martes, 11 de julio de 2017

Corona británica - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Corona británica



La Monarquía británica es una monarquía compartida en cuatro naciones constituyentes. Este artículo describe la Monarquía desde la perspectiva del Reino Unido. En los otros reinos de la Mancomunidad Británica de Naciones, su papel constitucional es similar, pero el significado histórico y cultural puede variar. Para mayor información, véase Otros reinos abajo

Armas reales británicas.

Izquierda: Variante usada en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.

Derecha: Variante usada en Escocia.
La Corona británica es una institución monárquica del tipo constitucional, cuyo titular, el monarca británico o soberano, es el jefe de Estado del Reino Unido y de los Territorios británicos de Ultramar.
El monarca británico es también el jefe de Estado de otros quince
países, cada uno de los cuales formaron alguna vez parte del Imperio británico —éstos, juntos con el Reino Unido, son conocidos como los Reinos de la Mancomunidad Británica de Naciones—. La monarquía británica actual puede remontar su linaje ancestral al período anglosajón y, por último, más atrás a los reyes de los anglos. Durante el siglo IX, Wessex se hizo con otros reinos en Inglaterra, especialmente como resultado de la extinción de líneas rivales en el país durante la primera Era de los vikingos y también los turcos, por el siglo X,
Inglaterra quedó consolidada bajo un solo reino. Las coronas inglesa y
escocesa fueron unidas en la persona de un solo monarca hacia 1603, cuando Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra accedió al trono. Los reinos de Escocia e Inglaterra se convirtieron en un solo Estado por el Acta de Unión de 1707 y los parlamentarios escoceses se integraron en el nuevo parlamento británico para constituir el Reino de Gran Bretaña.


Los poderes de la monarquía, conocidos como la prerrogativa real, siguen siendo muy amplios. Muchos de ellos no los ejerce personalmente el monarca, lo hacen ministros
que actúan bajo su voluntad. Ejemplo de lo antedicho lo constituye el
poder para regular el servicio civil y el poder para expedir pasaportes. Algunos poderes mayores los ejerce nominalmente el propio monarca, actuando bajo consejo el primer ministro y el Gabinete del Reino Unido, y conforme a las convenciones constitucionales. Un ejemplo es el poder para disolver al Parlamento. De acuerdo con un informe parlamentario,1 "La Corona no puede crear nuevos poderes prerrogativos".


Se ha establecido desde hace bastante tiempo, en la constitución no codificada del Reino Unido, que el poder político es ejercido en última instancia por el Parlamento, dentro del cual el soberano no es un componente partidario, junto con la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, así como por el Primer Ministro y el Gabinete. De este modo, como la monarquía británica moderna es constitucional,
el papel del soberano en la práctica se encuentra limitado a funciones
no partidarias (como la de ser fuente de honor). Este rol ha sido
reconocido desde el siglo XIX; Walter Bagehot identificó a la monarquía como la "parte digna" más que como la "parte eficiente" del gobierno en The English Constitution (1867).
El poder político es ejercido en la actualidad a través del Parlamento,
el Primer Ministro y el Gabinete. El soberano también posee el título
de Gobernante Supremo de la religión oficial, la Iglesia de Inglaterra, aunque en la práctica el liderazgo espiritual de la Iglesia corresponde al arzobispo de Canterbury.


La actual soberana es la reina Isabel II, que ha reinado desde el 6 de febrero de 1952. El heredero legal es su primogénito, el príncipe Carlos, príncipe de Gales y duque de Rothesay
(en Escocia). El príncipe de Gales se encarga de varias funciones
ceremoniales públicas, como lo hace el marido de la reina, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Hay otros miembros de la Familia Real, además de los ya mencionados, incluyendo los otros hijos, nietos y primos de la reina.


El monarca británico es también el jefe de la Mancomunidad,
y el monarca de otros quince reinos mancomunitarios, cada uno
—incluyendo al Reino Unido— son soberanos e independientes de los otros.



Índice

Historia

Monarquía inglesa

Siguiendo a las incursiones vikingas y al establecimiento del siglo IX, el reino de Wessex emergió como el reino inglés dominante. Alfredo el Grande aseguró Wessex y obtuvo el dominio sobre Mercia
del oeste, si bien no se convirtió en Rey de Inglaterra; el título más
cercano al que accedió fue el de "Rey de los Anglosajones". Fueron los
sucesores de Alfredo en el siglo X
los que constituyeron el reino que hoy se conoce como Inglaterra,
aunque incluso en el reinado de Edgardo el Pacífico, Inglaterra no se
encontraba dividida en sus partes constituyentes. Hacia el siglo XI,
el país se volvió más estable, pese a un número de guerras con los
daneses que desembocaron en una monarquía danesa por algunos años.
Cuando Guillermo, duque de Normandía, conquistó Inglaterra en 1066 se convirtió en el monarca de un reino que probablemente presentaba la mayor autoridad real en Europa.
La conquista normanda fue crucial para la historia británica, en
términos de cambio político y social. El nuevo rey continuó con la
centralización del poder que había comenzado en el periodo anglosajón,
mientras que el sistema feudal también prosiguió con su desarrollo.



El Tapiz de Bayeux describe la conquista normanda.
Guillermo I fue sucedido por dos de sus hijos: Guillermo II, y luego Enrique I. Este último tomó una controvertida decisión al proclamar a su hija Matilde (la única superviviente) como su heredera. Tras la muerte de Enrique en 1135, uno de los nietos de Guillermo I, Esteban,
reclamó el trono, y llegó al poder con el apoyo de la mayoría de los
barones. Su débil gobierno, sin embargo, le permitió a Matilde desafiar
su reino; como resultado, Inglaterra pronto descendió a un periodo de
desorden conocido como la Anarquía.
Esteban mantuvo un control del poder bastante precario durante el resto
de su vida; no obstante, llegó a un acuerdo según el cual sería
sucedido por el hijo de Matilde, Enrique II, quien se convertiría en el primer monarca de la dinastía Angevina o Plantagenet en 1154.


Los reinados de muchos monarcas de los Angevin se vieron empañados
por disturbios y conflictos civiles entre el monarca y la nobleza.
Enrique II debió hacer frente a rebeliones lideradas por sus propios
hijos, los futuros monarcas Ricardo I y Juan.


Tras la muerte de Enrique, su primogénito Ricardo le sucedió en el
trono, quien, sin embargo, permaneció ausente de Inglaterra durante la
mayor parte de su reinado, debido a que estaba luchando las Cruzadas en
el Oriente Próximo.
Cuando Ricardo falleció, su hermano Juan le sucedió, uniendo a
Inglaterra e Irlanda bajo una sola monarquía. Su reinado se vio marcado
por el conflicto entre los barones, quienes en 1215 le habían presionado a redactar la Magna Carta (en latín, Gran Cartera)
con el fin de garantizar los derechos y libertades de la nobleza. Poco
después, Juan rechazó la cartera, sumergiendo a Inglaterra en una guerra
civil conocida como la Guerra de los Primeros Barones. La misma llegó a
su fin abrupto con la muerte de Juan en 1216, dejando la corona en manos de su hijo de nueve años, Enrique III. Los barones, liderados por Simon de Montfort, VI Conde de Leicester,
se volvieron a rebelar más adelante el reino de Enrique, dando comienzo
a la Segunda Guerra de los Barones. Ésta, no obstante, culminó con una
victoria real limpia, y la consecuente ejecución de muchos rebeldes.


El siguiente monarca, Eduardo I, fue aún más exitoso en cuanto a mantener el poder real, y fue el responsable de la conquista de Gales y del intento por establecer el dominio inglés sobre Escocia. Sin embargo, los triunfos en ese país dieron un retroceso durante el reinado de su sucesor, Eduardo II, quien también se vio acaparado por un desastroso conflicto con la nobleza. Éste se vio forzado en 1311
a declinar muchos de sus poderes ante el comité baronil de
"ordenadores". No obstante, las victorias militares le ayudaron a
recuperar el control en 1322. Pese a esto, Eduardo fue derrocado y ejecutado en 1327 por su esposa Isabel de Francia y su hijo, quien pasó a gobernar como Eduardo III. El nuevo monarca pronto reclamó la corona francesa, iniciando la Guerra de los Cien Años que enfrentó a Inglaterra y Francia.
Las campañas de Eduardo III fueron bastante exitosas, y culminaron con
la conquista del territorio francés. Su reinado fue también marcado por
el desarrollo del Parlamento, que se había dividido en dos Casas por
primera vez. En 1377 muere Eduardo III, dejando la corona a su nieto de diez años, Ricardo II.
Este último, al igual que muchos de sus predecesores, mantuvo
conflictos con los nobles, principalmente por el intento de retener el
poder en sus propias manos. En 1399, mientras se encontraba fuera en Irlanda, su primo Enrique Bolingbroke se hizo con el poder, obligando a Ricardo a abdicar y a ser posteriormente asesinado.


Enrique IV era el nieto de Eduardo III y el hijo de Juan de Gante, duque de Lancaster; de ahí que su dinastía fuera conocida como la Casa de Lancaster.
Durante la mayor parte de su reinado, Enrique IV debió hacer frente a
complots y rebeliones, debiendo su éxito a la estrategia militar de su
hijo, el futuro Enrique V. El reinado de este último, que comenzó en 1413,
se vio particularmente libre de disputas internas, dándole al rey
libertad para acometer en la Guerra de los Cien Años en Francia. Enrique
V resultó victorioso en su conquista; no obstante, su muerte repentina
en 1422 dejó a su hijo pequeño Enrique VI
a cargo del trono, permitiéndole a los franceses acabar con el dominio
inglés. Por otra parte, la escasez de popularidad de los regentes de
Enrique VI, y el posterior fracaso de su liderazgo, llevó al
debilitamiento de la Casa de Lancaster. Los lancasterianos fueron
desafiados por la Casa de York, llamada así en referencia a su jefe, un
descendiente de Eduardo III, Ricardo, duque de York. Aunque éste falleció en una batalla en 1460, su primogénito Eduardo llevó a los yorkistas a la victoria en 1461. Las Guerras de las Rosas, sin embargo, continuó siendo intermitente durante los reinados de los yorkistas Eduardo IV, Eduardo V, y Ricardo III. Finalmente, el conflicto terminó con éxito para la rama lancasteriana, liderada por Henry Tudor (Enrique VII) en 1485, cuando Ricardo III fue asesinado en la batalla de Bosworth Field.



El retrato de Isabel I data aproximadamente de 1588, con el fin de conmemorar la derrota de la Armada española.
El final de la Guerra de las Rosas constituyó un momento decisivo en
la historia de la monarquía. La mayor parte de la nobleza fue o bien
diezmada en el campo de batalla
o ejecutada por su participación en la guerra, y muchos bienes de la
aristocracia fueron confiscados por la Corona. Además, el feudalismo
decayendo, y las armadas feudales controladas por los barones se
volvieron obsoletas. Así, los Tudor pudieron restablecer fácilmente la
supremacía absoluta en el reino, y los conflictos con la nobleza que
habían invadido a monarcas anteriores llegaron a su fin. El poder de la
Corona alcanzó su apogeo durante el reinado del segundo rey Tudor, Enrique VIII.
Esta fue una época de gran cambio político; Inglaterra pasó de ser un
reino débil a convertirse en uno de los más poderosos de Europa. Tuvo
lugar un trastorno religioso, como resultado de las disputas con el papa, lo que llevó a la monarquía a distanciarse de la Iglesia Apostólica Católica Romana y a establecer la Iglesia de Inglaterra,
también conocida como la Iglesia Anglicana. Otro resultado importante
del reinado de Enrique VIII fue la anexión de Gales (que había sido
conquistado siglos antes, permaneciendo como un dominio aparte) a
Inglaterra bajo las Leyes en las Actas de Gales de 1535-1542.


El hijo y sucesor de Enrique VIII, el joven Eduardo VI, prosiguió con más reformas religiosas. Su muerte en 1553, precipitó una crisis de sucesión. Fue cauteloso al no permitir a su media hermana mayor católica, María I, acceder al trono, y a tal fin elevó un testamento en el que designaba a Jane Grey
como su heredera, si bien ninguna mujer había reinado jamás sobre
Inglaterra. El reinado de Jane, no obstante, duró tan solo nueve días;
con un tremendo apoyo popular, María la destituyó, revocó su
proclamación como reina, y se autodeclaró como la legítima soberana.
María I intentó convertir a Inglaterra al catolicismo, incinerando en el proceso a numerosos protestantes bajo la presunción de herejes. Su fallecimiento en 1558, abrió paso para que su media hermana Isabel I la sucediera, devolviendo a Inglaterra al protestantismo.
La era isabelina representó el crecimiento del país. Este momento es a
menudo conocido como la "edad dorada" para Inglaterra, principalmente
debido a los progresos culturales de William Shakespeare y Francis Bacon, entre otros.


Monarquía escocesa

En Escocia, como en Inglaterra, las monarquías surgieron tras la retirada de Roma a comienzos del siglo V. Los tres grupos que vivían en Escocia en aquel entonces eran los pictos (que habitaban el reino de Pictavia), los britanos (que se asentaban en varios reinos del sur escocés, incluyendo el reino de Strathclyde), y los gaélicos, o escotos (que más adelante darían su nombre a Escocia), de la provincia irlandesa de Dalriada. Cináed I es tradicionalmente considerado el fundador de la Escocia unida (o reino de Alba).
La expansión de los dominios escoceses continuó durante los dos siglos
siguientes, debido a que otros territorios como Strathclyde eran
subyugados u obtenidos mediante matrimonio dinástico.


Los primeros monarcas escoceses no heredaban la Corona de forma
directa; en su lugar, se optó por una costumbre de alternar las partes,
como ocurría en Irlanda
y previamente entre los pictos. La monarquía se rotaba, pues, entre
dos, o a veces tres, ramas de la Casa de Alpín. Sin embargo, como
resultado, los linajes dinásticos rivales entraron en conflicto, a
menudo de forma violenta. Los problemas relativos a la sucesión se ven
especialmente reflejados por el periodo que va desde 942 a 1005,
durante el cual siete monarcas consecutivos fueron asesinados o
ejecutados en batalla. La rotación de la monarquía entre linajes
diferentes llegó a su fin cuando Máel Coluim II asumió el trono en 1005 tras asesinar a muchos opositores. De esta forma, cuando Donnchad I sucedió a Máel Coluim II en 1034, lo hizo como tanista, sin oposición alguna.


En 1040, Donnchad fue derrotado en batalla en manos de Macbeth, tema que trataría la famosa obra de William Shakespeare (La tragedia de Macbeth). Luego, en 1057, el hijo de Donnchad Máel Coluim vengó la muerte de su padre al derrotar y asesinar a Macbeth. Unos meses más tarde, tras el regicidio del hijo de Macbeth, Lulach, Máel Coluim llegó al trono como Máel Coluim III, convirtiéndose en el primer monarca de la Casa de Dunkeld.


A partir de 1107, Escocia se vio brevemente dividida bajo la voluntad de Edgardo, quien separó sus dominios su hermano mayor superviviente Alejandro I (que gobernó el norte de Escocia como rey) y su hermano menor David
(que gobernó el sur de Escocia en función de conde). Tras la muerte de
Alejandro en 1124, David heredó sus dominios, y Escocia volvió a
unificarse una vez más. David fue sucedido por el ineficaz Malcolm IV, y luego por Guillermo el León, cuyo reinado fue el más largo previo a la Unión de las Coronas.
Guillermo participó en una rebelión contra el rey Enrique II de
Inglaterra; no obstante, ésta fracasó, y Guillermo fue capturado por los
ingleses. En un intercambio para su liberación, Guillermo se vio
forzado a reconocer a Enrique como su señor feudal. El rey inglés
Ricardo I acordó acabar con el pacto en 1189, a cambio de una gran suma
de dinero que necesitaba para sus Cruzadas. Guillermo falleció en 1214, y fue sucedido por su hijo Alejandro II. Éste, así como su sucesor Alejandro III, intentaron hacerse con las islas occidentales, que se encontraban aún bajo el poder de Noruega. Durante el reinado de Alejandro III, Noruega desplegó una invasión fallida sobre Escocia; el consiguiente Tratado de Perth (1266) reconoció el control escocés sobre las islas del oeste y otras zonas disputadas.


El fallecimiento de Alejandro III en 1286 llevó a su nieta noruega de tres años, Margarita, al trono. Sin embargo, durante su viaje a Escocia en 1290 Margarita murió en el mar, ocasionando una gran crisis de sucesión, durante la cual hubo trece demandantes rivales por la Corona de Escocia.
Muchos líderes escoceses acudieron al rey Eduardo I de Inglaterra para
solventar la disputa. Se convocó a una corte con las "facciones" de
Balliol y Bruce, cada una nominando a "asesores". Contrario a la opinión
popular, Eduardo no eligió a John Balliol
para ocupar el lugar de rey. Balliol ganó el apoyo abrumador de la
mayoría de los asesores, pero aquél procedió a tratarlo de vasallo, e
intentó ejercer una influencia considerable en asuntos escoceses. En
1295, cuando Balliol renunció a su lealtad hacia Inglaterra, Eduardo I
invadió y conquistó Escocia. Durante los primeros diez años de las
subsiguientes Guerras de la independencia escocesa, Escocia no dispuso de ningún monarca; sin embargo, fue liderada informalmente por William Wallace. Tras la ejecución de Wallace en 1305, Roberto I de Escocia asumió el poder y se proclamó rey. Sus esfuerzos culminaron con éxito, y la independencia escocesa fue reconocida en 1328.
No obstante, Roberto murió tan solo un año más tarde, y los ingleses
volvieron a invadir con el pretexto de devolver al heredero legítimo de
John Balliol, Edward Balliol,
al trono. A pesar de ello, tras más campañas militares, Escocia
consiguió nuevamente su independencia con el hijo de Roberto I, David II.



Jacobo IV intentó invadir Inglaterra en 1513, pero fue asesinado en el proceso.
En 1371, David II fue sucedido por Roberto II, el primer monarca escocés desde la Casa de Stewart (más adelante, Estuardo). Los reinados de ambos, Roberto II y su sucesor, Roberto III,
se vieron empañados por cierto debilitamiento del poder real. Cuando
Roberto III falleció en 1406, los regentes debieron gobernar al país; el
monarca, el hijo de Roberto III, Jacobo I, había sido capturado por los ingleses. Tras pagar una importante fianza, Jacobo regresó a Escocia en 1424. Con el fin de restablecer su autoridad, recurrió a medidas despiadadas, incluyendo la ejecución de muchos de sus enemigos. Jacobo II
continuó con la política de su padre avasallando a nobles influyentes.
Al mismo tiempo, sin embargo, el Parlamento escocés se volvió bastante
poderoso, a menudo desafiando abiertamente al propio rey. El poder
parlamentario tuvo su auge durante el reinado del ineficaz Jacobo III. Como resultado, Jacobo IV
y sus sucesores acostumbraron evitar la convocatoria de sesiones
parlamentarias, controlando de ese modo el poder del Parlamento.


En 1513, Jacobo IV inició una invasión a Inglaterra, intentando tomar
ventaja de la ausencia del rey inglés Enrique VIII. Sus fuerzas
llegaron a ser derrotadas en la batalla de Flodden Field;
el rey, al igual que varios nobles mayores, y cerca de diez mil
soldados fueron asesinados. Debido a que el hijo y sucesor de Jacobo IV,
Jacobo V,
era aún un niño, el gobierno fue tomado por los regentes. Al llegar a
la adultez, Jacobo V gobernó con éxito hasta otra guerra desastrosa con
los ingleses en 1542. Su muerte en el mismo año dejó a la Corona en
manos de su hija de seis años, María,
por lo que se estableció nuevamente otra regencia. María, una católica
romana, reinó en un periodo de cambio religioso en Escocia. Debido al
esfuerzo de reformadores como John Knox, se estableció una ascendencia protestante. María despertó el desconcierto tras casarse con un católico, lord Darnley, en 1565. Tras el homicidio de Lord Darnley en 1567, María contrajo matrimonio, incluso bastante más polémico, con James Hepburn,
conde de Bothwell, de quien se presuponía era responsable del asesinato
de Darnley. La nobleza se rebeló contra la reina, forzándola a
renunciar y huir a Inglaterra, donde fue encarcelada y posteriormente
ejecutada por Isabel I. La Corona recayó sobre su hijo Jacobo VI,
que había sido criado como protestante. Jacobo VI se convertiría más
tarde en rey de Inglaterra tras el fallecimiento de la reina Isabel I.


Unión personal y fase republicana


Jacobo VI y I fue el primer monarca en gobernar Inglaterra, Escocia e Irlanda de forma conjunta.
La muerte de Isabel I en 1603 trajo consigo el fin del poder para la Casa de Tudor; no tuvo hijos, por lo que fue sucedida por el rey escocés Jacobo VI, cuya bisabuela materna era la hermana mayor de Enrique VIII.
Jacobo VI reinó en Inglaterra como Jacobo I tras lo que se conoció como
la Unión de las Coronas. Aunque Inglaterra y Escocia estaban unidas
personalmente por un solo monarca –Jacobo I se convirtió en el primer
monarca en ostentar el cargo de "Rey de Gran Bretaña" en 16042 – siguieron siendo reinos separados. Jacobo pertenecía a la Casa de Estuardo,
una casa real cuyos monarcas experimentaban conflictos frecuentes con
el Parlamento inglés. Las disputas se debían a menudo por cuestiones de
poderes reales y parlamentarios, especialmente el poder de imponer
tributos. El conflicto tuvo especial pronunciación durante el reinado
del sucesor de Jacobo I Carlos I,
quien provocó a la oposición al gobernar sin Parlamento desde 1629 a
1640 (la "Tiranía de los Once Años"), imponiendo tributos de forma
unilateral, y adoptando políticas religiosas controvertidas (muchas de
las cuales resultaron ofensivas a los presbiterianos escoceses y a los puritanos ingleses). Hacia 1642, el enfrentamiento entre el rey y el Parlamento alcanzó su punto máximo con el comienzo de la Guerra Civil. La contienda acabó con la ejecución del rey, el fin de la monarquía, y el establecimiento de una república conocida como la Mancomunidad de Inglaterra. En 1653, sin embargo, Oliver Cromwell, el líder político y militar más prominente del país, llegó al poder y se proclamó Lord Protector
(convirtiéndose efectivamente en dictador militar). Cromwell continuó
en el gobierno hasta su muerte en 1658, cuando fue sucedido por su hijo Richard Cromwell.
El nuevo Lord Protector demostró poco interés en gobernar, por lo que
pronto abdicó, dando lugar al breve restablecimiento de la Mancomunidad.
La falta de un liderazgo claro, no obstante, conllevó a un malestar
civil y militar, y por un anhelo popular de restablecer la monarquía. La
Restauración tuvo lugar en 1660, cuando el hijo de Carlos I, Carlos II
fue declarado rey. El establecimiento de la Mancomunidad y el
Protectorado se estimó ilegal; Carlos II fue reconocido como el rey de Iure desde la muerte de su padre en 1649.


El reinado de Carlos II se vio envuelto por el desarrollo de los
primeros partidos políticos modernos en Inglaterra. Carlos carecía de
hijos legítimos, razón por la cual se especulaba que sería sucedido por
su hermano católico, Jacobo, duque de York.
A partir de ahí surgió un esfuerzo parlamentario por excluir a Jacobo
de la línea de sucesión; los "Aborrecedores", que se opusieron, formaron
el partido de los Tories, mientras que los "Demandantes," que apoyaban
la idea, conformaron el partido Whig. El Proyecto de Exclusión, sin
embargo, fracasó en numerosas ocasiones en las que Carlos II disolvió al
Parlamento por temor a su aprobación. Tras la disolución del Parlamento
en 1681, Carlos reinó como monarca absoluto hasta su muerte en 1685.


La Revolución Gloriosa

Jacobo II, el católico, sucedió, como se esperaba, a Carlos (que se había convertido al catolicismo
en su lecho de muerte). Jacobo buscó tolerancia para los católicos,
provocando la ira de muchos protestantes. Una gran mayoría se opuso a
las decisiones de Jacobo II de mantener una armada voluble y estable, de
asignarles altos cargos políticos y militares a católicos, y de
encarcelar a clérigos anglicanos que se sublevaran contra la ley. Como
consecuencia, un grupo de nobles protestantes y otros ciudadanos
destacados conocidos como los "Siete inmortales" incentivaron a la hija
de Jacobo II, María II y a su marido Guillermo de Orange a destituir al rey. Guillermo cumplió, llegando a Inglaterra el 5 de noviembre de 1688, con un gran apoyo público. Al encontrarse con la deserción de muchos de sus oficiales protestantes, Jacobo dejó el poder el 23 de diciembre del mismo año. El 12 de febrero de 1689,
la Convención del Parlamento declaró que la partida del rey suponía una
renuncia, y que Guillermo III y María II, y no el hijo católico del
monarca, Jacobo Francisco Estuardo, serían los soberanos de Inglaterra e Irlanda. El Parlamento escocés (inglés, Scottish Estates) pronto siguió la misma postura.


La derrota de Jacobo es comúnmente conocida como la Revolución Gloriosa,
y fue uno de los hechos más importantes en la evolución del poder
parlamentario. La Carta de Derechos de 1689 afirmó la supremacía del
Parlamento, y declaró que los ingleses retuvieran ciertos derechos,
incluyendo la libertad de no abonar aportes tributarios impuestos sin el
consentimiento parlamentario. La Carta de Derechos estableció que los
futuros monarcas debían ser protestantes, y que por detrás de cualquier
hijo de los presentes monarcas, la hermana de María, Ana heredaría la Corona. María murió sin haber dado a luz en 1694, dejando a Guillermo III como único monarca. Hacia 1700
tuvo lugar una crisis política, debido a que todos los hijos de la
princesa Ana habían fallecido, dejándola sola en la línea de sucesión.
El Parlamento, temiendo que Jacobo II o sus familiares católicos
pretendieran reclamar el trono, firmó un Acta de Establecimiento en 1701, en la que se hacía constar que la prima lejana protestante de Guillermo III, Sofía de Hanover, seguiría en la línea de sucesión. El rey muere poco después de la expedición del Acta, dejándole la corona a su cuñada Ana.


Tras la Unión de las Coronas


Inglaterra y Escocia se unieron para formar Gran Bretaña en el reinado de Ana.
Tras el acceso de Ana al poder, el tema de la sucesión volvió a ser
latente; el Parlamento escocés se mostró molesto debido a que el
Parlamento inglés no le consultó sobre la opción de Sofía de Hanover, y
aprobó un Acta de Seguridad, amenazando con ponerle fin a la unión
personal entre Inglaterra y Escocia. El Parlamento de Inglaterra, por su
parte, cobró venganza con el Acta de Alienación de 1705,
que perjudicaría a la economía escocesa al ponerle trabas al libre
comercio. Como resultado, el Parlamento escocés consintió el Acta de Unión de 1707, bajo el cual Inglaterra y Escocia se unificarían en un solo reino conocido como Gran Bretaña, con reglas de sucesión prescritas y determinadas por el Acta de Establecimiento.


Por consiguiente, en 1714, la reina Ana fue sucedida por el hijo de la difunta Sofía de Hanover, Jorge I, quien consolidó su posición al derrotar a las rebeliones jacobinas en 1715 y 1719.
El nuevo monarca fue menos activo en el gobierno que muchos de sus
predecesores, prefiriendo dedicar la mayor parte de su tiempo a los
asuntos de sus reinos alemanes. Por este motivo, Jorge I delegó gran parte de su poder en los ministros, especialmente en sir Robert Walpole,
a quien se le suele considerar como el Primer Ministro —no oficial— del
Reino Unido. El debilitamiento de la influencia del monarca y el
aumento del poder del Primer Ministro y del Gabinete continuó durante el
reinado de Jorge II, pero se detuvo con Jorge III.
Este último intentó recuperar gran parte del poder cedido por sus
antecesores hanoverianos; también actuó para mantener a los Tories (que
estaban más a favor del control real sobre el gobierno que los Whigs) en
el poder siempre que le fue posible. El reinado de Jorge III también
fue importante debido a la unión de Gran Bretaña e Irlanda a través del
Acta de Unión de 1800.
Al mismo tiempo, el rey no perdió oportunidad en reclamar la Corona
francesa, algo que ya había ocurrido con todos los monarcas ingleses
desde Eduardo III.



El rey Jorge III impuso su autoridad política en reiteradas ocasiones, a diferencia de sus dos predecesores hanoverianos.
Desde 1811 a 1820, Jorge III se mostró insensato, obligando a su hijo, el futuro rey Jorge IV,
a gobernar como príncipe regente. Durante la regencia, y más tarde en
su propio reinado, Jorge IV continuó manteniendo lo que le quedaba de
autoridad real, en vez de cederla al Parlamento o al Gabinete. Su
sucesor, Guillermo IV, intentó hacer lo mismo, aunque con muy poco éxito. En 1834, Guillermo despidió al Primer Ministro William Lamb segundo vizconde de Melbourne y perteneciente a los Whigs, por diferencias políticas, y en su lugar asignó a un Tory, sir Robert Peel.
En las siguientes elecciones, sin embargo, los Whigs mantuvieron una
amplia mayoría en la Casa de los Comunes; obligaron a Peel a renunciar
tras bloquear buena parte de su legislación, y, por consiguiente,
dejando al rey sin ninguna otra salida que la de renombrar a Lord
Melbourne. A partir de 1834,
ningún monarca ha nombrado o despedido a un primer ministro contrario a
la voluntad de los elegidos por forma democrática en la Casa de los
Comunes. El reinado de Guillermo IV se vio además afectado por la
aprobación del Acta de Gran Reforma, que modificó la representación
parlamentaria y abolió a muchos municipios decadentes. El acta, junto a
otras aprobadas más tarde en ese siglo, llevó a la expansión del
sufragio electoral, y a la consagración de la Casa de los Comunes como
la rama más importante del Parlamento.


La transición final a una monarquía constitucional se efectuó durante el reinado de la sucesora de Guillermo IV, la reina Victoria. Como mujer, Victoria no podía gobernar Hanover; por ello, la unión personal del Reino Unido y Hanover había llegado a su fin. La era victoriana
fue un momento importante en la historia del país, y se caracterizó por
un gran cambio cultural, por un proceso tecnológico, y por el
establecimiento del Reino Unido como una de las primeras potencias
mundiales. En reconocimiento al poder británico sobre la India, Victoria fue declarada emperatriz de ese país en 1876.
No obstante, el reinado se vio afectado por el incremento del apoyo por
parte del movimiento republicano, debido en parte al luto permanente de
Victoria y al gran periodo de aislamiento tras la muerte de su esposo
en 1861.


El hijo de Victoria, Eduardo VII, se convirtió en el primer monarca del Ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha en 1901. A pesar de ello, en 1917, el siguiente monarca, Jorge V, sustituyó a "Sajonia-Coburgo-Gotha" por "Windsor" debido a los recelos que existían hacia los alemanes ocasionados por la Primera Guerra Mundial. El reinado de Jorge V también sufrió la fragmentación de Irlanda en Irlanda del Norte, que continuó formando parte del Reino Unido, y la República independiente de Irlanda en 1922.


Monarquía en Irlanda

En el siglo XII, el papa Adriano IV consintió al rey Enrique II de Inglaterra tomar posesión de Irlanda. Hecho que ocurrió debido a que la iglesia cristiana irlandesa en aquel entonces no seguía al catolicismo
y poseía varias creencias consideradas de herejes. De esta forma, el
Papa pretendió que el monarca inglés se anexara a Irlanda, transformando
a la iglesia irlandesa en una iglesia católica. Adriano IV le garantizó
la isla al rey de Inglaterra como un territorio feudal bajo liderazgo
papal.


Alrededor de 1170 el rey Dermot MacMurrough de Leinster fue destituido y el país fue tomado por su enemigo, el rey Rory O'Connor de Connaught.
Dermot consiguió escapar a Inglaterra y recurrió a Enrique en busca de
apoyo. Aquel se negó pero llegó a un acuerdo en el que le permitiría el
manejo de un grupo de aristócratas y aventureros anglo-normandos,
comandados por Richard de Clare, conde de Pembroke, (mejor conocido como Strongbow) con el fin de ayudarle a recuperar el trono. Dermot y sus aliados anglo-normandos triunfaron y volvió al poder como legítimo rey de Leinster. Como recompensa, Dermot autorizó a de Clare a casarse con su hija (Aoife de Leinster mejor conocida como Eva la roja).
Cuando el monarca irlandés falleció en 1171, de Clare heredó el trono y
pasó a ser el nuevo rey de Leinster. Hecho que hizo temer a Enrique II
que de Clare hiciese de Irlanda un estado rival normando o un lugar de
refugio para los anglosajones, por lo que se aprovechó de la bula papal Laudabiliter y con el consentimiento del papa
se apoderó de Irlanda. Llegó a la isla acompañado de sus efectivos
ingleses y obligó a de Clare y a otros aristócratas anglo-normandos en
la isla, así como a algunos caciques gaélicos irlandeses a reconocerlo como su amo supremo. Tras esto, Enrique fue considerado Lord de Irlanda bajo liderazgo papal.


Hasta 1541
la isla continuó en la misma situación. Para ese entonces, el rey
Enrique VIII de Inglaterra había roto con la Iglesia Católica y puesto
al país a merced del protestantismo.
La garantía papal que apoyaba la toma de la isla por la monarquía
inglesa quedó sin efecto. Razón por la cual en el mismo año, convocó a
una junta del Parlamento irlandés que le permitiese cambiar su título de
soberanía sobre el país. Así, éste pasó de ser Lord a rey de Irlanda, y
por consiguiente haciendo de ella un reino en unión personal con el
reino de Inglaterra.


Irlanda continuó en la misma posición hasta 1800, cuando el Acta de
Unión fusionó a Gran Bretaña y al reino de Irlanda en un solo reino
conocido como Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Esta última continuó siendo una parte integral del Reino Unido hasta
1922, cuando la mayor parte se independizó como un Estado libre
irlandés. De esta manera, Irlanda constituyó un reino aparte con el
mismo monarca que Gran Bretaña en unión personal desde su independencia
en 1922 hasta 1949,
cuando lo que se había convertido en Irlanda del Sur adquirió el
estatuto de república y cortó toda relación con la monarquía, mientras Irlanda del Norte siguió siendo leal a la Unión y a la Corona, creando por consiguiente al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.3


De Imperio a Mancomunidad


Mapa de los dominios de la Mancomunidad sobre los cuales reinó alguna
vez el monarca británico, pero donde ahora la Corona ha sido "dividida"
de manera que un soberano en común reina de forma separada como monarca
en cada nación.
En un principio, la Corona operaba sobre todo el Imperio británico
como una sola entidad. La Corona británica fue considerada unitaria,
con la cual todas las colonias y dominios guardaban una relación de
subordinación. Sin embargo, la Declaración de Balfour de 1926
establecía que los dominios eran "comunidades autónomas dentro del
imperio británico, en iguales condiciones, y de ninguna forma
subordinadas una a la otra en aspecto alguno de sus asuntos internos o
externos". En 1931 se aprobó el Estatuto de Westminster, que ponía fin al derecho del gobierno en Londres
de aconsejar al rey sobre las acciones a seguir en relación a los
dominios individuales. Como resultado, la Corona unitaria británica que
operaba sobre todo el imperio fue reemplazada por coronas separadas para
cada dominio. De esta forma, la institución de la monarquía dejó de ser
exclusivamente británica, y su corona particular quedó limitada dentro
de los confines de la jurisdicción que le ocupaba, esto es, el Reino
Unido. Una muestra de ello es que mientras Jorge VI era una sola
persona, era asimismo por separado el rey de Australia y Canadá,
y así sucesivamente con otros territorios. La "división" aumentó aún
más con la consiguiente patriación de la constitución de cada dominio
respecto al Reino Unido, en décadas posteriores.


Un académico constitucional canadiense,
Richard Toporoski, sostuvo: «Estoy perfectamente preparado para
reconocer, incluso afirmar felizmente, que la Corona británica ya no
existe en Canadá, pero eso es porque la realidad legal me indica que de
algún modo, la Corona británica ya no existe en Gran Bretaña: la Corona
trasciende en Bretaña tanto como lo hace en Canadá. Uno puede entonces
hablar de "la Corona británica" o de la "Corona canadiense" o incluso de
la Corona "barbadiana" o "tuvaluana", pero a lo que uno se refiere con
el término es a la Corona actuando o expresándose dentro del contexto de
esa jurisdicción en particular».4


Antiguamente todo miembro de la Mancomunidad británica era un dominio de la misma. No obstante, cuando India se convirtió en una república en 1950,
se decidió que se le permitiría permanecer en la Mancomunidad, aunque
ya no fueran a compartir un monarca común con los otros dominios o
reinos de la organización. De todas formas se optó porque el monarca
británico fuera reconocido como el "Jefe de la Mancomunidad" en todos
sus estados miembros, ya fueran éstos reinos o no. La posición es
puramente ceremonial, y no está acompañada de poder político.


Tras el Imperio


El reinado de Victoria ha sido el segundo más largo en la historia del Reino Unido.
La muerte de Jorge V en 1936 estuvo seguida por el ascenso del trono de Eduardo VIII, quien causó estupor público al anunciar su deseo de contraer matrimonio con una mujer divorciada estadounidense Wallis Simpson,
incluso cuando la Iglesia de Inglaterra se oponía al nuevo matrimonio
tras el divorcio. Como se esperaba, Eduardo hizo pública su intención de
renunciar; los Parlamentos del Reino Unido y otros dominios de la
Mancomunidad aceptaron su solicitud. Eduardo VIII y cualquier hijo de su
nueva esposa quedarían excluidos de la línea de sucesión, y en su lugar
la Corona iría para su hermano Jorge VI. El nuevo monarca sirvió como una figura de unidad para los británicos durante la Segunda Guerra Mundial,
realizando visitas, con el fin de incentivar la moral de sus tropas,
así como otros recorridos a fábricas de municiones y a zonas
bombardeadas por la Alemania nazi.
Jorge VI fue además el último monarca británico en retener el título de
"Emperador de la India", un título que fue revocado cuando India obtuvo
su independencia en 1947.


El fallecimiento de Jorge VI en 1952 fue seguido por el ascenso al trono de la actual monarca, Isabel II.
Al igual que sus recientes antecesores, Isabel II continúa ejerciendo
como monarca constitucional. Durante su reinado, ha habido cierto apoyo
hacia el movimiento republicano, principalmente debido a la publicidad
negativa vinculada a la familia real, como es el caso del divorcio del príncipe Carlos y de la princesa Diana de Gales. A pesar de ello, una vasta mayoría del público británico apoya la continuación de la monarquía.


Sucesión

La sucesión se gobierna en varias promulgaciones, siendo las más importantes la Carta de Derechos de 1689 y el Acta de Establecimiento
de 1701. Las reglas de sucesión no son fijas, sino que pueden ser
modificadas por una Acta parlamentaria. Sin embargo, el Reino Unido se
encuentra en unión personal con otros dominios o reinos de la
Mancomunidad, por lo que si éste cambia las normas de sucesión sin el
previo consentimiento de aquellos, la monarquía compartida podría llegar
a su fin.


La sucesión se da conforme a la primogenitura, preferentemente
masculina, bajo la cual los hijos heredan antes que las hijas, y los
hijos mayores lo hacen antes que los menores del mismo sexo. El Acta de
Establecimiento, sin embargo, restringe la sucesión a los descendientes
naturales, y por lo tanto no adoptivos, de Sofía de Hanover (1630-1714), nieta de Jacobo I.
La preferencia existente en la sucesión de los hijos varones sobre las
hijas ha terminado a partir del Acuerdo de Perth (28/10/2011) y la
subsiguiente modificación legal plasmada en la Succession to the Crown
Act 2013. Estas modificaciones legales no tienen efectos retroactivos,
siendo aplicables únicamente a los herederos nacidos desde el 28 de
octubre de 2011.5 6



El soberano es coronado en Westminster Abbey, como consta en el presente retrato del rey Carlos II.
La Carta de Derechos y el Acta de Establecimiento también incluyen
ciertas restricciones religiosas, que fueron impuestas como resultado de
la desconfianza de la población inglesa hacia el catolicismo romano a finales del siglo XVII. Lo más importante es que sólo los individuales que son protestantes
en el momento de sucesión son asimismo los que heredarán la Corona.
Además, una persona que en su momento haya sido católica o haya
contraído matrimonio con otra persona de esa religión, también se verá
imposibilitada de sucesión. Por lo tanto, alguien que no se encuentra
capacitado para heredar la Corona se le considera «muerto naturalmente»
para los propósitos de sucesión; las descalificaciones no se extienden,
sin embargo, a sus descendientes. De forma reciente, ha habido intentos
de suprimir las restricciones religiosas (especialmente las vinculadas
al catolicismo), aunque dichas proposiciones permanecen sin efecto.


Respecto al «fallecimiento en la Corona» (la muerte de un soberano),
su heredero le sucede inmediata y automáticamente, sin necesidad de
confirmación o ceremonia alguna (de aquí la frase, «¡El rey ha muerto;
larga vida al rey!»). No obstante, se acostumbra para la asunción del
soberano, ser proclamado públicamente por un Consejero de Asunción, que
se encuentra en el palacio de St. James. Luego de que ha transcurrido un periodo prudencial de luto, el soberano es además coronado en la abadía de Westminster, normalmente por el arzobispo de Canterbury. La coronación no es imprescindible para que el soberano pueda gobernar; por ejemplo, Eduardo VIII nunca llegó a ser coronado, pero aun así fue, sin ninguna duda, monarca durante su corto reinado.


Tras asumir el trono, el rey o la reina continúa reinando hasta su
muerte. Los monarcas no tienen permitido renunciar de forma unilateral;
el único rey que ha renunciado voluntariamente ha sido Eduardo VIII en 1936, y lo hizo con la autorización de un acta especial del Parlamento (Acta de Declaración de la Renuncia de Su Majestad de 1936).
Históricamente, sin embargo, numerosos reinados han acabado debido a
procedimientos extraoficiales; muchos monarcas fueron asesinados,
derrocados, u obligados a renunciar, principalmente durante los siglos
XIV y XV. El último monarca removido del cargo de forma involuntaria fue
Jacobo II, quien dejó el reino en 1688 durante la Revolución Gloriosa; un hecho que fue interpretado por el Parlamento como una renuncia.


Regencia


El rey Jorge IV ofició de regente tras el deterioro mental de su padre, Jorge III, hacia finales de su reinado.
Conforme a las actas de Regencia de 1937 y 1953, los poderes del
monarca que no haya alcanzado los dieciocho años de edad, o que se
encuentre mental o físicamente incapacitado, pasarán a ser ejercidos por
un regente.
Para ello, se debe constatar una incapacidad física o mental, y lo
harán al menos tres de los siguientes individuos: la esposa del soberano
(o el marido de la soberana), el portavoz de la Parlamento y de la Casa
de los Lores (Lord Speaker), el portavoz de la Casa de los Comunes, el Lord Chief de Inglaterra y Gales, y el Master of the Rolls.
La declaración de tres o más de estas mismas personas es asimismo
necesaria para terminar la regencia y permitirle al monarca retomar el
poder.


Cuando hace falta una regencia, el siguiente individuo cualificado en
la línea de sucesión se vuelve regente; para esto no se requiere de
ningún voto parlamentario especial ni de otro procedimiento de
confirmación. El regente debe tener al menos veintiún años (dieciocho en
el caso del presunto heredero o aspirante a serlo), ser ciudadano
británico, y estar domiciliado en el Reino Unido. No obstante, se
tomaron medidas especiales para la reina Isabel II mediante el Acta de
Regencia de 1953, según la cual se establece que el príncipe Felipe de
Edimburgo, o sea, el esposo de la monarca, puede oficiar de regente en
determinadas circunstancias. El único monarca que ofició de regente fue
el futuro Jorge IV, que tomó el control del reinado mientras su padre, Jorge III, se encontraba mentalmente incapacitado (1811-1820).


Durante un periodo de enfermedad física o ausencia en el reino, el soberano puede delegar temporalmente sus funciones a los Consejeros de Estado,
a su esposa o esposo (en caso de ser soberana), y a las primeras cuatro
personas calificadas en la línea de sucesión. Los requisitos para los
Consejeros de Estado son los mismos que para los regentes. Actualmente,
los Consejeros de Estado son: el duque de Edimburgo, el príncipe de Gales, el duque de Cambridge, el príncipe Enrique de Gales y el duque de York.


Función política


La Corona de San Eduardo (corona real británica) junto a la cimera del monarca de aquel país.

Corona y cimera del monarca británico en Escocia.
Si bien los poderes del monarca son en teoría amplios, son limitados
en la práctica. Como un monarca constitucional, el soberano actúa dentro
de las obligaciones de la convención y el precedente, casi siempre
ejerciendo la prerrogativa real siguiendo el consejo del Primer Ministro
y otros ministros. Éstos, junto al Primer Ministro, son los
responsables de la Casa de los Comunes (elegida de forma democrática), y
a través de ella, de la gente.


Siempre que así lo requiera, el soberano es responsable por el
nombramiento de un nuevo primer ministro. El procedimiento se formaliza
en una ceremonia conocida como el "Beso de las Manos" (inglés, kissing hands).
De acuerdo con convenciones constitucionales no establecidas, el
soberano podrá asignar al individuo más propenso a mantener el apoyo de
la Casa de los Comunes: generalmente, el líder del partido que cuenta
con una mayoría en esa Casa. Si ningún partido alcanza la mayoría (un
hecho poco común dado el sistema electoral británico de First Past the Post),
dos o más grupos podrán formar una coalición, donde el líder
establecido por acuerdo unánime será nombrado Primer Ministro. Frente a
un "parlamento de representación exactamente proporcional" (hung parliament)
en el cual ningún partido o coalición llega a la mayoría, el monarca
obtiene un grado de latitud superior en su elección del primer ministro.
Pese a ello, sin embargo, el individuo con mayor tendencia a recibir el
apoyo de los Comunes, por lo general el líder del partido más grande,
será asignado al cargo. De esta manera, por ejemplo, Harold Wilson
fue nombrado primer ministro poco después de las elecciones general de
febrero de 1974, aún cuando su partido laborista (Labour Party) no
poseía una mayoría. También se ha sugerido que si en la misma situación,
un gobierno minoritario intentara disolver al Parlamento para convocar
una elección temprana con el sólo fin de reforzar su posición, el
monarca puede rehusarse, y en su lugar, avalar que los partidos de la
oposición formen un gobierno de coalición. Sin embargo, el gobierno
minoritario de Harold Wilson, electo en febrero de 1974, logró convocar
con éxito una anticipada elección en octubre de ese año, con la que
obtuvo la mayoría.


El soberano asigna y despide al Gabinete y a otros ministros bajo
previo consejo del primer ministro. El monarca puede, de forma
unilateral, despedir a un primer ministro. El último monarca en remover
unilateralmente a un primer ministro fue Guillermo IV, que despidió a William Lamb,
II vizconde de Melbourne, en 1834. En general, el mandato de un primer
ministro llega a su fin sólo en caso de muerte o renuncia (en algunas
circunstancias, se solicita su renuncia; véase Primer Ministro del Reino Unido).


El monarca mantiene una audiencia semanal con el Primer Ministro, así
como audiencias regulares con otros miembros del Gabinete. El monarca
podrá expresar su punto de vista, así como Walter Bagehot, un escritor
constitucional del siglo XIX,
resume este concepto: «el soberano tiene, frente a una monarquía
constitucional... tres derechos —el derecho a ser consultado, el derecho
a incentivar, y el derecho a advertir—».


Todo miembro del Gabinete que desee ausentarse del Reino Unido por alguna razón, excepto por visitas oficiales a la Unión Europea o a la OTAN,
deberá solicitar la aprobación del monarca para poder abandonar el
país, y debe informar al mismo tiempo a «Su Majestad... sobre los
arreglos previstos para la administración del Departamento de Ministros
durante su ausencia».7


El monarca mantiene una relación similar con los gobiernos delegados de Escocia y Gales. Actualmente, Irlanda del Norte no posee un gobierno delegado; su Asamblea y el ejecutivo se han visto suspendidos. El soberano nombra al Primer Ministro de Escocia, pero sobre la base de la nominación del Parlamento escocés. El Primer Ministro de Gales,
por otro lado, es elegido directamente por la Asamblea Nacional de
Gales. En asuntos escoceses, el soberano interviene según el consejo o
recomendación del Ejecutivo escocés. No obstante, como la delegación es
más limitada en Gales, el soberano interviene conforme al consejo del
Primer Ministro y el Gabinete del Reino Unido en asuntos galeses.


El soberano es el Jefe de Estado del Reino Unido. Los juramentos de lealtad van destinados a la reina, no al Parlamento o a la nación. Además, Dios salve a la reina (o Dios salve al rey, si el soberano es de sexo masculino), es empleado como himno nacional británico. El rostro del monarca figura, asimismo, en sellos postales, en monedas, y en billetes expedidos por el Banco de Inglaterra. Los billetes impresos por otros bancos británicos, como el Banco de Escocia y el Banco de Ulster, no describen al soberano.


Prerrogativa real


Emblema de la Orden de la Liga.
Los poderes que pertenecen a la Corona son conocidos de forma conjunta como la Prerrogativa real.
Ésta comprende muchos poderes (como los poderes para firmar tratados o
enviar embajadores), así como ciertos deberes — proteger el reino y
mantener a salvo a la reina). No obstante, debido a que la monarquía
británica es constitucional, el monarca ejerce la prerrogativa real bajo
consejo de los ministros. No se requiere de aprobación parlamentaria
para el ejercicio de la prerrogativa real; además, el consentimiento de
la Corona debe obtenerse antes de que cada Casa pueda debatir sobre una
carta que afecte las prerrogativas o intereses del soberano. Si bien la
prerrogativa real es extensa, no es ilimitada. Por ejemplo, el monarca
no dispone de la prerrogativa para imponer o recolectar tributos; tal
acción requiere de la autorización de un Acta del Parlamento.


El soberano es uno de los tres integrantes del Parlamento; los otros
son la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes. Es la
prerrogativa del monarca la que convoca, prórroga, y disuelve al
Parlamento. Cada sesión parlamentaria comienza con las convocatorias del
monarca. La nueva sesión parlamentaria se encuentra marcada por la ceremonia de apertura del Parlamento, durante la cual el soberano emite un discurso
desde el Trono en la Cámara de la Cámara de los Lores, perfilando la
agenda legislativa del gobierno. La prórroga suele ocurrir cerca de un
año después de que la sesión ha dado comienzo, y culmina a esta última
formalmente. La disolución termina con el mandato parlamentario (el cual
dura un máximo de cinco años), y es seguido por elecciones generales
para todas las bancas de la Casa de los Comunes. El tiempo de disolución
puede verse afectado por una variedad de factores; el Primer Ministro
normalmente elige el momento político más oportuno para su partido. El
soberano puede negarse teóricamente a una disolución.8 (Véase Principios de Lascelles). Ningún mandato parlamentario puede durar más de cinco años. Una disolución es automática al final de cada periodo, bajo el Acta del Parlamento de 1911.


Todas las leyes son promulgadas por el monarca, aunque formuladas en
el Parlamento. Las palabras "SEA PROMULGADO la Majestad más excelente de
la Reina (o rey), por y con el consejo y consentimiento de los Señores
Espiritual y Temporal, y Comunes, en este Parlamento reunido de forma
presente, y por la autoridad que le ocupa, como sigue", conocidas como
la fórmula de promulgación, forman parte del Acta del Parlamento. Antes
de que una carta o proyecto pueda convertirse en ley, se requiere el
Asentimiento Real, esto es, la aprobación del monarca. El soberano
puede, en teoría, tanto garantizar el Asentimiento Real (convertir el proyecto en ley) o aplazarlo, o sea, vetarlo.


La prerrogativa real es amplia con respecto a los asuntos internos.
La Corona es responsable por el nombramiento o el despido de ministros,
consejeros privados, miembros de varias agencias ejecutivas, y otros
oficiales. Sin embargo, los asignados son sugeridos por el Primer
Ministro, o por los ministros en caso de puestos menos importantes, y el
monarca suele seguir su sugerencia. Además, el monarca es el Comandante
en Jefe de las Fuerzas Armadas (la Armada británica, la Marina Real, y la Fuerza Aérea Real).
Es la prerrogativa del soberano la de declarar la guerra, la paz, y
dirigir las acciones de la milicia, aunque el Primer Ministro le asesora
en la dirección de facto de las fuerzas armadas británicas. Muchos de los poderes prerrogativos del soberano son ejercidos a través del Consejo Privado del Reino Unido.


La prerrogativa real, asimismo, se extiende a asuntos exteriores. El
soberano puede negociar o ratificar tratados, alianzas, y acuerdos
internacionales, para lo que no se requiere aprobación parlamentaria. No
obstante, un tratado no puede alterar las leyes internas del Reino
Unido; para estos casos se necesita de una Acta del Parlamento. El
soberano también acredita a los altos comisionados y embajadores
británicos, y recibe a diplomáticos de otros estados. Los pasaportes británicos son impresos, además, en nombre del monarca.


Aparte de ello, el soberano es estimado como fuente de justicia,
y es responsable de rendirla en todos los aspectos. El soberano no
manda personalmente sobre casos judiciales; en su lugar, las funciones
judiciales son interpretadas en su nombre. Por ejemplo, las
persecuciones son llevadas a cabo en su persona, y las cortes derivan su
autoridad de la Corona. La ley común sostiene que el soberano "no puede
hacer mal"; el monarca no puede ser perseguido en sus propias cortes
por ofensas criminales. El Acta de Procedimientos de la Corona de 1947
permite los juicios contra la Corona en su capacidad pública (esto es,
demandas contra el gobierno). Sin embargo, las demandas de forma
personal contra el monarca no son reconocidas. El soberano también
ejerce la "prerrogativa de gracia", y puede perdonar las ofensas hacia la Corona. Esto puede tener lugar antes, durante o después del juicio.



Insignia de la Orden del Mérito, entregada por Su Majestad Isabel II.
De forma similar, el monarca es también fuente de honor, o la fuente de todos los honores y dignidades en el Reino Unido. Así, la Corona crea toda nobleza, asigna miembros de la orden de caballería,
garantiza caballerosidad, y premia con otros honores. La mayoría de los
honores es otorgada bajo recomendación de diversas instituciones del
Estado, pero hay unas cuantas que están dentro del dote personal del
soberano, y no son otorgados bajo consejo ministerial. Por ello, el
propio monarca nombra a miembros de la Orden de la Liga, de la Orden del Cardo, de la Real Orden Victoriana, y de la Orden del Mérito.


Finalmente, el soberano es el Gobernador Supremo de la Iglesia Anglicana,
la iglesia establecida de forma oficial en Inglaterra. Como tal, el
monarca tiene el poder de nombrar arzobispos y obispos. El Primer
Ministro aconseja en la elección desde la Comisión de Nominaciones de la
Corona. La función del soberano en la Iglesia de Inglaterra es titular;
el clérigo más veterano, el arzobispo de Canterbury, es considerado como el líder espiritual de la Iglesia y de la Comunión Anglicana a nivel mundial. El soberano es sólo un miembro ordinario, y no el jefe o el líder, de la Iglesia de Escocia. No obstante, retiene el poder de nombrar a un Alto Comisionado para la asamblea general de la Iglesia. El soberano no cumple ninguna función formal en la Iglesia de Gales y en la Iglesia de Irlanda, ya que ninguna de ellas es una iglesia establecida.


El Gran Sello del Reino es el dispositivo empleado para autentificar documentos oficiales importantes, incluyendo patente de cartas, proclamaciones, y órdenes judiciales de elección. El Gran Sello del Reino está bajo custodia del Lord Chancellor (o Señor Canciller). Para asuntos relacionados exclusivamente con Escocia e Irlanda del Norte, se usan el Gran Sello de Escocia o el Gran Sello de Irlanda del Norte, según sea el caso.


El monarca también tiene el poder de reclamar cualquier esturión, marsopa, ballena, o delfín
que esté en dirección a tierra, o capturado dentro las tres millas
contando desde la costa británica. Este poder proviene de un estatuto
del rey Eduardo II en 1324. Actualmente, si se compra un esturión, aún se debe solicitar el honor como un acto de lealtad hacia la Corona.9


Finanzas

El Parlamento corre con gran parte de los gastos oficiales del soberano, obtenidos de fondos públicos. La lista civil
es la suma que cubre muchos de los gastos, incluyendo aquellos de
dotación personal, visitas de Estado, compromisos públicos, y
entretenimiento oficial. El tamaño de la lista civil es establecido por
el Parlamento cada diez años; sin embargo, cualquier dinero ahorrado
podría ser transferido al siguiente periodo de diez años. Por ello, la
lista civil de desembolso del soberano fue de aproximadamente 9,9
millones de libras en 2003. Como complemento, el soberano recibe un auxilio económico anual de Servicios de Propiedad (15,3 millones de libras por AF
2003.2004) para pagar el mantenimiento de las residencias reales, así
como un beneficio económico anual de Viaje real (5,9 millones de libras
por AF 2003-2004). La lista civil y los auxilios son abonados a partir de fondos públicos.


Antiguamente, el monarca corría con todos los gastos oficiales a
partir de ingresos hereditarios, incluyendo las ganancias del patrimonio
real. No obstante, en 1760 el rey Jorge III
acordó renunciar a los ingresos hereditarios a cambio de la lista
civil, acuerdo que aún persiste. En épocas modernas, las ganancias
recibidas por el patrimonio de la Corona han excedido por lejos a la
lista civil y a los auxilios económicos destinados al monarca. Por
ejemplo, el patrimonio de la Corona produjo cerca de 170 millones de
libras para el Ministerio de Hacienda en el periodo financiero de
2003-2004, mientras que el fondo parlamentario para el monarca fue de
menos de 40 millonesde libras durante el mismo intervalo de tiempo. El
monarca aún es dueño del patrimonio de la Corona, pero no puede
venderlo; en vez de ello, el patrimonio debe seguir pasando de un
soberano a otro.


Aparte del patrimonio de la Corona, el soberano también posee el ducado de Lancaster.
Éste es propiedad privada heredada del monarca, a diferencia del
patrimonio de la Corona, que pertenece al monarca en una capacidad
oficial. Al igual que el patrimonio, sin embargo, el ducado se mantiene
en fideicomiso, y no puede ser vendido por el monarca. Los gastos o
rentas del ducado de Lancaster no requieren de ser abonados al
Ministerio de Hacienda; por el contrario, forman una parte del erario privado, y son destinados a gastos no rendidos por la lista civil. El ducado de Cornualles es un patrimonio similar mantenido en fideicomiso para correr con los gastos del hijo mayor del monarca.


El soberano es sujeto de tarifas indirectas, como el IVA
(o impuesto al valor agregado), pero se encuentra exento de pagar el
impuesto sobre la renta y el impuesto sobre la plusvalía. Sin embargo,
desde 1993, la reina ha abonado de forma voluntaria el impuesto sobre la
renta personal. Como la lista civil y los auxilios económicos se
emplean sólo para gastos oficiales, no son tenidos en cuenta en el
momento de calcular impuestos.


Residencias


El palacio de Buckingham es la residencia principal del monarca.
La primera residencia oficial del soberano es el Palacio de Buckingham en la ciudad de Westminster.
Éste es el sitio donde tienen lugar los banquetes de Estado, las
investiduras, los bautizos reales, y otras ceremonias. Además, los jefes
de Estado que van de visita, por lo general, se alojan en el palacio de
Buckingham. Otra residencia principal es el castillo de Windsor, el castillo ocupado más grande del mundo. Se sitúa en Windsor, Berkshire, y es empleado principalmente como un lugar de descanso para el fin de semana; el monarca también reside allí durante el Royal Ascot, una reunión anual de carrera de caballos que forma la mayor parte del calendario social. La residencia principal del soberano en Escocia es el palacio de Holyrood, también conocido como Holyroodhouse, en Edimburgo.
El monarca permanece en el palacio de Holyroodhouse por al menos una
semana al año, y cuando visita Escocia en ocasiones estatales.



También hay una serie de otros palacios que son utilizados como residencias por el monarca. El palacio de Westminster
fue originalmente la primera residencia del soberano hasta 1530, y
aunque aún es oficialmente un palacio real, sirve para albergar a ambas
Casas del Parlamento. A partir de allí, la residencia principal del
soberano en Londres era el palacio de Whitehall, que fue destruido por un incendio en 1698, y reemplazado por el palacio de St. James.
Si bien luego fue sustituido como la residencia principal del monarca
por el Palacio de Buckingham en 1837, el de St James aún se emplea para
determinadas funciones oficiales. Por ejemplo, los embajadores
extranjeros son acreditados en la Corte de St. James y el palacio es el lugar de encuentro del Consejo de Adquisición.
No obstante, el Palacio de St James no es una de las residencias
oficiales del soberano; en vez de ello, es utilizada por otros miembros
de la familia real. Otras residencias usadas por la familia real
incluyen la Clarence House (actualmente el hogar del heredero, el príncipe de Gales) y el palacio de Kensington.


Las residencias mencionadas anteriormente pertenecen a la Corona; se
mantienen en fideicomiso para futuros gobernantes, y no pueden ser
vendidas por el monarca. Sin embargo, el monarca no es dueño de ciertas
casas en una capacidad privada. Sandringham House, una casa privada de campo próxima al pueblo de Sandringham, Norfolk, se usa por lo general desde navidad hasta fines de enero. De forma similar, durante parte de agosto y septiembre, el monarca reside en el castillo de Balmoral, un castillo privado en Aberdeenshire, Escocia.


Títulos y tratamiento

Los títulos completos de la actual soberana son: Isabel II, por la
Gracia de Dios, del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y
de Sus otros Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad,
Defensora de la Fe.
El título jefe de la Mancomunidad es sostenido por la reina de forma personal, y no se le confiere a la Corona británica. (A pesar de ello, su padre, Jorge VI, también fue reconocido como tal). El papa León X fue el primero en otorgar el título de defensor de la Fe al rey Enrique VIII en 1521, en recompensa por su apoyo al Papado durante los primeros años de la Reforma protestante, particularmente por su libro La Defensa de los siete Sacramentos. Sin embargo, Enrique VIII rompió más tarde con la Iglesia católica romana y fundó la Iglesia de Inglaterra; el papa Pablo III revocó esta concesión, pero el Parlamento promulgó una ley autorizando su uso continuo.


El soberano es conocido como "Su Majestad", aunque, en determinadas
circunstancias formales, se usa en su lugar la "Más Agraciada Majestad" o
la "Más Excelente Majestad". La forma "Majestad británica" aparece en
tratados internacionales y en pasaportes para diferenciar al o a la
monarca británica de otros gobernantes extranjeros. Las reinas consortes
(esposas de reyes) y las reinas viudas también reciben el tratamiento
de "Majestad", pero no así los maridos de las monarcas femeninas. Por
ello, el esposo de la reina actual, el duque de Edimburgo, es tratado como su alteza real.


El monarca elige su nombre real, que no es necesariamente su primer nombre - los reyes Jorge VI, Eduardo VII y Victoria no usaron sus primeros nombres.


El número ordinal utilizado para el o la monarca sólo toma en cuenta a los monarcas a partir de la conquista normanda de Inglaterra.
Si sólo un monarca ha usado un nombre en particular, entonces no se
emplea el ordinal; por ejemplo, a la reina Victoria nunca se le ha
conocido como "Victoria I". Tras la Unión de Inglaterra y Escocia en
1707, el número sólo se basó en los monarcas ingleses anteriores, y no
en los escoceses. En 1953, sin embargo, los nacionalistas escoceses
desafiaron el derecho de la reina de llamarse a sí mismo "Isabel II",
cuando nunca había existido una reina llamada "Isabel I" en Escocia. En
el caso del MacCormick vs Lord Defensor, la sesión de la Corte
escocesa dictaminó contra los demandantes, alegando que era una cuestión
de decisión personal y de prerrogativa de la reina el llamarse así. No
obstante, se estableció que los futuros monarcas usarían el más alto de
los números ordinales ingleses y escoceses. Contrariamente a esta
política, no se afecta la numeración.


Tradicionalmente, una firma del monarca incluye su nombre real (pero sin ordinal) seguido de la letra R. La letra representa a rex o regina ("rey" y "reina", respectivamente, en latín). Por lo tanto, la reina actual firma como "Elizabeth R" (en español, "Isabel R"). Desde 1877 hasta 1948, el rey o la reina al mando también firmaba con una I (imperator o imperatrix, en latín) debido a su condición de emperador o emperatriz de la India; por ello la reina Victoria firmaría como "Victoria RI".


Armas del Reino


Estandarte real británico.

En Escocia se utiliza una variante del estandarte real.
El escudo de armas usado por el soberano o la soberana, conocido como las armas del reino es cuarteado: en el primer y cuarto cuartel de gules; tres leones pasantes colocados en palo de oro, linguados, uñados y armados de azur; símbolo de Inglaterra. En el segundo, de oro, un león rampante de gules, linguado uñado y armado de azur y una orla doble con flores de lis de gules, símbolo de Escocia. En el tercero, de azur, un arpa de oro con cuerdas de plata, símbolo de Irlanda (del Norte). El lema es Dieu et mon Droit (en francés "Dios y mi Derecho"). Irlanda está representada pese a que la mayor parte de la isla no forma parte del Reino Unido; de la República de Irlanda— sólo Irlanda del Norte sigue siendo parte de Gran Bretaña.


En Escocia, el monarca usa una forma alternativa de las Armas del
Reino, en la cual los cuarteles I y IV representan a Escocia, el II a
Inglaterra, y el III a Irlanda. El lema es Nemo me impune lacessit (en latín, "Nadie me provoca con impunidad"); las bases son el unicornio y el león.


La bandera oficial del monarca en el Reino Unido se conoce como el
estandarte real, y describe a las Armas del Reino (el estandarte real
usado en Escocia describe a la versión escocesa de las armas). Esta
bandera sólo se despliega de los edificios, de las naves y de los
vehículos en los cuales está presente el soberano o la soberana; en
otros lugares se cuelga la bandera de la Unión.
El estandarte real nunca se cuelga a media asta porque siempre hay un
soberano; cuando uno muere, su sucesor se convierte en soberano de forma
inmediata.


Otros reinos

Véase también

Referencias


  • Parliament Report on the powers of the Royal Prerogative

    1. «80 Facts About the Queen». El Sitio web oficial de la Monarquía británica. Consultado el 31 de agosto de 2006.

    Bibliografía

    • John Cannon, Ralph Griffiths: The Oxford Illustrated History of the British Monarchy. Oxford University Press, Oxford 2000. ISBN 0-19-289328-9
    • Antonia Fraser (Hrsg.): The Lives of the Kings & Queens of England. University of California Press, Berkeley 1998. ISBN 0-520-21938-4 (Biografías de monarcas ingleses y británicos)
    • Thomas Erskine, D.W. Limon, W.R. McKay: Parliamentary Practice. Butterworths Tolley, Londres 1997. ISBN 0-406-89587-2 (Artículo sobre el Parlamento británico y la función del monarca en el mismo)
    • Thomas Erskine: Constitutional History of England since the Accession of George the Third.
      Longmans, Green and Co., Londres 1896. (Libro que habla de la situación
      histórica y política de Inglaterra desde el ascenso de Jorge III al
      poder)
    • Smith, Robert y John S. Moore (eds). The Families: The Complete Genealogy. Pimlico/Random House, 2002.

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • Velde, François (12 de julio de 2006). «Royal Arms, Styles, and Titles of Great Britain: Westminster, 20 Oct 1604.». Heraldica. Consultado el 31 de agosto de 2006.


  • Los acontecimientos del siglo XX en Irlanda


  • «The Invisible Crown». Monarchy Canada. The Monarchist League of Canada. 23 de marzo de 1997. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 31 de agosto de 2006.


  • «El gobierno británico cambiará la ley de sucesión al trono a marchas forzadas». Diario el Mundo. 4 de diciembre de 2012. Consultado el 15 de febrero de 2014.


  • «Las monarquías europeas dejan de resistirse a las mujeres». BBC. 6/2/12. Consultado el 15 de febrero de 2014.


  • A Code Of Conduct And Guidance On Procedures For Ministers (impreso formalmente por el Primer Ministro en julio de 2001).


  • En 1926, Julian H.G. Byng, I vizconde Byng de Vimy, Gobernador-General de Canadá (representando a la Corona británica en el reino de Canadá, rechazó un pedido por parte del Primer Ministro de Canadá acerca de disolver al parlamento minoritario, precipitando una crisis constitucional. Véase Asunto King-Byng).


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