domingo, 18 de junio de 2017

Vivir habitualmente en gracia

Vivir habitualmente en gracia


Cómo ser salvo?



SEÑALES

EN EL CAMINO DE SALVACIÓN
1ª Señal:

Vivir habitualmente en gracia



1.      ¿Qué significa estar en Gracia de Dios? 
Significa tener el alma libre de pecado mortal.


2.      ¿Qué significa vivir habitualmente

         en gracia?
Vivir habitualmente en
gracia no significa nunca pecar; no significa ser impecables.  Vivir
habitualmente en gracia significa no querer pecar y
, caso de caer en pecado, arrepentirse y confesarse para volver a estar en gracia.
Vivir habitualmente en gracia y crecer en la gracia es la mayor señal de todas en el camino de la salvación. 
Por el contrario, una señal muy clara de condenación eterna es vivir
habitualmente en estado de pecado, sin preocuparse ni poco ni mucho por
salir de ese estado de ausencia de la gracia divina.


3.      ¿Has pensado alguna vez qué significa la palabra “desgracia”?
A veces se oye la expresión “desgracia” para señalar algún acontecimiento doloroso, controversial, inconveniente.
Pero si analizamos “desgracia”
etimológicamente, encontramos que des-gracia es no tener la Gracia
Divina.  Así que la verdadera desgracia es no estar en gracia, no estar
en amistad con Dios, por estar en pecado mortal.


4.      Pero … ¿qué es la Gracia, la Gracia Divina, la Gracia Santificante?
La Gracia de Dios, la Gracia Divina, es la vida de Dios en el alma de cada ser humano.
Esta Gracia que es la Vida de Dios en uno se llama Gracia Santificante.


5.      ¿De dónde nos viene la Gracia?  ¿Cómo la recibimos?
La Gracia, como su nombre lo indica, nos viene “gratis”.  La palabra gratis viene de gracia.
Ese es el primer punto:  la Gracia nos viene sin ningún merecimiento de nuestra parte.  Nos viene porque Dios, Que nos ama infinitamente, nos da su Gracia gratis.  No la merecemos.
La Gracia Santificante la
recibimos en el Bautismo.  El Bautismo también nos hace hijos de Dios,
herederos del Cielo y miembros de la Iglesia que Jesucristo fundó, la
Iglesia Católica.
Al comienzo del Evangelio de San Juan leemos que se nos ha dado “la capacidad para ser hijos de Dios”. (Jn 1, 12)
Y San Pablo nos dice:  “El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.  Y si somos hijos de Dios, somos herederos. 
Nuestra será la herencia de Dios, y la compartiremos con Cristo, pues
si ahora sufrimos con El, con El recibiremos la gloria” (Rm. 8, 16-17).


6.      Esa Gracia que recibimos al ser

      bautizados, ¿se queda así, sin aumentar,

       sin
crecer, o puede aumentarse?  ¿Cómo?
La Gracia Divina recibida en el Bautismo no puede quedarse así, estancada, débil, en semilla.  Tiene que aumentar.  De eso se trata el camino de salvación:  de ir creciendo en la Gracia, de ir siendo cada vez más santos, más parecidos al Señor y a la Santísima Virgen María.
Dios nos ha proporcionado muchas maneras de hacer crecer la Gracia en nosotros:
  • Los Sacramentos: 
    la recepción de la Sagrada Comunión especialmente.  También al
    Confesión, inclusive de los pecados veniales, nos proporciona aumento de
    la Gracia.
  • La Oración:   dedicando
    tiempo a comunicarnos con Dios y a adorarlo, vamos creciendo mucho en
    la Gracia.  Oraciones vocales.  Meditación de la Palabra de Dios.  
    Adoración del Santísimo.
  • Obras buenas:
    • amor a Dios: 

      buscar y hacer su Voluntad
    • amor al prójimo: 

      Obras de Misericordia espirituales

      y corporales.
OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA



1.  Dar de comer al hambriento

2.  Dar de beber al sediento

3.  Dar posada al necesitado

4.  Vestir al desnudo

5.  Visitar al enfermo

6.  Socorrer a los presos

7.  Enterrar a los muertos



OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA



1.  Enseñar al que no sabe

2.  Dar buen consejo al que lo necesita

3.  Corregir al que está en error

4.  Perdonar las injurias

5.  Consolar al triste

6.  Sufrir con paciencia los defectos de los demás

7.  Rogar a Dios por vivos y difuntos

  • Aceptación cristiana del sufrimiento:

    Cuando nos ocurra alguna situación de sufrimiento, ofrecer ese
    sufrimiento, dándole un valor redentor para nosotros mismos y para
    otros.       
  • Sacrificios, penitencia, ayunos, ascetismo:

    Las penitencias y sacrificios voluntarios también aumentan la Gracia en nuestra alma.
  • Evangelización:

    Es una de las obras espirituales de misericordia, porque
    evangelizando se enseña al que no sabe, se da buen consejo al que lo
    necesita y hasta se corrige al que está en error. 

    Pero evangelizar también es una obligación de todo cristiano,
    pues llevar el mensaje de Cristo a todas partes fue una orden que Cristo
    dio a todos sus seguidores.

    Evangelizar también nutre la vida de la Gracia, siempre que lo
    hagamos con las debidas disposiciones de humildad, caridad, paciencia,
    etc.


7.      ¿Y puede disminuir esa Gracia de Dios en el alma?
La Gracia Santificante disminuye con cada pecado venial de acción u omisión.
Los pecados no graves disminuyen y van debilitando la vida de la Gracia, sean faltas no graves que cometemos o cosas buenas que dejamos de hacer, pudiendo hacerlas.


8.      ¿Y se puede perder la Gracia?
Sí.  Lamentablemente la perdemos cada vez que cometemos algún pecado mortal.
El pecado mortal es un pecado grave, mediante el cual cortamos nuestra relación con Dios y ya El no vive en nuestra alma.  El alma está muerta.  Por eso los pecados que causan la muerte del alma se llaman mortales.
Caer en pecado mortal es algo grave y triste, pero no debe llevar a nadie a la desesperanza, porque Dios siempre, siempre, nos perdona, no importa lo malo que hayamos hecho
... si de veras nos arrepentimos y pedimos perdón.  El siempre quiere
perdonarnos, y nos busca con amor para darnos su perdón. Esto lo vemos
expresado muy bien en la parábola de la oveja perdida y en la del hijo
pródigo.
Pero ¡ojo! que este Amor maravilloso de Dios y su Misericordia infinita no nos lleven al pecado de presunción: 
creer que podemos andar en pecado, alejados de Dios, de espaldas a El,
sin que esto tenga ninguna consecuencia para nuestra vida espiritual. 
Con esa actitud estamos arriesgando la salvación eterna.


9.      ¿Qué hacer si perdemos la Gracia?

         ¿Tenemos algún remedio?
Dios es tan bueno, tan
infinitamente Bueno que, sabiendo que los seres humanos íbamos a matar
la Vida de Gracia en nuestra alma, nos dejó un recurso que nos
restablece la Gracia.
Es el Sacramento de la Confesión.


10.     ¿Qué es el Sacramento de la Confesión?
Es la forma que Jesús nos dejó
para que cada vez que cayéramos en pecado, pudiéramos levantarnos y
recibir de nuevo la Gracia, su Vida en nosotros.


11.    ¿En qué consiste el Sacramento de la

          Confesión?
Es importante notar que Jesús dejó dispuesto el Sacramento de la Confesión como única manera de ser perdonados de los pecados graves.
Así que no vale decir "yo me confieso con Dios".  Hay que confesarse con un Sacerdote.  Es lo que Jesucristo dejó establecido.
Y la Confesión no es un tribunal
de condena, sino un tribunal de perdón.  Y no sólo eso, sino que es
un verdadero encuentro con Dios, que continuamente busca encontrarse
con el pecador arrepentido.
“Ir a confesarse no es ir a la
tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al
Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta … cuando Dios
perdona ‘hace fiesta’ y ‘olvida’, puesto que lo que le importa a Dios
es “encontrarse con nosotros”. (Papa Francisco, homilía del 23-1-2015)
El Sacramento de la Confesión consta de 5 pasos:
1.      Examen de Conciencia
2.      Arrepentimiento, que puede ser:
    • perfecto o contrición: arrepentimiento por amor a Dios
    • imperfecto o atrición: 

      temor a consecuencias del pecado
3.      Propósito de no volver a pecar
4.      Decir los pecados al Confesor
5.      Cumplir la penitencia




12.    De estas condiciones ¿cuáles serán más importantes para ir progresando en el camino de salvación?
De estos pasos o condiciones del Sacramento de la Confesión, hemos de destacar que para comenzar hay que arrepentirse de los pecados cometidos.  Esa es la más importante condición antes de ir a confesarse con un Sacerdote.
De hecho, hay que hacer notar que la gracia sacramental que confiere la Confesión no cae sobre los pecados que hayamos cometido y que estemos confesando, sino más bien sobre el arrepentimiento que tengamos al confesarlos. 
Es como si el perdón de los pecados y demás gracias del Sacramento de
la Confesión se arraigaran en el rechazo al pecado que tenga el
penitente, no en los pecados mismos. (cf. Frequent Confession, Dom
Benedict Baur, osb -1922 –traducción al Inglés  Patrick Barry, sj
-1959). Es decir: sin arrepentimiento no hay perdón de los pecados.
Pedir perdón a Dios.  Debemos
acostumbrarnos a esto.  Pedir perdón es lo que hay que hacer
preferiblemente en cuanto nos demos cuenta de haber caído es éste o
aquél pecado.  Y arrepentirse porque esa falta, aún pequeña, ha
ofendido a Dios.
Debemos saber entonces que el
recibir el perdón de los pecados y la gracia sacramental de la
Confesión depende del arrepentimiento y de la aversión al pecado que
tenga el que se confiesa.
La otra condición de suma importancia es el propósito de enmienda o de no volver a pecar.  De hecho el propósito de enmienda suele estar conectado con el arrepentimiento cuando éste es genuino.
A veces el propósito de enmienda puede estar implícito en el arrepentimiento.  Y esto basta para recibir el perdón del pecado o los pecados que hemos confesado.
Pero a veces no hay propósito ni
explícito ni implícito.  A veces estamos arrepentidos, pero si nos
examinamos bien, sabemos que como que no estamos bien decididos a
apartarnos de "x" pecado.
Por eso, para progresar en el camino de salvación y de santidad, es más úti lhacer un propósito de enmienda explícito de los pecados confesados, así sean éstos veniales.
Y cuando el pecado es mortal, es absolutamente necesario el propósito de enmienda explícito.
En cuanto a los veniales, que suelen ser hábitos no graves arraigados en nosotros, el
propósito de enmienda puede consistir en la decisión de luchar contra
ellos o en el tomar medidas que disminuyan su frecuencia.
En la lucha contra los pecados
veniales debemos de veras esforzarnos en evitarlos, aunque el vencerlos
definitivamente pueda tomar algún tiempo.  Se trata de evitar esas
confesiones en que decimos los mismos pecados veniales, cuando estas
repeticiones se deben a que realmente no hemos hecho el esfuerzo de
evitarlos o al menos reducir su frecuencia.
El combate espiritual es un trabajo de paciencia, porque desarraigar hábitos toma tiempo.  Pero también debe ser de perseverancia, porque de veras hay que tener un verdadero deseo de desarraigar esos pecados veniales.  Es
como el trabajo del jardinero que saca el monte de la grama cada vez
que lo ve crecer.  Cada vez que va, el monte ha vuelto a salir.  Pero
después de un tiempo ya desaparece definitivamente.
Las confesiones de pecados
repetidos son válidas, pero al no estar luchando contra ellos no se está
aprovechando la gracia sacramental para de veras progresar en la vida
espiritual y en la santificación.
¿Cómo enfocar esta lucha?
En cuanto a la lucha en sí contra
algún pecado venial, hay que saber cómo hacer propósitos de no
cometerlos.  Por ejemplo, decirse uno que más nunca va a perder la
paciencia o que más nunca va a ser orgulloso son propósitos imposibles
de cumplir.  De intentarlo así, va a ser un fracaso.
Más bien pensar de esta manera: 
en cuanto me dé cuenta que he caído en un pensamiento de orgullo, lo
rechazo de inmediato y me arrepiento.  En cuanto me esté
impacientando, oro y trato de controlarme para no caer en la ira.  Y
estos propósitos pueden repetirse en cada confesión y durar un tiempo
hasta que se hayan erradicado o disminuido considerablemente las caídas
en uno o varios pecados específicos.
Elemento muy importante tiene que ser -por supuesto- la oración. al pedir las gracias para combatir los malos hábitos, estamos siendo humildes, pues estamos reconociendo nuestra incapacidad en esta lucha.
Podemos orar así: "Dame un
corazón manso y humilde como el Tuyo, Señor" (cf Mt. 11, 29). "Dame un
corazón compasivo y misericordiosos, lento a la ira y rico en piedad"
(cf Ex 34, 6).
Estos son ejemplos de "las cosas buenas que el Espíritu Santo da a quienes se las pidan" (Lc 11, 13).
Lo importante para nosotros no es tanto el no caer más nunca en un determinado pecado, sino que nunca nos acostumbremos a estarlo cometiendo o a ser indiferentes y descuidados con respecto de sus causas, y que de veras los rechacemos cuando se presenten, para así poder progresar debidamente en el camino de la salvación.
Si no se enfoca así el combate espiritual, se puede caer en el desánimo y en la desilusión o en los escrúpulos.
Sobre los escrúpulos, unos comentarios del Padre Pío (1887-1968):
"Con confianza acudamos al
sacramento de la penitencia donde el Señor nos espera en todo momento
como un Padre de misericordia. Es cierto que en su presencia somos
conscientes de no merecer su perdón; pero no dudamos de su misericordia
infinita. Olvidemos, pues, nuestros pecados (los ya confesados) como Dios los olvida antes que nosotros.
"No hay que volver sobre ellos, ni con el pensamiento ni en la confesión, si ya los hemos confesado anteriormente.
Gracias a nuestro arrepentimiento sincero, el Señor los ha perdonado
una vez por todas. Querer volver sobre ellos para quedar de nuevo
absueltos o porque dudamos que nos hayan sido perdonados ¿no sería una
falta de confianza en la bondad divina? "Si ello te trajera algún
alivio, puedes volver con tu pensamiento sobre las ofensas
contra la justicia de Dios, o su Sabiduría, o su Misericordia, pero
únicamente para llorar lágrimas saludables de arrepentimiento y de
amor."
(Tomado de los comentarios del Evangelio del Día, Sábado Semana 1 Adviento B del 6-12-2014)


13.    ¿Cómo lograr que el propósito de

          enmienda sea más efectivo?
El secreto está en concentrarnos en lo positivo.  ¿Cómo?
Es cierto que hay que estar alerta ante las tentaciones
que nos puedan llevar a caer en el o los malos hábitos que estamos
tratando de combatir.  Pero no hay que estar sólo o demasiado
pendiente de esto.
Para ir venciendo los pecados
veniales que retrasan nuestro avance en la salvación y la santidad, hay
que poner la mirada en las demás "señales de salvación", en lo positivo:
. Amor a Dios
–entrega a su Voluntad- que nos lleva a amar al prójimo como Dios nos
ama y como Dios los ama, siendo serviciales, tolerantes, magnánimos,
comprensivos…
. Vida de oración, de Adoración,
que nos lleva a una Fe cierta y a poder vivir en la Voluntad de Dios, a
pesar de las tentaciones que se presenten y de los valores falsos que
nos rodean.
. Fortalecer la voluntad negándonos a nosotros mismos o también ofreciendo algunas pequeñas penitencias,
como puede ser agregar el ayuno eclesiástico los viernes en que la
Iglesia sólo exige la abstinencia de carne.  Pero también puede ser
cualquier otro u otros sacrificios.
. Confianza en la Providencia Divina y aceptación cristiana del  o los sufrimientos que pudieran presentársenos.


14.    Si la Confesión es para borrar los pecados graves, ¿también hay que confesar los pecados veniales?
En realidad no hay obligación de confesar los pecados veniales
Esto es lo que enseña la Iglesia, porque hay muchos medios por medio
de los cuales son perdonados los pecados que no son graves.
Veamos cuáles son esos medios de perdón de los pecados veniales:
. actos de arrepentimiento perfecto, en los que nos arrepentimos por amor a Dios y no por temor a las consecuencias de los pecados.
. actos de amor a Dios (confianza, entrega, alabanza, adoración)
. actos de amor al prójimo,
cuando éstos provienen de motivos sobrenaturales y no de mera
filantropía o altruismo, los cuales tienen su origen en motivaciones
humanas.
. oraciones litúrgicas, como el Yo confieso,  o también el Acto de Contrición.
. El principal medio de perdón de los pecados veniales es la Sagrada Comunión, la cual debe ir precedida de un acto de arrepentimiento sincero
y cierto.  Esto se hace en la Santa Misa en la Liturgia Penitencial
con que comienza toda Misa, que es el momento para recordar los pecados
cometidos y arrepentirnos de ellos.


15.    Si existen todos estos medios de perdón de las faltas no graves, ¿para qué, entonces, confesar los pecados veniales?
El Catecismo de la Iglesia Católica ratifica la declaración del Concilio de Trento, que recomendó la confesión de los pecados veniales.  Y nos recuerda que hasta el Código de Derecho Canónico recomienda la confesión de los veniales. (CDC #988-2)
"Sin ser estrictamente necesaria,
la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda
vivamente por la Iglesia. En efecto, la confesión habitual de los
pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra
las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la
vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia,
mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf Lc 6, 36)".  (CIC #1458)


16.   ¿Qué ventajas nos trae, entonces, la
confesión frecuente?  ¿Qué ayuda nos da la confesión frecuente a la señal de vivir habitualmente en gracia?
Veamos con detalle las ventajas que nos aporta el Catecismo y algunas otras:
  • Ayuda a formar la conciencia, para tener una conciencia verdadera (juzga correctamente si un acto es bueno o malo), una conciencia cierta (lo juzga sin temor a equivocarse) y una conciencia delicada (ve el pecado donde lo hay, aunque sea muy pequeño). 
  • Ayuda a luchar contra las malas inclinaciones
    la confesión frecuente es como el trabajo de un jardinero que saca el
    monte diariamente hasta que va desapareciendo.   El Sacramento de la
    Confesión cura al alma de la debilidad que causan en ella los pecados
    veniales, de la tendencia a la mundaneidad que trae el pecado venial
    consigo, del enfriamiento de las cosas de Dios que acarrea el estar
    cometiendo pecados leves, de la propensión a aceptar valores falsos y a
    caer en tentaciones.  En una palabra, la confesión frecuente de los pecados veniales alivia la concupiscencia o tendencia al pecado.
  • El alma se deja curar por Cristo
    sabemos que es Cristo mismo quien nos espera en el confesionario para
    darnos su perdón y darnos las gracias sacramentales.  Aún mejor que
    cuando buscamos el perdón de los veniales por otras vías, en la
    Confesión es Jesús mismo Quien nos sana.
  • La persona progresa en su vida espiritual: 
    Al confesar con frecuencia los pecados veniales, la persona va
    profundizando su vida espiritual y va fortaleciendo la gracia divina
    –la vida de Dios- que habita en ella.  Además, obtiene adicionales
    gracias actuales que la estimulan a amar más y mejor a Dios y al
    prójimo.  Todo esto hace que los pecados veniales vayan disminuyendo de
    número y de intensidad.
  • Nos ayuda en la lucha contra los pecados mortales y veniales:
    Es importante destacar el poder del Sacramento de la Confesión
    inclusive contra los pecados veniales, porque no sólo los perdona,
    sino que va eliminando las consecuencias de esos pecados, que aunque no
    sean graves, tienen también su mala influencia en el alma.  La
    confesión frecuente da una fortaleza especial para luchar contra los
    pecados veniales (también contra los mortales, por supuesto!), porque
    el Sacramento de la Confesión remueve los obstáculos que impiden que la
    gracia divina crezca tanto como Dios quiere hacerla crecer en el alma.
    Cuando los pecados veniales se nos perdonan por vías alternas al
    Sacramento, nos privamos de esta ayuda de fortalecimiento ante el pecado, que es parte de la gracia sacramental de la Confesión.
  • Fortalece al alma para rendirse a la Voluntad de Dios: 
    La confesión frecuente de los pecados veniales le otorga al alma una
    frescura interior y un ímpetu cada vez más firme para de veras rendirse a
    Dios y a su Voluntad.
  • Nos hace misericordiosos,
    porque al ir recibiendo la Misericordia Divina para nuestros pecados,
    siendo perdonados una y otra vez, nos vamos haciendo más compasivos,
    comprensivos, magnánimos – ojo: no permisivos, pero sí misericordiosos-
    con respecto de las debilidades de los demás.
Podemos resumir estas ventajas con un extracto de la Encíclica del Papa Pío XII, Mystici Corporis #39, año 1943:
"Esto mismo sucede con las falsas opiniones de los que aseguran que no hay que hacer tanto caso de la confesión frecuente de los pecados
veniales, cuando tenemos aquella más aventajada confesión general que
la Esposa de Cristo hace cada día, con sus hijos unidos a ella en el
Señor, por medio de los sacerdotes, cuando están para ascender al altar
de Dios. Cierto que, como bien sabéis, Venerables Hermanos, estos
pecados veniales se pueden expiar de muchas y muy loables maneras; mas
para progresar cada día con mayor fervor en el camino de la virtud,
queremos recomendar con mucho encarecimiento el piadoso uso de la
confesión frecuente,
introducido por la Iglesia no sin una inspiración del Espíritu Santo: con él se
aumenta el justo conocimiento propio, crece la humildad cristiana, se
hace frente a la tibieza e indolencia espiritual, se purifica la
conciencia, se robustece la voluntad, se lleva a cabo la saludable
dirección de las conciencias y aumenta la gracia
en virtud del Sacramento mismo. Adviertan, pues, los
que disminuyen y rebajan el aprecio de la confesión frecuente entre
los seminaristas, que acometen empresa extraña al Espíritu de Cristo y
funestísima para el Cuerpo místico de nuestro Salvador."



17.    ¿Qué ventaja nos da la confesión de los pecados veniales con
relación a la pena temporal o purificación requerida por esos pecados?
"Cuando los pecados veniales son perdonados en la Confesión, la pena temporal que ellos conllevan queda remitida en mayor grado a cuando esos pecados son perdonados fuera del Sacramento, aunque los sentimientos de arrepentimiento fuesen los mismos"  (traducción libre de Frequent Confession, Dom Benedict Baur, osb -1922 –traducción al Inglés  Patrick Barry, sj -1959).
La pena temporal –pena de purificación- queda parcial o totalmente remitida con el Sacramento de la Confesión. Pero lo que permite esta disminución de pena temporal es la penitencia impuesta por el Sacerdote y cumplida debidamente por el penitente.
Es decir, la penitencia que nos
pone el confesor sirve para descontar la deuda de la pena temporal o
purificación que requieren los pecados confesados.
Pero adicionalmente es muy recomendable
hacer algunas penitencias de nuestra parte que vayan en contra del
pecado que estamos cometiendo o del vicio que estamos tratando de
corregir. Esos pequeños sacrificios y negaciones no sólo nos
ayudan en la lucha contra el pecado, sino que también contribuyen a
disminuir las penas de purificación.
Esta ventaja de que el perdón de los
pecados veniales en la Confesión, cumpliendo la penitencia impuesta, va
disminuyendo el tiempo de purificación de éstos en la otra vida, es
indiscutiblemente uno de los argumentos más importantes en pro de la
confesión frecuente.


18.    ¿Cuán frecuente debe ser la confesión frecuente? 
Ideal es cada 2 semanas,  pero podría ser semanal también.
El
propósito de la frecuencia en la confesión es primeramente la
purificación del alma de los pecados veniales, pero también el
fortalecimiento de la voluntad para ir progresando en la santidad y en una mayor unión con Dios, al ir removiendo los obstáculos que la dificultan.
La frecuencia quincenal o semanal nos permite también la posibilidad de poder lucrar aquellas indulgencias
que requieren la confesión, sin tener que confesar cada vez, ya que la
Iglesia requiere para esto sólo la confesión cada dos semanas.  O sea que otra ventaja adicional de la confesión frecuente es la obtención de indulgencias que requieren la confesión.
Para la Confesión llamarse verdaderamente frecuente, podría distanciarse hasta un mes.


19.    ¿Qué relación hay entre la Gracia y la filiación divina?
Al comienzo del Evangelio de San Juan leemos que se nos ha dado “lacapacidad para ser hijos de Dios”. (Jn 1, 12)
“El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.  Y si somos hijos de Dios, somos herederos. 
Nuestra será la herencia de Dios, y la compartiremos con Cristo, pues
si ahora sufrimos con El, con El recibiremos la gloria” (Rm. 8, 16-17).
Tenemos derecho a ser hijos de Dios y a heredar el Cielo.  Esa filiación divina, el ser hijos de Dios, y el derecho a la herencia de Cielo la recibimos en el Bautismo.  Y
tenemos la opción de ser santos ante Dios.  De esto se trata este
camino de salvación. Es lo que estamos tratando en este curso.
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en El con toda clase de bienes
espirituales y celestiales.  El nos eligió en Cristo -antes de crear el
mundo- para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, y determinó -por pura iniciativa suya- que fuéramos sus hijos, para que por la gracia que nos ha concedido por medio de su Hijo amado, lo alabemos y glorifiquemos”. (Ef 1, 3-14)
En el Bautismo se nos perdona el Pecado Original y recibimos la Gracia Santificante.
Pero hemos visto cómo podemos perder la Gracia por el pecado.


20.    ¿Qué se requiere para ser verdaderos hijos de Dios?
Una de estas condiciones es la fe en Dios y en su Hijo Jesucristo y en todo lo que El nos ha propuesto y nos exige.  Esto es lo que significa el "recibir" a Jesucristo de que nos habla San Juan.  Recibirlo es aceptarlo a El y aceptar su mensaje de salvación.
Otra condición, necesaria consecuencia de una fe cierta, es la que propone San Pablo:  son hijos de Dios "los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios".  Y
dejarse guiar por el Espíritu de Dios es ir descubriendo y aceptando
–incondicionalmente- la Voluntad de Dios para nuestra vida
.  Es ir descubriendo "el tesoro de su gracia" encerrado en "el misterio de su Voluntad".
Viviendo habitualmente en gracia y creciendo en la gracia, podremos llegar a ser "santos e irreprochables" ante El.   En esto consiste el Camino de Salvación:  caminar como verdaderos hijos de Dios.

“Cada momento de nuestra vida

es definitivo

y cada acción nuestra

está cargada de eternidad;


de hecho, la respuesta que damos hoy

a Dios que nos ama en Jesucristo,

incide en nuestro futuro”.

(Papa Francisco 31-12-13)

ORACION



Señor, Tú eres la Vida de mi alma.

Vive mi alma,

porque vives en mí con tu Gracia,


esa gracia que me regalaste en el Bautismo,

sin mérito alguno de mi parte.



Por pura iniciativa tuya, me hiciste tu hijo(a).

Pero ¡tantas veces he perdido tu Gracia,

expulsándote de mi alma

con el pecado mortal!


Y ¡cuántas veces te he dado la espalda

con los pecados veniales,


prefiriendo baratijas engañosas

en vez de optar por Ti, Señor.



Dame la claridad y la fortaleza

para vivir siempre en Ti,


que tu Vida sea la vida de mi ser,

que no dé cabida a engaños

y a valores falsos.



Que con toda la ayuda que me das,

pueda ir fortaleciendo tu Vida en mí.



Gracias por el Sacramento de la Confesión,

el cual me permite ir creciendo en tu Gracia

e ir reduciendo en esta vida

la purificación que bien merecen mis pecados.



Virgen María Santísima,

enséñame a vivir como tú

en la Voluntad de Dios


 y a amar a Dios como tú lo amas.



Que pueda también amar a los demás, Señor,

como Tú me amas y como Tú los amas.

Que los pueda amar desde tu Amor, Señor.



Todo esto te lo pido para darte gloria

y para bien mío y de quien Tú desees.

Amén.
 


Temario Señales

de

Salvación
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2ª señal:

Espíritu

de

oración

Adoración





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