactivo elaborado en el segundo centenario por el Heraldo de Aragón con monumentos y símbolos Noménclator de Zaragoza referido a los Sitios, de la misma procedencia


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