miércoles, 7 de junio de 2017

El patrimonio cultural como opción turística

El patrimonio cultural como opción turística

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Horizontes Antropológicos

Print version ISSN 0104-7183On-line version ISSN 1806-9983

Horiz. antropol. vol.9 no.20 Porto Alegre Oct. 2003

http://dx.doi.org/10.1590/S0104-71832003000200006 

ARTIGOS


El patrimonio cultural como opción turística





María José Pastor Alfonso

Universidad de Alicante – España






RESUMEN

El
sistema turístico obliga a tener en cuenta tanto a la sociedad
local, como a los visitantes, por lo que todos los estudios deben ir
dirigidos a buscar el bienestar de ambos, tratando de minimizar los
impactos negativos, ya sean sociales, culturales, físicos o económicos.
En cuanto al patrimonio antropológico, puede afirmarse que la única
manera de comprender su realidad es acercándose a él para observarlo
como producto de la sociedad en permanente estado de cambio, al mismo
tiempo que se descifra la interrelación de todos sus componentes. Es
necesario interpretar al ser humano en el medio en el que se ha
desarrollado y sigue haciéndolo. Sólo de esta forma estaremos en
capacidad de planificar una serie de acciones vinculadas al uso del
patrimonio con fines turísticos, sin perjudicar el normal desarrollo
de la comunidad que lo ha originado.


Palabras clave: cambio cultural, ecología humana, patrimonio cultural, turismo cultural.


ABSTRACT

The
tourist system forces us to consider as much the local society as
the visitors, that is the reason for which all the studies must go
directed to look for the well-being of both, trying to diminish the
negative impacts, either they are social, cultural, physical or
economic. As far as the anthropological patrimony, it can affirm that
the only way to include/understand its reality is approaching him to
observe it like product of the society in permanent state of change,
at the same time that deciphers the interrelation of all its
components. It is necessary to interpret to the human being in the
means in which it has been developed and it continues doing it. Only of
this form we will be in capacity to plan a series of tie actions to
the use of the patrimony with tourist aims, without harming the
normal development of the community that has originated it.


Keywords: cultural change, cultural heritage, cultural tourism, ecological anthropology.






El atractivo turístico del patrimonio

Dentro
del entramado de relaciones que se establecen entre anfitriones
(habitantes de un lugar/receptores) y turistas (visitantes
esporádicos), es necesario tener en cuenta la atracción que pueden
provocar determinados aspectos de la cultura de los primeros;
fundamentalmente ciertos elementos tangibles, como pueden ser la
arquitectura monumental o tradicional, la producción artesanal o la
gastronomía que, de alguna manera, se vinculan al viaje turístico. Me
refiero a esas señas de identidad, específicas de cada lugar, que
pueden ser captadas con facilidad por los turistas y que muchas veces
se utilizan como reclamo para motivar la visita a determinados
sitios.


Ahora bien, en
nuestra sociedad occidental, solamente aquellos factores que se
publicitan de manera adecuada llegan hasta el público al que van
dirigidos. Podemos mencionar el caso de la alimentación, factor
fundamental para la supervivencia de cualquier individuo o grupo, basada
en los productos específicos de cada lugar y que se reduce, de cara
al turismo, a unos muy limitados platos tradicionales que son los que
habitualmente se promocionan.


Veamos
como ejemplo el caso de Alicante, en el litoral mediterráneo
español; en este lugar, perteneciente a la Comunidad Valenciana,
podemos afirmar que la paella es una comida obligada para los
forasteros: se conoce internacionalmente y se sirve en cualquier
restaurante en el que recalen turistas; ahora bien ¿qué otros platos
de la cocina local de la zona se conocen y son consumidos por los
visitantes con relativa frecuencia?: prácticamente ninguno. Si la
mayoría de los visitantes a un lugar, ignora algo tan cotidiano como
la comida ¿qué podemos esperar sobre el comprensión y disfrute del
resto de factores que conforman el patrimonio cultural?


El
turista que viaja hasta las costas de Alicante (turismo de masas en
su gran mayoría) busca fundamentalmente relajarse en un litoral
marino repleto de banderas azules, indicativo de la pureza de sus
aguas, además de la seguridad que le produce el hecho de no encontrarse
con elementos que pudieran perturbarle, ajenos a su cotidianeidad; y
todo ello en el envidiable marco de un clima benigno, cálido, con un
sol asegurado y una distancia desde su lugar de origen, que por corta
que sea, le proporcionará la suficiente libertad como para
representar su papel de turista. Pero también hay que contar con que
la provincia alicantina, como cualquier lugar del mundo, sea o no
destino turístico, tiene una serie de elementos patrimoniales
característicos que configuran su identidad, algunos de los cuales están
siendo hoy en día revitalizados por grupos o instituciones que,
conscientes de su valor, desean su conservación y proyección tanto
para los miembros de la comunidad como para los foráneos.


Sabemos,
además, que el visitante de Alicante no es un turista de paso, sino
que permanece algunos días en el lugar, esto significa que dispondrá
de tiempo para realizar algunas actividades al margen de las propias
de la playa. ¿Pero realmente quiere hacer algo más que estar tumbado
al sol día tras día? Pues parece que sí. Al observar los resultados
de entrevistas realizadas a turistas en distintos puntos de la
provincia, puede apreciarse como, una buena parte de ellos, desean
participar en actividades culturales, o realizar visitas a lugares
próximos que tengan, preferiblemente, alguna especificidad. En este
sentido los museos, monumentos históricos y parques naturales destacan,
en las solicitudes de los turistas, como espacios de interés para que
cubrir esas necesidades.


El
hecho de que los turistas conozcan el patrimonio cultural puede ser
altamente positivo; si además se les ofrece una serie de acciones que
potencien la asimilación de ese patrimonio se conseguirá, por una
parte, que éste grupo de individuos comprenda algunos aspectos de la
identidad de sus anfitriones, y por otra, que estos últimos se
preocupen por activar y preservar elementos que, en otras circunstancias
podrían quedar relegados.


No
me pongo en la posición extrema de considerar que, sólo gracias al
turismo, se puede recuperar un patrimonio que ha permanecido en total
abandono (generalmente a causa del descuido de autoridades poco
sensibilizadas), pero si creo que el turismo puede llegar a ser de gran
utilidad. Ahora bien, será cada comunidad, por si misma, quien tenga
que ocuparse de inventariar, catalogar, conservar y, en su caso,
activar el patrimonio propio. Esta decisión, que debe depender
exclusivamente de los miembros de cada grupo, puede ponerse en marcha
con el apoyo económico de instituciones del estado o empresariales.


Un
lugar puede darse a conocer a través de sus elementos patrimoniales;
así, el turista se llevará la imagen que sus anfitriones le ofrezcan
y esto, además de proporcionar un beneficio económico, servirá para
reforzar la estima que sobre sus factores identitarios tienen los
pobladores.




La cultura y el patrimonio cultural o antropológico

Tiende
a situarse comúnmente a la cultura en el terreno de "lo culto", es
decir, aquello que por diversas circunstancias pertenece a las elites
sociales. Sin embargo, desde la antropología, que se ocupa de los
grupos humanos, de las relaciones que se establecen entre ellos o con
otros grupos, y de su producción ya sea material o intelectual, la
cultura abarca todos los aspectos creativos, las redes sociales, la
religión o la ideología; en fin, las diferentes formas de vida de los
seres humanos y sus manifestaciones. Por tanto, hablar de cultura
significa, por una parte, hablar de igualdad entre individuos de los
más diversos medios y, por otra, de procesos continuos de cambio que
deben ser tenidos en cuenta a la hora de establecer análisis
culturales.


Cuando nos
referimos específicamente al patrimonio cultural, que también podemos
llamar antropológico, estamos expresando las manifestaciones de la
cultura, de todos aquellos "datos" que vamos dejando los seres
humanos a lo largo de nuestra trayectoria sobre la tierra, a través
de los cuales puede conocérsenos. Patrimonio es aquello que
identifica a los grupos humanos, aquello por lo que se diferencia a
los individuos pertenecientes a distintas etnias, e incluye aspectos tan
dispares como la arquitectura, las leyendas, los útiles de labranza,
los textos históricos o los que nos hablan de tecnología actual;
también la música, la poesía o el vestido, así como los conocimientos
que se tienen sobre las formas de producir.


Ahora
bien, dichas manifestaciones tienen que ser reconocidas por los
grupos como propias para que puedan considerarse patrimonio cultural,
las producciones, ya sean individuales o grupales, deben ser aceptadas
y asumidas por la colectividad, por lo que quedan desechados los
productos de modas pasajeras. Así, aunque el patrimonio se construya
continuamente, no se define como tal hasta que no ha sido incorporado
a las formas de vida del grupo. Por ejemplo, podemos pensar en el
hábito de tatuarse la piel, moda actual entre muchos jóvenes, pero
que no será un rasgo cultural si la mayor parte de la población no lo
practica, como en el caso de algunos lugares de Polinesia.


Tanto
los aspectos tradicionales como los de nueva creación forman parte
del patrimonio, es decir, de la cultura. Considerar solamente los
vestigios antiguos como elementos patrimoniales, susceptibles de ser
preservados y difundidos, es negar los procesos evolutivos de los
individuos y, por tanto, las creaciones motivadas por los lógicos
cambios culturales. Ese patrimonio cultural, interiorizado por los
componentes de cada grupo étnico, varía según su concepción y medida
del tiempo y el espacio. Sobre este tema es conveniente revisar las
reflexiones de J. Clifford y Teresa Del Valle quienes han trabajado
sobre los cronotopos, unidades de tiempo y espacio desde las
que pueden ser analizados los encuentros entre individuos (Clifford,
1999; Del Valle, 2000).


Quiero
insistir con esto en que la cultura y, por tanto, sus
manifestaciones son cambiantes. La cultura está tan viva como
aquellos que la van construyendo; y son muchos los aspectos que inciden
en ella y la van alterando, como el turismo, que es un fenómeno que
está afectando, de diversas formas, a gran parte de la población
mundial y que, como no podía ser de otra forma, ha hecho que muchas
grupos humanos modifiquen aspectos de sus respectivas culturas.




El contexto de la cultura

De
esta forma llegamos a otro punto de gran interés para la cultura y
sus manifestaciones: el medio. Si al principio de la andadura de los
humanos sobre la tierra, el medio ambiente en el que se desenvolvían
era fundamental para su desarrollo, en la actualidad, y a pesar de las
grandes modificaciones hechas sobre la naturaleza, no sería correcto
decir que no dependemos del entorno, aunque éste haya dejado de ser
básicamente natural. Porque, si bien es cierto que la dependencia de
la naturaleza es menor que la que teníamos hace unos cuantos cientos
de años, el medio en el que nos desenvolvemos en el mundo occidental,
esencialmente antropogénico (construido por el hombre), nos tiene
sujetos a una serie de exigencias de las que difícilmente podemos
prescindir.


Tengamos en
cuenta que la distinción semántica que podría hacerse entre lo
natural, aquello salvaje o intocado, y lo artificial, que sería lo
destruido e inestable, es decir, lo antropogénico, está íntimamente
vinculada a la "ideología ecológica" (Martínez Veiga, 1985). Como
consecuencia, los límites entre lo llamado natural y lo antropogénico
se confunden, ya que casi siempre estos dos elementos aparecen
fuertemente unidos.


El
tema de la relación entre los seres humanos y su entorno es
apasionante. Considero necesario tener siempre presente una visión de
los individuos formando parte de un ecosistema del que son parte
activa; dominando a veces, pero sin perder de vista el hecho de que,
al ser miembros en interacción con otros integrantes, las alteraciones
que unos provoquen afectarán al resto, ya sea de forma positiva o
negativa. Por ello, antes de planificar o poner en marcha proyectos
turísticos, fundamentalmente los orientados hacia el turismo
cultural, debe reflexionarse sobre el significado y el valor que se
le atribuyen, en nuestra sociedad, a estas relaciones establecidas
entre los seres humanos y el medio en el que se mueven.


Los
cambios ambientales influyen en los grupos que los sufren y esto
conduce a generar productos culturales peculiares adaptados a las
nuevas situaciones. Para comprender los lugares que han modificado su
entorno en función del turismo debemos, obligatoriamente, profundizar
en cómo sus habitantes han sido capaces, o no, de adaptarse a las
nuevas formas y cómo esa relación ha llevado a los individuos a
interiorizar su propio patrimonio y a presentarlo de manera
específica de cara a los visitantes. Hoy en día muchos destinos
turísticos, que hasta el momento enfocaban su atractivo hacia el sol y
la playa, han decidido ofertar aspectos culturales específicos que,
bien gestionados, pueden resultar beneficiosos desde diversas
orientaciones: económica, social, cultural, etc., tanto para los
turistas como para los propios habitantes del lugar.


Pues
bien, para comprender este entramado dentro del mundo del turismo,
los análisis deben conducirse hacia el conocimiento de los individuos
como integrantes de un medio específico. "Puede ser difícil extender
la noción de realidad cultural a todos los paisajes pero,
indudablemente, los paisajes turísticos responden o deben responder a
ciertas motivaciones de los turistas que lo contemplan o que lo
utilizan." (Lozato-Giotart, 1990, p. 38). Y ahí es donde entran en
juego las relaciones que se establecen entre los seres humanos y su
medio: cultura y naturaleza formando un binomio indisoluble; porque
el individuo humano, como organismo vivo, necesita acceder al medio
ambiente y la interdependencia con otros seres es imperativa (Hawley,
1996, p. 27-28).


A fin
de cuentas la cultura, o más concretamente, los rasgos culturales que
caracterizan a cada grupo humano, tienen mucho que ver con las
formas en que ese grupo se ha enfrentado a su entorno, a ese ámbito
natural construido que se ha ido transformando según los individuos
intervenían en él. "La necesidad genera cultura, pero esta a su vez
engendra nuevas necesidades a las que respondemos transformando
nuestra cultura y con ello, generalmente, el contorno físico en el
que desenvuelve sus actividades cada grupo social." (Maestre Alfonso,
1978, p. 75).




El turismo cultural

En
realidad el turismo siempre ha tenido un aspecto cultural. Gran
parte de los viajes que se han realizado a lo largo de la historia, y
que hoy en día podemos vincular a los inicios del turismo, estaban
motivados por la visita a lugares en los que podían encontrase
manifestaciones de interés artístico o histórico; pero también grupos
de individuos pertenecientes a las denominadas "otras culturas" o
"cultura exóticas". Este viajar y conocer otros lugares y otros
individuos, ayudó a difundir elementos pertenecientes a las formas de
vida de unos y otros, es decir, de viajeros y nativos.


Ahora
bien, en estos inicios, los sistemas de transmisión de información
eran lentos. Generalmente quienes resultaban más influenciados por
las visitas eran, por una parte, los autóctonos en contacto directo
con los foráneos: intérpretes, guías, comerciantes, etc. y, por otra
parte y en sentido inverso, los círculos más próximos a los viajeros:
familiares y amigos; aunque en ocasiones los viajes se narraban de
forma literaria y aumentaba el número de individuos que participaban
de esa influencia. Por tanto, en estos primeros contactos, que en
cierto modo ya podríamos considerar vinculados al turismo cultural,
no sería lógico hablar de impactos negativos, ni de grandes alteraciones
de las formas de vida de unos o de otros. Realmente eran muy pocas
las personas que participaban en la actividad y generalmente
guardándose las distancias entre los grupos autóctonos y los
visitantes, estos últimos revestidos, casi siempre, de un cierto aire
colonialista.


Según F.
Hernández será ya en el siglo XX cuando el desarrollo del turismo
hará que se entre en relación con el patrimonio, como una forma de
afirmar la propia identidad. Al aparecer el interés por lo sitios
antiguos y naturales, surge la necesidad de poner en marcha
infraestructuras hoteleras, a fin de poder cubrir las necesidades de
acogida de los numerosos visitantes. Al mismo tiempo, los estados
empiezan a comprender el papel que les corresponde en el desarrollo
del turismo cultural. Sigue la misma autora analizando los cambios
producidos en esa época:


En
una época en la que Europa empieza a estimular y potenciar la
sociedad de consumo, como fruto de la ruptura social y económica
que tuvo lugar en los años 60, no es de extrañar que la noción de
patrimonio cultural se vaya enriqueciendo cada vez más, integrando
no sólo los paisajes naturales y los sitios arqueológicos, sino
también los antiguos edificios industriales. Todo ello, hará
posible que el patrimonio vaya adquiriendo una función económica
importante y que el turismo cultural se convierta en un medio
fundamental a la hora de presentar las diferentes ofertas hechas al
visitante. (Hernández Hernández, 2002, p. 365).


En
la actualidad cuando hablamos de turismo cultural nos estamos
refiriendo a algo más específico, a los intereses concretos que
determinados turistas tienen al visitar ciertos lugares. Se incluye
dentro del turismo alternativo, en el que se ofrecen otras posibilidades
al margen del descanso en un lugar más o menos hermoso con un clima
atractivo. El turismo cultural está definido por La Organización
Mundial del Trabajo como la posibilidad que las personas tienen de
adentrarse en la historia natural, el patrimonio humano y cultural,
las artes y la filosofía, y las instituciones de otros países o
regiones.


El turismo
cultural tiene la facultad de revelar y de valorizar uno de los
componentes esenciales de la cultura viva: la identidad de un
territorio (Cluzeau, 2000, p. 122). Por tanto, aquellos que se dedican
a practicar el turismo cultural consumen aspectos del patrimonio de un
determinado emplazamiento con la intención, es de suponer, de
comprender tanto el lugar como a quienes viven o vivieron en él. Y
esto debería lograse a través de las imágenes que visualizan en el
sitio y de las informaciones complementarias que obtienen mediante
folletos y guías escritas, guías humanos, documentales, etc.; pero
también mediante el contacto con los anfitriones.




Tipos de turismo cultural

Los
turistas culturales disfrutan al mismo tiempo que satisfacen su
curiosidad, sensibilidad, o afán de conocimiento. Podemos diferenciar
tres tipos de turistas culturales:


1.
Los "especialistas", que son los que viajan sistemáticamente y de
forma regular. Suele darse una relación entre sus actividades
profesionales y las prácticas turísticas que realizan. Representan
entre el 10 y el 15% de los visitantes;
2.
Los turistas "muy motivados", aunque haya otras causas para su
viaje turístico, la principal es la cultural. Constituyen entre el
30 y el 40% de los visitantes;
3.
Los turistas "ocasionales", grupo en el que se incluyen todos
aquellos turistas que, mientras realizan sus vacaciones,
desarrollan actividades culturales de forma irregular, para lo que se
desplazan un máximo de unos 50 km. Llegan a ser entre el 45 y el
60% de los visitantes. (Greffe, 1999, p. 15 apud Hernández
Hernández, 2002, p. 379)


Como
es lógico, estos turistas tendrán diversos comportamientos respecto
al patrimonio cultural que visitan. Aquellos clasificados como
"especialistas" y muchos de los "muy motivados", casi todos ellos
previamente informados de lo que van a ver, comprenderán el valor
estético, histórico, artístico, etc. de ese patrimonio, y su
sensibilidad hacia él favorecerá una actitud de respeto. Sin embargo,
el sentimiento hacia los individuos que producen o han producido
esas manifestaciones culturales no siempre es de aprecio. Frecuentemente
los anfitriones son considerados bien como elementos exóticos a los
que observar por su diferencia, bien como seres que se ocupan de
facilitar los servicios indispensables en la industria turística; eso
en el caso de que no pasen totalmente desapercibidos.


Además,
según he mencionado, la mayor parte de los visitantes pertenecen al
tercer grupo de la clasificación expuesta: aquellos que acuden, de
forma "ocasional", a los sitios de interés cultural simplemente como
alternativa a unas vacaciones planificadas con otros fines. Estos
individuos tienen escasa o nula información sobre los lugares, están
poco interesados en disfrutarlos y suelen pasar por ellos como quien
recorre apresuradamente un hermoso paseo marítimo a la búsqueda de un
determinado restaurante. Es decir, su visita es una actividad más
para lograr un fin: disfrutar de unas vacaciones agradables y, a poder
ser, diferentes. Por tanto, si el interés por el patrimonio no
existe, poco podrán preocuparse por su significado, su valor y, desde
luego, no lo harán digno de su respeto.




El turismo y los cambios culturales

Cada
grupo, a causa de su territorialidad, de su historia y de su proceso
de adaptación, entre otros factores, ha hecho suyas unas pautas
culturales que lo definen, al mismo tiempo que lo diferencian del
resto de individuos, ya sean próximos o lejanos.


En
las relaciones establecidas en el sistema turístico, se da una
transferencia de elementos culturales que afectará, en mayor o menor
medida, a turistas y pobladores locales; este intercambio podrá ser
beneficioso o perjudicial, dependiendo en gran parte de la planificación
turística, pero también del grado de identificación étnica de los
implicados. Estamos, por tanto, ante un proceso de aculturación,
situación que se produce cuando dos o más grupos, con identidades
étnicas diferentes, conviven en un mismo espacio físico; en estos
casos ciertos elementos culturales pasan, a modo de préstamo, de una
sociedad a otra, bien de manera recíproca, bien con la subordinación
de una de ellas.


Pero
¿qué conocen los turistas previamente de esos lugares a los que se
aproximan para pasar unos días o una temporada no excesivamente
larga? Algunos se preocupan en buscar información sobre el lugar que
van a visitar; generalmente son aquellos que se dedican al turismo
ambiental, al étnico o al cultural. La mayoría, los que se dedican al
turismo de masas, se conforma con los datos que le facilitan en la
agencia de viajes y que suelen estar referidos a los medios de
transporte, hotel y algunas excursiones a través de sugestivos
parajes.


¿Se tiene en
cuenta el tipo de habitantes del lugar de acogida a la hora de
proyectar un viaje turístico? Probablemente sólo en los casos del
turismo étnico, el único que se realiza conscientemente con la
intención de buscar el encuentro con individuos de otra cultura. En
estos casos, los turistas se dirigen a poblaciones indígenas con
características tipificadas como exóticas, o lo que es lo mismo, con
formas de vida muy diferentes a las de los visitantes, que buscan
establecer una relación en cierto modo similar a la tradicional, es
decir: entre anfitriones e invitados.


Sin
embargo, y aunque se obvien a la hora de planificar el viaje, casi
siempre hay individuos autóctonos en los lugares a los que acuden los
turistas, sean o no personajes exóticos. Estos pobladores,
pertenecientes a grupos uniétnicos o multiétnicos, recibirán a los
visitantes y se relacionarán con ellos en distinto grado, según las
características que presente el viaje contratado.


El
contacto entre unos y otros produce, inexorablemente, una cultura
concreta que, como todas, es un producto vivo del quehacer humano. Se
la denomina cultura de encuentro y es el resultado de las formas
adaptadas de visitantes y residentes, que la hacen diferenciarse de
las dos culturas matrices y donde cada una de ellas "presta" parte de
sus conceptos, valores y actitudes de manera asimétrica,
constituyendo en sí misma una "combinación cultural" única.(Santana
Talavera,1997, p. 62-63).


Esta situación no será válida en aquellos casos en los que el turista se concentre en guetos,
tal y como sucede, por poner un ejemplo, en muchos puntos de las
islas Baleares (España), donde grupos procedentes de diversos
lugares, fundamentalmente de Alemania e Inglaterra, son depositados
en hoteles junto al mar, de los que no salen durante el período que
dura sus vacaciones; pudiendo disponer allí desde alimentos propios
de su país, hasta sistemas de entretenimiento como bingo, actuaciones
en vivo o actividades deportivas.


Hemos
de contar también con que los seres humanos, como ya he mencionado
anteriormente, además de vivir inmersos en un medio social, forman
parte de un medio natural, por lo que no podemos dejar de lado las
relaciones que se establecen entre ambos. La modificación del medio,
para su provecho y disfrute, es una constante en la historia humana:
cultivos agrícolas, tala de árboles, construcción de viviendas,
puentes o caminos, desvío de las aguas de los ríos o de las lagos. La
actividad humana ligada irremediablemente a su ámbito. El individuo
creando y destruyendo en un proceso que, a lo largo de los siglos, ha
variado en métodos, pero se mantienen vivo.


En
muchos lugares diversos elementos patrimoniales se están modificando
en función del turismo; tenemos un ejemplo en la restauración de
antiguos cascos urbanos, clara muestra de la activación patrimonial
dirigida, generalmente, a cubrir ofertas turísticas. Estas
restauraciones, bien enfocadas, puede ser positivas tanto para los
habitantes del lugar, como para quienes lo visitan. Sin embargo, en
muchas ocasiones, la poca o nula comunicación entre arquitectos,
historiadores y antropólogos hace que la puesta en marcha de
proyectos, con elevados costes económicos, no produzcan los
resultados esperados.


Pero
el error no se observa solamente en la restauración del espacio
arquitectónico; también, y con bastante frecuencia, nos encontramos
con la ejecución de numerosos programas culturales que consiguen un
efecto contrario del deseado. Estas acciones lamentables se incluyen
en una dinámica cada vez más en boga dentro del sistema turístico.
Sin embargo, estoy convencida de que puede lograrse la activación de
espacios urbanos, monumentos simbólicos, danzas, canciones
tradicionales, etc. y convertirlos en atractivos puntos de
identificación, de los que podrán disfrutar los turistas y sentirse
orgullosos los habitantes autóctonos. Se necesita simplemente una
buena planificación y, evidentemente, la voluntad política.


La
activación de ciertos elementos patrimoniales como son las
artesanías, de gran relevancia en la proyección turística, puede dar
como resultado que en su realización, con fines exclusivamente
turísticos, se modifiquen los procesos de manufactura, transformándolas
en productos industriales; lo puede llevar al rechazo de las mismas.


Al
hablar de artesanía me refiero al conjunto de materiales que todo
grupo humano produce en relación a sus imperativos culturales, por
tanto constituyen objetos que no pueden ser aislados del resto de la
cultura. La pieza realizada de manera artesanal, es decir,
fundamentalmente manual, que no entra dentro de los procesos
industriales y que, como consecuencia de la forma en que ha sido
elaborada, es portadora de rasgos de exclusividad, puede llegar a
perder su función tradicional, pero no tiene por qué desaparecer ya
que puede ser que ahora tenga otra función que cumplir dentro de la
sociedad que las produce.


Vemos,
por tanto, que otros usos de las artesanías, incluido el ornamental,
pasan a tomar el lugar del original. Esto lo tendremos más claro si
recordamos que el patrimonio antropológico es un conjunto vivo de
rasgos identitarios de una sociedad; es decir, elementos en
permanente transformación. Estamos hablando de cultura y ésta se va
construyendo día a día.


Al
trabajar con sociedades turísticas que, por lógica, establecen
relaciones continuas con grupos ajenos, nos damos cuenta de que en
ellas los procesos de cambio cultural suelen ser rápidos. La
aproximación al turismo en sus vertientes económica o industrial, nos
acerca a esa relación de mercado que se establece entre los objetos
patrimoniales y los turistas. En la evolución de las artesanías
podemos ver un claro ejemplo de cómo se produce este contacto; pero es
necesario distinguir el objeto artesanal del realizado en serie con
fines turísticos (el llamado souvenir), aunque ambos puedan ser adquiridos por los visitantes como recuerdo de su viaje.


Respecto a la auténtica artesanía puede decirse que hay un tipo de consumidor

que
busca esa pieza única, dotada de una estética singular y distinta
de la conseguida mediante el trabajo en serie, producido dentro de
la estandarización industrial; ... estos objetos se producen ya
para uso exclusivo de los visitantes, independientemente de que los
mismos tuvieran un uso social real en el pasado, integrantes, por
tanto, de formas de vida anteriores. (Aguilar Criado, 1999, p. 133).


Esta
producción artesanal debe diferenciarse de aquella otra dirigida
hacia el turismo de masas: la simple réplica, que cumple con los
requisitos de ser pequeña (fácil de transportar) y económica: "el
souvenir, donde las nuevas formas deben responder a lo que el
comprador potencial, normalmente desconocedor de la artesanía
tradicional, piensa y espera encontrar en el área" (Santana Talavera,
1997, p. 101).




Involucrar al turista en la conservación y difusión patrimonial

La
mejor forma de que los turistas conozcan y respeten el patrimonio
del lugar que visitan es que, de alguna manera, se sientan
identificados. Para ello deben ser observadores activos, es decir, que
lleguen a crear un sentimiento a través del hecho de la observación.


Como
sabemos, una buena parte del patrimonio antropológico se conserva en
museos. Dentro del medio turístico los museos pueden cumplir con un
papel doblemente útil, lo que significa satisfacer tanto a los
visitantes locales como a los foráneos. La comunidad es, hoy en día,
el fin último de los museos; pero cuando se habla de un destino
turístico, los grupos humanos de interés no tienen por que ser
solamente aquellos que generan el museo dentro de su propia sociedad,
también hay que tener en cuenta a los turistas que, de diversas
maneras, inciden en la cultura local.


Hago
esta indicación basándome en el origen de esa cultura del encuentro
de la que hablaba al inicio de estas reflexiones; si las zonas
turísticas van adaptando una serie de elementos a los visitantes ¿por
qué no hacer lo mismo con los museos, esos espacios que albergan el
patrimonio?


Ahora bien,
la cuestión está en cómo hacerlo sin tergiversar su significado; es
decir, si lo que realmente interesa del museo es que sea un
instrumento de comunicación, que se sirve de colecciones
patrimoniales para lograr su cometido, ¿de qué manera puede acercarse
la institución hasta unos turistas, aparentemente poco interesados
en la cultura específica del lugar, pero con ganas de llenar sus
ratos de ocio con algo diferente? Y, además, ¿cómo hacerlo sin caer
en una banalización del patrimonio, tipo parque temático? Quizás no
sea tan difícil.


El
objeto museístico, estrella innegable de las exposiciones de todos
los tiempos,ha pasado a ser un instrumento de comunicación, a través
del cual se cuentan valiosas historias. Lo fundamental que deseo
destacar es que estas historias son aquellas que las propias comunidades
solicitan (Hernández Hernández, 1998; Pastor Alfonso, 2001). Veamos.


Los
museos, puestos en funcionamiento con capitales de diversa índole:
estatales, municipales, privados, o mixtos, no pueden hoy en día
limitarse a hacer planteamientos expositivos que surjan exclusivamente
del interés de los propios gestores, ya que el público, cada vez
más exigente, no acepta cualquier orientación, rechazando de plano
aquello en lo que no se siente involucrado, ¿cómo lo demuestra?
permaneciendo ausente de todas aquellas acciones que no le resulten de
utilidad.


En los
espacios museísticos puede asimilarse el patrimonio según la
orientación de quienes trabajan con las colecciones de objetos; esta
es una de las razones por las que este tipo de instituciones no deben
permanecer estáticas, ni en sus exposiciones, ni en la lectura que
de ellas se haga. El público será el protagonista, pero al decir
público no me refiero solamente al nativo, también el turista deberá
tenerse en cuenta a la hora de programar las exposiciones; para ello
es necesario conocer las inquietudes de ambos sectores, ya que tanto
unos como otros se acercan al museo para conocer y disfrutar sus
contenidos.


Quiero hacer
énfasis en el valor del patrimonio como un conjunto dinámico del que
los museos son sólo una parte que cumple con la misión de transmitir
información, al mismo tiempo que conserva las colecciones, por lo
que no deberán ser considerados de forma aislada, sino en relación
con el resto de elementos que configuran un lugar.


Insisto
en que debe entenderse el patrimonio como un conjunto de factores,
culturales y naturales, que interactúan entre sí y van construyendo
las identidades; por ello, si quiere conocerse y transmitirse el
valor del patrimonio de un sitio específico, hay que tener en cuenta
todos sus componentes.


Cada
vez se acrecienta más la demanda de espacios recreativos que
conjugan diversos aspectos patrimoniales. El que hoy en día, el
interés y el respeto por los ecosistemas ambientales esté siendo más y
más reconocido en nuestra sociedad, favorece la inclusión de estos
factores a la hora de diseñar el conocimiento y la interpretación del
patrimonio en general.


Al
hablar de interpretación de patrimonio estoy proponiendo considerar
al ser humano inmerso en esa relación que ha ido estableciendo a lo
largo de los siglos: hombre-naturaleza-cultura. La interpretación se
ha definido como:


un
proceso de comunicación diseñado para revelar al público
significados e interrelaciones de nuestro patrimonio natural y
cultural, a través de su participación en experiencias de primera
mano con un objeto, artefacto, paisaje o sitio; también se
considera que es: el arte de revelar "in situ" el significado del legado
natural, cultural e histórico, al público que visita esos lugares
en su tiempo de ocio. (Morales Miranda, 1998, p. 31).


Según el mismo autor, algunos de los objetivos que persigue la interpretación son:

a.
A partir de la interpretación los visitantes podrán desarrollar
una profunda conciencia, apreciación y entendimiento del lugar que
visitan;
b. Los fines
de gestión se cumplirán a través de dos vías: Por una parte
alentando al visitante a que trate de forma adecuada el recurso,
haciendo que tome conciencia de que está en un lugar especial y,
por tanto, debe tener un comportamiento especial; en segundo lugar
utilizando la interpretación para minimizar los posibles daños del
impacto humano, por ejemplo, desviando la atención en zonas
frágiles, concentrando a los visitantes en zonas de uso intensivo,
etc.;
c. Promover y
facilitar la comprensión pública, transmitiendo una serie de
mensajes que se correspondan con las finalidades que se desean
lograr;
d. Acentuar la
comprensión y valoración del patrimonio, conduciendo hacia un
respeto y conciencia de la necesidad de su conservación;
e.
Incrementar el disfrute del visitante, entendiendo que una
comprensión sobre el lugar aumenta el placer producido por la
visita.


Para
finalizar este punto quiero destacar la importancia de los guías.
Los turistas, tanto los que se han decidido por el viaje cultural,
como aquellos que, por el contrario, sólo desean disfrutar de un ocio
vinculado a los elementos naturales, como el sol, la playa o la
montaña, pero que en determinados momentos optan por el paseo cultural,
podrán acudir a los lugares de interés patrimonial sirviéndose, en
la mayoría de los casos, de guías que les orientan.


Los
guías son individuos que acompañan a los visitantes en algunos de
sus recorridos, "su función más corriente es la de interpretar para
los turistas los ejemplos más prominentes de la cultura material y
los puntos principales de la historia del lugar, su religión o su
orgullo nacional" (De Kadt, 1991, p. 103).


Pero,
cuidado, para poder mostrar el patrimonio con todas sus
implicaciones, es necesario tener, previamente, una clara conciencia
del mismo:


Los
guías pueden servir como mediadores directos entre los turistas y
la población local si interpretan las ceremonias religiosas o las
manifestaciones populares o folclóricas que implican directamente a
la gente, a su cultura y a su forma de vida. [...] Pero allí donde
las reglamentaciones tienen poca fuerza, los guías suelen quedar
muy lejos del ideal. El resultado puede ser una fuente inagotable
de malentendidos y de información falsa. (De Kadt, 1991, p. 104).


Y
aquí es donde quiero hacer énfasis. Los proyectos son factibles, el
conocimiento y disfrute del patrimonio no sólo es importante para la
reafirmación de la propia comunidad, sino que, además, puede ser un
factor clave en el desarrollo de un lugar que basa su economía en el
turismo. El problema se deriva de las políticas mal diseñadas, sea
por desconocimiento, sea por buscar un mayor beneficio exclusivamente
económico; acción que, a mediano o largo plazo, revertirá de forma
negativa sobre la comunidad.




Consecuencias del turismo cultural

Queda
claro que el desconocimiento, tanto del patrimonio en sí como de su
valor como elemento identitario, es el mayor problema con el que nos
enfrentamos a la hora de hablar del respeto a la cultura en el ámbito
del turismo cultural. Y es lamentable, puesto que actualmente la
cultura, en todas sus manifestaciones, constituye uno de los incentivos
más apreciados del turismo y si, a causa de éste último, los rasgos
culturales de algunas poblaciones desaparecieran, todos, turistas y
anfitriones, saldrían perjudicados.


La
demanda de turismo cultural se ha disparado y las inversiones
aumentan de forma progresiva. Siguiendo a Hernández Hernández (2002,
p. 381, 435), puede decirse que las perspectivas económicas que este
fenómeno está generando son "bastante prometedoras y han convertido
el turismo cultural en una mercancía más que se puede vender en le
mercado, poniendo en peligro, incluso, su propia supervivencia e
identidad"; hoy en día, los gobiernos de prácticamente todos los
países conocen la riqueza y el valor del patrimonio cultural, al
mismo tiempo que son conscientes del deterioro acelerado que está
sufriendo: "Por este motivo también son sabedores de las múltiples
razones culturales, económicas y sociales que justifican el continuo
esfuerzo que se ha de hacer para protegerlo y conservarlo."


¿Qué hacer, entonces, para minimizar los efectos que el poco aprecio a la cultura puede provocar?

Como
en tantas otras cosas los aportes de la educación son fundamentales.
La formación y la sensibilización de los jóvenes debe hacerse entre
todos los sectores. La resolución nº 5 del Consejo de Europa sobre la
pedagogía del patrimonio, adoptada en 1998 y citada por la
mencionada autora, la define


[...]
como una forma de educación que, basándose en el patrimonio
cultural, trata de integrar los diferentes métodos activos de la
enseñanza, asumiendo la liberación de disciplinas y fomentando la
estrecha colaboración entre educación y cultura a través de las
diferentes formas de expresión y comunicación. En cuanto al marco
de aplicación de dicha pedagogía señala que, al ser esta
eminentemente interdisciplinaria, ha de promoverse dentro del marco
escolar, abarcando todos los niveles de enseñanza. (Hernández
Hernández, 2002, p. 435).


Pero
el valor del patrimonio no llega a conocerse sólo a través de la
enseñanza más o menos formal, como es la que se imparte en los
centros académicos y a través de cursos y jornadas institucionales;
hay otras iniciativas que pueden ayudar a la formación de igual
manera y que van dirigidas tanto a los asiduos de las aulas como a
quienes las ignoran.


Entre las iniciativas no formales, propuestas por esta autora, pueden destacarse las siguientes:

a.
Campañas de animación con el fin de que la población participe en
acciones de conservación, protección y puesta en valor del
patrimonio;
b.
Utilización de las técnicas multimedia, audiovisuales, campañas
publicitarias, publicaciones (tarjetas postales y folletos),
vídeos, conferencias, etc.;
c. Difusión del mensaje ético a través de diversos medios;
d.
Organización de concursos, exposiciones y debates para despertar
el interés de dirigentes políticos y público en general;
e. Divulgación de las experiencias pedagógicas realizadas para que sirvan de referencia a nuevas actuaciones.

Es
necesario el cambio que se está produciendo en el desarrollo de
ciertos lugares,consistente en la creación de una serie de
condiciones que hacen posible que los recursos que se obtienen a través
del turismo, reviertan en las poblaciones a través de inversiones en
diferentes proyectos, ya sean culturales, educativos, sanitarios,
etc.Además, estos proyectos deberían potenciar, de cara al futuro, la
conservación del patrimonio cultural y natural, a través de una
cuidadosa planificación de la promoción que se haga del mismo. Y


se
ha de partir del principio de que el "turismo no existe sin
cultura" porque la cultura se ha convertido en una de las causas
principales del desplazamiento de un lugar a otro y porque el turismo
está contribuyendo a que se cree un auténtico "efecto cultural" en
los visitantes y turistas. (Hernández Hernández, 2002, p. 381).




Referencias

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CRIADO, Encarnación: Entre la tradición y la modernidad: las
artesanías una propuesta de análisis. In: AGUILAR CRIADO, Encarnación
(Coord.). Patrimonio etnológico: nuevas perspectivas de
estudio. Granada: Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 1999. p.
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SANTANA TALAVERA, Agustín. Antropología y turismo:¿nuevas hordas, viejas culturas? Barcelona: Editorial Ariel, 1997.        [ Links ]





Recebido em 02/06/2003
Aprovado em 20/08/2003

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