viernes, 9 de junio de 2017

Un Sacerdote en Tierra Santa: La religiosidad judía en tiempos de Jesús

Un Sacerdote en Tierra Santa: La religiosidad judía en tiempos de Jesús







sábado, 9 de mayo de 2015






La religiosidad judía en tiempos de Jesús


Nunca debemos olvidar que Jesús era judío. La iglesia cristiana comenzó
su vida en la actual Palestina y sus primeros miembros eran judíos
convertidos al cristianismo. Por esta razón el elemento más importante
en el trasfondo religioso del Nuevo Testamento es la religión judía
misma. Por ello el objetivo del presente estudio es el de describir en
lo posible la composición religiosa judía de aquel tiempo, con el fin de
comprender mejor el entorno religioso en el que se desenvolvió Jesús.
El último de los profetas del Antiguo Testamento, Nehemías, vivió
alrededor de 400 años antes de la aparición de Juan el Bautista. Desde
aquel tiempo la religión judía no había permanecido estática, ya que la
religión clásica del Antiguo Testamento había evolucionado hacia el
judaísmo.
Y con la aparición del judaísmo se originaron también partidos, sectas y
movimientos dentro de la religión judía, así como algunas instituciones
importantes de dicha religión, las cuales se pretende identificar y
describir seguidamente.
INSTITUCIONES IMPORTANTES DEL JUDAISMO
1.- El Templo
El primer Templo fue construido por el rey Salomón en el año 960 a.C.
con el propósito de sustituir al Tabernáculo como único lugar de
sacrificio del pueblo judío. Después fue saqueado por Sheshong I
(945-924 a.C.), primer faraón de la dinastía XXII de Egipto, y después
destruido por los babilonios en el año 587 a.C. durante el reinado del
rey persa Darío I, y suntuosamente reconstruido por Herodes el Grande
(73 a.C. al 4 a.C.) y sus sucesores en el año 22 a.C. Fue destruido
definitivamente por las tropas romanas al mando de Tito en el año 70
d.C. durante el sitio de Jerusalén en el transcurso de la revuelta de
los zelotes.
Fue ese imponente complejo de edificios el que despertó la admiración de
los discípulos de Jesús, tal como nos cuenta el apóstol Marcos:
“Maestro, mira qué piedras y que construcciones” (Marcos 13:1). Allí se
siguió celebrando el antiguo ritual del sacrificio y del culto con su
elaborado sistema sacerdotal, aunque todo se hacía bajo la mirada
vigilante de la guarnición romana que ocupaba la fortaleza Antonia, la
cual dominaba los atrios del Templo.
También en este sector, concretamente en el atrio de los gentiles, más
allá del cual ningún gentil podía pasar ya que se colocaba
automáticamente bajo pena de muerte, estaba el próspero mercado de
animales para el sacrificio y los puestos de cambio de moneda para las
ofrendas al Templo, lugar en el que se suscitó la ira de Jesús en contra
de los mercaderes del Templo. También en esta parte del Templo, más
concretamente en los pórticos techados, los hombres se reunían para
escuchar a cualquier maestro que quisiera difundir sus prédicas.
Monografias.com2.- La Sinagoga
Había solamente un Templo, pero cada comunidad tenía su Sinagoga. En
ellas no había sacrificio ritual, sino que era el centro local de
adoración a Yahvé y de estudio de la Ley. Las reuniones de la comunidad
se celebraban siempre el día sábado; los hombres de un lado y las
mujeres del otro lado, para oír la lectura y exposición de los pasajes
establecidos de la ley y de los Profetas, además de unirse en las
oraciones litúrgicas prescritas.
Pero la Sinagoga era más que un lugar de culto; era la escuela local, el
centro comunal y la sede del gobierno local. Sus Ancianos eran las
autoridades civiles de la comunidad, los magistrados y custodios de la
moral pública.
LA LEY Y LAS TRADICIONES
Israel siempre respetaba la Ley desde los tiempos de Moisés. Pero desde
el siglo V a.C., en tiempos del sacerdote Esdras cuando el pueblo judío
regresó de su exilio en Babilonia, los Profetas vieron que lo que había
sucedido era resultado directo de la desobediencia de la nación judía a
la Ley. Por ello se puso un mayor énfasis en el estudio de la Ley, hasta
que los judíos se convirtieron en el pueblo de la Ley.
Este estudio intensivo tuvo como resultado un creciente cuerpo de
tradiciones, que pasaron a ser tan obligatorias para el pueblo judío
como la Ley misma. Se necesitó de Escribas, estudiantes profesionales y
expositores de la Ley y de las tradiciones, para prescribir las reglas
exactas para cada ocasión. Un ejemplo de ello eran los treinta y nueve
tipos de acción prohibidos para todos los sábados: segar y trillar
estaba prohibido, así como arrancar espinas y restregar el grano con las
manos. También estaba la prohibición de caminar en un solo día más de
novecientos metros aproximadamente. Pero lamentablemente, en su cuidado
meticuloso por los detalles de la Tradición, los escribas olvidaban a
veces el propósito fundamental de la Ley misma.
PARTIDOS, SECTAS Y MOVIMIENTOS DEL JUDAISMO
1.- Los Fariseos
El término fariseo proviene del hebreo perushim, y éste de parash, que
significa separar. Los fariseos formaban una comunidad judía que existió
hasta el segundo siglo d.C. y ellos mismos atribuían su origen al
período de la cautividad en Babilonia (587 al 536 a.C.). Pero otros
situaban su origen durante la dominación persa (560 a.C.), e incluso se
consideraban sucesores de los hadishim, palabra que significa devotos.
Se definieron como partido durante la revuelta de los Macabeos contra
los invasores seléucidas (167 al 165 a.C.).
Los fariseos eran los puristas religiosos que se concentraron en el
control de los asuntos relacionados a la religión judía, más que en sus
temas políticos. Los fariseos lograron que sus interpretaciones
religiosas fueran aceptadas por la gran mayoría de los judíos, por lo
cual, tras la caída del Templo de Jerusalén, ellos tomaron el control
del judaísmo oficial y, con ello, transformaron el culto.
El más alto representante del judaísmo era el Sumo Sacerdote, cargo que
después de la destrucción del Templo se volvió innecesario, pasando
entonces el culto religioso a la Sinagoga, que por ello se denominó
desde entonces beit knéset o casa de reunión. De los antiguos fariseos
surgió la línea rabínica ortodoxa de los Doctores de la Ley, que fue la
que redactó el Talmud.
Su preocupación suprema era la fiel observancia de la Ley y de las
tradiciones judías en cada detalle. Si los juzgamos por estas normas,
podríamos considerarlos como judíos modelo. Por ello se mantenían lo más
apartados posible de los demás ciudadanos: no podían comer con quien no
fuera fariseo, puesto que el alimento que consumían podría no haber
sido diezmado; es decir, pudiera no habérsele ofrecido la décima parte a
Yahvé.
Quizás inevitablemente, esta política de separación les llevó a desdeñar
a los demás mortales al considerarles como de categoría inferior a la
de ellos, y además les condujo a asumir una actitud santurrona que ha
hecho que el término fariseo se considere una palabra de reproche en la
actualidad. Esta arrogancia, combinada con un seco legalismo que ponía
que ponía la exacta observancia ritual por delante de la misericordia y
del amor por los demás humanos, les hizo entrar en conflicto con Jesús,
quien no puso en duda la ortodoxia de ellos sino el orgullo y el modo
falto de amor con que la sustentaban. A causa de ello Jesús no dejó de
catalogarlos como hipócritas delante del pueblo judío (Mateo 23:13-31)
por cuanto sus acciones estaban muy lejos de sus palabras.
La influencia de los fariseos estaba fuera de toda proporción con su
número, que raras veces era grande. Los fariseos fueron quienes
establecieron las líneas para el desarrollo del judaísmo después de la
destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Aseguraron un constante
énfasis en la piedad individual y estrictas normas éticas, así como su
bien conocido y rígido legalismo. Eran respetados, si no amados, por los
demás judíos.
2.- Los Saduceos
Los saduceos eran el otro partido principal en tiempos de Jesús, a pesar
de que en aquel entonces su influencia estaba en declive. Podría
ubicarse su origen como partido político en el siglo II a.C. y su
desaparición en el siglo II d.C. Caifás, el Sumo Sacerdote responsable
del enjuiciamiento y de la sentencia a Jesucristo, era saduceo. Flavio
Josefo, el historiador judío-romano del siglo I d.C., dijo de ellos que
eran un grupo belicoso cuyos seguidores eran de clase rica y poderosa, y
que se les consideraba groseros en sus interacciones sociales.
Etimológicamente el término saduceo proviene del hebreo tsedduquim,
también conocidos como zadokitas. Son los descendientes del Sumo
Sacerdote Sadoq, de la época de Salomón (1011 a.C. al 931 a.C.), cuyo
nombre significa justicia o rectitud, por lo que la palabra saduceos
puede interpretarse como justos o rectos.
El origen de los saduceos se remonta a la protesta de muchos sacerdotes
cuando en el año 175 a.C. se interrumpió el ejercicio y la sucesión
legal del Sumo Sacerdote en el Templo de Jerusalén. Entonces el cargo
fue comprado al rey seléucida Antíoco V Epífanes (215 a.C. al 176 a.C.) y
lo usurpó Jasón, hermano de Onías II y legítimo Sumo Sacerdote (2ª.
Macabeos 4:7-20). La venta del puesto de Sumo Sacerdote recayó luego en
Menelao, hermano del administrador del Templo, quien logró derrotar a
Jasón (2ª. Macabeos 4:24-26). El comercio del más alto cargo religioso
tuvo como colofón la sustitución de las costumbres judías por las
griegas, la imposición del culto a los dioses helénicos, y la
persecución de los judíos que seguían fieles a la Ley.
Los saduceos eran los miembros de la clase alta de la sociedad judía de
aquella época, por lo que todos los conquistadores buscaron su apoyo
para poder someter al pueblo. En otras palabras, los saduceos eran los
colaboracionistas que se sometían al poder extranjero, adoptando sus
modas y cultura, por lo cual eran odiados por el grupo más extremista,
los zelotes. Esta sumisión al poder extranjero les permitía ostentar los
cargos públicos más importantes. El Sumo Sacerdote era miembro de este
grupo, así como la aristocracia y los principales terratenientes de
aquel entonces.
En la época en que vivió Jesús los saduceos se encontraban muy reducidos
en su poderío, ya que los romanos les habían quitado su poder político y
gran parte del religioso, perdiendo con ello su influencia ante el
pueblo en manos de los fariseos. Los dominadores romanos incluso se
reservaron el poder de elegir a la persona que ocuparía el puesto de
Sumo Sacerdote.
La postura religiosa de los saduceos era muy conservadora, hasta el
punto de negarse a aceptar cualquier revelación aparte de los Cinco
Libros de Moisés, desde el Génesis hasta el Deuteronomio. De este modo
rechazaban las ideas religiosas más novedosas, tales como la creencia en
la inmortalidad del alma, la resurrección, los ángeles y los demonios,
ideas que eran promovidas por los fariseos (Marcos 12:18 y Hechos 23:8).
Según el historiador Flavio Josefo, no aceptaban tampoco la
predestinación y enfatizaban el libre albedrío humano para poder elegir
entre el bien y el mal.
Asimismo los saduceos rechazaban la interpretación de los rabinos sobre
la Torá, y se les presenta negando que nada de la Biblia hebrea era
válido, sino solamente la Torá, la cual los saduceos la interpretaban
literal y rigurosamente en materias que la misma cubre directamente,
rechazando con ello las tradiciones rabínicas o las leyes orales que
mitigaban los más duros castigos. Los saduceos insistían en la ejecución
literal de la ley de la venganza aplicando aquello de ojo por ojo y
diente por diente.
Además sostenían que Yahvé premiaba a los hombres buenos en vida, por lo
que ellos, al ser ricos, se consideraban el pueblo bueno. Su filosofía
era totalmente materialista, liberal y mucho más mundana que la de los
demás grupos.
3.- Los Escribas
El término escriba procede del latín scriba y del hebreo so-fer, que se
traduce como secretario, escribano o copista, y alude a una persona
instruida. En efecto, en los días del sacerdote Esdras (538 a.C. al 432
a.C.) se empezó a reconocer a los escribas o soferim como un grupo
diferenciado. Eran los copistas de las Escrituras hebreas, muy
cuidadosos en su trabajo, y a quienes les aterraban los errores.
Pero con el transcurso del tiempo se hicieron extremadamente
meticulosos, hasta el punto de que no solo contaban las palabras
copiadas, sino incluso las letras, ya que la lengua hebrea sólo contaba
con consonantes hasta varios siglos después de Cristo, y omitir una sola
letra cambiaría con facilidad el sentido de una palabra. El simple
hecho de escribir una palabra de memoria sin haberla pronunciado antes,
se consideraba un pecado grave. Se dice que los escribas religiosos
limpiaban con gran meticulosidad su pluma antes de escribir la palabra
Elohim (Dios) o Adonai (Señor).
Sin embargo, a pesar de este cuidado extremo para evitar errores
involuntarios, con el transcurso del tiempo los escribanos o soferim
empezaron a tomarse libertades al introducir cambios en el texto, como
fue el caso de 134 pasajes en el texto hebreo primitivo a fin de que se
leyese Adho-nái en lugar de YHWH y en otros pasajes se utilizó como
sustituto de la palabra Elo-him. Muchos de los cambios que hicieron los
escribanos se debieron a un espíritu supersticioso en relación con el
nombre de Dios, y también para evitar antropomorfismos; es decir, dar a
Dios atributos humanos.
En un principio los sacerdotes eran a su vez escribas (Esdras 7:1-6).
Sin embargo se dio mucha importancia a que todos los judíos tuvieran
conocimiento de la Ley. Los que estudiaron y tuvieron buena formación
consiguieron el respeto del pueblo y con el tiempo estos eruditas,
muchos de los cuales no eran sacerdotes, formaron un grupo
independiente. Por ello en tiempos de Jesús la palabra escribas
designaba una clase de hombres a quienes se había instruido en la Ley,
por lo cual se les mencionaba como Maestros de la Ley o versados en ella
(Lucas 5:17 y 11:45).
Por lo general los escribas pertenecían a la secta religiosa de los
fariseos, pues este grupo reconocía las interpretaciones o tradiciones
de los escribas que, con el transcurso del tiempo, habían llegado a ser
un laberinto desconcertante de reglas minuciosas y técnicas. La
expresión escribas de los fariseos aparece varias veces en las
Escrituras (Marcos 2:16, Lucas 5:;30, Hechos 23:9). Sin embargo algunos
escribas pertenecían al grupo de los saduceos, los cuales creían sólo en
la Ley escrita, mientras que los escribas fariseos defendían con celo
tanto la Ley como las tradiciones orales que se habían ido acumulando.
La gente respetaba a los escribas llamándolos Rabí, que significa mi
grande y mi excelso. Era un título de respeto que se usaba para
dirigirse a los Maestros, el cual se le aplica a Cristo en varios
versículos del Nuevo Testamento.
Jesús condenó a los escribas judíos, principalmente a los fariseos,
porque habían hecho añadiduras a la Ley de Moisés y también habían
ideado subterfugios para burlarla convirtiéndola en una carga para la
gente al saturarla con sus añadiduras. Además, como clase, no le tenían
ningún respeto a la gente ni deseos de ayudarla. Amaban los aplausos de
los hombres y los títulos altisonantes. Su religión era sólo una
fachada, un ritual que cubría su hipocresía. Jesús mostró lo difícil que
sería para ellos el poder obtener el favor de Dios debido a su actitud y
a sus prácticas, al decirles: “Serpientes, raza de víboras, ¿cómo vais a
escapar de la condenación de la Gehena?” (Mateo 23:1-33).
Los escribas no solo eran responsables como rabinos de las aplicaciones
teóricas de la Ley y de la enseñanza de ésta, sino que también poseían
autoridad judicial para dictar sentencias en tribunales de justicia y en
el Sanedrín (Mateo 26:57, Marcos 15:1). No recibían ningún pago por
juzgar y la Ley prohibía los regalos o sobornos, por lo que es posible
que fueran remunerados únicamente por enseñar la Ley. Esto puede
interferirse de las palabras que dijo Jesús cuando advirtió a la gente
sobre la avaricia de los escribas, comparándolos con el asalariado a
quien no le importaban las ovejas (Marcos 12:38-40, Juan 10:12-13).
4.- Los Esenios
Los esenios eran los miembros de un movimiento judío establecido en el
año 165 a.C. tras la revuelta de los Macabeos, y cuya existencia hasta
el 68 d.C. está documentada por distintas fuentes. Sus antecedentes
inmediatos podrían estar en el movimiento hasideo ocurrido en la época
de la dominación seléucida (197 a.C. al 142 a.C.).
Durante mucho tiempo los esenios fueron únicamente conocidos por las
referencias de autores antiguos, tales como Plinio el Viejo, Flavio
Josefo, Filón, Dión Crisóstomo, Hipólito de Ostia y Epifanio de
Constancia, quienes los describieron como un grupo de ascetas que vivían
aislados en las cuevas de Qumrán bajo el mando de un líder al que
denominaban Maestro de Justicia, aunque también una importante comunidad
esenia vivía en Jerusalén, en cuyas murallas los arqueólogos han
encontrado la Puerta de los esenios. Los integrantes de la comunidad
esenia le dieron el nombre de Damasco al lugar que ocupaban en Qumrán,
junto al Mar Muerto.
Si alguien deseaba se miembro activo de dicha comunidad esenia debía ser
instruido como tal, aceptado y luego pasar dos años de prueba antes de
su ingreso definitivo. A quienes lo lograban se les exigía una vida
entera de estudio de la Ley, además de humildad y disciplina. Sus bienes
pasaban a ser parte común de toda la comunidad, y los frutos de su
trabajo personal basado principalmente en labores agrícolas, ingresaban
en un fondo común y se distribuían según las necesidades de cada uno,
auxiliando además a pobres, viudas, huérfanos y mujeres de edad
avanzada, así como a personas que estaban de paso por el lugar, aunque
no fuesen integrantes de la comunidad esenia.
Según parece, Juan Bautista perteneció a esta secta, y quizás el propio
Jesús fue muy cercano a dicha comunidad en la época en que aún no había
iniciado su ministerio. Algunos historiadores asocian también a Pablo de
Tarso con alguna forma de relación con los esenios. En cualquier caso,
en los rollos y manuscritos hallados en Qumrán hay múltiples puntos de
contacto con el mensaje cristiano.
Nota: Si desea profundizar más en este tema de los esenios, puede
consultar el trabajo que sobre los mismos se encuentra en el blog afabrag.obolog.com bajo el título de “Los esenios y los manuscritos de Qumrán” ingresado el 21 de diciembre del 2011.
5.- Los Zelotes
Mientras los fariseos y los saduceos trataban de acomodarse de la mejor
forma posible al dominio romano, y los esenios de Qumrán esperaban la
intervención divina para librarlos de dicha dominación, otros judíos
buscaba la liberación en una forma más activa: los zelotes, un
movimiento político-nacionalista en el Israel del siglo I d.C., fundado
por Judas el Galileo junto con el fariseo Zadoq poco después del
nacimiento de Jesús.
Los zelotes fueron la facción más violenta del judaísmo de su época,
enfrentados a menudo con fariseos y saduceos a quienes acusaban de tener
celo por el dinero. Debido a ello el vocablo zelote o zelota ha pasado a
ser en varios idiomas sinónimo de intransigencia o de radicalismo
militante.
Algunos historiadores los consideran como uno de los primeros grupos
terroristas de la historia, ya que utilizaban el homicidio de civiles,
quienes a su entender colaboraban con los invasores romanos, para
disuadir a los demás de hacer lo mismo. Dentro del movimiento zelota
había una facción radicalizada conocida como los sicarios, quienes se
distinguían por su particular virulencia y sectarismo.
El objetivo de los zelotes era el de una Judea independiente del Imperio
Romano mediante la lucha armada, tal como sucedió desde el año 66 d.C.
hasta el 73 d.C., durante cuya época controlaron la ciudad de Jerusalén
hasta que fue tomada nuevamente por las tropas romanas, quienes
destruyeron el Templo en el año 70 d.C., invadieron posteriormente la
colonia esenia de Qumrán, y después ocuparon la fortaleza de Masada, el
último refugio zelote, tras el suicidio colectivo de sus defensores.
Judas el Galileo fue recordado por sus acciones en la época del primer
censo en Judea y por el asalto a la guarnición romana de Séforis.
También posiblemente el preso Barrabás era zelote, a quien la
muchedumbre prefirió que liberaran en lugar de Jesús (Marcos 15:7, Lucas
23:18).
Uno de los discípulos de Jesús, elegido por Él mismo como apóstol,
provenía del movimiento zelota pues es designado inequívocamente como
Simón el Zelota en los Evangelios (Lucas 6:15). En realidad el apóstol
Simón perteneció a la comunidad zelota antes de unirse al grupo de
discípulos de Jesús.
Muchos estudiosos y exégetas bíblicos consideran que Jesús fue rechazado
por la comunidad judía como una actitud de desengaño respecto a Él por
haberse revelado como un líder espiritual, ya que Él prometía una
liberación más allá de este mundo, en lugar de hacerlo como un líder que
liberara a los judíos de la opresión romana, tal como pretendían los
zelotes.
En efecto, la mayoría del pueblo judío esperaba una victoria sobre los
romanos y con ello una independencia política, lo cual no era la misión
de Jesús. Pero Él vino a un pueblo que realmente nunca esperaba la clase
de liberación que les ofrecía Jesús, aunque esperaban la consolación de
Israel (Lucas 2:25). Sin embargo, ninguno de ellos esperaba que esta
liberación y consolación llegara por la vía de la cruz, y aún muchos
nunca lo comprendieron.
A menudo los judíos de aquella época se han visto acusados injustamente
de un rígido exclusivismo. En realidad y particularmente en la época de
la Diáspora o Dispersión, reconocieron su misión ante los gentiles y
hubo un sincero esfuerzo por ganar convertidos,
Aceptar la religión no era un asunto liviano para un gentil. Debía
aceptar la circuncisión y el bautismo, y estar de acuerdo en guardar
toda la Ley de Moisés en cuanto a las prescripciones rituales. Quienes
lo aceptaban eran denominados prosélitos.
Muchos más fueron atraídos por la fe monoteísta y la estricta moralidad
del judaísmo, que contrastaba con el politeísmo decadente de Roma.
Estaban dispuestos a identificarse con la fe y los ideales de los
judíos, pero no llegaban al compromiso total de los prosélitos. Estos
simpatizantes, muchos de ellos ricos e influyentes, se conocen en el
Nuevo Testamento como los que temían a Dios o los devotos (Hechos
13:26).
Agustín Fabra

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