jueves, 13 de julio de 2017

Marco Polo y las maravillas de Oriente

Marco Polo y las maravillas de Oriente




  • Marco Polo y las maravillas de Oriente

    En 1271, el joven Marco Polo partió de su Venecia natal para acompañar a
    su padre y a su tío en un fabuloso viaje a través de Asia, hasta la
    corte de Kublai Kan en China. A su vuelta relató sus experiencias en una
    obra mítica, el Libro de las maravillas del mundo








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    prisma lr9513003. La China que vio Marco Polo

    La China que vio Marco Polo

    Esta pintura muestra el ambiente de una gran ciudad china del siglo
    XII durante el Qingming, fiesta en honor a los difuntos. Copia del siglo
    XVIII. Museo Guimet, París.


    GHISLAIN VANNESTE / MUSÉE GUIMET / RMN



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    0037175 H. El veneciano más viajero

    El veneciano más viajero

    El relato de su fabuloso viaje ha inmortalizado a Marco Polo. Abajo,
    mosaico de 1867 que representa al famoso viajero veneciano. Palacio
    Tursi, Génova.


    LUISA RICCIARINI / PRISMA




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    05-525218. Gran Canal de Venecia

    Gran Canal de Venecia

    Cuando Marco Polo inició su viaje a China en 1271, Venecia era una
    poderosa república que dominaba el comercio en el Mediterráneo.


    GUIDO BAVIERA / FOTOTECA 9X12



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    AA669421. El poderoso Kublai Kan

    El poderoso Kublai Kan

    Cuando Marco Polo viajó a China, el país estaba gobernado por Kublai
    Kan, fundador de la dinastía Yuan y nieto del gran Genghis. Abajo,
    retrato de Kublai. Siglo XIII. Biblioteca Nacional, París.


    DEA / ART ARCHIVE




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    album akg343383. Los caníbales de Sumatra

    Los caníbales de Sumatra

    En uno de sus viajes a las órdenes del Gran Kan, Marco Polo pasó un
    tiempo en la isla de Sumatra. Describió a sus gentes como caníbales y
    adoradores de animales (la miniatura sobre estas líneas los muestra
    comiendo extremidades humanas y adorando a un perro y un caballo). Para
    defenderse de «esos hombres pérfidos y bestiales» Marco Polo y sus
    hombres construyeron cinco fuertes de madera.


    AKG / ALBUM



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    77792684. El libro de Marco Polo

    El libro de Marco Polo

    Cubierta del Libro de las Maravillas del Mundo, de Marco Polo, en una edición española del año 1503.


    GRANGER COLLECTION / CORDON PRESS




    En 1271, el joven Marco Polo partió de su Venecia natal para acompañar a
    su padre y a su tío en un fabuloso viaje a través de Asia, hasta la
    corte de Kublai Kan en China. A su vuelta relató sus experiencias en una
    obra mítica, el Libro de las maravillas del mundo



    Más información


    Así murió Marco Polo

    Así murió Marco Polo

    El mundo es un libro –decía san Agustín–, y aquellos que no viajan, no
    leen de él más que una página». Marco Polo fue un excelente lector del
    mundo; la crónica de sus viajes maravillosos por Oriente, el Libro de las maravillas del mundo, titulada originalmente Le devisement du monde
    –La descripción del mundo–, relata veinticuatro años de travesías y
    descubrimientos por territorios muy alejados de su Venecia natal, entre
    1271 y 1295. Acompañado por su padre y su tío, Marco Polo vivirá y
    trabajará diecisiete años al servicio del gran emperador mongol Kublai
    Kan.En este largo, complicado, nebuloso y casi mágico trayecto
    hacia territorios completamente desconocidos para la mayoría de sus
    contemporáneos, Marco Polo nos proporciona un caudal inconmensurable de
    datos sobre los países y los paisajes que atraviesa, así como sobre la
    gente que trata y conoce, sus historias, costumbres, cultos, cultivos,
    joyas, tejidos, caminos, comidas y animales. Algunas veces se expresa
    con un lenguaje de inventario y con aburridas fórmulas estereotipadas,
    pero muchas otras nos relata lo que ve con un estilo vivo, ágil y ameno
    con el fin de maravillar a su público y dejarlo boquiabierto.

    Para
    mantener despierta la atención de sus oyentes, Marco Polo y su escriba,
    Rustichello da Pisa, muchas veces cuentan historias y leyendas con una
    curiosa mezcla de tiempos verbales que sitúan una acción pasada en el
    presente para así convertirla en algo vivo e intrigante, y a menudo se
    dirigen a la audiencia con preguntas directas o con frases admirativas
    que buscan en todo momento contagiar la emoción y la sorpresa. Estas
    marcas orales presentes en todo el texto nos indican claramente que el
    Libro de las maravillas del mundo que ha llegado hasta nosotros era,
    esencialmente, un texto más para ser escuchado que para ser leído.

    Por las rutas de Asia Central

    El
    largo trayecto de ida de Venecia a Pekín se alarga tres años
    (1271-1274) y, a pesar de que es en China y durante los años de servicio
    en la corte del Gran Kan donde Marco Polo vive y descubre las más
    grandes maravillas, el camino no está exento de rarezas, curiosidades y
    milagros que sorprenden, en alto grado, tanto a Marco Polo como después a
    sus oyentes. Dejando atrás el Próximo Oriente y adentrándose en
    territorios ya bajo el dominio mongol, Marco Polo descubre en Armenia la
    mágica silueta del monte Ararat donde se posó el arca de Noé tras el
    diluvio universal, y en los territorios de la alta Mesopotamia describe
    las fuentes negras y los pozos de alquitrán, algunos en llamas, siempre
    encendidos, verdaderos faros en las noches del desierto.


    Antes de relatar su paso por Persia, Marco Polo prefiere
    deleitar a su público con una fábula sobre un milagro obrado por un
    zapatero ciego y devotísimo de la mítica ciudad de Bagdad, quien,
    gracias a sus plegarias, consigue que Dios mueva una montaña salvando
    así a la comunidad cristiana de las manos del terrible califa. Se trata
    de un cuento fantástico, a la manera de las Mil y una noches, en el cual
    Marco Polo parece explicar la salvación de la comunidad cristiana de
    Bagdad en 1258, cuando los mongoles entraron a sangre y fuego en la
    ciudad, gracias a la intercesión de Doquz Jatún, la esposa del príncipe
    mongol Hulagu, devota del nestorianismo, corriente cristiana que se
    había difundido por Asia desde hacía varios siglos.

    Pero es el
    relato de su paso por las planicies de Irán lo que provoca verdadero
    asombro y hasta escándalo: en lo que parece un recurso para seguir
    extasiando al público cristiano que escucha sus andanzas, Marco Polo
    describe la patria de los tres reyes magos de Oriente del Evangelio, y
    nos habla de sus tumbas y de los cuerpos todavía incorruptos de Gaspar,
    Melchor y Baltasar. Esta noticia invalidaría la tradición de la
    conservación de sus huesos en el famoso y venerado Dreikönigsschrein, el
    relicario de los Tres Reyes Magos de la catedral de Colonia, en
    Alemania, con lo que estalla la polémica. A continuación, Marco Polo
    pasa a justificar el origen del culto al fuego que practicaban los
    habitantes de esos parajes, convirtiendo a los tres reyes magos en
    mazdeístas o «adoradores del fuego».

    Cada vez más lejos de casa,
    avanzando hacia Oriente, en un mundo envuelto en un aura fulgurante de
    leyenda y maravilla, el tono de su relato va adquiriendo más y más
    matices fantasiosos: en el Jorasán persa, la leyenda del árbol seco o
    solitario que indicaba el fin del mundo, pero que él logra superar, las
    pavorosas trazas de la destrucción sembrada por las hordas mongolas en
    el Asia Central, la travesía de los enormes desiertos vacíos, inhóspitos
    y peligrosos del Taklamakán y el Gobi, llenan el libro de riesgo,
    intriga y aventura.

    En la corte de Kublai Kan

    La meta de
    su viaje, Pekín, está cada vez más cerca, pero se halla ya tan lejos de
    Venecia que nuestro viajero tiene la sensación de estar alcanzando los
    confines del mundo: los prados infinitos de Mongolia, abiertos a todos
    los vientos e inabarcables a la vista, lo hacen sentirse verdaderamente
    en otro mundo; los paisajes adquieren tonos irreales y los presenta como
    los llanos de los exiliados gigantes bíblicos Gog y Magog del libro del
    Génesis, de las profecías de Ezequiel, del Apocalipsis... Pero el mundo
    parece no acabarse ni tener límite alguno, ni temporal ni espacial. Gog
    y Magog se han convertido en un imperio muy bien organizado hacia el
    que los Polo se dirigen: la corte de Kublai Kan, establecida en verano
    en la mítica ciudad de Xanadú (en la actual región china de Mongolia
    Interior), modelo de la magnificencia y el resplandor del poder del gran
    emperador mongol, Señor de Asia.

    La descripción del maravilloso
    palacio móvil de Kublai, hecho de bambú y totalmente decorado, con su
    extenso jardín cerrado lleno de árboles, flores, fuentes y animales
    exóticos para solaz del gran señor, y con la espléndida corte que le
    rodea y le acompaña compuesta por nobles, soldados, sabios, monjes y
    magos informa al público europeo del altísimo grado de magnificencia y
    lujo de esta ciudad mítica, Xanadú, nombre que a partir de este momento
    se convertirá para la cultura occidental en sinónimo de esplendor, fasto
    y opulencia. Entre las maravillas y las rarezas del palacio de verano
    de Kublai Kan, Marco Polo destaca la presencia de astrólogos,
    hechiceros, nigromantes, chamanes y encantadores que rodean al emperador
    mongol: son los bacsi, los influyentes monjes budistas que dominan la
    corte del gran Kan y que en los suntuosos y espectaculares banquetes
    ofrecidos por el emperador usan técnicas telequinésicas para acercar la
    copa de vino o los manjares a la boca de su señor: camareros quietos,
    concentrados, desplazando objetos con su mente. ¿Magia pura o simple
    imaginación del autor?

    En Pekín, Marco Polo pasa a formar parte de
    la élite de extranjeros que trabajan al servicio del gran Kan. Así, el
    veneciano nos descubre lo portentoso del aparato burocrático y
    administrativo necesario para regir las entrañas de un imperio que
    hermana las costas del Pacífico, el Índico, el Himalaya y los confines
    mediterráneos del Próximo Oriente. Marco Polo descubre a los europeos la
    férrea organización de un ejército de proporciones inmensas, un sistema
    de correos que funciona a la perfección, la fabricación de papel a
    partir de técnicas desconocidas en Europa, el uso extendido del papel
    moneda…

    Veinte años en China

    A las órdenes de su nuevo
    señor, para quien trabajará diecisiete años, Marco Polo viajará por las
    provincias interiores de China. Sus relatos descubren a los europeos el
    color amarillento del célebre Huang He (el río Amarillo), sierpes
    bestiales, junglas sofocantes, brujos médicos, las altas montañas
    occidentales del Tíbet, el otro gran río chino, el Yang Tse o río Azul,
    la peculiar orografía del norte de Vietnam con su gente «bella y alta», y
    describe vívidamente las batallas heroicas de los mongoles para
    conquistar los territorios de la actual Birmania.

    Pero lo que
    quizá más sorprendió a los europeos fue la descripción del Gran Canal,
    una antiquísima obra de ingeniería empezada en el siglo VII y en la que
    trabajaron más de cinco millones de hombres y mujeres. El resultado fue
    una red de canales artificiales comunicados con lagos y ríos que lo
    convirtieron en la vía de agua navegable más larga construida por el
    hombre. A lo largo del Gran Canal discurría la carretera imperial
    sombreada por árboles plantados con este fin y jalonada con postas de
    correos.

    Las ciudades adosadas al Gran Canal proporcionan a Marco
    Polo la posibilidad de expresarse en términos superlativos. El tráfico
    comercial y humano, así como la agitación de las ya abigarradas y
    superpobladas ciudades chinas sorprenden a nuestro viajero, y sus
    descripciones no parecen sino exageraciones; las cantidades son
    ingentes: de barcos, de personas, de mercancías, de riquezas... Todo es
    tan desbordante que «sin verlo es imposible que alguien lo crea», y
    Marco Polo llega a admitir que dar cuenta de todo lo que ve y lo que hay
    supone una «tarea demasiado ardua».

    El relato sobre la
    inconmensurable China se corona con la descripción a fondo de varias
    ciudades que maravillaron a Marco Polo, quien las calificó de
    magníficas, opulentas y portentosas. Quinsai, la moderna Hangzhou, la
    antigua capital de la vencida dinastía Song en Mangi (nombre que los
    mongoles daban a la China meridional), se reveló al veneciano como un
    lugar de maravilla absoluta que no dudó en definir como «un paraíso». En
    aquella época, la ciudad contaba con más de un millón de habitantes y
    sus dimensiones eran enormes. Todas las cantidades se cuentan por miles:
    12.000 puentes, 100.000 guardias, 4.000 baños públicos, 30.000
    soldados, banquetes con 10.000 comensales, palacios de 1.000
    habitaciones, 1.600 millares de edificios, 50.000 personas en la plaza
    del mercado... Tanta es la admiración por este monstruo urbanístico y su
    comarca que le es difícil expresarla en palabras: «Es verdaderamente
    muy costoso describir la gran nobleza de esta provincia y, por lo tanto,
    callaré». También la ciudad de Zayton, variopinta, cosmopolita y
    tolerante, situada en la China del sureste, poblada por comerciantes
    persas, árabes, indios, marineros, emisarios, oficiales, soldados,
    monjes y misioneros budistas, taoístas, hindúes, musulmanes, judíos,
    cristianos nestorianos, maniqueos... provoca que Marco Polo la denomine
    el «puerto de las delicias».

    ¿Estuvo Marco Polo en China?

    A
    pesar de toda la información que nuestro viajero nos proporciona de la
    China de los mongoles, hay investigadores que dudan de su visita
    precisamente por todo lo que omite: la historiadora norteamericana
    Frances Wood, por ejemplo, se pregunta por qué Marco Polo no menciona en
    absoluto ni la Gran Muralla, ni la escritura ideogramática china, ni el
    té, ni los palillos de comer o los pies vendados de las mujeres. Pero
    hay que tener en cuenta que ni la Gran Muralla –que sería reconstruida
    en piedra en el siglo XVII por la dinastía Ming– ni el té, que llegaría a
    China en el siglo XVI de mano de los portugueses, tenían entonces la
    importancia que tienen ahora, y las costumbres o características de la
    civilización china eran en aquel momento, a ojos del veneciano, poco
    significativas o de escaso valor documental, pues eran los mongoles
    quienes gobernaban y los chinos el pueblo sometido, y, no hay que
    olvidarlo, Marco Polo trabajaba para el Kan.

    El viaje de vuelta a
    casa de los Polo, hacia Occidente a través del Índico, enlaza el puerto
    chino de Zayton con el estrecho de Ormuz (en el golfo Pérsico), donde
    los viajeros retomarán el camino de regreso por tierra. Tras tantos años
    en China, el trayecto es de nuevo un gran despliegue de maravillas.
    Pero, curiosamente, los detalles de este periplo marítimo son menos
    conocidos, menos citados, a pesar del cúmulo de elementos legendarios
    que Marco Polo ofrece a sus sorprendidos oyentes y lectores: el trayecto
    por las islas indonesias, donde topa con caníbales y adoradores de
    animales vivos; las extrañas islas de Andamán y Nicobar, donde conoce a
    primitivos hombres con cabeza de perro; el sinfín de maravillas que
    observa en las costas de la India «que no pueden dejarse en silencio»;
    las misteriosas islas de Kuria Muria en las costa de Omán, una para
    hombres y otra para mujeres... Es evidente porqué se agolpaba la
    multitud en Génova bajo la ventana de la celda donde el capitán Marco
    Polo pasaba su cautiverio junto al escriba Rustichello da Pisa cuando
    leía en voz alta sus aventuras. La prisión de Malapaga se convirtió,
    así, en una incansable fábrica de maravillas que incendió la imaginación
    de los europeos desde el primer momento en que se puso por escrito el
    relato del viaje de un mercader veneciano que había atravesado un mundo
    fantástico, aunque real. La verdad, cuando no se conoce, suena a fábula,
    pero, afortunadamente, la fantasía de una fábula, bien contada, puede
    ser totalmente cierta.

    Para saber más

    La ruta de la seda: dioses, guerreros y mercaderes. La verdadera historia de Marco Polo. Luce Boulnois. Península, Barcelona, 2004.

    Libro de las maravillas del mundo. Marco Polo. Cátedra, Madrid, 2007.



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