martes, 20 de junio de 2017

plenas: Manuela Sancho, biografía publicada en "Mujeres. Los Sitios de Zaragoza (1808-1809)"de Nuria Marín

plenas: Manuela Sancho, biografía publicada en "Mujeres. Los Sitios de Zaragoza (1808-1809)"de Nuria Marín





































17 dic. 2010






Manuela Sancho, biografía publicada en "Mujeres. Los Sitios de Zaragoza (1808-1809)"de Nuria Marín


Manuela Sancho Bonafonte es la plenera más famosa que tenemos.
Con
motivo del bicentenario de los Sitios se publicaron algunos trabajos
sobre las heroínas de aquellos días. Entre los más sobresalientes está
este libro de Nuria Marín, que recoge interesante documentación sobre la
vida de Manuela. Por él gran interés para los pleneros, lo
transcribimos:


















Nuria Marín Arruego
Mujeres. Los Sitios de Zaragoza (1808-1809)
Colección Editorial Fundación 2008, nº 8
Zaragoza 2008
Fundación 2008
ISBN: 978-84-6132743-0




Manuela Sancho Bonafonte
Esta
singular mujer, vigorosa y de fuerte carácter, vino al mundo un 16 de
junio de 1784 en la villa de Plenas (Zaragoza). Fueron Juan Antonio y
María, labradores de profesión, quienes como  tantos, al ver aumentar
más la familia que las tierras que trabajaban decidieron emigrar a la
ciudad en busca de un trabajo que les permitiera sacar adelante a sus
hijos proporcionándoles un oficio con el que ganarse la vida.


En
1809 hemos dejado a la joven Manuela en una comprometida situación
provocada por la herida de bala que le atravesó el vientre, herida de la
que curó contra todo pronóstico incorporándose a su vida y quehaceres
cotidianos, entre los que la familia, como otras muchas, asumió un
cambio de domicilio, trasladándose del nº 40 de la calle Puerta Quemada 
(Heroísmo) al 115 de Castellana (Basilio Boggiero). Este cambio se
debió, sin duda, al estado ruinoso en que tras los duros combates
quedaron las casas de la dicha calle.


Localizada
como parroquiana de San Pablo, los elocuentes libros de Cumplimiento
Pascual nos informan además que en 1810 ha contraído matrimonio con don
Manuel Martínez que con el tiempo ostentará el cargo de Intendente de
Liberación. Manuela,  por usar el término de la época, ha hecho un buen
casamiento, comparte casa con sus padres y con el más joven de sus
hermanos, Domingo, nacido ya en Zaragoza. Desde esta situación personal,
vivirá con inmensa alegría la liberación de la ciudad, tras la cual
comenzará para la inmensa mayoría la tramitación de expedientes y la
correspondiente búsqueda de testigos que avalen sus hazañas a fin de
presentarlas ante el general Palafox, autoridad a quien compete
aprobarlas. En ello anduvo Manuela para conseguir, por fin, en 1818, la
paga, con carácter retroactivo desde el 5 de enero de 1809, de media
peseta diaria, adjudicada por Palafox, y el derecho a lucir el Escudo de
Distinción. Con estas palabras dio el general el visto bueno al
expediente de la heroína.


No
solamente se distinguió esta valerosa joven en este día( alude al
momento en que fue herida) sino que en todos cuantos ataques y acciones
hubo el 1º y 2º sitio, era la primera a presentarse al fuego exponiendo
su pecho a las bayonetas enemigas sin arredrarla el riesgo ni las
heridas que recibió.


Al
año siguiente muere el esposo dejándola sin descendencia, cuando esta
contaba 36 años. Joven todavía lleva una vida retirada, en la que no
faltan sus rezos y devociones. En su casa arden perpetuamente dos
lamparillas, una ante la estampa de Nuestra Señora del Carrascal, virgen
por la que los plenenses sienten gran devoción, y otra ante la de Santa
Bárbara (patrona del arma de artillería).


Otro
acontecimiento doloroso viene a perturbar su vida, cuando en 1829,
concretamente el 15 de marzo, muere el padre en el Hospital de Nuestra
Señora de Gracia, a la edad de 77 años, dejando viuda y 5 hijos. Julián,
Manuela, Rosalía, Juliana y Domingo.


Pero
la vida continúa y el tiempo va suavizando las heridas del corazón de
nuestra heroína. Corazón que no ha quedado cerrado al amor y que le será
entregado en 1830, en la parroquial de San Pablo, a Joaquín Tapiaca
Royo, soltero natural de Pedrosa. Por cierto, en la partida de
casamiento dice tener 41 años, igual que el novio, pero en realidad
cuenta 46, casi 47, si consideramos que casó en el mes de marzo.
¿Coquetería o simple error?


La
nueva pareja se instala en la calle de San Jerónimo, nº 7 (el primer
tramo de la antigua calle hoy se denomina Laurel, comienza en Cádiz y
termina en San Jerónimo), parroquia de San Gil. Joaquín es militar
retirado, en otro tiempo sargento, y ahora disfruta de un buen empleo
como ordenanza de intendencia Militar, sueldo que unido al de Manuela
crea unas expectativas para los recién casados de un porvenir sin
sobresaltos económicos. Pronto descubrirá Tapiaca  que se ha casado  con
una mujer ahorradora que administra muy bien lo que entra en casa
pudiendo permitirse el matrimonio invertir en la compra de olivares y
viñedos.


Nuevamente
los Sancho vuelven a vestir de luto con ocasión de la muerte de la
madre, que tuvo lugar en el hospital, el día 12 de abril de 1831, cuando
contaba 60 años. Por su testamento, hecho en el propio hospital, y el
dinero que en él lega a una pariente, se deduce que Juan Antonio y María
no fueron de aquellos labradores a los que la extrema pobreza echó de
sus hogares, sino que debieron de pertenecer a la clase minifundista que
dejó el pueblo porque sus tierras, suficientes para una familia, no lo
serían tanto al ser repartidas entre su descendencia. En dicho
testamento, aparte las fórmulas de rigor, expresa:
Dejo
por vía de legítima a los que pretendieren tener derecho en mis bienes
cinco sueldos por bienes raíces y cinco por muebles a cada uno. Dejo a
mi sobrina Juana Bailo, que reside en la casa de Misericordia
treinta y uno.
Dicharachera,
gusta de hablar con todo el mundo y para todos tiene una palabra
amable, sin embargo su genio se aviva y le baila el moño cuando le
mentanCádiz) le rinde honores saludándola militarmente. La heroína les
espera en el balcón, luciendo en su pecho el escudo de defensora y con
un leve gesto los despide emocionada hasta perderlos de vista.


Sólo
una sombra empaña la felicidad de Manuela: de su segundo matrimonio
tampoco consigue tener hijos (¿pudo ser la causa la herida recibida?).
Lo que no esperaba era volver a pasar por la dolorosa experiencia de
enterrar a un marido, y la amenaza volvió a cernirse sobre ella cuando
Joaquín empezó a sentirse mal, perdía peso y se fatigaba, encontrándose
peor cada día, lo que le llevó a ingresar en el hospital Militar donde
le diagnosticaron cáncer, una enfermedad de la que sorprende tuvieran
conocimiento en la época, y que se lo llevó en pocos meses,
concretamente el 1 de febrero de 1847. Testó ante el notario don Juan
Antonio Vidal dejando cuanto tenía a su viuda.
Manuela
vive años de soledad. Todas sus sobrinas tienen una familia ala que
atender y con este panorama empieza a cuestionarse ¿Qué será de ella? Su
cabeza funciona perfectamente y su memoria la lleva a recordar aquellas
amargas vivencias de cuando vinieron los franceses, la crueldad de la
guerra, el hambre y la muerte. Ella tuvo más suerte que la mayoría y
Dios le ha permitido envejecer. Cuenta setenta años y aunque su salud es
buena, piensa con frecuencia  que no debe de andar muy lejano el
momento en que llegue su hora. Mucho ha meditado en cómo quiere que sea
ese día y para asegurarse  que se cumplen sus deseos testa en 1853
dictando las disposiciones que al respecto deben tomarse:
Testamento en la ciudad de Zaragoza, a veintiocho de julio de mil ochocientos cincuenta y tres.


Testamento dado en la ciudad de Zaragoza a 28 de julio de 1853
Que
yo, doña Manuela Sancho, viuda de don Joaquín Tapiaca, natural del
pueblo de Plenas y vecina de la ciudad de Zaragoza, estando en sana
salud y por la divina misericordia en mi entendimiento natural, firme
memoria y palabra manifiesta, revocando y anulando como revoco y anulo
todos y cualesquiera testamentos, codicilos y otras ultimas voluntades y
disposiciones por mi antes de este día hechas, dispuestas y ordenadas
ahora de nuevo de mi buen grado hago y otorgo el presente mi ultimo
testamento, ultima voluntad, ordinacion y disposición de todos mis
bienes así muebles como sitios donde quiere habidos y por haber de la
forma  y manera que sigue.
Primeramente creo en la misterio de la Santísima Trinidad y cuanto manda creer nuestra Santa Madre Iglesia.
Item
mando que cuando muriere, mi cuerpo sea colocado en ataúd de poco lujo,
sea sepultado en suelo firme, mas no en nicho, con una lápida regular
en que se lea esta Inscripción: AQUI YACE Da. MANUELA SANCHO DE TAPIACA,
la heroína de Zaragoza en el año mil ochocientos ocho, celebrándose
previamente de cuerpo presente los actos a mi funeral correspondientes y
misas rezadas, y que mi cadáver no se ponga en la iglesia a mayor
elevación que la que tiene una tumba, pero si quiero que haya luces en
abundancia, y que en los funerales y misas se invierta dos mil reales de
vellón, cuya cantidad se tomará de mis bienes.
Item
mando que mi cadáver sea vestido con ropa negra de la de mi uso y que a
la mujer que me la ponga se le de trescientos veinte reales de vellón
por una vez.
Es
así mismo mi voluntad que a los cuatro o seis hombres que me lleven
desde mi casa a la iglesia, se de a cada uno veinte reales de vellón.
Item mando se paguen todas mis deudas legítimas si acaso resultaren algunas.
Item
dejo las mandas pías forzosas a las viudas y huérfanos de la nación y
lugares Santos de Jerusalén, prevenidas en reales órdenes.
Item
dejo por parte y derecho de legítima y herencia en todos mis bienes a
cualesquiera parientes míos y otras personas que parte y derecho
pretendan tener a ellos, diez sueldos jaqueses a cada uno, la mitad por
bienes muebles y la otra mitad por sitios, con los cuales mandose hayan
de dar y den por contentos, satisfechos y pagados de todo cuanto en los
expresados mis bienes les pueda tocar y corresponder en cualquier
manera.
Para
en caso que queden bienes después de satisfecho cuanto yo he dispuesto,
dejo de gracia especial a mi sobrina carnal Petra Sancho, hija de
Julián Sancho, vecina de Zaragoza, dos mil reales de vellón en metálico,
dos colchones, seis sabanas de las mejores, dos almohadas, diez
servilletas, una cubierta, una colcha, cuatro manteles, tres toallas, un
cofre y el catre de cabecera, con algún  otro mueble y toda la ropa
interior y exterior de mi llevar.
Dejo
por igual título a  Don Pascual Martín y Sevilla, mi paisano, vecino de
dicha ciudad, en reconocimiento de los favores que me tiene
dispensados, trescientos veinte reales de vellón.
Item
dejo a Maria Antonia Sancho, mujer legítima de Javier Lázaro, del
propio vecindario, 320 reales de vellón para un vestido de luto.
Item dejo por via de cariñosa memoria a cada uno de mis infrascriptos ejecutores  32 reales  de la propia moneda.
Item
quiero que a la mujer que me asista  y acompañe en mi última
enfermedad, se le entregue mil reales de vellón. Item mando que todas
las antecedentes gracias especiales se paguen después de satisfechos los
gastos de mi funeral y entierro y demás a uno y otro consiguientes
según arriba he dispuesto y si queda por cubrir dichas memorias y
gracias especiales, las percibirán los legatarios por el orden que están
puestas en esta disposición y si no hubiere lo bastante para todas
ellas, las posteriores que no puedan ser abonadas, se entenderá por no
hechas, pero habiendo lo suficiente, todos los demás bienes míos que
quedaren, que hoy correspondan a los que el fuero considera como movible
, con inclusión de los sitios si llegase a adquirirlos hasta el día de
mi muerte y tanto desde ahora hasta entonces como los que hoy poseo,
excedidos derechos, procesos, instancias y acciones donde quiere habidos
y por haber, los que quiero tener aquí por nombrados, expresados,
calculados, especificados u confrontados, respectivos, según Fuero de
Aragón, a como mas convenga instituyo y nombro en herederos míos
universales a los pobres enfermos del santo Hospital de Nuestra Señora
de Gracia de esta ciudad de Zaragoza y a este efecto mis infrascriptos
ejecutores reducirán a dinero metálico todos los dichos mis bienes y lo
que produzca su venta en la citada especie de dinero, la distribuirán
por sí mismos mis ejecutores entre los enfermos, entregando, de cama en
cama con absoluta igualdad.
Item
nombro en tales ejecutores de este mi último testamento y en
exoneradores de mi alma y conciencia a don Blas Martín, Don Ángel Lázaro
y Don Gregorio García, del comercio, vecinos de esta dicha ciudad, a
quienes conformes a su mayor parte doy todo el poder y facultad para
ejecutores testamentarios, según fuero de Aragón, derecho o en otra
manera dar y atribuirles puedo y debo. Este es mi ultimo testamento, mi
ultima voluntad, ordinación y disposición de todos mis bienes así
muebles como sitios donde  quiere habidos y por haber el cual quiero
valga  por tal, por codicilo o por cualquiera ultima voluntad,
ordinacion y disposición que hagan otro fuero, derecho o en otra manera
más puede y deba valer.
Testigos Sr. Mariano Oliver y Don Juan Gavara, amanuenses domiciliados en esta ciudad.
Mariano Oliver soy testigo de lo dicho y firma por Doña Manuela Sancho, testadora que dijo no saber. (firma)
Juan Gavara soy testigo de lo dicho y firmo por Doña Manuela sancho que dijo no saber.(firma)
Certifico no haber que saldar, segun fuero.
Marín Goséd  (firma)
Todo
esto pensaba y disponía Manuela Sancho el mes de julio , sin embargo
apenas cuatro meses después, el 7 de noviembre, sorprendió a propios y
extraños contrayendo matrimonio con Santiago de San Joaquín, un soltero
de treinta años, natural de Atienza (Guadalajara) y de profesión
guarnicionero. Entre  la desigual pareja existe una diferencia de
cuarenta años. En la partida de matrimonio Manuela vuelve a
sorprendernos apuntándose nada más, y nada menos, que cincuenta y ocho
años. El descaro con el que miente respecto a su edad no deja de tener
gracia.


¿Qué
pudo pasar para que la anciana heroína tomara esta decisión? En mi
opinión la explicación es sencilla. Esta mujer, que de tonta no tenía un
pelo, viéndose tan sola llegó a un inteligente y perfecto acuerdo.
Santiago, sin familia y pobre como las ratas heredará sus bienes, y
mientras tendrá un techo, comida y el arreglo personal que pudiera darle
una madre. Ella recibirá compañía, ya no se acostará pensando que
cualquier noche puede enfermar sin auxilio; volverá a sentirse
necesaria, comprando y cocinando para otra persona y compartirá
conversaciones sobre esto o aquello, lo que ha pasado o ha dejado de
pasar; será una vida muy parecida a la que pudiera haber sido de tener
un hijo soltero.


El
29 de octubre hicieron capitulaciones matrimoniales ante el notario
Pedro Marín y Gosed, en ellas especifica que el futuro marido no aporta
al matrimonio mas que lo puesto. Al día siguiente de la boda, ambos
volvieron al notario, esta vez para hacer un nuevo testamento:
Testamento dado en la ciudad de Zaragoza a 8 de NOVIEMBRE de 1853


Nosotros,
Santiago de San Joaquín y Manuela Sancho, cónyuges, vecinos de la
ciudad de Zaragoza, estando ambos en sana salud y por la divina
misericordia en nuestro entendimiento natural, firme memoria y palabra
manifiesta, revocando y anulando como revocamos y anulamos todos y
cualesquiera testamentos, codicilos y otras últimas voluntades y
disposiciones por nosotros y cada uno de nos hechas, dispuestas y
ordenadas ahora de nuevo de nuestro  buen grado hacemos y otorgamos el
presente nuestro ultimo testamento, ultima voluntad, ordenación y
disposición de todos nuestros bienes y de cada uno de nos , así muebles
como sitios donde quiere habidos y por haber de la forma  y manera que
sigue.
Primeramente creemos en el misterio de la Santísima Trinidad y cuanto manda creer nuestra Santa Madre Iglesia.
Item
mandamos que cuando muriéramos, a nuestros cuerpos se les de
eclesiástica sepultura, celebrándose nuestros funerales con el gasto y
de la forma que pareciere al sobreviviente y para ello se tomará de los
bienes del premoriente la cantidad necesaria.
Item mandamos se paguen todas nuestras deudas legítimas, si acaso resultaren algunas.
Item
dejamos las mandas pías forzosas a las viudas y huérfanos de la nación y
lugares Santos de Jerusalén, prevenidas en Reales Ordenes y declaramos
no dejamos por ahora cantidad ni cosa alguna al Santo Hospital de
Nuestra Señora de Gracia de esta ciudad sobre lo que hemos sido
preguntados por el notario estos testificantes.
Item
dejamos por parte y derecho de legitima y herencia en todos nuestros
bienes a cualesquiera parientes nuestros y otras personas que parte y
derecho pretendan tener a ellos, diez sueldos jaqueses a cada uno, la
mitad por bienes muebles y la otra mitad por sitios, con los cuales
mando se hayan de dar y den por contentos, satisfechos y pagados, de
todo cuanto en los expresados nuestros bienes, les pueda tocar y
corresponder en cualquier manera.
Item,
satisfecho, pagado y cumplido todo lo sobredicho, de todos los demás
bienes nuestros y de cada uno de nos que quedaren, así muebles como
sitios, créditos, derechos, procesos, instancias y acciones, donde
quiere habidos y por haber, los cuales queremos tener aquí por
nombrados, expresados, calculados, especificados y confrontados
respectivos, según fuero de Aragón a como mas convenga, con inclusión de
cuanto a mí la testadora se me adeuda el día de mi muerte, de la
pensión vitalicia que me tiene señalada el Estado.
Sustituimos
y nombramos en heredero nuestro universal y de cada uno de nos de todos
los indicados bienes, débitos y derechos, es a saber, el premoriente al
sobreviviente de nosotros los testadores libremente y para que el
referido sobreviviente haga y disponga de todos ellos a su arbitrio y
voluntad y como le pareciere.
item
nombramos en ejecutor de este nuestro ultimo testamento y en
exoneradora de nuestras almas y conciencias al referido sobreviviente de
nos, a Don Blas Martín y Don Gregorio García, vecinos de esta ciudad, a
quienes conformes o a su mayor parte, damos todo el poder y facultad,
que a ejecutores testamentarios según fuero de Aragón, derecho o en otra
manera, dar y atribuirles podemos y debemos. este es nuestro ultimo
testamento, ultima voluntad, ordenación y disposición de todos nuestros
bienes y de cada uno de nos, así muebles como sitios, donde quiere
habidos y por haber, el cual queremos valga por tal, por codicilo o por
cualesquiera otra ultima voluntad y disposición que según dicho fuero,
derecho o en otra manera, más puede y debe valer.
Testigos don Pascual Zaldivar y Don Juan Gavara, amanuenses domiciliados en esta dicha ciudad.
(firma)Santiago de San Joaquín, testador otorgo lo dicho.
Pascual Zaldivar soy testigo de lo dicho y firmo por Manuela Sancho, testadora que dijo no saber escribir. (firma)
Juan Gavara soy testigo de lo dicho y firmo por Manuela Sancho, testadora que dijo no saber escribir (firma)
Certifico no haber que saldar, segun fuero.
Marín Gosér (firma)
El general de Brigada e historiador don Mario de la Sala-Valdes dijo de ella:
Cuando la conocimos  y tratamos  hacia el año 1860( contaba 76 años) era
una anciana de aventajada estatura, robusta y vigorosa, morena de
rostro, facciones duras, porte grave y bigotes harto pronunciados que le
daban aspecto hombruno. Estaba sumamente sorda, hablaba con ingenuidad y
modestia de los hazañosos sucesos de la defensa de Zaragoza en que tan
alto  rayó su denuedo, y su palabra era tranquila, reposada y simpática.
Vestía saya corta y ceñía el pañuelo típico de las labradoras
aragonesas. Tal era su aspecto físico y moral, tan indeleblemente
grabado en nuestros recuerdos, que si el original resucitase, le
reconoceríamos sin vacilar.
Fue
Manuela Sancho, no solo la heroína que mas longevidad alcanzó, sino la
única en llegar a los incipientes tiempos de la fotografía, siendo
retratada, a la edad de 76 años por el teniente de artillería don Juan
Aísa y Perpiñán.
Vivió
una década como mujer de Santiago de San Joaquín y al parecer no se
arrepintió nunca de la decisión de hacerle su marido. Con el tuvo los
cuidados y la compañía que anhelaba hasta que le llegó su hora, en su
cama, un 7 de abril de 1863. A las seis de la tarde firmaba el acta de
defunción su médico, don Vicente Ciruelo, alegando como causa de la
muerte: congestión cerebral.
En
Zaragoza a 7 de abril de 1863, murió Dª Manuela Sancho, a las seis de
la tarde, de ochenta años de edad, hija legítima de Juan Antonio y María
Bonafonte, los tres naturales de plenas, casada con Santiago de San
Joaquín, parroquiana de San Gil. Recibió los sacramentos de Penitencia,
viático y extremaunción e hizo testamento ante el notario D. Pedro
Marín. No deja hijo alguno. Vivía en la calle de San Jerónimo nº 7. En
el día 9 del mismo mes se celebró en esta iglesia su entierro a dos
actos, y su cadáver fue conducido al campo santo para ser sepultado, lo
que certifico. Melchor Saraña, cura.
El
9 de abril se celebró el entierro de Manuela Sancho. El vecindario de
Zaragoza se volcó en masa para acompañar a la última y mas querida de
las heroínas. Por su parte el ayuntamiento cursó invitaciones a todos
los estamentos de la ciudad: ejército, nobleza, comercio, clero y demás
notables, confirmándose, a la vista de los documentos, la total
asistencia de los invitados. La comitiva fúnebre partió del domicilio de
la finada, siendo conducido el ataúd por miembros del arma de
artillería, hasta la iglesia de San Gil, donde se celebró una solemne
misa de cuerpo presente, tras la cual se la acompañó hasta el cementerio
de Torrero donde fue enterrada en una sepultura de tierra que ocupó
hasta 1898, año en el que por iniciativa del consistorio se la trasladó
al nicho nº 603, cerrando el mismo con una placa que decía:
Manuela
Sancho. Heroína de los Sitios de Zaragoza de 1808 y 1809. Fallecida en
la misma ciudad el 7 de abril de 1863. El Excmo. Ayuntamiento
Constitucional de la S. H. tributa el mas honroso recuerdo a su gloriosa muerte.
El Diario de Zaragoza comunicaba a los ciudadanos que el ayuntamiento había acordado celebrar, el día 2 de mayo, en la Real Capilla
de Santa Isabel solemnes exequias en sufragio del alma de la heroína,
“tributando de este modo el obsequio que se merece el recuerdo de sus
cívicas virtudes y de los eminentes servicios prestados a la patria”.


La  Iglesia no pudo acoger a la cantidad de gente que se sumó a la misa. El Ayuntamiento asistió en corporación y bajo mazas.


Posteriormente, al igual que pasara con Agustina Zaragoza y Casta Álvarez, la Junta Magna de Centenario de los Sitios exhumó sus restos y los trasladó a la Basílica del Pilar el día 10 de junio de 1908, para ser llevados en solemne procesión, junto con sus compañeras, a la Iglesia de nuestra Señora del Portillo.
El
Ayuntamiento de Zaragoza proporcionó a la heroína de San José una
inmensa alegría en vida, cuando acordó dar su nombre a la calle del
Pabostre, calle que desemboca en la de Heroísmo (antigua de la Puerta Quemada),
donde vivió durante los sitios y que tanto transitó durante su juventud
y en aquellos aciagos días. La placa con su nombre la descubrió una
emocionada Manuela Sancho. También Plenas, en 1933, cambió el nombre de la Plaza del Castillo por el de su ilustre hija.
Para
terminar la biografía de esta simpática y entrañable heroína, solo
apuntar un último dato. Santiago de San Joaquín volvió a contraer
matrimonio y murió en 1870, a la edad de 47 años.















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