viernes, 23 de junio de 2017

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Aragón musulmán: novecientos años de una presencia enriquecedora

16/07/2002 - Autor:
María Jesús López, Charif Dandachli y Felipe Samper
- Fuente:
www.unizar.es/idiomas/arabe





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En el periódico "Heraldo de Aragón" el 29-03-81, señalaba el
profesor Guillermo Fatás, catedrático de la Universidad de Zaragoza
entre otras muchas observaciones de interés lo siguiente: "si el
Islam es una de las claves mayores de la historia de España, en esta
tierra del mudéjar y de la Aljafería, de Avempace y del castillo de
Ayub, ya va siendo hora de que nos enteremos de tal cosa".



1- Acontecimientos históricos:


Los musulmanes llegaron a la Península Ibérica en el año 711 llevando
a cabo un intenso proceso de urbanización , bien fundando ciudades de
nueva planta, como Almería, Murcia, Calatayud, Madrid o Daroca, bien
potenciando viejas urbes romanas como Córdoba , Sevilla , Toledo o la
propia Zaragoza.


Dividieron las zonas geográficas en Marcas, tales denominaciones
indicaban su relativa posición escalonada en descenso, de este a oeste.
La organización de una Marca estaba en función de su carácter
fronterizo, su función ofensivo/defensiva les confería un carácter
peculiar que forzaba muchas veces al Poder Central a reconocerles una
amplia autonomía .


La Marca Superior, que va a ser objeto de nuestro estudio, comprendía
en general los territorios limítrofes y su área interior desde el
Mediterráneo hasta el arranque de la Marca Media, que se iniciaba
verticalmente en las cabeceras de los ríos Duero y Tajo. Estos dos ríos,
por su diferente régimen fluvial determinó que los geógrafos árabes
consideraran dos zonas en la Península : Levante y Poniente.


Por su situación más lejana de Córdoba, la Marca Superior fue llamada
también Marca Extrema o Marca Mayor. En su sentido más amplio incluía
los distritos de Tortosa, Tarragona, Lérida, Huesca Tudela , Zaragoza y
Calatayud. Su capital fue Zaragoza, calificada como su "metrópolis" y desde allí se controlaban los distintos distritos.


La población de la Marca Superior estaba formada por los indígenas y
los recién llegados musulmanes, árabes y beréberes. Los árabes eran
mayoritarios en la cuenca del Ebro. Dentro de los árabes se hacían dos
clasificaciones, los que procedían de Yemen, llamados árabes del sur y
los que procedían del norte. Entre ambos grupos existían
tradicionalmente constantes enfrentamientos, a lo que se debe sumar
también los enfrentamientos que existieron con los beréberes. De todos
estos hechos, la población en la Cuenca del Ebro, después de la llegada
de los musulmanes, resultó constituida por:


1.- Los llegados: árabes, la élite, que fue mayoría en la Marca Superior con relación a los beréberes.


2.- Los autóctonos: muladíes que aceptaron convertirse al Islam y
fueron los grandes colaboradores de la implantación del estado musulmán.
Su número debía ser considerable , se acogieron a un linaje árabe (mawla)
cuya etnia empezaba a usar, siendo éste el proceso de arabización de
tantas familias hispanas o beréberes. .Entre los muladíes que tuvieron
un destacado papel en la historia del Aragón musulmán cabe destacar a
los Banu ^Amrus y Sabrit y a los Banu Qasi. Autóctonos eran también los
mozárabes y los judíos que mantenían su religión aunque llegaron a la
completa arabización cultural; tenían un estatuto de protegidos o "dimmíes".


El historiador árabe al-Razi cita a Huesca , Zaragoza , Calatayud ,
Barusa y Barbitania, además del distrito de Tudela, el curso bajo del
Cinca en Lérida, que corresponderían con lo que actualmente es Aragón.


Ali al-Rusati (1074-1147) describe así a Zaragoza : "Zaragoza se
halla en la Marca Oriental de al-Andalus. Es la ciudad blanca y la urbe
más importante de toda la frontera de al-Andalus. Se alza a orillas de
un río llamado Ebro y toda su muralla está construida con mármol
reforzado interiormente con plomo. La rodean cuatro ríos... 
hoy en día está en manos del enemigo. !Dios la restituya al Islam!" Estas palabras fueron recogidas poco después de que Zaragoza fuera conquistada por Alfonso I.


Los musulmanes se presentaron ante Zaragoza en la primavera del 714,
tres años después de desembarcar en Gibraltar y después de haber
sometido Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo. La ocupación del territorio
pasaba por el dominio de las ciudades más importantes del reino visigodo
y Zaragoza era una de ellas.


Musa ibn Nusair, gobernador del Magrib, cruzó el estrecho un año
después que su lugarteniente Tariq Ibn Ziyad venciera a Rodrigo y
continuó la conquista por el sur y el oeste y desde Mérida (713) subió a
Toledo y desde allí "marchó a conquistar Zaragoza y demás ciudades situadas en esta parte" (Ajbar maymua).
Cuenta una crónica que fue Musa ibn Nusayr, entrando en Zaragoza, a la
vanguardia del ejército musulmán y que a la vista de su huertos los
comparó con su adorada Damasco, y que al probar el agua del río Gallego
dijo que no había bebido en al-Andalus ninguna mejor.


La entrada de los musulmanes en Zaragoza se debió de producir de modo
pacífico. La población ya sabía que los invasores no tardarían en
llegar y la mayor parte decidió someterse sin resistencia. Algunos
nobles visigodos y altas dignidades eclesiásticas fueron los únicos que
huyeron buscando refugio entre los clanes indígenas de las montañas del
Pirineo.


No hay datos de cómo se produjo la ocupación de Zaragoza, pero es
probable, como ocurrió en otras ciudades, que la mayoría de la
población, que había estado sometida a los visigodos, contemplara a los
nuevos señores con indiferencia, e incluso, como en el caso de los
judíos con cierta aquiescencia, pues en cierto modo el dominio musulmán
suponía para ellos una esperanza de mejora frente a la persecución a que
habían estado sometidos en las últimas décadas.


La Zaragoza de la primavera del año 714 seguía siendo una ciudad
notable, a pesar de que atravesaba uno de los peores momentos de su
historia. Aunque algunos cronistas la califican de "floreciente",
la situación había empeorado a causa de la crisis general que asoló el
reino visigodo en los últimos años de su existencia. Tan sólo su
posición estratégica y el ser sede de un extenso obispado habían hecho
posible el mantenimiento de la vida urbana.


Los musulmanes iniciaron un acelerado proceso de islamización de la
ciudad. Comenzaron por arabizar su nombre y la llamaron Saraqusta. "Zaragoza
lleva también el nombre de "Ciudad Blanca" que se le ha dado a causa de
la gran cantidad de yeso y cal que en ella se encuentra. Una
particularidad de esta ciudad es que las serpientes jamás penetran en
ella: si se lleva allá una serpiente, ésta muere enseguida. Algunos
sostienen que existe en Zaragoza un talismán contra los reptiles...."
(al-Himyari, kitab ar-rawd al-Mitar
/siglo XV). El proceso de islamización se aceleró gracias a la
concesión de enormes facilidades para todos los que se sumaron a la
comunidad musulmana.


"Cuando los musulmanes entraron en al-Andalus y avanzaron por la
Marca Superior , parte de los árabes se detuvo en Huesca y acamparon
frente a sus muros . Desde allí pasaron al lugar que hoy se conoce con
el nombre al-^Askar (el ejercito) (actual Angáscara), que lleva ese
nombre por haberse asentado en él. Pusieron cerco a Huesca, cuyos
habitantes eran cristianos, y edificaron viviendas en torno a la ciudad,
plantaron huertas y sembraron para asegurarse la subsistencia, y
persistieron en su actitud durante siete años, mientras los habitantes
de Huesca permanecían sitiados en la Alcazaba vieja. Cuando la situación
de estos se hizo insostenible, bajaron al encuentro de los árabes
pidiendo el amán para ellos, sus hijos y sus bienes. ...."
Así
relata al-^Údri al referirse a la ocupación de Huesca. Entre los que
aceptaron entonces el Islam estarían los antepasados oscenses de los
Banu ^Amrus y Sabrit, que jugaron un papel destacado en la historia de
la zona.


Zaragoza se erigió desde el primer momento en la capital de la Marca
Superior, siendo desde entonces sede del gobernador de la Marca y en
ella se establecieron importantes contingentes de yemeníes, los árabes
descendientes de los linajes originarios del Yemen, a estos linajes
pertenecieron los gobernadores de los primeros años.


Zaragoza y sus distritos quedaron a salvo de la gran revuelta de
beréberes que estalló en al-Andalus el 740 gracias al predominio de
árabes. La revuelta de beréberes fue sofocada por un gran ejército
sirio, partidarios de los árabes del norte, matando a Ibn Qatan, que los
había llamado. Un hijo de este se refugió en Zaragoza, donde resistió a
los sirios. No obstante, los enfrentamientos entre árabes del norte y
árabes del sur que sacudieron al-Andalus, pronto afectarían a Aragón.


En el año 750 la ciudad de Zaragoza fue ocupada por Yusuf as-Sumayl,
acompañado por un grupo de quraysíes los cuales humillaron a los
yemeníes zaragozanos alegando superioridad de origen.


Finalizada la sequía que azotó la zona del 748 al 753, los yemeníes
sitiaron Zaragoza siendo derrotados por un ejército quraysí enviado
desde Córdoba.


Abderrahman I (756-788) creó un Estado independiente con capital en
Córdoba, -estado omeya- pero tuvo que enfrentarse a muchos de los
gobernadores locales que habían alcanzado tal grado de independencia
durante la época de las guerras civiles que no reconocían otra autoridad
que la suya. Los yemeníes zaragozanos y Sulayman ibn Yaqzan, unos de
sus miembros más relevantes, no tuvieron dificultades para hacerse con
el control de Zaragoza y buscaron apoyos con los que defenderse de las
represalias que Abderrahman I tomaría. En el 777 envió delegados ante
Carlomagno, rey de los francos, a quien ofreció entregarle la ciudad a
cambio de protección. No obstante las crónicas francas hacen referencia
sobre un tal Azán que gobernaba en Huesca y parece haber tomado parte en
la alianza que lograra hacer acudir a Carlomagno hasta Zaragoza.


Un año más parte el rey de los francos se presentó con un ejército
ante Zaragoza, esperando se cumpliera lo pactado, pero los zaragozanos
se negaron a ello el rey franco regresó a Francia. Al atravesar los
Pirineos la retaguardia del ejército sufrió una emboscada y fue
derrotada en la batalla de "Roncesvalles", que dará lugar al Cantar de Roldán y otros poemas épicos medievales en los que Zaragoza juega un papel muy importante.


Abderrahman I entabló negociaciones con Husayn Ibn Yahya, unos de los
aliados de Sulayman, que recibió la promesa de ser nombrado gobernador
de Zaragoza si lograba eliminar al yemení.


En el 781 Husayn ibn Yahya lo asesinó y se convirtió en señor de
Zaragoza, pero no tardó en proclamar su independencia; apenas dos años
después de haber sido nombrado valí de la ciudad por el emir, se declaró
en rebeldía. Abderrahman tuvo que sofocar la rebelión de Zaragoza,
Husayn ibn Yahya fue capturado y ejecutado y el gobierno de Zaragoza se
encomendó a un funcionario omeya llamado ^Alí ibn Hamza.


Pero Zaragoza siguió planteando problemas por parte de Sa^id, uno de
los hijos del ejecutado Husayn, se alzó contra Hisam I, que había
sucedido a su padre en Córdoba y ocupó Zaragoza expulsando al gobernador
omeya. A Córdoba le salió un defensor en la persona de Musa ibn Fortún,
un muladí descendiente de una familia de indígenas convertidos al
islam, que recuperó la ciudad para su emir.


Los zaragozanos entregaron la ciudad a Matruh, hijo del rebelde
Sulayman, que fue asesinado por el muladí ^Amrus enviado del emir, el
cual le nombró gobernador de Talavera y haciéndose con el control
progresivo de todos la mayor parte de la Marca Superior durante unos
diez años. Desde entonces Zaragoza se convirtió en punto de apetencia de
las distintas facciones y bandos políticos que pugnaban por el control
del poder en la Marca Superior. Fueron estos unos años de traiciones,
revueltas e intrigas en permanente tensión.


En la misma época señoreaba en Huesca la familia árabe tuyibi de los
Banu Salama, que campaban a su antojo y tiranizaban a la población. En
el 798 Buhlul ibn Marzuq, uno de los señores de Barbatinya y ayudado por
población de Huesca, dio muerte al caudillo de los Banu Salama que
gobernaba Huesca ocupándola. En 802 Huesca y su región sería ocupada por
Banu Jalaf que durante sesenta años ejercerá el dominio de estos
territorios, construyendo fortalezas como la de Barbastro, la cual sería
la capital de la zona.


Tras las agitaciones antiguas, enfrentadas con energía por al-Hakam
I, al-Andalus entra con Abd al-Rahman II en un periodo de apreciable
distensión. En La Marca Superior, durante los casi veinte primeros años
de la rección del nuevo emir, hay una insólita paz interna, acompañada,
como en todo el país de prosperidad. Esta paz había fraguado sobre la
buenas relaciones establecidas por el mismo ^Abd al-Rahman II en sus
tiempos de gobernador de Zaragoza, con los vecinos de Tudela, Pamplona y
valles pirenaicos.


Siendo Abderrahman II emir de Córdoba, fue nombrado gobernador de
Zaragoza Abd Allah ibn Kulayb, que no pudo someter a la familia de los
Banu Qasi, muladíes originarios de la zona de Tudela que alcanzaron un
gran poder. Fue sustituido por Harit ibn Bazi, a quien Lubb ibn Musa, el
caudillo de los Banu Qasi hizo prisionero.


Abderrahman II comprendió enseguida que Ibn Musa era un formidable
soldado y un temible enemigo y optó por pactar con él.. En el 852 lo
nombró gobernador de Zaragoza, con amplias competencias en la Marca
Superior y plena capacidad de iniciativa. Realizó una gran campaña
contra los cristianos en la que llegó hasta Tarrasa. Lubb ibn Musa, que
había alcanzado tal fama que era conocido como "el tercer rey de
España", murió en 862. Zaragoza volvió al emir con el gobernador
Muhammad ibn Wuhayb y cesan las noticias de los Banu Qasi por unos años.


Huesca, hacia el año 860, después de la muerte de Jalaf ibn Rasid,
pasa a la jurisdicción de Muhammad I, ( el emir de al-Andalus del 852 al
886), nombrando en ella como gobernador a Musa Ibn Galindo, mientras
que Barbitanya se queda bajo el dominio del hijo de Jalaf ibn Rasid
durante 20 años.


En el 872, Isma^il ibn Lubb, de los Banu Qasi, se apoderó de
Zaragoza, iniciando un nuevo periodo de hostilidades con el emirato. A
su muerte (882) Zaragoza permaneció leal al emir por unos años.


Fue entonces cuando los tuyibíes se hicieron con el control de
Zaragoza, el poder de los Banu Qasi declinaba, pero durante años
acosaron Zaragoza. ^Abderrahman III subió al trono en el 912 y los
tuyibíes se afianzaron en el gobierno de Zaragoza y de toda la Marca
Superior.


En el año 929, Abderrahman III se había proclamado califa y en su
nueva condición exigió sumisión total a los señores de las Marcas.
Daroca permaneció leal hasta el año 934 gobernada por Yunus ibn ^Abd
al-^Aziz. El nuevo gobernador de Zaragoza, Muhammad ibn Hasim, heredero
de tres generaciones de tuyibíes en el gobierno de Zaragoza, se sintió
con las fuerzas suficientes como para romper el vasallaje que lo sometía
a Córdoba y dejó de pagar en el 934 , al mismo tiempo, ayudado por la
población de Huesca, envía a su hermano a ocupar esta ciudad, que estaba
gobernada por los funcionarios del Califa y tras varios
enfrentamientos, la ciudad permanece fiel a los omeyas. El Califa,
queriendo asentar su autoridad, construyó un campamento estable y atacó
con almajaneques. Zaragoza estaba perdida y sus habitantes se rindieron
solicitando el perdón y se sometieron al Califa a cambio de un acuerdo.
El rebelde, Muhammad ibn Hasim pronunció cincuenta votos de fidelidad a
Abderrahman III.


Los rebeldes, a cambio de obtener la paz y el perdón, se comprometían
a entregar rehenes, a cortar las relaciones con los cristianos, en
enviar a Córdoba la contribución anual, a no dar asilo a esclavos u
otras gentes huidas de poder califal, a no tomar represalias, a renovar
el juramento de fidelidad y a facilitar hombres y dinero para las
campañas contra los cristianos. En contraprestación, Muhammad ibn Hasim
fue confirmado como gobernador. La sumisión de Zaragoza del 937 se
presenta como una reducción a un efectivo vasallaje de los tuyibíes al
Califa, desde entonces convertido en soberano incuestionable de todo
al-Andalus.


Durante la etapa en la que Zaragoza fue la capital de una provincial,
la principal autoridad de la ciudad era el gobernador nombrado desde
Córdoba . La Autoridad la encarnaba este gobernador, denominado valí o ^amil,
que en ocasiones solía ejercer funciones de jefe militar con
atribuciones y poder sobre los gobernadores de las demás ciudades de la
Marca.


El valí era ayudado por una serie de funcionarios de alto
rango que ejercían diversas funciones. Entre los más importantes estaba
el juez o cadí, encargado de impartir justicia y de administrar las
fundaciones pías, los hospitales y los baños, el jefe superior de la
policía el al-mutazaf, que vigilaba por el buen gobierno y la
paz en el mercado, era árbitro en las disputas laborales y se encargaba
del buen uso y estado de mezquitas y baños públicos, y los alfaquíes e
imames, que detentaban el poder religioso y gozaban de una enorme
influencia.


La tranquilidad de los años de esplendor del Califato se vieron
alterados a fines del siglo X. Tras los brillantes reinados de los
grandes califas Abderrahman III y Al-Hakam II , se hizo con el poder en
Córdoba un personaje hábil e intrigante al que los cristianos llamaron
Almanzor. La tiranía del dictador se hizo insoportable y no tardó en
prender la llama de la rebeldía. Almanzor destituyó y ejecutó al
gobernador de Zaragoza y nombró a otro tuyibí. Durante el cuarto de
siglo siguiente apenas hay noticias de la situación política en
Zaragoza. Da la impresión de que se mantuvo fiel a Almanzor y luego a
sus hijos, aunque en el 1006 se fraguó una oscura revuelta contra Abd al
Malik, hijo y sucesor de Almazor, que fue sofocada.


Por entonces, la situación era muy grave e inestable, y estalló la
fitna, una gran revuelta generalizada plagada de guerras civiles y
tribales que acabó con la unidad del Califato y provocó su desmembración
en los llamados reinos de taifas. El estado cordobés se descompuso y
las ciudades más populosas de al-Andalus alcanzaron la independencia. La
primera en lograrlo fue Zaragoza. Hacia 1013, la situación en
al-Andalus era tremendamente convulsa; varios príncipes se disputaban el
trono califal buscando apoyos entre la aristocracia.


Aprovechando la confusión, un soldado llamado Mundir, miembro de una
rama de los tuyibíes, logró hacerse con el poder en Zaragoza. Fiel a
Almanzor, en 1006 había ascendido a gobernador de Tudela y supo acoger
bajo su protección a influyentes personajes. Así logró apoyos y en 1013
recibió el gobierno de Zaragoza . En su nueva condición de gobernador de
Zaragoza supo ganarse la fidelidad de los partidarios de los amiríes
(parientes y seguidores de Almanzor), además de la de los miembros de su
propio linaje, y asentó su poder en Zaragoza de tal modo y con tal
firmeza que en 1018, y ante la descomposición del califato, se sintió
con fuerza suficiente como para proclamar la independencia de Zaragoza y
convertirse en rey del primero de los reinos de taifas de al-Andalus.


Desde Zaragoza, Mundir I sometió todas las tierras de la Marca
Superior a su dominio, con excepción de Albarracín, que se convirtió en
un reino independiente. Mundir , iletrado en su juventud, aprendió a
escribir y se convirtió en un gran mecenas e hizo de Zaragoza un foco de
atracción de los intelectuales exiliados. Mundir I fue sucedido sin
problema por su hijo Yahya (1023-1029), que continuó la consolidación
política del joven reino independiente y la promoción y protección de
las artes y las letras. Yahya ibn Mundir legó un próspero reino a su
hijo Mundir II (1029-1038). Pero uno de sus cadíes, encabezó una
revuelta y asesinaron a Mundir II. Los ciudadanos de Zaragoza no lo
apoyaron y el cadí, Abd Allah ibn Hakam, acosado por la muchedumbre,
huyó.


La segunda taifa que se creó sobre tierras que hoy son Aragón fue la
de Albarracín. Allí, la familia beréber de los Banu Razin se hizo fuerte
y desde comienzos del siglo XI, protegidos por el abrupto territorio,
consiguieron establecer un reino independiente, al abrigo de la
protección natural que les brindaba la serranía.


La situación de Zaragoza se tornó caótica y nadie logró poner orden
hasta que apareció Sulayman ibn Hud, el gobernador de Lérida, quien con
el apoyo de los tuyibíes se convirtió en el cuarto monarca de la taifa
de Zaragoza, el primero de la nueva dinastía hudí. (1038-1047).


Gobernó con acierto hasta que al final de sus días dividió el reino
entre sus cinco hijos; el menor, Ahmad, sucedió a su padre en Zaragoza y
se reveló con el más ambicioso; no tardó en disputar a sus hermanos sus
herencias: incorporó las tierras de Tudela, Calatayud y Huesca, amplió
su reino incorporando Tortosa y Denia y luchó contra los cristianos, a
quienes derrotó en Graus. Recuperó Barbastro que había caído en manos
del ejército cruzado-aragonés, y en recuerdo de esta victoria tomó el
nombre de al-Muqtadir billah (el victorioso por Dios).


La fama de al-Muqtadir se extendió por todo al-Andalus y fue mecenas
de las artes, continuando la labor de sus antecesores para colocar a
Zaragoza entre las Cortes más brillantes del siglo XI, pero cometió el
error de dividir el reino entre sus dos hijos; a Abu Amir (al-Mutamín)
le entregó Zaragoza y a Mundir, Lérida.


Al-Mutamin (1081/1082-1085) tuvo un reinado corto aunque brillante.
El reino que heredó solo comprendía Zaragoza, quedaron excluidas
Tortosa, Lérida y Denia, entregadas a su hermano, Mundir. Al-Mutamin
escribió a su hermano pidiéndole que lo reconociera como rey único, para
que la dinastía de los Banu Hud se estableciera como el principal
baluarte del Islam ante el avance cristiano, pero Mundir se mantuvo
firme en sus posesiones.


Rodrigo Díaz de Vivar fue el más firme aliado del rey de Zaragoza, a
cuyo servicio guerreó contra el rey de Aragón, el conde de Barcelona y
el reyezuelo de Lérida, convirtiéndose en el héroe de los musulmanes
zaragozanos, que lo recibieron triunfalmente en la ciudad tras sus
triunfos militares.


Al-Mutamin murió muy pronto y le sucedió su hijo al-Mustain II
(1085-1110) el mismo año en que Alfonso VI conquistó Toledo, lo que
causó pavor en Zaragoza, era la primera gran ciudad musulmana que los
cristianos conquistaban en al-Andalus. A principios del 1086 el rey
al-Mutamid de Sevilla anunciaba al de Zaragoza que habían hecho una
alianza entre Sevilla, Badajoz, Granada y Córdoba, invitando también a
al-Musta^in a unirse para luchar contra los cristianos y se pedía la
ayuda del emir almorávide Yusuf ibn Tasufin.


Al-Musta^in, se encontró con que los reyes de las taifas del sur
habían decidido estos acuerdos sin contar con Zaragoza y remitió al rey
de Sevilla una carta en la que decía entre otras cosas: "Si hay
entre vosotros veinte hombres tenaces, vencerán a doscientos. Y si cien,
vencerán a mil infieles, pues éstos son gente que no comprende; y el
Profeta ha escrito: Creed en Dios y en Su enviado y combatid por Dios
con vuestra hacienda y vuestras personas!... Así, os perdonará vuestros
pecados y os introducirá en jardines por cuyos bajos fluyen arroyos en
viviendas agradables los jardines del edén".



Alfonso VI ambicionaba Zaragoza y la asedió durante varias semanas,
pero tuvo que partir apresuradamente cuando supo que Ibn Tasufin había
desembarcado en la Península con un gran ejército.


A mediados de 1093 los almorávides habían conquistado todos los
reinos de taifas salvo Albarracín, Zaragoza y Lérida. El avance
almorávide obligó a al-Musta^in a cambiar de táctica. Los últimos años
de su reinado fueron desastrosos para Zaragoza, que perdió los
territorios del norte (Huesca y Barbastro), conquistados por los
aragoneses, pese a contar con algunos caballeros cristianos como
mercenarios.


El 1104 el reino de Albarracín fue conquistado por los almorávides,
que permanecerían hasta 1145, pasando a ser gobernada la taifa por
reyezuelos moros de Valencia y Murcia.


En el 1110 heredó Zaragoza Abd al-Malik, que tan sólo reinó cuatro
meses. A comienzos del siglo XII sólo Zaragoza mantenía la independencia
frente a los almorávides. Pero el número de proalmorávides fue en
aumento y pronto tomaron la ciudad. Finalizaban así noventa y dos años
de independencia y comenzaba el corto periodo de dominio almorávide.


Ese mismo verano el rey de Aragón Alfonso I realizó varias
incursiones en los alrededores de Zaragoza, pero fue rechazado. Muhammad
ib al-Hayy (1110-1115) fue nombrado gobernador de la ciudad,
reorganizando la administración e imponiendo el dinar almorávide como
monedad oficial.


A la muerte de Ibn al-Hayy (1115) fue sustituido por Ibn Tifilwit,
quien nombró como visir al filósofo y poeta Avempace, que se había
convertido en el personaje más relevante de la intelectualidad
zaragozana. Avempace tuvo problemas con el gobernador y fue encarcelado;
una vez liberado, optó por marcharse de la ciudad.


Cuando Alfonso I decidió al fin la conquista de Zaragoza, la
desmoralización cundió entre los musulmanes y sólo el gobernador ibn
Tifilwit se mantuvo firme, pero enfermó y murió a finales de 1117.


No se nombró un nuevo gobernador y los cristianos formalizaron el
asedio a Zaragoza el 24 de mayo de 1118. El 11 de junio se tomaba al
asalto el castillo-palacio de la Aljafería, el 11 de diciembre se
acordaban las capitulaciones para la rendición y el día 18 Alfonso de
Aragón hacía su entrada triunfal. Acababan cuatrocientos cuatro años de
dominio islámico en la ciudad de Zaragoza.


Los musulmanes estuvieron presentes en Aragón durante novecientos
años, entre el 714 y 1.610. De esos nueve siglos, cuatro fueron como
dominadores y cinco como dominados. Tanto en una como en otra situación,
la presencia islámica aportó una serie de elementos que han perdurado
en muchos casos hasta nuestros días.


2- Sociedad y Economía:


No es posible establecer con certeza el número de habitantes que tuvo
Zaragoza en época musulmana, además la población no se mantuvo estable.
Solo existe una cifra absoluta, y con motivo de una ocasión
extraordinaria, cuando al-Kardabus señala -siguiendo la tónica de los
cronistas de exagerar las cifras- que en 1118 salieron de la ciudad,
tras la conquista cristiana, "50.000 musulmanes".


Zaragoza estaba entre las grandes ciudades de al-Andalus, sólo
superada por Córdoba, Sevilla y Toledo, con cifras similares a Almería,
Granada, Badajoz y Málaga, y por encima de Valencia, Mallorca y Écija.


Es probable que fuera a partir del dominio de los Banu Qasi, a
mediados del siglo IX, cuando se produjo una cierta aceleración del
crecimiento, lo que se ratifica también en otras ciudades de la Marca
Superior, como Calatayud y Daroca, y en la fundación de Barbastro. En
suma, la Zaragoza islámica, a lo largo de sus cuatro siglos de historia,
debió de pasar de unos 10.000 habitantes -quizá menos- en el momento de
la llegada de los musulmanes en el 714 a un número en torno a los
25.000 hacia el año 1100.


2.1- Estructura social:


La clase dominante estuvo integrada por los linajes árabes, es decir
los descendientes de los musulmanes que a partir del año 632 comenzaron
la expansión del Islam. En Zaragoza predominaron los linajes de los
árabes del sur, procedentes del Yemen, tradicionalmente enfrentados a
los árabes del norte. Como en el resto de al-Andalus, este grupo
configuró la aristocracia del Islam.


Desde muy pronto, llegaron a Zaragoza notables familias árabes de
rancio abolengo. Entre los más destacados están los tuyibíes. No menos
relevancia alcanzaron los Banu Hud, que tomaron el relevo de los
tuyibíes. Otra notoria afamilia árabe era la de los Banu Furtis o
udries, descendientes de Sulayman ibn Furtis y clientes de los poderosos
omeyas. Entre las principales familias árabes estaban los tamimíes, los
omeyas, los jazrayíes y los ansaríes.


Los beréberes eran los descendientes de la población autóctona
norteafricana que fue sometida e islamizada en la segunda mitad del
siglo VII durante la expansión musulmana por el Magreb. Los árabes los
consideraban inferiores y, en general, recibieron tierras y propiedades
marginales. En la ciudad de Zaragoza habitaron grupos de beréberes al
menos desde mediados del siglo IX. Algunos adoptaron nombres árabes al
convertirse en clientes de familias yemeníes, como la familia zaragozana
de origen beréber de los Banu Tabit, que adoptó ese nombre árabe. Otros
beréberes, los Sinhaya, llegaron muy tarde a Zaragoza, tal vez con los
almorávides en el año 1110, por lo que su estancia en la ciudad fue muy
breve.


La clase baja, el vulgo, estaba integrada por la mayoría de los
beréberes y los muladíes. Se denomina así (mawla) a todos los hispanos y
a sus descendientes que se convirtieron al islam tras la ocupación y
conquista de al-Andalus. Reticentes al principio, poco a poco fueron
adoptando el islam entre el año 714 y mediados del siglo IX, cuando se
alcanzó un porcentaje estable entre musulmanes y mozárabes. Entre los
linajes muladíes relacionados con Zaragoza destaca por encima de
cualquier otro en de los Banu Qasi, originarios de la región de Tudela, y
que gobernaron Zaragoza en la segunda mitad del siglo IX.


Con el nombre de mozárabes se denomina a los cristianos que
mantuvieron su religión bajo dominio musulmán. El islam permite el culto
de las "gentes del Libro", es decir , de los que siguen la Biblia, judíos y cristianos.


La ocupación de Zaragoza provocó un cambio trascendental en la
estructura política y religiosa de la ciudad. A lo largo de siglo y
medio la mayor parte de los cristianos, que constituían durante el siglo
VIII la mayoría de la población, se convirtieron al islam , pero hubo
un grupo que mantuvo el cristianismo y que sufrió un durísimo golpe con
la ocupación islámica, pues la catedral visigoda de San Vicente se
convirtió en mezquita aljama. Pasados los primeros años, durante los
cuales algunos cristianos zaragozanos emigraron al norte, la comunidad
mozárabe zaragozana se consolidó. Zaragoza se convirtió en la gran
ciudad de la frontera del mundo musulmán frente al mundo cristiano, por
lo que adquirió especial relevancia religiosa para ambas religiones.


En general, las noticias sobre los mozárabes son parcas, por lo que
se les ha supuesto un escaso peso en la ciudad, aunque algunos de ellos
alcanzaron cargos importantes en la administración. La convivencia entre
cristianos y musulmanes fue pacífica.


La presencia de judíos es muy temprana. La comunidad hebrea de
Zaragoza, al igual que ocurrió en el resto de al-Andalus, resultó
favorecida con la ocupación islámica, más todavía si se tiene en cuenta
su anterior situación de persecución en los últimos años de dominio
visigodo.


La ubicación de Zaragoza entre el mundo musulmán y el mundo cristiano
le propició una buena situación para los intercambios de todo tipo y en
ese sentido los judíos eran unos verdaderos maestros ya que algunos
judíos zaragozanos se dedicaron al comercio con la Europa cristiana.


En todas las ciudades medievales existía una serie de gentes que
vivían en la marginalidad. En Zaragoza había un grupo muy importante de
marginados que eran los esclavos, si bien muchos de estos esclavos eran
verdaderos "objetos de lujo", ya que estaban al alcance de muy pocos.


Zaragoza era una de las ciudades más ricas de al-Andalus. Su
emplazamiento junto a las desembocaduras de los ríos Gallego y Huerva en
el Ebro le proporcionaba una excelente posición en el cruce de toda una
serie de rutas comerciales, lo que propició un importante desarrollo
mercantil. Por otro lado, los ríos Huerva, Gallego y Ebro favorecían la
profusión de huertas y cultivos de regadío.


La agricultura fue uno de los principales sectores productivos de
Zaragoza musulmana pues los musulmanes supieron reutilizar y poner en
marcha la infraestructura hídrica romana; además, su privilegiada
situación favorecía la abundancia de huertos. Todas las crónicas de la
época destacan la abundancia y fertilidad de las huertas zaragozanas. La
bondad de su clima y de sus aguas era muy alabada, así como la pureza
del aire. Se decía de ella "no hay otra zona más fructífera, más
productiva ni que cuente con mejores alimentos, pues es la región más
privilegiada, más fértil y mejor situada"
(Anónimo).


La agricultura generó industrias para la transformación de los
productos del campo. Aprovechando la corriente del Ebro se instalaron
varios molinos que se complementaban con los hornos para cocer la harina
y hacer pan, la fuente fundamental de alimentación.


Una de las industrias más notables era la de la piel. La importancia
de esta industria dio origen a la creación de un barrio de curtidores.
Otra industria destacable era la metalurgia. El producto más famoso eran
las espadas. En los últimos años, las excavaciones arqueológicas han
puesto de relieve la extraordinaria importancia de la alfarería
zaragozana, sobre todo en el siglo XI.


La situación de Zaragoza la convirtió en un foco comercial de primer orden y su posición central en la Marca Superior la hizo "puerta de todas las rutas".
Por su ubicación fronteriza, fue sede de un importante mercado de
esclavos, que gozó de cierta fama en al-Andalus. A Zaragoza llegaban
esclavos procedentes de Europa, especialmente eslavos, muy apreciados en
las cortes hispanomusulmanas.


La riqueza comercial propició una abundante circulación monetaria.
Durante las épocas emiral y califal se usaron los dirhemes (monedas de
plata) y dinares (de oro) del cuño de Córdoba. Pero a partir de la
independencia de 1018 Zaragoza emitió moneda propia.


2.2- Urbanismo y evolución urbana:



El concepto urbanístico de los musulmanes era diferente al romano. Las
grandes avenidas, las plazas porticadas y los monumentales edificios
públicos fueron transformados y en su lugar se diseñaron espacios
públicos más reducidos.


En los primeros dos siglos de dominio musulmán, Zaragoza apenas vio
alterada su trama urbana. El desarrollo urbanístico de la medina se
aceleró a partir del siglo X. A lo largo de ese siglo la medina
zaragozana se llena y su trazado urbano, aunque delimitado por las
murallas romanas y condicionado por las calles ortogonales de la colonia
augústea, funciona como una ciudad musulmana clásica.


En el siglo XI Zaragoza alcanzó su máximo desarrollo urbanístico de
la época musulmana y se convirtió en una metrópoli. A la medina,
insuficiente para dar cabida a la creciente población, se le añaden
barrios periférico, los arrabales. Ese crecimiento propiciará la
necesidad de rodear el nuevo complejo urbano de medina, arrabales,
industrias y cementerios con un muro que se construirá en tapial y
abobe, delimitando un nuevo y mucho más amplio perímetro que dará a
Zaragoza el aspecto de gran ciudad musulmana.


El zoco, palabra que define un sector de las ciudades islámicas en
donde se concentra la actividad comercial, forma parte esencial de la
median. Las tiendas solían agruparse en torno a las puertas y en los
alrededores de las mezquitas, por ser las zonas de mayor tránsito de
personas. En la Zaragoza musulmana, en la que se desarrollaba una
importante actividad comercial, había un amplio zoco en los alrededores
de la mezquita mayor, documentado gracias a textos de época cristiana
inmediatamente posteriores a la conquista.


Al conquista y ocupación de una ciudad por los musulmanes seguía la
construcción de una mezquita o la conversión de un templo cristiano en
mezquita. En las ciudades hispanas lo habitual fue la transformación de
las catedrales de las ciudades episcopales visigodas en mezquitas
mayores. En Zaragoza se siguió el modelo y la catedral goda de San
Vicente se habilitó como mezquita mayor. Además de la gran mezquita,
Zaragoza dispuso de otras mezquitas de barrio.


Las murallas romanas de Zaragoza llamaron la atención de los
musulmanes; todos los viajeros alabaron su solidez y fortaleza. Estaban
construidas con sillares de alabastro, lo que les daba un aspecto
blanquecino, como dice al-Himyari: "Sus antiguas murallas eran de mármol blanco".
Esencialmente, las murallas de piedra eran las de época romana, pero en
muchos tramos fueron rehechas en numerosas ocasiones, aunque casi
siempre reaprovechando los mismos sillares.


Los mozárabes zaragozanos, aquéllos que tras la ocupación de la
ciudad en el 714 habían seguido manteniendo su religión cristiana,
quedaron recluidos en un barrio propio ubicado en el ángulo
noroccidental de la medina, dentro de la muralla. Los mozárabes eran
pocos, pues su barrio, pese a no ser demasiado grande, nunca llegó a
colmarse del todo, lo que puede indicar que la población cristiana se
mantuvo estable durante los dos últimos siglos de dominio islámico.


Los judíos se establecieron en el ángulo opuesto al de los
cristianos. Vivían agrupados en el ángulo sureste de la mediana, dentro
de las murallas. Los judíos se regían por sus propias leyes y vivían
agrupados en la judería, de espacio bastante reducido, teniendo
cementerio propio en una parte muy alejada de la ciudad.


Colmada la medina hacia mediados del siglo X, el desarrollo
demográfico de Zaragoza necesitó de nuevos espacios para ubicar a la
creciente población. Varios arrabales surgieron en las inmediaciones de
la medina, siguiendo el modelo urbanístico musulmán. Se pueden contar
hasta cuatro arrabales, aunque este último con función específicamente
industrial.


En las ciudades musulmanas los cementerios se ubicaban junto a las
puertas, por lo general perfilando los caminos de acceso. En Zaragoza
solo aparece documentado un cementerio, el de la puerta Este, constatado
también arqueológicamente. Era muy afamado porque la tradición señalaba
que allí estaban enterrados los santones Hans as-Sanàni y Ali al-Lajmi,
aunque otras fuentes señalan que estaban enterrados en el exterior del
mihrab de la mezquita aljama. Los pretendidos enterramientos de los dos
santones estaban señalados por sendos amontonamientos de piedras.


Recientes excavaciones arqueológicas han descubierto un
importantísimo cementerio en las afueras de la puerta de Toledo en el
actual barrio de San Pablo. Se han excavado varias clases de tumbas,
hasta nueve tipos distintos, construidas con lajas, tejas y adobes. Los
cuerpos se disponen inhumados siempre según la costumbre islámica, con
los cuerpos en decúbito lateral derecho, cabeza hacia el sureste y
mirando hacia la Meca. No aparecen resto de ataúdes ni ajuares, salvo
algunos anillos de bronce y de hierro. Este cementerio presenta una gran
densidad de tumbas, con al menos tres niveles de ocupación, lo que ha
llevado a sus excavadores a suponer una gran densidad demográfica en la
Zaragoza de los siglos X y XI.


Las ciudades musulmanas se rodeaban de unos espacios de uso público
ubicado en el exterior de sus recintos murados. El más habitual era la
almozara ( al-musara), un espacio abierto y amplio en el cual se
realizaban ejercicios ecuestres, carreras de caballos, demostraciones y
desfiles militares, etc. Es probable que en algunos casos estas
almozaras fueran campos de cultivo para la siembra de cereales.


Zaragoza tenía una amplísima almozara ubicada entre el Ebro, la
ciudad y el castillo-palacio de la Aljafería, que conserva hoy su
topónimo en el barrio de la Almozara. La partida de la Almozara era muy
extensa en el siglo XV y, como ha señalado M. Isabel Falcón, se dedicaba
al cultivo de la vid, el olivo, la cebada y el trigo.


En algunas ciudades había un gran oratorio al aire libre llamado
musalla. En Zaragoza existía una, documentada en el año 935; la
construyó ^Abdarrahman III para que rezaran sus tropas mientras
asediaban la ciudad, y estaba ubicada en el mismo campamento del Califa.


La Aljafería es un magnífico castillo-palacio construido fuera del
segundo recinto murado. Sus orígenes son muy debatidos. El edificio, muy
maltratado y restaurado sin ningún criterio global, presenta dos zonas
claramente definidas: la militar, con los torreones de alabastro de
planta ultrasemicircular y el torreón rectangular del Trovador, y la
zona palaciega del interior.


El agua juega un papel muy importante, para algunos determinante, en
la concepción de las ciudades musulmanas. En Zaragoza, el papel del agua
está primado por la presencia de los tres ríos (Ebro, Gállego y Huerva)
que confluyen en la ciudad, lo que la dotaba de un especial atractivo.


El Ebro, el río por excelencia, se atravesaba por el puente que en su
día trazaran los romanos frente a la puerta norte de la colonia. Todos
los autores que hablan de él hacen alusión a sus grandes dimensiones;
al-Himyari dice: "Zaragoza posee un puente de notables dimensiones, que se atraviesa para entrar en la ciudad".
Pero ninguno señala de qué material estaba construido, lo que ha
llevado durante mucho tiempo a especular sobre si era de piedra o de
madera.


Los baños son esenciales en la cultura musulmana. Su ubicación suele
estar próxima a las mezquitas y es evidente que necesitan de un curso de
agua cercano. En la Zaragoza musulmana había varios baños, como hubo
varias termas -públicas y privadas- en la Zaragoza romana.


El suministro de agua potable a la ciudad se realizaba mediante
acequias, pero aunque los musulmanes pusieron en marcha de nuevo el
sistema romano, nunca llegó a alcanzar el nivel de efectividad de los
siglos I y II y se vieron obligados a construir pozos para llegar a las
capas friáticas, como por ejemplo el hallado en las excavaciones de la
plaza de la Seo, de 7 metros de profundidad y un metro de diámetro, que
abandonado a fines del siglo XI, quedando colmado por materiales de la
época.



2.3- La cultura:



La situación de la Marca Superior, en la frontera del Islam, hizo de
esta zona un lugar relevante para la cultura musulmana, en especial la
ciudad de Zaragoza, que se convirtió en un centro de acogida de
emigrados que buscaban refugio ante la persecución a la que estaban
sometidos en otras partes, más todavía cuando a principios del siglo XI
la descomposición del califato de Córdoba provocó ataques a los
intelectuales de las ciudades del sur de al-Andalus, que huyeron
buscando la tolerancia que reinaba en Zaragoza y el mecenazgo que
ofrecían sus reyes. La capital del Ebro será la verdadera ciudad puente
entre oriente y occidente y en ella se realizará la toma de contacto de
ambas culturas.


Zaragoza dispuso de centros de enseñanza en los que divulgar los
conocimientos de sus sabios; las mezquitas eran los centros educativos
por antonomasia. En el siglo XI hubo maestro que enseñaban en la
mezquita mayor de Zaragoza, y aunque no hay constancia de la existencia
de una verdadera universidad o de un gran centro de sabiduría al estilo
de la Casa del Saber de Bagdad, los intelectuales zaragozanos se
formaron en escuelas coránicas a partir de escuelas básicas. Los
monarcas establecieron sus propios centros de enseñanza. La actividad
intelectual posibilitó la existencia de un notable gremio de libreros.


La enseñanza se enriquecía con la experiencia aportada por los
intelectuales llegados desde Córdoba y otras ciudades de al-Andalus, e
incluso del oriente musulmán. El espléndido mecenazgo de los reyes de la
taifa zaragozana propició que en no pocas ocasiones se nombrara para
cargos importantes a destacados intelectuales, entre los cuales hubo
secretarios e incluso visires; así, Mundir I, al-Muqtádir y al-Mutamin
sobre todo hicieron que el siglo XI fuera, en palabras de Joaquín Lomba "el más brillante de la cultura zaragozana".


Quizás sea Abu Bakr ibn al-Saig ibn Bayya, el Avempace de los
cristianos, que nació hacia 1085 en Zaragoza, quien resuma en una sola
persona el ideal de sabio saraqustí. No solo fue un destacado
intelectual, sino que además tuvo una activa vida política como visir
del gobernador almorávide Ibn Tifilwit entre 1110 y 1112. Este
zaragozano es considerado el primer comentarista de Aristóteles entre
los musulmanes españoles, precediendo en ello a Averroes. Sus libros más
conocidos son "El Régimen del Solitario", un tratado de filosofía, y "La Carta del Adios" y "El Tratado de la Unión del Intelecto con el Hombre".
También escribió sobre botánica y fue un notable médico, físico,
astrónomo, poeta y músico. Se exilió en 1118 y viajó por Levante y norte
de África, ejerciendo una gran influencia en su época.


La filosofía fue una de las disciplinas que gozó de una mayor
prestigio en la Marca Superior. En el siglo IX destacaron Abderrahman,
que estudió Lógica y al-Jarchani, que llegó desde oriente al corte de
Mundir I con fama de astrólogo y filósofo. Quien formó escuela fue
al-Kirmani, humanista experto en varias ciencias que llegó a Zaragoza
hacia 1065. Venía de la ciudad iraqí de Harrán y traía con él la "Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza",
un extenso diccionario compuesto por 52 tratados y compilados en Basora
bajo la influencia de los seguidores neoplatónicos de Ibn Masarra..


La Marca Superior, vivió la religión musulmana con una especial
intensidad. Destaca sobremanera la profunda seriedad con que los
musulmanes zaragozanos practicaban su fe, asentada en la conciencia de
que su actividad religiosa era más originaria y pura que en el resto de
al-Andalus, tanto por su condición fronteriza como por las influencias
que habían llegado a Zaragoza directamente desde oriente y la asentada
creencia en que había sido el tabi^ Hanas as-Sanni el fundador de la
mezquita mayor. Los propios monarcas contribuyeron de manera decisiva al
fortalecimiento del islam.


Ascetismo y misticismo coexistieron en este ambiente. El misticismo fue muy notable, nutriéndose - como ha tratado Lomba -
de cuatro fuentes: el neoplatonismo, la filosofía de al-Farabi
(introducida por Avempace), las enseñanzas de Ibn al-^Arif y la
Enciclopedia de los hermanos de la Pureza"



Todos estos hechos nos llevan a la conclusión de que la religiosidad
zaragozana era de una exigencia y nivel muy especiales que se unían a la
ortodoxia doctrinal teológica y jurídica.


Bibliografía:
Historia de Zaragoza , Zaragoza Musulmana. J.L. Corral Lafuente, C.A.I. y Ayuntamiento de Zaragoza , Zaragoza 1998
Aragón Musulmán, - María J. Viguera. Mira editores, S.A. Zaragoza 1988
La Filosofía Islámica en Zaragoza - Joaquín lomba Fuentes. Diputación general de Aragón, Zaragoza 1991
Zaragoza en la Edad Media, M. Isabel Falcón. Ayuntamiento de Zaragoza. y C.A.I
Historia de Aragón. Varios Autores. Heraldo de Aragón. Zaragoza 1991


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