domingo, 11 de junio de 2017

Raíces Hebreas del Cristianismo - Torah PDF

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Raíces Hebreas del Cristianismo





Introducción.
Las páginas que están delante de usted, querido lector, fueron escritas
por un hombre que ha encontrado sus orígenes y, al mismo tiempo, los
fundamentos hebreos de su fe.
No es fácil a veces entender su pensamiento sin conocer al autor y sus
circunstancias, y los procesos teológicos, espirituales y sociales que
ha vivido. Consecuentemente, en esta introducción, contaré algunos
aspectos de mi vida con la esperanza de facilitar la mejor comprensión
de esta obra.
Quisiera
primero que todo aclarar que no fui criado como judío, sino como
gentil. Mi formación respondió a una perspectiva teológica totalmente
separada de la cultura hebrea tal como la encontramos en la Escritura y
en la Historia. En términos prácticos esto significa que la mentalidad,
las costumbres y las tradiciones de mi familia no correspondían con la
mentalidad, las fiestas y las celebraciones bíblicas, sino con las que
imperaban en la cultura propia de la nación donde nací en adición a
aquellas que fueron de alguna manera establecidas por la denominación
religiosa en la cual me formaron mis padres.
Debido a estos hechos, una gran cantidad de postulados teológicos fueron
absorbidos en mi mente totalmente desconectada de los valores
teológicos del Judaísmo.
Los llamados «padres de la Iglesia», en cuya doctrina fui formado, eran
todos gentiles, ninguno judío. Por lo tanto, la conexión que tenía en mi
mente establecía que la Iglesia no tenía nada que ver con Israel, con
los judíos o con el Judaísmo. Para mí se trataba de dos hechos
totalmente separados y sin relación. Consecuentemente, no tenía siquiera
un punto de referencia para verificar los orígenes de esa formación;
fueron aceptados pasivamente como parte de la realidad cultural de la
que emergía como producto de esa educación teológica.
Esto no significa que las enseñanzas recibidas fueron totalmente
inadecuadas o malintencionadas. En ninguna manera, pues estaba
consciente -y sigo consciente- de que fueron las mejores de mi tiempo
estudiantil y alabo a Dios por la oportunidad de haber sido entrenado
para pensar teológicamente.
Lo que sí significa es que la institución y la denominación que me
formaron, simplemente trasmitieron lo que a su vez les fue trasmitido a
ellos por la generación anterior. En esa transferencia de información,
tanto Israel como los judíos y el Judaísmo eran vistos, en el mejor de
los casos, como algo totalmente separado, superado y sustituido por el
Cristianismo; en el peor, como la antítesis del Cristianismo. Sobre la
base de estos hechos, tanto yo como mis compañeros fuimos entrenados
teológica y culturalmente desconectados tanto de Israel como de la
cultura de Di-os revelada en las Escrituras para Su pueblo.
No es mi intención ni propósito culpar a nadie en particular de estos
hechos, porque ahora entiendo las razones históricas, teológicas,
espirituales y proféticas por las que han ocurrido, y alabo a Di-os por
su habilidad para dirigir los destinos de la historia a pesar de
nosotros.
Simplemente estoy llamando la atención a un hecho que no solo podría
servir de identificación para cientos de miles de hermanos y hermanas
que pudieran encontrarse en la misma situación en la que yo me encontré,
sino también de entendimiento de los cambios que han ocurrido en mi
vida y mi teología como resultado del descubrimiento de las raíces
hebreas, no solamente relacionados a mi ascendencia, sino a mis valores
espirituales.
No dudaría en afirmar que los dos hechos más grandes que me han ocurrido
fueron, por un lado, mi experiencia de salvación y, por el otro, el
descubrimiento de mis raíces hebreas. Tan impactantes han sido para mí
estas dos últimas realidades, que puedo decir confiadamente que he
experimentado dos «conversiones»: 
Primero a Cristo y al Cristianismo y, segundo, al Mesías y al Mesianismo.
¿Son estas dos cosas diferentes? ¿No es Cristo y el Mesías la misma
persona, esto es, el Hijo del Dios Viviente? Ciertamente que sí. ¿Cómo
entonces «dos conversiones», una a Cristo y otra al Mesías, una al
Cristianismo y otra al Mesianismo? La respuesta a esta pregunta es la
razón por la cual fue escrito el libro que tiene en sus manos.
Permítame decir aquí, que mi experiencia de salvación inicial, dentro
del Cristianismo, la considero totalmente válida e insustituible.
Nunca podré olvidar aquel momento de mi vida, cuando bajo la convicción
de pecado y separación de Dios, le confié a Jesús de Nazaret la
salvación de mi alma. Aquella maravillosa tarde cuando Él entró a mi
corazón y me perdonó todos mis pecados y me reconcilió con Dios por
medio, exclusiva y suficientemente, de su sangre derramada sobre el
madero del Calvario y que marcó mi experiencia del nuevo nacimiento en
agua y Espíritu, fue y será la más grande bendición que jamás podría
haber recibido de parte de Dios.
Fui salvo completa y eternamente por Su gracia y no necesito añadir
absolutamente nada más porque, en cuan.to a la salvación, «estoy
completo» en Aquél en quien mora la plenitud de la divinidad.
Pero desearía puntualizar que según la educación teológica recibida, la
experiencia de la salvación que había vivido no tenía nada que ver ni
con Israel, ni con los pactos de la promesa, ni con Avraham.
Pero venido el cumplimiento del tiempo, a Di-os le plugo mostrarme mis
raíces hebreas y los fundamentos hebreos de mi fe «cristiana» que me
llevó a indagar y, diligentemente, revisar toda la tradición que había
aceptado pasivamente en mis años de formación teológica y ministerial.
Esto no sucedió de un día para otro, sino que fue el resultado de un
largo proceso por el cual fui dirigido, como ahora comprendo, por la
propia mano del Señor.
Cuando miro retrospectivamente, puedo identificar tres hechos
específicos de mi vida que fueron clave en mí peregrinar teológico desde
el momento de la salvación por la fe, hasta mi conversión al
Mesianismo.
  • Primero: El descubrimiento de la vigencia de los dones Espirituales.
  • Segundo: El descubrimiento del Judaísmo.
  • Tercero: El descubrimiento de mis Raíces Hebreas.

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