sábado, 17 de junio de 2017

Imperio romano - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Imperio romano



Imperium Rōmānum
Senātus Populusque Rōmānus
Rēs pūblica populī rōmānī
Imperio romanonota 1


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27 a. C.-476 d. C.1 2
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Bandera de Roma


Bandera



Ubicación de Roma
El imperio hacia el año 117, cuando reinando Trajano, alcanzó su máxima expansión en toda su historia.
Capital Roma (27 a. C.-330)

Constantinopla (330-1453)
Idioma principal Latín
Otros idiomas Véase Lenguas del Imperio romano
Religión Religión romana (27 a. C.-380)

Cristianismo (380-476)
Gobierno Monarquía absoluta y teocrática
Emperador
 • 27 a. C.-14 d. C. César Augusto
 • 475-476 Rómulo Augusto
Cónsul
 • 27-23 a. C. César Augusto
 • 476 Basilisco
Legislatura Senado romano
Período histórico Edad Antigua
 • César Augusto es proclamado emperador 16 de enero de 27 a. C.
 • Batalla de Accio 2 de septiembre de 31 a. C.
 • Diocleciano divide la administración imperial entre Oriente y Occidente 1 de mayo de 285
 • Constantino I declara Constantinopla nueva capital imperial 11 de mayo de 330
 • Rómulo Augusto es depuesto por Odoacro 4 de septiembre de 476
Superficie
 • 117 6 500 000 km²
Población
 • 117 est. 88 000 000 
     Densidad 13,5 hab./km²
Moneda Denario, sestercio, sólido bizantino

Vexillum —bandera generalmente empleada por el ejército romano— con la inscripción SPQR.
El Imperio romano (en latín: Imperium Rōmānum, Senātus Populusque Rōmānus o Rēs pūblica populī rōmānī, entre otros nombres)nota 1 fue el tercer periodo de civilización romana en la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².


El término es la traducción de la expresión latina «Imperium Romanum», que significa literalmente «El dominio de los romanos». Polibio
fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún
como República. Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del
primer emperador, César Augusto,
Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes
extensiones de territorio que fueron divididos en provincias gobernadas
directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por
sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año
anterior.


Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago,
cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental
rivalizaba con la de Roma y que tras las tres guerras púnicas se
convirtió en la primera gran víctima de la República. Las guerras púnicas
llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península
itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar,
como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.


Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron
difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital
ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente
reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas
para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes
ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.


El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras
civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos
finales de la República romana. Tras la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se había erigido en mandatario absoluto de Roma y se había hecho nombrar Dictator perpetuus
(dictador vitalicio). Tal osadía no agradó a los miembros más
conservadores del Senado romano, que conspiraron contra él y lo
asesinaron durante los Idus de marzo
dentro del propio Senado, lo que suponía el restablecimiento de la
República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no
pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio,
quien se convirtió años más tarde en el primer emperador de Roma, tras
derrotar en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y más
tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma.


A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en
provincia romana, la implantación del sistema político imperial sobre
los dominios de Roma deviene imparable, aún manteniendo las formas
republicanas. Augusto
aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad
política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países
mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano,
quien trató de salvar un Imperio que caía hacia el abismo. Fue este
último quien, por primera vez, dividió el vasto Imperio para facilitar
su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas
ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos
entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.


En el inmenso territorio del Imperio Romano se fundaron o se hicieron
grandes e importantes muchas de las principales ciudades de la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia, el Levante. Ejemplos son: París (Lutecia), Estambul (Constantinopla), Barcelona (Barcino), Zaragoza (Caesaraugusta), Mérida (Emerita Augusta), Cartagena (Carthago Nova), Milán (Mediolanum), Londres, (Londino), Colchester (Camulodunum) o Lyon (Lugdunum) entre otros.


Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla,
la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del Imperio
de Occidente. El Imperio romano oriental proseguiría casi un milenio en
pie como el Imperio romano (aunque usualmente se use el moderno nombre historiográfico de Imperio bizantino), hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder del Imperio Otomano.


El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los
intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación.
Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno con el Imperio Carolingio o el del Sacro Imperio Romano Germánico,
sucesor de este último, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los
territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos
clásicos.


Con el colapso del Imperio romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.



Índice

Historia

Los primeros emperadores desde Augusto hasta la muerte de Nerón, es decir, entre 27 a. C. y 68 d. C., formaron la dinastía Julio-Claudia, que tras el periodo del 68 al 69, el año de los cuatro emperadores, dio paso a la dinastía Flavia con tres emperadores del 69 al 96 y a la dinastía Antonina, los 5 buenos emperadores, del 96 al 180. El 180 se inició la dinastía Severa que duró hasta la muerte de Alejandro Severo en el 235. Con la muerte de Alejandro, se da por iniciada la crisis del siglo III


Dinastía Julio-Claudia (27 a. C.-69 d. C.)


Expansión del Imperio romano en 218 a. C. (rojo), 89 a. C. (rosa), 44 a. C. (naranja), 14 d. C. (amarillo), y 117 d. C. (verde).
Los sucesores de Augusto no demostraron ser especialmente dotados, lo que evidenciaba las debilidades de un sistema dinástico hereditario. Tiberio, Calígula y Nerón
fueron especialmente despóticos e incluso se dejaron llevar por excesos
que pusieron a prueba la fortaleza del sistema consolidado bajo la
administración de Octavio.


Dinastía Flavia (69-96 d. C.)

Esta dinastía de emperadores sobresalió en el aspecto de la
administración y la construcción. Mantuvieron protegidas las fronteras
mediante campamentos militares y otorgaron derechos de ciudadanía romana
a los habitantes de las provincias del imperio.


Dinastía Antonina (96-180 d. C.)

Mayor extensión
Mapa del Imperio hacia el año 117 d. C. (arriba) y 150 d. C. (abajo), cuando alcanzó su mayor extensión.
Los Cinco Buenos Emperadores llevaron Roma a su culmen territorial, económico y de poder: Nerva; Trajano, de origen hispano y gran conquistador; Adriano, querido emperador que realizó grandes reformas y visitó numerosas partes del imperio; Antonino Pío; y Marco Aurelio, pensador a la par que defensor de las fronteras.


Dinastía Severa (193-235 d. C.)

Crisis del siglo III (235-284)

El Bajo Imperio (284-395)

Diocleciano y la Tetrarquía

Dinastía Constantiniana (305-363)

Dinastía valentiniana (364-395)

La división del Imperio (395-476)

El Imperio romano de Occidente es la parte occidental del Imperio
romano, después de su división en Occidente y Oriente iniciada con la
tetrarquía del Emperador Diocleciano (284-305) y efectuada de forma
definitiva por el Emperador Teodosio I (379-395), quien lo repartió
entre sus dos hijos: Arcadio recibió el Imperio de Oriente y Honorio
recibió el de Occidente.


El fin del Imperio romano de Occidente (395-476)

A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el oeste por la presión de los pueblos hunos,
procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio romano.
Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el
ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos.
Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde
fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que
derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.



Sólido bizantino de Odoacro en nombre de Zenón.
El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 15 años que fue el último emperador romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador romano de Oriente.


Supervivencia del Imperio romano de Oriente (395-1453)

Intentos de restauración del Imperio


Evolución del Imperio Bizantino
A lo largo de los siglos que suceden a la caída del Imperio Romano de Occidente,
muchas civilizaciones de la edad media y más tarde, de la edad moderna,
se proponen restaurar el Imperio Romano a su antigua gloria. El intento
más antiguo y el que más se acercó fue el del Imperio Bizantino, por decisión de Justiniano I, en el siglo VI utilizó a sus mejores generales (Narsés y Belisario) para devolver la antigua gloria del Imperio.



Imperio Carolingio en su máxima extensión.
Tres siglos más tarde, un rey Franco, Carlomagno, hijo de Pipino el Breve, fundó la dinastía Carolingia, convirtiendo el reino Franco en el Imperio Carolingio. Carlomagno se hizo con el poder de la mayoría de territorios en Europa Central, convirtiéndose en la principal potencia de Europa
en ese momento. Después de la muerte de Carlomagno, el imperio se
dividió en tres, un reino para cada hijo de Carlomagno. A pesar de que
fuera muy extenso, no se asemejaba en tamaño ni siquiera al Imperio de Occidente en su apogeo territorial.



Evolución del Sacro Imperio Romano
Un reino sucesor del Imperio Carolingio se hizo con mucho territorio en Europa, fue entonces cuando fue rebautizado como Sacro Imperio Romano. Este Imperio no fue tan extenso como su antecesor, el Imperio carolingio. Pero fue mucho más duradero, llegando hasta la edad contemporánea.


Ejército romano


Recreadores como legionarios de la segunda mitad del siglo I.
El mando supremo del ejército correspondía al Emperador.
En provincias el mando correspondía al gobernador provincial (pero éste
a su vez estaba supeditado al Emperador que podía apartarlo cuando
quisiera), pudiendo también asumirlo temporalmente el Emperador. El
número de legiones osciló en toda la época imperial, con un número
cercano a la treintena.


Los caballeros y las clases altas habían desaparecido prácticamente
del ejército y las legiones debían reclutar entre los ciudadanos,
primero en Italia,
pero se reclutaron progresivamente en las provincias donde estaban
acantonadas, y si era necesario se recurría a mercenarios extranjeros
(sobre todo germanos). Con la entrada de los proletarios del ejército
tendió a una profesionalización, si bien estos soldados tenían más
facilidad para el saqueo. Los ascensos se ganaban por méritos, por
favores o por dinero. El tiempo de servicio fue aumentado
progresivamente y no eran excepcionales servicios de treinta o más años.
Para ejercer algunos cargos municipales había un cierto tiempo de
servicio en el ejército.


La legión disponía de arsenales (armamentos) y de talleres de
fabricación y reparación. Los soldados recibían un sueldo, donativos
imperiales en ocasión del acceso al trono, las fiestas o los motines,
regalos (stillaturae) y el botín de guerra. La ración de
alimentos diaria fue creciendo y se le proporcionaba trigo, sal, vino,
vinagre, carne fresca y carne salada.


Los campamentos se convirtieron en plazas fuertes. Disponían de
murallas y torreones y se dividían interiormente en cuatro partes
marcadas por dos vías perpendiculares. Contenían sala de baños, sala de reuniones,
capillas, oficinas, cárcel, hospital y almacenes. Los mercaderes,
artistas, prostitutas y otros acudían a sus alrededores y se establecían
constituyéndose aglomeraciones urbanas, y crecían las poblaciones
civiles (canabae) y las casas de baños y anfiteatros. Los
terrenos próximos se utilizaban como pastos para el ganado, y en general
se arrendaban por ello los agricultores de la zona.


Estructura de la legión

Una legión romana
(cuyo emblema era un águila plateada) consistía en diez cohortes (con
su respectivo estandarte) cada una de ellas con cinco o seis centurias
de ochenta hombres subdivididas en diez contubernios (unidad básica de
ocho legionarios que compartían tienda), contando pues cada legión cinco
o seis mil hombres de infantería, divididos en cincuenta o sesenta
centurias. Contaba también con las guerrillas regulares auxiliares y de
caballería (alae) ciento veinte hombres de caballería.


El nombramiento de los legatus legionis, lugartenientes de la
legión con funciones de pretor, asistidos por tribunos militares
designados todos ellos por el gobernador provincial o por el Emperador,
que también podían nombrar a los centuriones.


Junto a los legados de la legión estaban los benefiaciarii (encargados de misiones de confianza), los strato (escuderos), los comentarienses (archiveros), los cornicularii (contadores) y los actuario (escribientes). Los tribunos militares se dividían en laticlavii (afectos a la administración) y angusticlavii (misiones propiamente militares). Los centuriones los auxiliaba un oficial secundario llamado optio, algunos de los cuales también ejercían funciones administrativas. En caballería el suboficial que mandaba una turma (nueve jinetes) era llamado decurión. Otros suboficiales eran el tesserarius (equivalente a un sargento), el signifer o vexillarius (portaestandartes), el aquilifer (el portador del águila legionaria), el campiductor (instructor) y el pecunarius (furriel).


Las cohortes

Las cohortes se estructuraban en diez filas de 40 o 60 hileras que en tiempos de Trajano se redujeron a cinco filas. Con Adriano surgió la cohorte familiar (compuesta de 1200 soldados escogidos) mientras las restantes cohortes fueron llamadas quingentaries
y contaban 500 soldados. Desde el reinado de Adriano el reclutamiento
se hizo exclusivamente en las provincias donde servía la Legión.


Se estructuraron varias cohortes especializadas: las de infantería (peditata), la de caballería o mixta (equitativa), la policial (togata), la de vigilancia (excubitoria), la de guarnición en una ciudad (urbana), la encargada de apagar incendios (Vigilio) y la encargada de la guardia y custodia imperial o de un caudillo (Praetoriana
). Esta guardia personal del general en jefe fue habitual en el
Imperio. Existía el cuartel general (Guardia Pretoriana o guardia del
general en jefe) los miembros tenían más sueldo y estaban dispensados de
los trabajos del campamento, y que llegaron a ser los árbitros del
Imperio.


Las centurias

Las centurias estaban al mando de centuriones (el centurión de más prestigio era el primus pilus habitualmente el más veterano), por encima del cual había seis tribunos de la legión de rango ecuestre, y el legatus de la legión, de rango senatorial, que había sido anteriormente pretor (en las provincias donde solo había una legión, el legatus de la provincia y el de la Legión era la misma persona).


Equipamiento

El equipamiento de los legionarios cambiaba sustancialmente
dependiendo del rango. Durante las campañas, los legionarios iban
equipados con armadura (lorica segmentata), escudo (scutum), casco (galae), una lanza pesada y una ligera (pilum), una espada corta (gladius), una daga (pugio), un par de sandalias (caligae), una sarcina (mochila de marcha), y comida y agua para dos semanas, equipo de cocina, dos estacas (Sude murale) para la construcción de muros, y una pala o cesta.


Armada romana


Trirreme romano representado en un mosaico.
La Armada romana (en latín classis, literalmente flota) comprendió las fuerzas navales del antiguo Estado romano. A pesar de jugar un papel decisivo en la expansión romana por el Mediterráneo, la armada nunca tuvo el prestigio de las legiones romanas.
A lo largo de su historia los romanos fueron un pueblo esencialmente
terrestre, y dejaron los temas náuticos en manos de pueblos más
familiarizados con ellos, como los griegos y los egipcios,
para construir barcos y mandarlos. Parcialmente debido a esto, la
armada nunca fue totalmente abrazada por el Estado romano, y se
consideraba «no romana».3
En la antigüedad, las armadas y las flotas comerciales no tenían la
autonomía logística que en la actualidad. A diferencia de las fuerzas
navales modernas, la armada romana, incluso en su apogeo, no existió de
forma autónoma, sino que operó como un adjunto del Ejército romano.


En el transcurso de la primera guerra púnica la armada fue expandida masivamente y jugó un papel vital en la victoria romana y en la ascensión de la República romana a la hegemonía en el Mediterráneo. Durante la primera mitad del siglo II a. C. Roma destruyó Cartago y subyugó los Reinos Helenísticos del este del Mediterráneo, logrando el dominio completo de todas las orillas del mar interior, que ellos llamaron Mare Nostrum. Las flotas romanas volvieron a tener un papel preponderante en el siglo I a.C.
en las guerras contras los piratas y en las guerras civiles que
provocaron la caída de la República, cuyas campañas se extendieron a lo
largo del Mediterráneo. En el 31 a. C. la batalla de Accio puso fin a las guerras civiles con la victoria final de Augusto y el establecimiento del Imperio romano.


Durante el período imperial el Mediterráneo fue un pacífico «lago
romano» por la ausencia de un rival marítimo, y la armada quedó reducida
mayormente a patrullaje y tareas de transporte.4


Sin embargo, en las fronteras del Imperio, en las nuevas conquistas o, cada vez más, en la defensa contra las invasiones bárbaras, las flotas romanas estuvieron plenamente implicadas. El declive del Imperio en el siglo III d. C.
se sintió en la armada, que quedó reducida a la sombra de sí misma,
tanto en tamaño como en capacidad de combate. En las sucesivas oleadas
de los pueblos bárbaros contra las fronteras del Imperio la armada sólo
pudo desempeñar un papel secundario. A comienzos de siglo V d. C. las fronteras del imperio fueron quebradas y pronto aparecieron reinos bárbaros en las orillas del Mediterráneo occidental. Uno de ellos, el pueblo vándalo,
creó una flota propia y atacó las costas del Mediterráneo, incluso
llegó a saquear Roma, mientras las disminuidas flotas romanas fueron
incapaces de ofrecer resistencia. El Imperio romano de Occidente colapsó en el siglo V d. C. y la posterior armada romana del duradero Imperio romano de Oriente es llamada por los historiadores Armada bizantina.


Arquitectura



Acueducto de Segovia.
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía
de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran
también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban
diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma
fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.


Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que
permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de
mercaderes, así como los correos. Las ciudades nuevas se fundaban
partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos
calles principales, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro, alrededor del cual se erigían templos,
monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría
de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro en punto de
paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un
cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.


Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma,
ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una
estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder
imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de multitud de
nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz
de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la
desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio
propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y
deprisa siendo frecuentes los derrumbes por bloques de pisos de mala
calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las intrincadas
callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital
imperial se incendiara el año 64 dC, durante el mandato de Nerón.
La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un
plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques
lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la
ciudad.


Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas
comodidades que la capital y los emperadores gustosos favorecían la
propagación del modo de vida romano sabedores de que era la mejor carta
de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás
desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra
Roma. Por ello, allí donde fuera preciso se construían teatros, termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.


Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos
si era preciso, el agua llegaba a veces con tal presión que era
necesario construir abundantes fuentes por todas partes lo que aún
aumentaba más el encanto de dichas ciudades, que a pesar de estar
construidas en tierras secas recibían la llegada de las bien
planificadas canalizaciones romanas.


Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe
normalmente de unos tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras
ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos
cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de
dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que
habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio
interior (impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.


En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo,
estatuas ecuestres y placas conmemorativas que solían hacer siempre
referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias conseguidas
en pos de la salvaguarda de la pax romana
de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un
motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación
imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y
sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a
finales del bajo imperio.


Con la llegada de la crisis del siglo tercero
y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la seguridad de
la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había
desaparecido. Y muchas de ellas, sobre todo las más fronterizas con los limes
acechados por los pueblos germanos se vieron obligadas a amurallarse y
recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de vida por seguridad.
Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del
imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades
comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.


Economía


Monedas de plata del Imperio romano en el Museo Arqueológico de Samsun, en Turquía.

Renta per cápita estimada hacia el 1 d. C. para diferentes regiones del
imperio, Italia y la región oriental del imperio tenían mayor renta per
cápita. 5
La economía del Imperio romano era la propia de un imperio esclavista;
los esclavos trabajaban, obviamente sin remuneración alguna, lo cual
producía una enorme riqueza. Las diferentes ciudades y provincias
estaban conectadas por una red de comunicaciones, vías y puertos, que
fomentaban el comercio notablemente.


Aunque la vida se centraba en las ciudades, la mayoría de los
habitantes vivían en el campo con un buen nivel, donde cultivaban la
tierra y cuidaban el ganado. Los cultivos más importantes eran el trigo, la cebada, la viña y los olivos, también árboles frutales, hortalizas y legumbres. Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas introduciendo el arado romano, molinos más eficaces, como el grano, el prensado de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono.


Desde el punto de vista económico, la base agrícola varía bastante según las zonas.


  • En el Valle del Po
    predominaba el pequeño campesinado que convivía con los grandes
    dominios. El cultivo de cereales, cultivo idóneo para la zona, tiende a
    desaparecer.
  • El Ager Galicus y el Picenum es una tierra de pequeños campesinos surgidos de la distribución de tierras por el Estado.
  • Etruria y Umbría son tierras de ciudades, cuya organización dificulta el progreso del campesinado.
  • En el Lacio, País Marso y País de los Sabélicos la situación es similar a la de la propia Roma.
  • En Italia del Sur las ciudades están arruinadas y existe poco campesinado.
  • En el Samnio hay una despoblación notable y las ciudades están también arruinadas.
  • En Campania y Apulia
    las antiguas ciudades han quedado arruinadas, y los repartos de
    tierras, en general no prosperaran. En parte de Campania las tierras
    eran Ager Publicus y solo se dejaban a su ocupante a título de
    arrendatario por tiempo limitado.
  • En el Brucio y Lucania el poblamiento es débil y la agricultura apenas progresa.

Sociedad


Un hombre con una toga.
La sociedad
romana original (comienzos de la República) se configura de dos clases
sociales que tenían la ciudadanía romana: una aristocracia de
propietarios (patricii, patricios) y una clase popular que luchaba por conseguir derechos (plebs, plebeyos). Como ya se ha dicho anteriormente, la economía
estaba basada en el sistema de producción esclavista, donde la mayoría
de los esclavos eran prisioneros de guerra. Existían mercados de
esclavos donde se comerciaba con ellos como si fuesen simples
mercancías.


Así pues la sociedad romana en sus orígenes estaba dividida en:


  • Patricios: eran la clase dominante que poseía todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales, políticos y también culturales.
  • Plebeyos: eran el pueblo que no gozaba de todos los derechos ni privilegios.
  • Libertos: eran los esclavos liberados por sus señores, aunque no fueron reconocidos ciudadanos hasta el Edicto de Caracalla
  • Esclavos:
    no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda
    una institución social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo
    sería siglos después. En Roma cualquiera podía ser esclavo; la fuente
    de esclavos provenía sobre todo de pueblos conquistados, pero también de
    delincuentes u otra gente que fuera degradada a esa clase social por
    algún motivo. En realidad el esclavismo no era más que la clase social
    más baja. Y como toda clase, también era posible ascender a veces
    comprando la propia libertad, o simplemente por el deseo expreso del amo
    que se formalizaba con el acto de manumisión, un privilegio exclusivo de todo propietario que convertía al esclavo en liberto (esclavo liberado).
Al evolucionar la República y convertirse en Imperio, esta sociedad
evolucionó con ella dando origen a nuevos grupos o transformando otros.
Ya hacia finales del siglo IV a.C se había formado la clase de los optimates (o aristocracia patricio-plebeya), resultado de la fusión de los antiguos patricios con los plebeyos más ricos.


En la medida que Roma entró en el gran circuito económico del Mediterráneo se desarrolló la clase de los caballeros (u orden ecuestre), dedicada a los negocios (empresarios mineros, grandes comerciantes, prestamistas, etc.).


Por su parte, la antigua clase media campesina, propietaria de
tierras en Italia, se arruinó con las guerras y con la competencia de
los latifundios y los productos agrícolas a bajo precio venidos de las
provincias. Los campesinos pobres que la formaban emigraron a Roma y a
las grandes ciudades de Italia, transformándose en el proletariado
romano, una masa ociosa y llena de vicios, cuyos integrantes solían
engrosar la clientela de los políticos profesionales y a quienes vendían
sus votos. El proletariado fue sostenido por el aporte económico de sus
patrones y, durante el Imperio, por las arcas fiscales y los recursos
de los emperadores.


La sociedad siguió evolucionando durante el Imperio.


Romanización y lenguas del imperio

Se tiene constancia de más de sesenta lenguas diferentes habladas en
los territorios que alguna vez formaron parte del Imperio romano. El
proceso de romanización
que tuvo lugar en los territorios controlados de manera prolongada por
el Imperio romano comportó en muchos de ellos un proceso de sustitución lingüística
que llevó a la desaparición de lenguas autóctonas. Sin embargo, este
proceso no fue siempre de corta duración y típicamente abarcó diversas
generaciones e incluso siglos, en los que el bilingüísmo con el latín o
incluso el multilingüismo fue frecuente.


La mayor parte de lenguas en la parte europea del Imperio romano eran lenguas indoeuropeas de los grupos anotolio, celta, germánico, greco-armenio e itálico, además de algunas otras lenguas indoeuropeas más difíciles de clasificar (a veces llamadas lenguas paleobalcánicas). Aunque también están testimoniadas lenguas no indoeuropeas autóctonas como el aquitano y las lenguas tirsénicas, cuya principal representante es el etrusco. En el norte de África y Oriente Próximo, también tienen presencia muchas ramas de las lenguas afroasiáticas (egipcio, bereber y semítico).


Religión


Escultura de la diosa Diana.
La religión de los romanos era politeísta (adoraban un gran número de dioses). Los más venerados eran Júpiter, Minerva y Juno.
En honor a ellos se construyeron templos y se ofrecieron sacrificios de
animales. El emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio se
practicaba el culto imperial.


También veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de
la familia; en cada casa había un altar dedicado a esos dioses. Además,
los romanos eran muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión
consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de los oráculos.


Las fiestas religiosas

El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante
los cultos y divinidades de los territorios conquistados. Originalmente
eran pocas las festividades religiosas romanas. Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta el final del imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola.
A pesar de eso, se introdujeron nuevas fiestas que señalaron la
asimilación de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse tantas fiestas
que los días festivos eran más numerosos que los laborales. Las más
importantes eran las fiestas lupercales, saturnales, equiria y de los juegos seculares.


Tiempo después, terminadas las persecuciones contra los cristianos, el cristianismo fue tolerado con el emperador Constantino. Según la leyenda, antes de la batalla de Puente Milvio
vio una cruz en el cielo, bajo la cual una inscripción decía «bajo éste
símbolo vencerás». Al día siguiente grabó en los escudos de todos sus
soldados la cruz y obtuvo una gran victoria, si bien sólo se bautizó
unos días antes de su muerte. Sólo con el emperador Teodosio I el Grande el cristianismo se convirtió en religión oficial del Imperio.


Véase también

Notas


  1. El
    Estado romano, a diferencia de los Estados modernos, no disponía de un
    solo nombre. Algunas formas empleadas para referirse al Imperio romano
    que eran utilizadas entre los romanos y los propios griegos son Res publica Populi Romani, Imperium Romanorum (en griego: Βασιλεία τῶν Ῥωμαίων, Basileíā tôn Rhōmaíōn [‘dominio de los romanos’]) y Romania. Res publica,
    concepto latino utilizado tanto en la época republicana como en la
    imperial, cuyo significado literal es ‘cosa pública’, es el origen de la
    palabra «república» y, conceptualmente, de la inglesa «commonwealth», cuyo uso se vincula generalmente con los conceptos actuales de sector público y Estado, y con los conceptos tradicionales de bien común y procomún. Imperium Romanum (o Romanorum) se refiere a la extensión territorial de la autoridad romana. Populus Romanus (o Romæ;
    ‘el pueblo romano’ o ‘de Roma’) fue a menudo utilizado para referirse
    al Estado romano en los asuntos relacionados con las demás naciones. El
    término Romania (en griego: Ῥωμανία (Rhômania)),
    inicialmente coloquial para referirse al imperio, así como nombre
    colectivo para sus habitantes, aparece en las fuentes griegas y latinas
    del siglo IV en adelante y fue empleado por el Imperio bizantino (véase
    R. L. Wolff, «Romania: el imperio latino de Constantinopla» in Speculum 23 (1948), pp. 1-34 y más concretamente pp. 2-3).

Referencias


  • Bunson, Matthew (1995). A dictionary of the Roman Empire. Oxford University Press US. p. 463. Consultado el 14 de octubre de 2011.

  • Bibliografía

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • McMeans, Julia (2010). Differentiated Lessons and Assessments: Social Studies. Teacher Created Resources. p. 138. Consultado el 14 de octubre de 2011.


  • Potter, 2004, pp. 77–78


  • «Map of the Roman Fleet».


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