Vaetjanán(Deuteronomio 3:23-7:11)
Cómo hacer que tus plegarias sean respondidas
En el comienzo de la parashá deesta semana, la Torá describe cómo Moshé le pidió a Hashem que le
permitiera entrar a la tierra de Israel, utilizando el verbo hebreo vaetjanán. Rashi explica el significado de esta palabra: “La palabra jinún es una expresión para pedir un regalo inmerecido, un matnat jinam. Si bien los rectos podrían basar su pedido en el mérito de sus buenas acciones, le piden a Hashem un regalo gratis”.
Moshé se dio cuenta que, a pesar de sus logros y su firme compromiso con Hashem, siempre es mejor apelar a su jésed
que pedir algo en base al mérito propio. Si esto es cierto para un
gigante espiritual como Moshé, seguramente también lo es para nosotros.
Hashem sólo quiere nuestro bien. Rezarle a Dios sabiendo que es nuestro
Padre Celestial, que nos ama incondicionalmente, es una acción tan
poderosa que Hashem tuvo que pedirle a Moshé que dejara de rezar para no
ceder ante su plegaria y negarle la entrada a la tierra de Israel.
Plegarias respondidas
¿Te respondieron alguna vez una plegaria? Haz una pausa y piensa en las implicaciones.Vives en una pequeña ciudad del interior. Hay un bache inmenso frente
a tu casa. Durante los últimos cuatro meses la municipalidad ignoró tus
persistentes pedidos para que lo arreglen. Finalmente, lleno de
frustración, llamas al presidente (vale la pena intentarlo…).
Para tu gran asombro, el presidente mismo atiende el teléfono. tú
explicas rápidamente el problema. El presidente escucha durante un
minuto, anota tu dirección y cuelga. Tú no esperas que nada cambie.
A la mañana siguiente, miras a través de la ventana y, ¡sorpresa!, un
ejército de ingenieros trabaja para arreglar tu calle. El presidente de
tu país tomó seriamente tu pedido y envió tropas para arreglar el
bache.
Eso es lo que significa que tus plegarias sean respondidas.
Ahora, todos sabemos que esto no le pasaría a un ciudadano
cualquiera. ¿Pero quién es la persona que siempre puede hablar con el
presidente?
Por supuesto, el hijo.
Dios es nuestro padre y nosotros somos sus hijos. Así como un padre
cumple todos los pedidos del hijo, Dios responde nuestras plegarias.
Pero para que Dios responda tu plegaria, debes saber que puede y quiere
hacerlo. Y tienes que ser honesto, sincero y responsable con lo que
pides, como escribió el Rey David: “Hashem es cercano a todos los que
claman a Él, a todos los que claman a Él con sinceridad” (Tehilim 145:18).
La plegaria exige que te conectes con tu esencia y que seas real con
Dios. ¿Dónde te encuentras? ¿Qué es lo que realmente quieres? Implica
abandonar todos los pretextos y conectarte con tus pensamientos y
necesidades genuinas, en la realidad de la presencia de Dios.
¿Por qué necesitamos rezar?
Dios ya conoce nuestras necesidades. Y, con seguridad, no necesitaque se las recordemos. Entonces, ¿por qué debemos rezar? ¿Por qué no nos
da Dios lo que necesitamos sin que se lo pidamos?
Dios no necesita nuestras plegarias, nosotros las necesitamos. La
plegaria es un reflejo de nuestros deseos y una extensión de nuestro
libre albedrío. Nos ayuda a refinar y a definir lo que queremos de la
vida. Si un padre billonario le diera a su hijo una cantidad infinita de
efectivo en una bandeja de plata, el niño se volvería terriblemente
malcriado e irresponsable. De la misma forma, si Dios nos diera todo
automáticamente, nunca nos veríamos forzados a dilucidar lo que
realmente queremos en la vida. La vida sería cómoda, pero nosotros
seguiríamos siendo llanos y subdesarrollados. Es mediante los desafíos
que enfrentamos y los esfuerzos que realizamos como resultado, que
aprendemos a apreciar el valor de lo que queremos.
Dios quiere lo mejor para nosotros. Quiere que impulsemos nuestro
propio crecimiento, porque así es como conservamos nuestra independencia
y alcanzamos lo que queremos lograr.
Cinco aspectos de ser real con la plegaria
#1: Llega a la verdad: ¿Es lo que estás pidiendo bueno para ti?Para que tus plegarias sean respondidas, debes saber que lo que
buscas es bueno para ti. ¿El cumplimiento de tu pedido te acercará o te
alejará de Dios? Sólo podemos esperar que Dios responda a nuestra
plegaria si hacerlo nos acercará a Él, en lugar de brindar una
herramienta para escapar.
Cuando tenía ocho años, la ‘Feria mundial’ llegó a Nueva York. Toda
mi clase decidió faltar un día e ir. Pero había una condición: todos
tenían que traer un dólar. Si no tenías un dólar, no podías venir.
Cuando tenía ocho años, la única forma en que podía obtener un dólar
de mi padre era memorizar un capítulo de Mishná. Pero no tenía forma de
memorizar todo un capítulo con tan poca anticipación. Entonces, pensé,
ese día será mejor ir a la escuela. Seré el único allí, ¡un héroe!
Comencé a caminar hacia la escuela cuando, de repente, se me ocurrió: mira el piso Nóaj, ¡quizás encontrarás un dólar!
Comencé a mirar. Una cuadra. Ningún dólar. Dos cuadras. Ningún dólar. Comencé a rezar: “Hashem,
un billete de un dólar… a veces yacen ahí tirados en la calle. Sólo
esta vez, ayúdame a encontrar un billete de un dólar”.
Dos cuadras más, ningún dólar. Pensé que, quizás, Dios quería algo de mí. Entonces comencé a hacer todo tipo de promesas. “Hashem, sacaré la basura. Y no pelearé con mi hermana”.
Ningún dólar aún.
Subí la apuesta. “Hashem, si me das un dólar, estudiaré un capítulo de Mishná y no le pediré un dólar a mi padre. Puedes confiar en mí, un préstamo. ¿Ok?”.
Ningún dólar.
Finalmente, doblé en la esquina y la escuela estaba a la vista. Había llegado el momento de apostar y obtener todo o nada. “Hashem, dame un dólar, ¡y nunca volveré a hacer algo malo el resto de mi vida!”.
Y luego me descubrí a mí mismo. “Nóaj, ¿a quién estás engañando? Si encuentras el dólar, ¡vas a faltar a la escuela!”.
No podemos esperar que Hashem nos dé un dólar para que hagamos lo
equivocado. Para evitar este error, debemos clarificar nuestros deseos.
Tenemos que preguntarnos: ¿Por qué quiero esto? ¿Quiere Dios que tenga
esto? La respuesta de Dios —ya sea un sí o un no— siempre nos dirá algo
importante sobre nosotros mismos o, probablemente, nos ayudará a
entender la validez de lo que estamos buscando.
Antes de pedir, asegúrate de que lo que estás pidiendo sea para tu bien.
#2: Sé responsable, haz un esfuerzo
La plegaria no es un escape al esfuerzo y la responsabilidad
personal. Es una herramienta para ayudarnos a entender lo que queremos y
a concientizarnos de que Dios es la fuente real de todo lo que
logramos.
La plegaria se enfoca en la realidad. Si somos serios respecto a lo
que pedimos, primero debemos ser responsables y hacer nuestro mejor
esfuerzo para que ocurra. La plegaria no es un deseo, es predicada sobre
trabajo duro y responsabilidad.
Pregúntate: ¿Realmente quiero lograr esto? ¿Estoy dispuesto a asumir
la responsabilidad de hacer lo que puedo para conseguirlo? ¿Qué tan
preparado estoy para sacrificarme por esto?
#3: Espera el bien
Ser real con la plegaria significa saber que le rezamos a nuestro
Padre Celestial, quien sólo quiere nuestro bien y tiene el poder de
hacer lo que sea. Entonces, deberíamos asumir que Dios quiere ayudarnos.
Todo lo que pidamos es infinitamente menos que lo que Hashem ya nos
dio. Si no esperamos que Dios responda nuestra plegaria, Dios no
invadirá nuestro espacio para sorprendernos. Quiere que tomemos
conciencia de que es nuestro Padre Celestial y que siempre podemos
contar con Él.
Al rechazar nuestra plegaria, Dios nos dice que tenemos un problema que necesita trabajo; debemos reorganizarnos.
Para ilustrar, imagina a una persona de 22 años manejando por el
centro de la ciudad, en la hora pico y en lo más intenso del verano.
Luces rojas, parálisis absoluta del tránsito, bocinas, calor… irritación.
Si su padre estuviera a cargo de los semáforos y pudiera saber su
ubicación en todo momento, lo arreglaría. Su padre arreglaría para que
tuviera una luz verde tras otra, ¡hasta que llegue a destino!
Dios puede hacer lo mismo para él. Dios creó el universo. El tráfico en una ciudad no es algo demasiado grande para Él.
Entonces, he aquí nuestro chofer. Luz verde, luz verde, luz verde, luz verde. Se dice a sí mismo: “Esto es increíble. No lo merezco”.
Luz roja.
Si no esperas la ayuda de Dios, dejaste de verlo como tu Padre, por
lo que interrumpe el flujo para realinearlo con tu perspectiva.
Enfócate en que Dios quiere que todo sea bueno para ti. Cuando lo
hagas, Él moverá montañas para responder a una plegaria que es buena
para ti.
#4: Sorpréndete si no lo recibes
Nada de lo que hace Dios es un accidente. Si tu vida no avanza con
suavidad, tu primera reacción debería ser estar sorprendido: “¿Qué pasa?
¿Por qué Dios está haciendo esto? ¿Qué mensaje quiere que yo reciba?”
(1).
Un tío le escribió cartas a su sobrino en la universidad, para
averiguar cómo estaba y refrescar la relación. Después de seis meses y
muchas cartas, el vecino no había correspondido ni una sola vez.
En la vez siguiente, el tío escribió su carta normal, pero, esta vez,
agregó: “PD: Adjunté un cheque de cien dólares para ti”. Luego,
deliberadamente, envió la carta sin el cheque.
El sobrino recibió la carta y no encontró el cheque. Como era de
esperar, el tío recibió de inmediato una contestación: “La universidad
es muy buena… me gusta mi dormitorio… estoy estudiando física. De paso,
se te olvidó adjuntar el cheque. Un beso, tu sobrino favorito”.
Dios sabe cómo llamarnos la atención. Cuando olvidamos que nos ama, nos envía una luz roja para que nos reenfoquemos.
Pero hay una gran diferencia entre el tío y Dios: Dios no se ofende
cuando lo ignoramos. Nosotros sí. Dios no necesita nada, tampoco una
relación con nosotros. Somos nosotros quienes necesitamos una relación
con él. Nuestro mayor placer es estar en contacto con Dios. Esa es la
razón por la que hace que ocurran algunos pequeños contratiempos, para
llamar nuestra atención. Es para nuestro propio bien.
#5: Escucha las enseñanzas de Dios
Si te tomas en serio tu relación con Dios, entiendes que Dios siempre
te está enseñando algo, incluso cuando no responde tu plegaria de
manera afirmativa.
Cuando la vida esté llena de problemas, detente y pregúntate: ¿Por qué Dios está tratando de llamarme la atención? En
cierta forma, este es el aspecto más difícil, porque nos exige
conservar la perspectiva de que Dios es nuestro Padre celestial y de que
todo lo que hace, lo hace para bien, incluso cuando sentimos dolor.
Decir gam zu letová, ‘esto también es para bien’, con claridad y
convicción, sin resentimiento ni amargura, demuestra la más profunda
concientización de que Dios es nuestro padre y que nos ama.
Si no podemos decir gam zu letová de corazón, nos es casi
imposible oír bien lo que Dios nos está diciendo. Dios es muy
articulado, pero, si perdemos de vista que es nuestro Padre celestial,
nuestra relación está fuera de foco y toda enseñanza que derivemos
estará forzosamente distorsionada. Con la conciencia de que Hashem nos
ama, podemos evaluar esta área de nuestra vida e intentar entender lo
que Dios nos está diciendo (ver el ensayo en Parashat Bejukotai para una
discusión más profunda sobre este punto).
En resumen
Nuestros sabios se refieren a la mitzvá de rezar como “avodá shebalev”, ‘servicio del corazón’ (ver Rambam, Hiljot Tefilá 1:1). La plegaria es una avodá: exige mucho trabajo. Requiere que entiendas en el nivel más profundo que Dios es tu Padre celestial, que te ama.Define lo que quieres y por qué lo quieres, y asegúrate de que lo que
buscas sea bueno para ti. Asume la responsabilidad y haz tu esfuerzo.
Espera el bien y sorpréndete si las cosas no salen como esperabas.
Pregúntate: ¿Por qué está Dios tratando de llamar mi atención? y, por
último, esfuérzate para entender la enseñanza que Dios te está enviando.
Pregúntate: ¿Qué está tratando de enseñarme?
Aplicar estas herramientas a las plegarias diarias transformará tu relación con Hashem.
Notas:
(1) La Guemará (Brajot 34a) explica que la estructura de la Shemoná Esré
es paralela a la interacción de un sirviente con su amo. El sirviente
primero alaba al amo, luego le pide lo que necesita y finalmente le
agradece por complacer sus pedidos (Maharshá ad loc). La implicación es
que, inmediatamente después de pedirle a Hashem lo que necesitamos,
tenemos tanta confianza en que nos lo concederá, que ya podemos
agradecerle por hacerlo (cf. Beit Elokim Tefilá 1, s.v. Ukemo Vezehu)
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