martes, 18 de julio de 2017

Purgatorio, La Biblia Enseña el Purgatorio, Doctrina Católica

Purgatorio, La Biblia Enseña el Purgatorio, Doctrina Católica





















Purgatorio, La Biblia Enseña el Purgatorio, Doctrina Católica






Purgatorio

De acuerdo a las enseñanzas Católicas, el
Purgatorio (Lat., "purgare", limpiar, purificar) es un lugar o
condición de castigo temporal para aquellos que, dejando esta vida en
gracia de Dios, no están completamente libres de faltas veniales, o no
han pagado completamente a satisfacción sus trasgresiones.

I. Doctrina Católica

La creencia de la Iglesia en relación
al purgatorio está claramente expresada en el Decreto de Unión,
producto del Concilio de Florencia (Mansi, t. XXXI, col. 1031), y en
el decreto del Concilio de Trento (Sexx. XXV) que define: "Donde
la Iglesia Católica, instruída por el Espíritu Santo, ha enseñado
en Concilios y recientemente en este sínodo Ecuménico, (Sess. VI,
cap. XXX; Sess. XXII, cap ii, iii) de las Sagradas Escrituras y la
antigua tradición de los Padres, que existe un purgatorio, y que las
almas que están allí son ayudadas por los votos de los creyentes,
pero principalmente por el aceptable Sacrificio del Altar; El Santo
Sínodo impone a los Obispos que con diligente esfuerzo tengan en
mente la doctrina de los Padres en los Concilios en relación al
purgatorio enseñado en todas partes y predicado, sostenido y creído
por los creyentes
" (Denzinger, "Enchiridon", 83).
La Iglesia no va mas allá en sus definiciones, sino que deben ser
consultadas la tradición de los Padres y la escolástica para
explicar las enseñanzas de los concilios, y para dejar clara la
creencia y las prácticas de los creyentes.





A. Castigo Temporal

Ese castigo temporal se debe al pecado,
incluso después que el pecado mismo haya sido perdonado por Dios, lo
que es claramente la enseñanza de las Escrituras. Sin dudas, Dios
sacó al hombre de su primera desobediencia y le dio el poder de
gobernar sobre todas las cosas (Sab. X, 2), aunque aún
lo condenó a "comer el pan con el sudor de su frente"
hasta que vuelva al polvo. Dios perdonó la incredulidad de Moisés y
de Aaron, pero en castigo los mantuvo lejos de "la tierra
prometida
" (Num., xx,12). El Señor alejó el
pecado de David pero la vida del niño fue confiscada porque David
hizo que los enemigos de Dios blasfemaran Su Santo Nombre (II
Reyes, xii, 13, 14
). Tanto en el Nuevo como en el Antiguo
Testamento, el acto de dar limosna y el ayuno y en general los actos
penitentes son los reales frutos del arrepentimiento (Matt.,
iii, 8; Luke, xvii, 3; iii, 3
). Todo el sistema penitencial
de la Iglesia da testimonio de la presunción voluntaria de hacer
obras penitentes como siempre parte del verdadero arrepentimiento y
el Concilio de Trento (Ses. XVI, can xi) nos recuerda la creencia que
Dios no siempre remite todo el castigo debido al pecado junto con la
culpa. Dios requiere satisfacción y castigará el pecado, y esta
doctrina involucra como consecuencia necesaria la creencia que el
pecador al fallar en hacer penitencia en esta vida, puede ser
castigado en la próxima y así no ser alejado eternamente de Dios.





B. Pecados Veniales

Todos los pecados veniales no son
iguales ante Dios, ni tampoco se atreva alguien a afirmar que las
faltas diarias de la flaqueza humana serán castigadas con la misma
severidad que se otorga a las serias violaciones a la ley de Dios.
Por otro lado, quien sea que comparezca ante la presencia de Dios
debe estar perfectamente puro porque en el sentido más estricto Sus
"ojos son demasiado puros para contemplar el mal"
(Hab., i, 13). La Iglesia siempre ha enseñado la
doctrina del purgatorio para el pago a través de castigo temporal
por los pecados veniales debidos y no arrepentidos al momento de la
muerte. Tan profunda era la creencia enraizada en nuestra humanidad
común que fue aceptada por los Judíos y, al menos en forma solapada
por los paganos mucho tiempo antes del advenimiento del Cristianismo.
("Aeneid," VI, 735 sq.; Sófocles, "Antigona,"
450 sq.).










II. Errores

Epifanio (haer., lxxv, P.G., XLII, col.
513) reclamaba que Acrius (siglo cuarto) enseñaba que las oraciones
por los muertos no eran de ningún beneficio. En la Edad Media, la
doctrina del purgatorio fue rechazada por los Albigenses, Waldenses y
Hussites. San Bernardo (Serm. lxvi en Cantic., P. L. CLXXXIII, col.
1098) declara que el llamado "Apostolici" niega el
purgatorio y la utilidad de las oraciones por los que se habían ido.
La posición Griega ha levantado mucha discusión sobre el tema del
purgatorio. Pareciera que la gran diferencia de opinión no está en
relación a la existencia del purgatorio sino en relación a la
naturaleza del fuego del purgatorio; aún así, Santo Tomás prueba
la existencia del purgatorio en su disertación contra los errores de
los Griegos y el Concilio de Florencia. También consideró necesario
afirmar la creencia de la Iglesia sobre el tema (Bellarmino, "De
Purgatorio," lib. I, cap. i). La Iglesia “Ortodoxa” moderna
niega el purgatorio, aunque es bastante inconsistente en su forma de
plantear su creencia.





Al principio de la Reforma había algo
de duda especialmente por parte de Lutero (Disputas de Leipzig) en
relación a si la doctrina debía mantenerse, pero en la medida que
la brecha crecía, la negación del purgatorio por los Reformistas se
tornó en idea universal y Calvino nombró la posición Católica
como "exitiale commentum quod crucern Christi evacuat... quod
fidem nostram labefacit et evertit
" (Institutiones, lib.
III, cap. v, 6). Los Protestantes Modernos, mientras evitan el nombre
purgatorio, frecuentemente enseñan la doctrina del "estado
medio
" y Martensen ("Dogmáticos Cristianos,"
Edimburgo, 1890, p. 457) escribe: "Como ninguna alma deja la
presente existencia en un estado total y completamente preparado,
debemos suponer que existe un estado intermedio, un reino de
desarrollo progresivo (?) donde las almas son preparadas para el
juicio final
" (Farrar, "Piedad y Juicio," Londres,
1881, cap. iii).










III. Pruebas

La doctrina Católica del purgatorio
supone que algunos mueren con pequeñas faltas de las cuales no hubo
verdadero arrepentimiento, y también del hecho que la pena temporal
debida al pecado no está completamente pagada en esta vida. Las
pruebas de la posición Católica, ambas, en las Escrituras y en la
Tradición, están atadas también con la práctica de orar por los
muertos. Pero ¿ porqué orar por los muertos si no hubiera la
creencia en el poder de la oración para proporcionar consuelo a
aquellos quienes aún están excluidos de ver a Dios?. Esta posición
es tan cierta que las oraciones por los muertos y la existencia de un
lugar de purgación son mencionados conjuntamente en los más
antiguos pasajes de los Padres, los cuales alegan razones para
auxiliar a las almas que ya partieron. Aquellos que se han opuesto a
la doctrina del purgatorio han confesado que las oraciones por los
muertos podrían ser el argumento sin respuesta si la doctrina
moderna del "juicio particular" hubiese sido asumida
en los primeros tiempos. Pero, basta con leer los testimonios
alegados de más adelante para sentirse seguro que los Padres hablan,
con el mismo aliento, de ofrendas a los muertos y de un lugar de
purga; y basta con consultar la evidencia
encontrada en las catacumbas para sentirse igualmente seguro que la
allí expresada fe Cristiana, abraza claramente la creencia en el
juicio inmediatamente después de la muerte. Wilpert ("Roma
Sotteranea," I, 441) entonces concluye en el capítulo xxi, "Che
tale esaudimento", etc.,





"Se
ha intercedido por el alma de los amados que han partido y Dios ya
escuchado las oraciones, y el alma ha pasado a un lugar de luz y
frescura" "Seguramente", Wilpert agrega, "tal
intercesión no tendría lugar si el asunto fuera sobre el juicio
final y no sobre el particular".
Bastante se ha tratado el tema de la
objeción que los antiguos Cristianos no tenían un concepto claro
del purgatorio y que pensaban que las almas que partían se mantenían
en incertidumbre de salvación hasta el último día; y,
consecuentemente oraban por aquellos que se habían ido antes, y que
pudieran, en el juicio final, escapar incluso los eternos castigos
del infierno. Las tradiciones cristianas más antiguas son bien
claras en cuanto al juicio particular y, más claramente en relación
a la aguda distinción entre purgatorio e infierno. Los pasajes
mencionados como referentes al auxilio del infierno no pueden
desalinear la evidencia entregada más abajo. (Bellarmino, "De
Purgatorio," lib. II, cap. v). En relación al famoso caso de
Trajano, el cual fue debatido por los Doctores de la Edad Media, ver
Belarmino, loc. Cit., cap. Viii.





A. Antiguo Testamento

La tradición de los Judíos está
clara y precisamente establecida en la II Macabeos.
Judas, comandante de las fuerzas de Israel "reuniéndolos...envió
doce mil dracmas de plata a Jerusalén para ofrecer en sacrificio por
los pecados de los muertos, pensando bien y religiosamente en
relación a la resurrección (porque si él no esperara que aquellos
que fueron esclavos pudieran levantarse nuevamente, habría parecido
superfluo y vano orar por los muertos). Y, porque consideró que
aquellos que se han dormido en Dios tienen gran gracia en ellos. Es
por lo tanto, un pensamiento sagrado y saludable orar por los
muertos, que ellos pueden ser librados de los pecados
" (II
Mac., xii, 43-46
). En los tiempos de los Macabeos los líderes
del pueblo de Dios no tenían dudas en afirmar la eficiencia de las
oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían
partido de ésta vida encuentren el perdón por sus pecados y
esperanza de resurrección eterna.





B. Nuevo Testamento

Hay varios pasajes en el Nuevo
Testamento que apuntan a un proceso de purificación después de la
muerte. Es por esto que Jesucristo declara (Mat,, xii, 32)
"Y quien hable una palabra contra el Hijo del hombre, será
perdonado: pero aquel que hable una palabra contra el Espíritu
Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que vendrá
".
De acuerdo a San Isidoro de Sevilla (Deord. creatur., c. xiv, n. 6)
estas palabras prueban que en la próxima vida "algunos
pecados serán perdonados y purgados por cierto fuego purificador
".
San Agustín también argumenta "algunos pecadores no son
perdonados ni en este mundo o en el próximo que a algunos pecadores
no se les perdonarán sus faltas ya sea en este mundo o en el próximo
no se podría decir con verdad a no ser que hubieran otros
(pecadores) quienes, aunque no se les perdone en esta vida, son
perdonados en el mundo por venir
." (De Civ. Dei, XXI, xxiv).
Gregorio el Grande (Dial., IV, xxxix) hace la misma interpretación;
San Bede (comentario sobre este texto); San Bernardo (Sermo lxvi en
Cantic., n.11) y otros eminentes teólogos escritores.





Un nuevo argumento es dado por San
Pablo en la I Cor., iii, 11-15: "Pues nadie
puede cambiar la base; ya está puesta, y es Cristo Jesús Sobre este
cimiento se puede construir con oro, plata, piedras preciosas,
madera, caña o paja. Un día se verá el trabajo de cada uno. Se
hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el
fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has
construido resiste al fuego, serás premiado. Pero si la obra se
convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero
no sin pasar por el fuego
." Dado que este pasaje presenta
considerables dificultades, es visto por muchos de los Padres y
teólogos como evidencia de la existencia de un estado intermedio en
el cual la basura de trasgresiones livianas serán quemadas y de este
modo, el alma purificada será salvada. Esto, de acuerdo a Belarmino
(De Purg., I,5) es la interpretación mas comúnmente dada por los
Padres y teólogos; y cita para tales efectos:





San Ambrosio (comentario sobre el texto, y Sermo xx en Ps. Cxvii),


San Jerónimo, (Com. en Amos, c. iv),


San Agustín (Com. en Ps. xxxvii),


San Gregorio (Dial., IV, xxxix), y


Origen (Hom. vi en Exod.).
Ver también a Santo Tomás "Contra
Gentes,", IV, 91. Ver Atzberger sobre una discusión del
problema exegético en "Die christliche Eschatologie", p.
275.





C. Tradición

Esta doctrina que muchos que han muerto
aún están en un lugar de purificación y que las oraciones valen
para ayudar a los muertos es parte de la tradición Cristiana más
antigua. Tertuliano en "De corona militis" menciona las
oraciones para los muertos como una orden Apostólica y en "De
Monogamia" (cap. x, P. L., II, col. 912) aconseja a una viuda
"orar por el alma de su esposo, rogando por el descanso y
participación en la primera resurrección
"; además, le
ordena "hacer sacrificios por él en el aniversario de su
defunción,
" y la acusó de infidelidad si ella se negaba a
socorrer su alma. Esto estableció un claro hábito de la Iglesia
desde San Cipriano quien (P. L. IV, col. 399) prohibió las oraciones
habituales para quien ha violado la ley eclesiástica. "Nuestros
predecesores prudentemente aconsejaron que ningún hermano, que deja
esta vida, debe nombrar a ninguna persona de la iglesia como su
ejecutor; y de hacerlo, no se debe realizar ningún sacrificio por él
ni ofrenda por su reposo
." Mucho tiempo antes de Cipriano,
Clemente de Alejandría había tratado de resolver el problema del
estado o condición del hombre que, reconciliado con Dios en su lecho
de muerte, no tuvo el tiempo necesario para completar la penitencia
debida a su trasgresión. Su respuesta es: "el creyente a
través de la disciplina se despoja de sus pasiones y pasa a una
mansión donde es mejor que el anterior, pasa por el mas gran
tormento, tomando con él la característica de arrepentimiento por
las faltas que pudo haber cometido luego del bautismo. El es
entonces, torturado aún más, no obteniendo aún lo que el ve que
otros han adquirido. Los mayores tormentos son asignados al creyente,
porque la virtud de Dios es buena y Su bondad, correcta, y aunque
estos castigos cesan durante el curso de la expiación y purificación
de cada quien, aún
" etc. (P. G. IX, col. 332).





Con Orígenes, la doctrina del
purgatorio es muy clara. Si un hombre deja esta vida con faltas
pequeñas, es condenado al fuego que quema los materiales pequeños,
y prepara el alma para el reino de Dios, donde no puede entrar nada
manchado. "Porque si sobre la base de Cristo, haz construido
no sólo oro y plata sino piedras preciosas (
I Cor., 3);
sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas cuando el
alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y
caña y paja y de este modo manchar el reino de Dios? ¿ o en razón
de estos obstáculos podrías quedarte sin recibir premio por tu oro
y plata y piedras preciosas? Ninguno de estos casos es justo. Queda
entonces, que serás sometido al fuego que quemará los materiales
livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender las
cosas del cielo está llamado el fuego purificador. Pero este fuego
no consume a la creatura, sino lo que ella ha construido, madera,
caña o paja. Es manifiesto que el fuego destruye la madera de
nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el premio de nuestras
grandes obras
." (P. G., XIII, col. 445, 448).





La práctica Apostólica de orar por
los muertos la cual pasó a la liturgia de la Iglesia, fue tan clara
en el siglo cuarto como lo es en el veinte. San Cirilo de Jerusalén
(Catechet. Mystog., V, 9, P.G., XXXIII, col. 1116) escribe al
describir la liturgia: "Entonces oramos por los Santos Padres
y Obispos que han muerto; y brevemente por todos aquellos que han
dejado esta vida en nuestra comunión; creyendo que las almas de
aquellos por quienes oramos reciben un gran alivio, mientras esta
santa y tremenda víctima yace en el altar
." San Gregorio de
Niza (P. G., XLVI, col. 524, 525) declara que las debilidades del
hombre son purgadas en esta vida a través de la oración y
sabiduría, o son expiadas en la próxima a través del fuego
limpiador. "Cuando el renuncia a su cuerpo y la diferencia
entre la virtud y el vicio es conocida, no puede acercarse a Dios
hasta no haber purgado con fuego que limpia las manchas con las
cuales su alma está infectada. Ese mismo fuego en otros cancelará
la corrupción de materia y la propensión al mal
". Más
menos en los mismos tiempos, la Constitución Apostólica nos entrega
los formularios usados para socorrer a los muertos. "Oremos
por nuestros hermanos que durmieron en Cristo, que Dios en su amor
por los hombres reciba el alma del que partió y le perdone todas sus
faltas, y por misericordia y clemencia lo reciba en el seno de
Abraham, junto con aquellos que, en esta vida, han agradado a Dios
"
(P. G. I, col. 1144). Tampoco podemos omitir el uso de los dípticos
donde son inscritos los nombres de los muertos; y este recordatorio
por los nombres en los Misterios Sagrados (una práctica desde los
Apóstoles) fue considerada por Crisóstomo como la mejor forma de
aliviar a los muertos (En I Ad Cor., Hom. xli, n. 4, G., LXI, col.
361, 362). Las enseñanzas de los Padres, y las fórmulas usadas en
la Liturgia de la Iglesia, encuentran su expresión en los monumentos
mas antiguos del Cristianismo, particularmente en aquellos contenidos
en las catacumbas. En las tumbas de los creyentes se inscribían
palabras de esperanza, palabras de petición por su paz y descanso; y
en la medida que se acercaban los aniversarios, se reunían los
creyentes alrededor de las tumbas de los muertos para interceder por
aquellos que ha se habían marchado. En el fondo, esto no es nada
menos que la fe expresada en el Concilio de Trento (Sess. XXV, "De
Purgatorio"), y para esta fe, las inscripciones en las
catacumbas eran con seguridad, testigos. En el siglo cuarto en
Occidente, Ambrosio insiste en su comentario a San Pablo (I
Cor, 3
) en la existencia del purgatorio, y en su oración
funeraria maestra (De obitu Theodosii), donde oraba por el alma del
emperador que había partido: "Da, Oh Señor, descanso a Tu
servidor Teodosio, aquella paz que Tu haz preparado para Tus
santos....Lo amaba, por eso lo seguiré a la tierra de los vivos; no
lo dejaré hasta que por mis oraciones y lamentaciones sea admitido
en el santo monte del Señor, a quien sus méritos llama
"
(P. L., XVI, col. 1397).





San Agustín es aún más claro que su
maestro. Describe dos condiciones de los hombres: "algunos
son aquellos que han partido de esta vida no tan mal como para no
merecer misericordia, ni tan buenos como para merecer la felicidad
inmediata
" etc, y en la resurrección - dice - habrán
algunos quienes "han pasado por estas penas de las cuales los
espíritus de los muertos son responsables
" (De Civ. Dei,
XXI, 24). Es así como, al final del siglo cuarto no sólo (1)
encontramos oraciones por los muertos en todas las Liturgias, sino
que los Padres afirmaron que tal práctica era de los mismos
Apóstoles; (2) aquellos que son ayudados por las oraciones de los
creyentes y por la celebración de los Sagrados Misterios, estan en
un lugar de purgación; (3) desde donde una vez purificados, serán
"admitidos en el Sagrado Monte del Señor". Esta
Tradición patrística es tan clara, que aquellos que no creen en el
purgatorio no han sido capaces de presentar ninguna seria dificultad
de los escritos de los Padres. Los pasajes citados, por el contrario,
ya sea que no tocan el tema del todo, o son tan carentes de claridad
que no pueden desalinear la perfectamente abierta expresión de la
doctrina como se encuentra en los mismos Padres quienes son citados
como sosteniendo opiniones contrarias (Bellarmine "De Purg.",
lib. I, cap. xiii).










IV. Duración y Naturaleza

A. Duración

Las mismas razones que fundamentan la
existencia del purgatorio, dan testimonio de su carácter pasajero.
Oramos y ofrecemos sacrificios por las almas de allí que "Dios
en su misericordia puede perdonar las faltas y recibirlas en el seno
de Abraham
." (Const. Apost., P. G., I col. 1144); y Agustín
(De Civ. Dei, lib. XXI, cap.xiii y xvi) declara que el castigo del
purgatorio es temporal y cesará al menos en el Juicio Final. "Aunque
los castigos temporales serán sufridos por algunos solo en esta
vida, por otros luego de la muerte y por otros en ambos; pero todos
antes del mas estricto y final juicio
".





B. Naturaleza del Castigo

Queda claro en las Escrituras y por los
Padres citados más arriba, que las almas de aquellos por cuya paz se
ofrece sacrificio, quedan hasta el momento impedidas de la visión de
Dios. "No eran tan buenas como para merecer la felicidad
eterna
". Aún así, para ellas "la muerte es el
término no de la naturaleza, sino del pecado
" (Ambrosio,
"De obitu Theodos."); y esta inhabilidad para pecar les
asegura su felicidad final. Esta es la posición Católica proclamada
por Leon X en la Bula "Exurge Domine" la cual condena los
errores de Lutero.





¿Están las almas detenidas en el
purgatorio concientes que su felicidad es aplazada por un tiempo o
pueden aún estar en duda en relación a su salvación final?.
Algunos de los Doctores de la edad Media planteaban que la
incertidumbre de la salvación es uno de los castigos severos del
purgatorio (Bellarmino, "De Purgat." lib. II, cap. iv).





C. Mérito

En la Bula "Exurge Domine"
León X condena la proposición (n. 38) "Nec probatum est
ullis aut rationibus aut scripturis ipsas esse extra statum merendi
aut augendae caritatis
" (No hay prueba racional o por las
Escrituras que ellas (las almas del purgatorio) no puedan merecer o
aumentar en caridad). Para ellas, "la noche ha llegado donde
ningún hombre puede trabajar
" y la tradición Cristiana
siempre ha considerado que sólo en esta vida puede trabajar para
beneficio de su propia alma. Los Doctores de la edad Media mientras
acordaban que ésta vida es el momento para el mérito y aumento de
la gracia, aún algunos con Santo Tomás parecen cuestionar si acaso
pudiera haber algún premio no esencial que las almas del purgatorio
pudieran merecer (IV, dist. xxi, q. i, a. 3). Belarmino cree que en
esta materia, Santo Tomás cambió su opinión y se refiere a una
declaración del mismo Santo Tomás ("De Malo", q. vii, a.
11). Sea cual sea la mente del Doctor Angélico, los teólogos
acuerdan que no es posible ningún mérito en el purgatorio y si hay
objeciones que las almas logran méritos por las oraciones, Belarmino
dice que tales oraciones valen ante Dios por mérito ya adquirido
"(Solum impetrant ex meritis praeteritis quomodo nunc sancti
orando) pro nobis impetrant licet non merendo
" (Valen sólo
en virtud de méritos pasados así como aquellos que hoy son santos
interceden por nosotros no por mérito sino por oración.) (loc. cit.
II, cap. iii).





D. Fuego del Purgatorio

Besario, en el Concilio de Florencia
argumentó en contra de la existencia de un real fuego del
purgatorio, y los Griegos estaban seguros que la Iglesia Romana nunca
había emitido ningún decreto dogmático sobre tal tema. En
Occidente, la creencia en la existencia del fuego real es común.
Agustín en Ps.37 n.3, habla del dolor que el fuego del purgatorio
produce, como más severo que ninguna cosa puede sufrir un hombre en
esta vida, "gravior erit ignis quam quidquid potest homo pati
in hac vita
" (P. L., col. 397). Gregorio el Grande habla de
aquellos que, después de esta vida "expiarán sus faltas con
flamas del purgatorio
" y agrega "que el dolor será
más intolerable que ninguno en esta vida
" (Ps.3 Poenit, n.
1). Siguiendo los pasos de Gregorio, Santo Tomás enseña (IV, dist.
Xxi, qi, a1) que aparte de la separación del alma de la vista de
Dios, hay otro castigo del fuego. "Una poena damni, in
quantum scilicet retardantur a divina visione; alia sensus secundum
quod ab igne punientur
", y San Buenaventura no solo
concuerda con Santo Tomás, sino que agrega (IV, dist. xx, p.1, a.1,
q. ii) que este castigo con fuego es más severo que ningún castigo
que le llegue al hombre en esta vida; "Gravior est oinni
temporali poena. quam modo sustinet anima carni conjuncta
".
Los Doctores no saben cómo este fuego afecta a las almas de los que
partieron y, en tales materias es bueno reparar las advertencias del
Concilio de Trento al ordenar a los obispos "excluir de sus
sermones cuestiones difíciles y perspicaces que no tienden a la
edificación y de cuya discusión no aumenta ni la piedad ni la
devoción
" (Sess. XXV, "De Purgatorio").










V. Socorro a los muertos

Las Escrituras y los Padres, ordenan
oraciones y oblaciones por los que han partido y el Concilio de
Trento (Sess. XXV, "De Purgatorio") en virtud de esta
tradición no sólo afirma la existencia del purgatorio sino que
agrega "que las almas que están allí detenidas, son
ayudadas por los votos de los creyentes y principalmente por el
aceptable sacrificio del altar
". La enseñanza cristiana más
antigua es que aquellos en la Tierra aún están en comunión con las
almas del purgatorio, y que los vivos ayudan a los muertos con sus
oraciones y queda claro de la tradición descrita más arriba. Que el
Santo Sacrificio era ofrecido por los que han partido fue recibido
por la Tradición Católica incluso en los tiempos de Tertuliano y
Cipriano, y que las almas de los muertos son ayudadas particularmente
"mientras la sagrada víctima yace en el altar" es
una expresión de Cirilo de Jerusalén citada anteriormente. Agustín
(Serm. Clxii, n.2) dice que "las oraciones y limosnas del
creyente, el Santo Sacrificio del Altar ayuda al creyente que partió
y mueve al Señor a manejarlos con misericordia y bondad y,

agrega, "Esta es la práctica de la Iglesia universal
facilitada por los Padres
". Ya sea que nuestras obras de
satisfacción realizados en pro de los muertos los beneficia
puramente por la benevolencia y piedad de Dios o ya sea que Dios se
obliga en justicia aceptar nuestra expiación sustitutiva, no es una
cuestión ya determinada. Suárez piensa que la aceptación es una
aceptación de justicia, y afirma la práctica común de la Iglesia
que une juntos a los vivos con los muertos sin ningún tipo de
discriminación (De poenit., disp. xlviii, 6, n. 4).










VI. Indulgencias

El Concilio de Trento (Sess. XXV)
define que las indulgencias son "muy saludables para los
Cristianos
" y que su "uso es para ser mantenida en
la Iglesia
". La enseñanza más común de los teólogos
Católicos es que las indulgencias pueden ser aplicadas a las almas
detenidas en el purgatorio; y que las indulgencias están disponibles
para ellos "por medio del voto" (per modum
suffragii).





(1) Agustín (De Civ. Dei, XX, ix)
declara que las almas de los creyentes que han partido no están
separadas de la Iglesia, la cual es el Reino de Cristo, y por esta
razón las oraciones y votos de los vivos son de ayuda para los
muertos. "Entonces, si" - argumenta Belarmino (De
indulgentiis, xiv) "podemos ofrecer nuestras oraciones y
satisfacciones en pro de aquellos detenidos en el purgatorio, porque
somos miembros del gran cuerpo de Cristo ¿porqué la Vicaría de
Cristo no aplica a las mismas almas la superabundante satisfacción
de Cristo y sus santos- de los cuales El es su dispensador?
"
Esta es la doctrina de Santo Tomás (IV, Sent., dist. Xls, q.ii, a.3
q.2) quien afirma que las indulgencias benefician principalmente a la
persona que realiza la obra por la cual es dada la indulgencia, y
secundariamente puede servir igual para los muertos, si la forma en
la cual la indulgencia es otorgada es enunciada como capaz de tal
interpretación, y agrega "tampoco hay razón alguna por la
que la Iglesia no disponga de sus tesoros de méritos en favor de los
muertos, como seguramente dispone en relación a los vivos
".





(2) San Buenaventura (IV, Sent., dist.
Xx, p.2, q.v) concuerda con Santo Tomás pero agrega que tal
relajación no puede darse bajo la forma de absolución como en
el caso de los vivos, sino sólo en la forma de voto
” (Haec non
tenet modum judicii, sed potius suffragii). Esta opinión de San
Buenaventura, que la Iglesia a través de su Pastor Supremo no
absuelve jurídicamente las almas en el purgatorio del castigo debido
a sus pecados, es la enseñanza de los Doctores. Ellos señalan
(Gratian, 24 q. ii, 2, can.1) que en el caso de aquellos que han
partido de esta vida el juicio está reservado a Dios; ellos afirman
la autoridad de Gelasio (Ep. ad Fausturn; Ep. ad. Episcopos
Dardaniae) en apoyo de su argumento (Graciano ibid), y también
insisten que los Pontífices Romanos cuando otorgan indulgencias que
son aplicables a los muertos, agregan la restricción "per
MODEM suffragii et deprecationis
". Esta frase se encuentra
en la Bula de Sixto IV "Romani Pontificis próvida
diligentia
", 27 de Nov., 1447. La frase "per modum
suffragi et deprecationis
" ha sido interpretada de varias
maneras (Belarmino, "De Indulgentiis" p. 137). Belarmino
mismo dice: "La opinión verdadera es que las indulgencias
valen como votos, porque ellas valen no para modelar una absolución
jurídica 'quia non prosunt per modum juridicae absolutionis'
."
Pero, de acuerdo al mismo autor, el voto de los creyentes vale por
momentos "per modum meriti congrui" (por vía del
mérito), y en otros momentos, "per modum impetrationis"
(por medio de súplica) a veces "per modum satisfactionis"
(por medio de satisfacción); pero cuando se trata de aplicar una
indulgencia a alguien en el purgatorio sólo es "per modum
suffragii satisfactorii
" y por esta razón "el papa
no absuelve el alma en purgatorio del castigo debido al pecado, sino
que ofrece a Dios lo que sea necesario de sus tesoros para la
cancelación de este castigo
". Si la cuestión continuara si
tal satisfacción es aceptada por Dios por piedad y benevolencia, o
"ex justitia", los teólogos no están de acuerdo -
algunos sostienen una opinión, otros otra. Belarmino luego de
examinar ambos lados (pp. 137, 138) no osa establecer “ninguna
opinión sino que se inclina a pensar que los primeros son más
razonables mientras que se pronuncia que los últimos están mas en
armonía con la misericordia ("admodum pia")
”.





A. Condición

Para que una indulgencia pueda
beneficiar a aquellos en el purgatorio, se requieren varias
condiciones:





  • La indulgencia debe ser otorgada por el Papa.

  • Debe haber suficiente razón para otorgarla, la indulgencia y su razón deben incumbir a la gloria de
    Dios y utilidad de la Iglesia, no solamente para ser más útiles
    para las almas del purgatorio.

  • La obra pía ordenada debe ser como en el caso de las indulgencias para los vivos.
Si el estado de gracia no es una
condición requerida, con toda probabilidad la persona que desempeña
la obra puede ganar la indulgencia para los muertos, incluso si el
mismo no esté en amistad con Dios (Belarmino, loc. Cit., p.139).
Suárez (De Poenit., disp. HI, s.4, n.5 y 6) establece esto
categóricamente cuando dice: "Status gratiae solum
requiritur ad tollendum obicem indulgentiae
" (el estado de
gracia es solo requerido para remover algún estorbo a la
indulgencia), y en el caso de las almas sagradas, no puede haber
impedimento. Esta enseñanza deslinda con la doctrina de la Comunión
de los Santos y los monumentos de las catacumbas representan los
santos y mártires como intercesores con Dios por los muertos.
También las oraciones de las antiguas liturgias hablan de María y
los santos intercediendo por aquellos que se han ido de esta vida.
Agustín cree que el entierro en una basílica dedicada a un sagrado
mártir es de valor para un muerto, porque aquellos que recuerdan su
memoria que ha sufrido recomendará a las oraciones del mártir el
alma de aquel que ha dejado esta vida (Belarmino, lib. II, xv) En el
mismo lugar, Belarmino acusa a Domingo A. Soto de imprudencia porque
niega esta doctrina.










VII. Invicación de las almas

¿Oran por nosotros las almas en el
purgatorio? ¿Podemos pedir su intervención en nuestras necesidades?
No hay una decisión respecto a este tema en la Iglesia, tampoco los
teólogos se han pronunciado definitivamente en relación a la
invocación de las almas en el purgatorio y su intercesión por los
vivos. En las antiguas liturgias, no hay oraciones de la Iglesia
dirigidas a aquellos que aún están en el purgatorio. En las tumbas
de los primeros Cristianos lo más común es encontrar una oración o
súplica pidiendo que quien partió interceda ante Dios por los
amigos sobrevivientes, aunque estas inscripciones siempre parecen
suponer que quien partió ya está con Dios. Santo Tomás
(II-II:83:11) niega que las almas en el purgatorio oren por los vivos
y establece que no están en posición de orar por nosotros, sino al
revés, nosotros debemos interceder por ellos. A pesar de la
autoridad de Santo Tomás, muchos renombrados teólogos sostienen que
las almas en el purgatorio realmente oran por nosotros y que podemos
invocar su ayuda. Belarmino (De Purgatorio, lib. II, xv,) dice que la
razón aludida por Santo Tomás no es del todo convincente y sostiene
que en virtud de su mayor amor de Dios y su unión con El sus
oraciones pueden tener mayor poder de intercesión, porque son
realmente superiores en amor de Dios y de intimidad de unión con El.
Suárez (De poenit., disp. xlvii, s. 2, n. 9) va más allá y afirma
"que las almas del purgatorio son sagradas y amadas por Dios,
que nos aman con amor verdadero y están atentas a nuestros deseos;
que conocen de modo general nuestras necesidades y nuestros peligros
y cuán grande es nuestra necesidad de ayuda y gracia Divina
".





Al plantearse la cuestión de invocar
las oraciones de aquellos en el purgatorio, Belarmino (loc. Cit)
piensa que es superfluo, ordinariamente hablando, porque ellos
ignoran nuestras circunstancias y condiciones. Esta opinión es
discordante con la opinión de Suárez, quien admite conocimiento al
menos en una forma general, también con la opinión de muchos
teólogos modernos quienes plantean la hoy común práctica en casi
todos los creyentes de dirigir sus oraciones y peticiones en ayuda de
aquellos que aún están en un lugar de purgación. Scavini ( (Theol.
Moral., XI, n. l74) no encuentra razones porqué las almas detenidas
en el purgatorio, no pudieran orar por nosotros, incluso que oremos
los unos por los otros. El afirma que esta práctica ha sido común
en Roma y tiene el gran nombre de San Alfonso en su favor. San
Alfonso en su obra "Grandes Medios de Salvación"
capítulo I, III, 2 luego de citar a Silvio, Gotti, Lessius y Medina
como favorables a esta opinión, concluye: "de este modo las
almas en purgatorio, siendo amadas por Dios y confirmadas en gracia,
no tienen absolutamente ningún impedimento que evite que oren por
nosotros. Aún así, la Iglesia no los invoca o implora su
intercesión porque ordinariamente no tienen conocimiento de nuestras
oraciones. Pero podemos píamente creer que Dios les da a conocer
nuestras oraciones
". El sostiene también la autoridad de
Santa Catalina de Bolonia quien "siempre que ella deseó
algún favor apelaba a las almas en purgatorio y era inmediatamente
escuchada
".










VIII. Utilidad de la oración por los difuntos

Es materia de fe tradicional de los
Católicos, que las almas en el purgatorio no están separadas de la
Iglesia y que el amor que es el lazo de unión entre los miembros de
la Iglesia debe abrazar a aquellos que han dejado esta vida en la
gracia de Dios. Por lo tanto, dado que nuestras oraciones y
sacrificios pueden ayudar a aquellos que aún esperan en el
purgatorio, los santos no han dudado en advertirnos que tenemos un
real deber hacia aquellos que aún expían en el purgatorio. La Santa
Iglesia a través de la Congregación para las Indulgencias, el 18 de
Diciembre de 1885 ha conferido una bendición especial a los así
llamados "actos heroicos" en virtud de los cuales
"un miembro militante de la Iglesia ofrece a Dios por las
almas en purgatorio, todas las buenas obras que realizará durante su
vida y también todos los votos que pudiesen acumularse después de
su muerte
" (Acto Heroico, vol VII, 292). La práctica de
devoción a los muertos es también consolador para la humanidad y
eminentemente apropiado de una religión que secunda todos los mas
puros sentimientos del corazón humano. "Dulce" dice
el Cardenal Wiseman (clase XI), "es el consuelo del hombre
que está muriendo quien, conciente de su imperfección, cree que hay
otros que intercederán por él, cuando su propio tiempo de méritos
haya expirado; es un calmante para los afligidos sobrevivientes
pensar que poseen medios poderosos para mitigar a sus amigos. En los
primeros momentos de dolor, este sentimiento a menudo subyugará el
prejuicio religioso, derribando al no creyente poniéndolo de
rodillas al lado de los restos de su amigo y arrebatar de él una
inconsciente oración por su descanso, siendo esto un impulso de la
naturaleza la cual, por el momento, ayudada por las analogías de la
verdad revelada, atrapa inmediatamente esta creencia consoladora.
Pero esto es solo una fugaz y melancólica luz, mientras que el
sentimiento Católico, regocijándose, aunque con solemne oscuridad,
se asemeja a la lámpara infalible, de la cual la piedad de los
antiguos se dice que ha estado suspendida ante los sepulcros de sus
muertos
".


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