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5. EL SEGUNDO SITIO
Tras el repliegue francés de Agosto, los aragoneses
tienen la seguridad de que un día volverán, por lo que en
Zaragoza comienzan de inmediato los preparativos para sufrir un
nuevo asedio, mejorando las fortificaciones y la concentración
de tropas, se recuperan los cañones hundidos en el Canal y el
Coronel de Ingenieros D.
Antonio Sangenis
(a quien se le dedicó un vértice en la zona restringida de San
Gregorio) dirige los trabajos de acondicionamiento de las
murallas. En Noviembre,
Napoleón
en persona dirige el avance francés al frente de las
Unidades selectas de su Gran Ejército, batiendo a cuantas
fuerzas españolas se encuentra en su camino hacia Madrid. El
mariscal
Lannes derrota el 23 de Noviembre entre Tudela y
Tarazona a Castaños y
Palafox (que mandaban 45.000 hombres, fundamentalmente
andaluces, levantinos y aragoneses) ante la descoordinación y
mala dirección de los generales españoles . La vanguardia gala
llega a las proximidades de Zaragoza el día 30, pero se retira a
Alagón, tras algunas escaramuzas, a fin de acumular medios y
reforzarse para el nuevo asedio.
Durante las siguientes tres semanas, ambos ejércitos se preparan
a distancia:
-Se
cierra el perímetro defensivo de la ciudad, en una nueva línea
de murallas que engloba los monasterios anteriormente aislados,
se fortifican los puentes sobre el Huerva con la construcción
del Reducto del Pilar (recordado hoy por un pequeño monumento
erigido sobre su emplazamiento, en la puerta de El Corte
Inglés) y los trabajos en el monasterio de San José (junto al
actual puente de San Miguel), se convierte el Arrabal en una
ciudadela y se patrulla el Ebro con cañoneras tripuladas por
cartageneros.
-Las
fuerzas españolas cuentan con unos 32.000 soldados regulares,
con abundante Caballería y unas 160 piezas de artillería, además
de miles de paisanos voluntarios, hasta un total de unos 45.000
hombres.
-Los
franceses, mandados por
Moncey, cuentan con el V Cuerpo (Mariscal Mortier, compuesto por veteranos de Alemania, con las divisiones de
Suchet y Gazan) en la margen izquierda del Ebro, y el III Cuerpo (Mariscal
Moncey, con veteranos del primer sitio) en la derecha, hasta
un total de unos 50.000 hombres (40.000 infantes, 3.500 jinetes,
1.100 zapadores, 48 cañones de sitio y 84 piezas ligeras).
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Tal acumulación de medios, durante un invierno particularmente
duro, causará a ambos bandos (pero especialmente a los sitiados)
graves problemas logísticos, de alojamiento, higiénicos y, como
resultado de todo ello, de disciplina.
El 21 de Diciembre vuelven los franceses, con un ataque contra
el monte de Torrero, que es abandonado rápidamente, y el
Arrabal, donde, tras unos momentos de pánico controlados por el
propio Palafox, se
produce un contraataque español que expulsa a los asaltantes,
que sufren unas 700 bajas. Inmediatamente comienzan los trabajos
de asedio, de forma mucho más sistemática que en el Primer
Sitio, conectando ambas márgenes del Ebro y logrando un bloqueo
efectivo de la ciudad. Sin embargo, Moncey debe distraer fuerzas para hacer frente a las partidas
campesinas y la aproximación de pequeñas fuerzas levantadas en
las ciudades aragonesas, con lo que las fuerzas sitiadoras están
muy mermadas. Por contra,
Palafox contaba con una gran fuerza y abundante
caballería, pero no se decidió a efectuar grandes salidas para
desbaratar los trabajos de los galos. Sólo son destacables las
efectuadas el 31 de Diciembre y el 23 de Enero, pero en ambos
casos con esfuerzos muy dispersos y pocos efectivos, con lo que
apenas consiguen algo más que levantar la moral y derribar
algunos metros de trinchera.
Ya desde el principio se propagan las enfermedades, causadas por
el frío y la carencia de alimentos frescos. Tales problemas
afectan a ambos bandos, pero más a los sitiados, por las
facilidades que daba el hacinamiento a la propagación de las
epidemias.
Las líneas de trincheras se dirigen inicialmente a la Aljafería,
el Reducto del Pilar y S. José, puntos avanzados de la defensa.
A pesar de la heroica defensa de Renovales, el monasterio de S. José es ocupado el 11 de Enero, tras
una cruenta lucha entre las ruinas. El 15 de Enero cae el
Reducto del Pilar y los franceses quedan dueños de toda la
margen derecha del Huerva, con lo que pueden hacer avanzar sus
trincheras contra la muralla de la ciudad en los sectores
marcados por el propio Napoleón: Santa Engracia y Puerta
Quemada, salientes que no permitían los fuegos defensivos de
flanco. El 27 de Enero se produce el gran ataque, que es
rechazado en Santa Mónica y apenas consigue ocupar algunas casas
en la calle Pabostre, pero sí tiene éxito en Santa Engracia,
donde la infantería polaca consigue ocupar el monasterio,
algunas casas cercanas y giran hacia la Puerta del Carmen,
ocupando el monasterio de los Trinitarios. Sin embargo, una vez
dentro de la ciudad, los franceses se encuentran con todas las
calles bloqueadas con barricadas y las casas convertidas en
fortines, y la masiva participación popular, que había sido un
tanto dejada de lado hasta ese momento.
El mariscal
Lannes, que ha tomado el mando, prohíbe el avance a
descubierto y decide el empleo masivo de minas para destruir la
resistencia. Aun así, la lucha se desarrolla lenta y
penosamente, entre las ruinas provocadas por los explosivos, a
través de troneras abiertas en las paredes, escalando hasta los
techos, atacando a retaguardia a través de los tejados,..
El
29 de Enero se produce el ataque al monasterio de Santa
Mónica, que es ocupado al día siguiente, a pesar de la
resistencia de los Voluntarios de Huesca mandados por el
Teniente Coronel D. Pedro
Villacampa. Desde esa posición comienza la preparación para
ocupar el vecino Convento de San Agustín, que daría paso a las
calles Palomar y San Agustín, vías rectas hacia el Coso en la
Magdalena. La lucha tiene lugar el 1 de Febrero y termina con la
ocupación del convento, a pesar de la terrible resistencia
dirigida por el "Tío Garcés", agricultor de Garrapinillos que se
hace fuerte en la torre con varios hombres, resistiendo varios
días. Ese mismo día se produce un rápido avance francés a lo
largo de la calle Quemada, pero cuando alcanzan el Coso, todas
las campanas de la ciudad tocan a rebato y una gran muchedumbre,
con numerosas mujeres, expulsa a los invasores de toda la calle
y les hace perder varias casas de Pabostre, ocupadas días antes.
Por ese motivo, tal calle se denomina actualmente Heroísmo.
En días siguientes continúa el penoso avance francés en los dos
sectores ocupados, en su intento de llegar al Coso, desde donde
podrían extender sus esfuerzos en varias direcciones. El día 6
ocupan el Hospital de Gracia y puede iniciar el avance a ambos
lados. El 8 consiguen ocupar el monasterio de Jesús en el
Arrabal, lo que permite acercar las trincheras al centro del
barrio. El 10 de Febrero se produce el ataque al monasterio de
San Francisco, precedido por una gran mina de 1.000 kilos, con
una dura lucha que dura dos días, al término de los cuales por
las gárgolas de desagüe caía sangre como si lloviera .... Queda
estabilizada la situación en torno a dicho convento y a la
Magdalena, en el Coso Bajo. Comienzan a preparar minas contra la
Universidad, protegida lateralmente por una Casa-baluarte junto
a la Puerta del Sol. Durante seis días se resiste en esas
posiciones, que finalmente caen el 18, tras el empleo de grandes
cantidades de pólvora y diez ataques contra la casa. Ese mismo
18 de Febrero cae el Arrabal, en un combate en el que por
primera vez los franceses capturan un número apreciable de
prisioneros (unos 2.500).
La situación vuelve a estabilizarse nuevamente en el Coso
central y la Magdalena, donde los defensores resisten en la
estrecha calle que la separaba de la Universidad gracias a los
incendios de las casas aledañas. Entretanto, las condiciones de
vida son penosas dentro de la ciudad, donde las enfermedades
(especialmente tifus y disentería) se cobran hasta 700 víctimas
diarias. Es imposible enterrar todos los cadáveres, que se
convierten en nuevos focos de transmisión. Cada vez había menos
fuerzas disponibles, y la mayor parte de los combatientes se
encontraban sin fuerzas, derribándose en sus posiciones.
Mientras tanto,
Palafox dictaba encendidas proclamas diarias, en las que
exhortaba a continuar la lucha y se quejaba de traiciones y
falta de disciplina, alimentando una "caza de brujas" que llevó
a numerosos habitantes a la horca, por faltas reales o
imaginarias. Los franceses achacaban el fanatismo del caudillo a
los consejos de
eclesiásticos, aunque es más probable que se debiera a los
efectos de la enfermedad. El día 19, el enfermo jefe cede sus
poderes a una Junta presidida por
Pedro Mª Ric, que, tras evaluar pesimistamente la
situación, pide la rendición de la ciudad, firmada al día
siguiente. Los defensores salen de la ciudad el 21 a través del
Portillo, sorprendiendo a los sitiadores el pésimo aspecto de
los sitiados, y a éstos el escaso número de aquellos. |
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6.
CONCLUSIONES DEL SEGUNDO SITIO
La dirección militar de
Palafox fue bastante defectuosa, pues concentró
una cantidad excesiva de tropas dentro del perímetro
defensivo, provocando graves problemas logísticos y
facilitando la propagación de enfermedades, causa principal
de la enorme mortandad. Condujo la lucha de forma
excesivamente defensiva, pues llegó a tener superioridad
numérica frente a los sitiadores, pero no la aprovechó para
efectuar
salidas concentradas ni para intentar romper el bloqueo,
establecido de forma muy
ligera por los galos ante la gran longitud a cubrir y el
enorme número de bajas y
enfermos que también ellos debían afrontar.
-Falló la organización logística de la ciudad, quizás por la
ausencia de
Calvo de Rozas, pieza
fundamental en la administración del Primer Sitio.
-El
protagonismo de la lucha recayó inicialmente en el ejército
regular, con un cierto despego de la población, que tan
importante había sido el verano anterior, produciéndose choques y enfrentamientos entre ambos grupos y
debilitando la moral, ya de por sí afectada por las duras
condiciones meteorológicas y la generalizada sensación de
espionaje, en parte provocada por el propio
Palafox y sus colaboradores, con proclamas en que aludía a
supuestas cobardías y traiciones.
-Los
franceses organizaron desde el principio un asedio mucho más
técnico y eficiente que el primero, cerrando el Arrabal y
batiendo en campo abierto a las columnas que se dirigían a abastecer o reforzar a los
sitiados. Tenían asumido que iba a ser una lucha dura, similar a la entablada casa por
casa en Agosto, y decidieron emplear su superioridad de medios para
disminuir el número de bajas.
-En
cualquier caso, se repitieron los gestos heroicos, agudizados
por las masivas destrucciones causadas por las minas,
los bombardeos y los incendios provocados
por los defensores, lo cual no impedía a éstos luchar
hasta la extenuación entre las ruinas.
-En
total, los franceses tuvieron unas 10.000 bajas y emplearon casi
80.000 kg.de pólvora para ocupar la ciudad. Los defensores
sufrieron unos 54.000 muertos, a los que seguirían otros 8-10.000 en días
posteriores, casi todos a
causa de las epidemias
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