viernes, 26 de mayo de 2017

EL DÍA DE JERUSALÉN

EL DÍA DE JERUSALÉN






















EL DÍA DE JERUSALÉN

In Blog @es by Julia Blum0 Comments











Yo me alegré con los que me decían:

A la casa de Jehová iremos.

Nuestros pies estuvieron

Dentro de tus puertas, oh Jerusalén.


Jerusalén, que se ha edificado

Como una ciudad que está bien unida entre sí.


Pedid por la paz de Jerusalén;

Sean prosperados los que te aman.

                    (Salmo 122:1-6)



Historia

El Día de Jerusalén (Yom Yerushalayim) conmemora la reunificación de
Jerusalém después de la Guerra de los Seis Días en 1967. Se celebra el
28 del mes hebreo de Iyar. Este año, el 23-24 de mayo, Jerusalén
celebrará el 50º aniversario de la reunificación de Jerusalén.


En 1947, bajo el Plan de Partición de la ONU, se propuso establecer
dos estados: el Estado judío y el Estado árabe. Jerusalén fue declarada
como ciudad internacional, ni árabe ni judía exclusivamente. Este
sistema debía durar diez años, y entonces se haría un referéndum entre
los residentes de Jerusalén para decidir a qué país se uniría Jerusalén.
Los líderes judíos aceptaron ese plan, incluyendo el estatus especial
de Jerusalén pero los árabes rechazaron la propuesta.


En 1948, tan pronto la independencia de Israel fue declarada, fueron
atacados por los vecinos árabes. Al final de esta guerra –la Guerra de
la Independencia– la Ciudad Vieja y el Este de Jerusalén fueron ocupados
por Jordania. Por lo tanto, Jerusalén fue dividida entre Israel y
Jordania.


La situación cambió en 1967 como resultado de la Guerra de los Seis
Días. El 7 de junio de 1967 (28 Iyar 5727), Israel capturó la Ciudad
Vieja de Jerusalén. Al final del día, el Ministro de Defensa, Moshe Dayan, expresó unas palabras que a menudo son citadas durante el Yom Yerushalayim:


Esta mañana, las fuerzas armadas de Israel liberaron a
Jerusalén. Hemos unido a Jerusalén, la capital dividida de Israel. Hemos
devuelto lo más sagrado a nuestros lugares santos, que nunca sean
separados otra vez. A nuestros vecinos árabes tendemos, también en este
momento —y con mayor énfasis en esta hora— nuestra mano en paz.



La Guerra de los Seis Días finalizó con el alto al fuego el 11 de junio de 1967.


Abraham tuvo dos hijos…

En el Día de Jerusalén, se celebran muchos eventos a través de la
ciudad, aunque, con todas las festividades y alegría de este día,
todavía hay una herida en mi corazón –porque todavía hay una herida en
el corazón de mi ciudad–.


La traducción King James del versículo de este Salmo 122 –el
versículo tomado como un epígrafe de este artículo– es el versículo que a
menudo  se cita en el Día de Jerusalén. Sin embargo, traducir el verbo
hebreo “hubra” como “compacto”, no expresa realmente el significado
intenso del texto original:  encontré en una de las traducciones que
Jerusalén es una ciudad atada, conectada, unificada; “unida firmemente”.
Al menos este es el diseño de Dios para Su ciudad. Desafortunadamente,
esta no es nuestra realidad. ¿Quién conoce mejor que nosotros?, los
judíos y los árabes que viven hoy en día en un eterno conflicto en
Jerusalén, que nuestra ciudad no está “firmemente unida”. Cualquiera que
haya estado en Jerusalén sabe muy bien que hay una autopista Nº1
zigzagueando la ciudad y dividiéndola en dos partes: en el oeste y el
este de Jerusalén.


No estoy comprometida en política, y no estoy planificando un
discurso político en este blog, y les puedo asegurar que esto no tiene
nada que ver con política –tiene que ver con la Palabra de Dios y el
plan de Dios–, por eso me duele el corazón cada vez que leo este Salmo.
Jerusalén tiene que ser una ciudad “firmemente unida”. Abraham tuvo dos
hijos[1] y
ambos hijos tienen una parte que ejercer en la familia de Abraham y en
el plan de Dios. Nadie debe ser excluido, ni de la familia, ni del plan
–ambos son esenciales–. Ciertamente, no tienen el mismo papel: los hijos
son muy diferentes y sus destinos también son muy diferentes. Sin
embargo, el cuadro familiar no estará completo hasta que los dos estén
representados. Vivimos juntos en esta ciudad, y el Día de Jerusalén ha
de ser una celebración para todos los residentes de Jerusalén. Ambos
hijos necesitan estar representados en la fotografía familiar. Entonces,
y solo entonces, esta fotografía estará completa.





Las lágrimas de Jesús

Durante el mes pasado, señalando todos los días especiales que
nuestro país observa en abril/mayo, ya les comenté algo referente a las
lágrimas de Jesús sobre Jerusalén en Lucas 19: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella“. Este
episodio es crucial para quienes quieren entender Su corazón y Su amor
por Su pueblo. He compartido con ustedes que hace unos años, en mi libro
sobre las lágrimas de Dios por el sufrimiento de Israel (“If you are
the Son of God” ) comenzó a partir de la realización (revelación) de
este simple y obvio hecho, que nunca antes había considerado: en todo el
Nuevo Testamento, Jesús solo lloró dos veces –una aquí sobre Jerusalén,
y otra sobre Lázaro (“Jesús lloró”)–. No hay accidentes en la
Palabra de Dios: Mediante las lágrimas de Jesús, repetidas dos veces, la
elección y el destino de Israel se reflejan en la elección y el destino
de Lázaro. Aunque Jesús sabe que en breve plazo, Lázaro sería
resucitado, Él llora delante de la tumba por el dolor que Su querido
amigo ha tenido que sufrir en el camino hacia su resurrección. Él llora
por esta aparente e insuperable contradicción de las dos realidades:
interna y externa, visible e invisible, la de Dios y la del hombre. En
la realidad espiritual e invisible de Dios, Lázaro es escogido y amado,
pero aquí en la realidad visible, física y humana, él es abandonado y
rechazado por el Señor, y no solamente eso, él está muerto.


Jesús llora sobre Jerusalén con las mismas lágrimas de amor y
compasión que él lloró sobre Lázaro. Él llora por la misma contradicción
de las dos realidades: en la realidad visible, humana y física de
Israel, que parece estar abandonada y rechazada por el Señor –mientras
que en la realidad invisible y espiritual de Dios, permanece escogida y
amada–. Abraham teniendo dos hijos, ambos, uno natural y otro
sobrenatural, fue también un cuadro profético de Dios teniendo dos
hijos: el hijo natural y el Hijo sobrenatural –y Dios ama a ambos con
mucho amor–.





Para Jerusalén

                    He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; 


                      delante de mí están siempre tus muros.


Isaías 49.16





Cuando el tumulto sobre la tierra fue acallado,


Las lágrimas silenciosas eran los únicos rastros de sus lamentos,


Sus muros, para siempre inscritos en mis manos,


Preparado para ser atravesado por los clavos.


Gritos ahogados rompen la quietud de la mañana:


La sangre desciende en esa vigilia de la Pascua;


Y el clavo que atravesó mi palma viva,


Dejó una impresión eterna…


A la luz del sol entre tinieblas, el hombre sin vista no pudo ver,


A los ciegos no les fue dada la percepción,


Que al clavarme en la cruz aquel clavo,


Hacia tus muros iba dirigido.





*       *       *


Ahora ya resucitado, llevo todavía la mancha


De esas marcas hechas por la humanidad;


Tus muros aún permanecen en las palmas de Mis manos:


Tú estás adornado con aquellas cicatrices oxidadas.


Lleno de envidia y desprecio, indiferente a ellas,


Los ciegos del mundo, las heridas no recuerdan,


Dirigiendo esos mismos clavos, Oh Jerusalén,


Sin miedo hacia tus muros.


Una vez más, ellos no saben lo que hacen


A Mí, que veo todo desde donde estoy:


Cada vez que apuntan a tus muros,


Renuevan el dolor, en las palmas de Mis manos.





[1] Gálatas 4:22













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