sábado, 24 de junio de 2017

Hispania visigoda - Wikipedia, la enciclopedia libre

Hispania visigoda - Wikipedia, la enciclopedia libre






Hispania visigoda




Fíbula aquiliforme visigótica de Alovera hecha en bronce y pasta vítrea del siglo VI, procedente de Alovera (Guadalajara). Realizada mediante la técnica del alveolado o tabicado (cloisonné). Museo Arqueológico Nacional de España.
La Hispania visigoda es la denominación del período histórico que abarca el asentamiento del pueblo visigodo en la península ibérica, entre mediados del siglo V y comienzos del siglo VIII.



Índice

Historia

Las invasiones germánicas en Hispania

Desde el siglo III al V, dos pueblos germánicos habían cruzado la península ibérica, los suevos y los vándalos, así como los alanos, un pueblo iranio, que existe todavía en Osetia, en las montañas del Cáucaso. Hacia el 409 o 410, se tienen noticias de la entrada por los Pirineos
de un número no determinado de suevos (unos 30.000 aunque no hay
consenso entre los historiadores), el pueblo germánico de mayor
complejidad cultural, ocupando el noroeste de la península, lo que es Gallaecia, con capital en Braccara.


El cronista Hidacio, hablando sobre todo de la ocupación de la Gallaecia por los suevos, habla de todo tipo de atropellos y brutalidades:


Los bárbaros que habían penetrado en las Españas las devastan en
lucha sangrienta [...] Desparramándose furiosos los bárbaros por las
Españas, y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico
exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los mantenimientos
guardados en las ciudades; reina un hambre espantosa, y las fieras
destrozan hasta a los hombres más fuertes.


C. Sánchez Albornoz y A. Viñas: Lecturas históricas españolas.1
No obstante, los historiadores actualmente consideran que las fuentes
de la época deben ser miradas con prudencia, analizando no sólo lo que
se escribe sino también la finalidad que perseguía el autor en su época
con dicha obra, debiendo someterlas a un enjuiciamiento crítico.2


Galicia fue ocupada no sólo por los suevos, sino también por vándalos asdingos. Los alanos se desplazaron hacia la Lusitania y la Carthaginense. Con los vándalos silingos en la zona de la Bética, solo quedaba en poder del Imperio romano la provincia de la Tarraconense. Precisamente para poder recuperar el dominio perdido en la península ibérica, el imperio pacta con el rey godo Valia para que sean ellos quienes defiendan los derechos de Roma frente a estas tribus germanas. Así pues, en el 416 los visigodos penetran como aliados de Roma, a través de un «foedus»,
derrotando a los alanos y a parte de los vándalos, con lo que el
Imperio recupera el control de las regiones más romanizadas (la Bética y
el sur de la Tarraconense).


El emperador Honorio en el 418 los aleja del rico Mediterráneo, recolocándolos en la Aquitania. Los suevos ocuparon entonces buena parte de la península, con capital en Emérita Augusta, la actual Mérida. Los vándalos los derrotaron en Mérida pero, hacia 429,
pasaron a África. Los alanos ocuparon el centro y el este de la
Península, y acabaron siendo absorbidos por la población hispanorromana.


En esta situación el Imperio romano de Occidente había recuperado el
dominio al menos nominal de la Península, excepto la zona dominada por
los suevos, que afianzaban su reino en el occidente. Hacia el año 438 el rey suevo Requila
emprende una decidida actividad de conquista del resto de Hispania,
adueñándose de la Lusitania, la Carthaginense y la Bética. Su sucesor, Requiario, aprovechará las perturbaciones del movimiento bagauda para avanzar hacia la zona de Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó al Imperio romano a pedir nuevamente a los visigodos, a través de su rey Teodorico II, la ayuda precisa para controlar Hispania. Las tropas visigodas cruzan los Pirineos y en el 456 capturan al rey Requiario, quedando el resto de los suevos en el territorio comprendido en las actuales Galicia, parte de Asturias y León y mitad norte de Portugal. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto de la península queda en manos visigodas, pasando a formar parte del Reino visigodo de Tolosa, con capitalidad en Tolosa (Toulouse,
actual Francia). Las oleadas de conquista se sucederán con
posterioridad, pero ahora para ocupar espacios donde domina todavía el Imperio romano.


En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la península ibérica y en el 490 termina el grueso de las migraciones desde el norte.


El convulso siglo VI


Extensión del Reino Visigodo hacia principios del siglo VI.
Los visigodos no controlaban toda la península ibérica. En la parte noroeste estaba el reino de los suevos. Toda la cornisa cantábrica, desde la cordillera hasta el mar, zona poco romanizada, estaba dominada por astures, cántabros y vascones. La monarquía visigoda conoció un momento de debilidad durante el siglo VI. Al menos dos reyes son asesinados sucesivamente, Teudiselo y Agila I, y en distintas zonas de la península se producen sublevaciones de terratenientes contra la autoridad real (Córdoba, Sevilla y Mérida, estas dos últimas capitales del reino).


A finales de 552 el emperador Justiniano I
ya había finalizado la campaña de conquista del reino ostrogodo,
accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Alicante hasta la costa sur-atlántica portuguesa, incluyendo el norte de África y las Islas Baleares. El nuevo territorio conquistado se denominó Provincia de Spania, y se estableció su capital en Carthago Spartaria, la actual Cartagena, controlando buena parte del Mediterráneo hispano y el estrecho de Gibraltar,
y con ello el comercio. La colaboración oriental fue decisiva para
decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel
candidato frente a Agila.
Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista
de la antigua Hispania. De hecho, las zonas concedidas en 552
comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el
reino de Leovigildo, hasta su desaparición hacia el 624 ya en época del rey Suintila.



Reino visigodo durante Leovigildo, año 586.
Al final del reinado de Teudis se trasladó la capital a Toledo y con Atanagildo se consolidó dicho traslado. Gracias a la decidida acción política de Leovigildo (573-586) se produjo en la segunda mitad del siglo VI
un fortalecimiento de la monarquía, con logros en diversos campos.
Consiguió cierto nivel de estabilidad de la monarquía con reformas
monetarias, restableciendo el control soberano sobre territorios que se
habían declarado independientes en la segunda mitad del siglo VI, la conquista del reino suevo, así como contra las instalaciones bizantinas, muchas de las cuales pasaron de nuevo a manos visigodas.


No obstante, la pretensión de Leovigildo de unificar sus reinos religiosamente, con base en el arrianismo, fracasó. Vivió sus peores horas con la sublevación de su hijo Hermenegildo en el sur, convertido al catolicismo. Hasta el 584 no se restaurará la paz con la derrota del hijo a manos del padre. Su hijo y sucesor Recaredo (586-601), hermano de Hermenegildo, logró esa unidad religiosa, pero tomando como base el catolicismo. En el trascendental III Concilio de Toledo el rey y Baddo, su esposa manifestaron su conversión. Se considera que, tras esta conversión, la cultura visigótica en Hispania alcanza su cénit.


Los oscuros años del siglo VII


Hispania visigótica hacia el año 700, antes de la conquista musulmana de la península ibérica.
La relativa paz que se respiraba con Leovigildo y Recaredo, se ve truncada nuevamente. Se suceden Liuva II, Witerico, Gundemaro y Recaredo II y de ellos, el que no es asesinado, incluso siendo menor de edad, muere en extrañas circunstancias. Únicamente Suintila (621-631), gran general, termina por expulsar a los bizantinos en el 620.


Recesvinto (649-672) será reconocido por su labor legislativa de corta duración (Liber Iudiciorum), mejorada por Wamba, pero que influirá de manera notable en los fueros locales a partir del siglo X.


El derrumbamiento del Estado visigodo

En una carta al rey Etelredo de Mercia, fechada en el 746-747, San Bonifacio atribuía el derrumbamiento del reino visigodo a «la degeneración moral de los godos». Para E. A. Thompson, que es quien comenta esto en el prólogo de Los godos en Hispania (1969), «no es en absoluto evidente que la moderna investigación, en el punto en que se encuentra, haya profundizado mucho más».


En cualquier caso, según la historia clásica, hacia el 710 se suceden los enfrentamientos por el trono tras la muerte de Witiza. Los pretendientes a la corona, Roderico (conocido como don Rodrigo) y Agila II,
el primero en el sur y el segundo en el norte de la península, se
sitúan en posiciones extremas. Se conviene en que Witiza había pactado
antes de su muerte la conquista musulmana de la península ibérica para el control del reino. Otros sostienen que fue Agila II, pero mantienen que las fuerzas del Califato Omeya, tras haber conquistado el norte de África, cruzan el estrecho de Gibraltar y conquistan Toledo, venciendo y matando a Rodrigo en la batalla de Guadalete (o de la Laguna de la Janda). Su entrada es imparable y dos años más tarde sitian Zaragoza.


Por medio de una serie de capitulaciones, un noble visigodo perteneciente a los círculos palatinos, Teodomiro, consiguió mantener durante unas décadas más, una considerable autonomía en el Reino de Tudmir, un vasto territorio en torno a la ciudad de Orihuela, en las actuales provincias de Murcia y Alicante.


Para el siglo IX
toda la península, a excepción del norte peninsular, quedaría bajo el
dominio musulmán. Existen otras teorías minoritarias para explicar el
fin del reino visigodo sustituido por el predominio musulmán.3


La historiografía clásica dice que varios nobles visigodos escaparon a Asturias,
una zona fuera del control musulmán, aunque las fuentes históricas
reseñan la presencia de gobernadores musulmanes (como el famoso «moro
Muza», en realidad Munuza), y uno de ellos, un oficial de Roderico, llamado Pelayo, consiguió derrotar el 722 a una expedición de conquista musulmana en la batalla de Covadonga. Don Pelayo fue elegido príncipe de los astures
y así se conseguirá la creación de un pequeño pero férreo núcleo de
resistencia que daría lugar a la formación de los primeros reinos
cristianos. Las pruebas históricas no permiten corroborar tal
afirmación, ni la localización exacta del lugar de la escaramuza, ni la
fecha concreta, que abarca un período incluido entre los años 718 y 722.


La sociedad de la Hispania Visigoda


E. A. Thompson afirma en su obra fundamental Los godos en Hispania (1969) que «la única fuente continua de información sobre los reinados de los reyes de la península ibérica desde Gesaleico a Liuva I (507-568) es la Historia de los reyes de los godos, vándalos y suevos de San Isidoro de Sevilla».


Aspectos demográficos

En cualquier caso, los godos debieron formar una minoría que se
supone que empezaría a estar integrada en la sociedad hispanorromana. Su
número no ha sido precisado con exactitud por historiador alguno, pero
los cálculos más fiables hablan de entre 150 000 y 200 000 visigodos
instalados en la península, sobre una población que no llegaba a los
nueve millones, según San Isidoro de Sevilla. Otras fuentes hablan de 80 000-100 000 visigodos sobre una población de seis millones de hispanorromanos.1


Recientemente se ha realizado un estudio arqueológico del poblamiento
visigodo estimando una cifra para la población visigoda entre 130 000 y
150 000 personas, lo que representaría entre el 3 % y el 4 % de la
población total hispana.4


Los visigodos se asentaron sobre todo por la zona de la Meseta Norte, especialmente en el centro de la cuenca del río Duero, zona poco poblada y con escasa urbanización.


Éste es el tiempo en el que se produce la reutilización de los materiales de construcción romanos para basílicas, iglesias y otras construcciones civiles (véase Arte visigodo).


Se trata de una sociedad que se ha considerado prefeudal o de transición al feudalismo, por concurrir en la misma una serie de características que serían propias de etapas posteriores de la Edad Media
y que la diferencian de la Hispania romana. En primer lugar, se produce
una paulatina ruralización social, abandonándose las grandes ciudades
en algunos puntos y creándose en torno a las villas romanas núcleos de
población más reducidos. Por otro lado, se tiende al autoconsumo y se desarrollan lazos de dependencia personal que anticipan el feudalismo. Así, de los reyes dependían como clientes los gardingos. Los nobles, a su vez, tenían a los bucelarios. Y de los grandes propietarios de la tierra dependían los colonos.


Se produjo en esta época una sustitución de la esclavitud por el colonato,
como forma de relación en cuanto a la explotación de la tierra, lo cual
se había iniciado ya en el Bajo Imperio. Los colonos formaban la amplia
masa social. Los humildes, pequeños propietarios libres, eran una clase social en decadencia. La clase alta estaba formada por los potentados,
los grandes terratenientes nobles, tanto godos como hispanorromanos. La
dureza de las condiciones de vida de las clases bajas acabaron
produciendo en alguna ocasión revueltas campesinas, las cuales a veces
eran confundidas con herejías como el priscilianismo.


Se diferencia dentro de la sociedad entre los visigodos y los
hispanorromanos, cada uno de ellos regido por sus propias leyes. No
obstante, con el paso de los siglos se tendió a la fusión de ambos
grupos sociales, permitiéndose los matrimonios mixtos. Un intento de
acabar con la diversidad jurídica fue el Liber Iudiciorum (publicado en 654), en el que se trata de recoger el derecho romano junto a las prácticas, ya señoriales, que se habían ido imponiendo en la península en torno al derecho de propiedad.


Arrianos, católicos y judíos

En cuanto a la religión, los visigodos siguen el arrianismo que se había extendido en el Imperio romano en el siglo IV, aunque no existen enfrentamientos significativos con los católicos, que constituían la mayoría de la población hispanorromana. En los Concilios de Toledo, en especial durante el tercero celebrado en el 589, se solventa la división provocada por el arrianismo gracias a la conversión de Recaredo.
Este proceso, no sin altibajos, lleva a una unificación de ambas
confesiones. La situación favorece la plena integración entre las
comunidades godas y las hispanorromanas y la aparición de figuras
fundamentales de la nueva cultura como Isidoro de Sevilla, obispo, y cuyas Etimologías son consideradas por algunos como la primera gran obra de la Edad Media. La iglesia gana gran influencia social, legitima a los reyes a partir del 672 y el obispado de Toledo se convertirá en el más importante de todos los peninsulares.


La relación con los judíos
fue siempre tensa. Aunque al inicio del periodo visigodo los problemas
eran menores, la conversión al catolicismo llevaría a una mayor
discriminación contra los judíos, por lo que muchos de ellos se
convirtieron falsamente. Especialmente estrictos fueron Sisebuto y Égica,
que confiscaron sus propiedades acusándoles de conspirar contra la
corona. Las medidas más comunes eran la prohibición de los matrimonios
mixtos, aun en caso de judíos conversos; la prohibición de que los
judíos tuvieran esclavos cristianos y las constantes reparaciones económicas a que eran sometidos sin motivo alguno.


Economía

La sociedad visigoda estaba dominada por las actividades de carácter agrícola y ganadero. En este punto continuaron la misma actividad económica de la Hispania romana, con los mismos cultivos, introduciendo alguno nuevo, como el de las espinacas o la alcachofa. La explotación de la tierra seguía organizada en torno a grandes villae. Una villa estaba dividida en reserva y mansos. No obstante, la mano de obra no era ya esclava, sino que se trataba de colonos, lo cual se había iniciado en la época del Bajo Imperio.


Sin embargo, otros rasgos de la época romana cambiaron. Así, desaparece la importancia de las grandes ciudades, del comercio o la minería. La circulación de moneda era escasa. El único comercio de cierta importancia era el de productos de lujo que provenían del Mediterráneo, y que era gestionado por mercaderes internacionales.


Instituciones políticas

La monarquía


Cronología-Árbol
El rey era el jefe supremo de la comunidad. La institución monárquica
llevaba largo tiempo afianzada en el pueblo visigodo cuando éste llegó a
la Península. Los reyes debían ser de condición noble y accedían al
trono mediante un sistema electivo en el que intervenían los obispos y
los magnates palatinos. Pero con ese sistema sólo fueron entronizados
tres reyes (Chintila, Wamba y Rodrigo).
La asociación al trono era, en la práctica, la forma más común, junto
con las usurpaciones, de tomar el poder. El monarca estaba ungido por
Dios y a éste debía su legitimidad; la realeza poseía así un carácter
sagrado, que se supone debía de disuadir cualquier intento de atentar
contra el rey. Pero eso no bastaba y los asesinatos de monarcas,
rebeliones, conjuras y usurpaciones eran moneda de cambio en el reino
visigodo.


Junto al rey estaba el Aula Regia, consejo asesor que estaba formado por nobles.


La administración territorial

Los visigodos aceptaron la división provincial de la Hispania Romana. Al frente de las provincias pusieron a los duces (singular, dux; en español, «duques») y al frente de las ciudades a los comites (comes, «condes»).


Las instituciones municipales, en cambio, entraron en decadencia. Los
curiales municipales, encargados de recaudar los impuestos en las
ciudades, continúan y acentúan su caída. Son despojados de su poder
tributario y éste recae en manos de los duces y los comes.
Estos asumirán gran parte de la labor administrativa del reino y
gobernarán provincias o regiones con plenas competencias en la
administración y justicia. Iniciándose un proceso de protofeudalización.


La hacienda pública

Estaba formada por el Tesoro Regio, el patrimonio de la corona y los ingresos por impuestos.


El Tesoro Regio lo constituían las grandes cantidades de oro, plata y
joyas que los visigodos habían conseguido con los saqueos a lo largo de
su historia. El encargado de su custodia era el comes thesauri y pasó por diversas vicisitudes. Tras la derrota de Alarico II en la batalla de Vouillé en el 507, el tesoro pasó a Rávena bajo custodia de los ostrogodos y fue reinstaurado en el 526 tras la muerte del rey ostrogodo Teodorico el Grande.



Tremis de oro de Ervigio emitido en Bracara Augusta entre 680 y 687
Estaba dividido en dos grupos claramente diferenciados (distintas ubicaciones):


  • Tesoro nuevo: monedas de oro y plata con las que pagaban al ejército, administración, etc.
  • Tesoro antiguo: con las joyas almacenadas de los saqueos. Entre estas piezas estaba con seguridad la «Mesa de Salomón» y se especula con que también estuviese el «Candelabro de los Siete Brazos», ambos objetos capturados en el saqueo a Roma por Alarico.
El Tesoro Regio constituía una reserva muy importante para el reino
visigodo y sus monarcas no dudaron en utilizarlo para pagar aliados en
sus luchas internas.


El patrimonio de la corona era inmenso y lo componía sobre todo la
gran cantidad de tierras que los monarcas amasaban. Estas provenían de
varias fuentes: las expropiadas por las constantes purgas que se
realizaban en la nobleza, las tierras desiertas o deshabitadas y las
tierras provenientes del fisco romano. Estas tierras se arrendaban a
siervos que las cultivaban y pagaban una renta. Todas eran administradas
por el conde del patrimonio. En el VIII Concilio de Toledo bajo reinado de Recesvinto se establece una separación entre el patrimonio del monarca y el del Estado.



Cecas visigodas
Los impuestos en el reino visigodo no es una cuestión clara. Se sabe
que los pequeños propietarios y los siervos que cultivaban las tierras
reales pagaban un tributo. Parece que también existió un impuesto al
clero, pero no tuvo continuidad en el tiempo. Los judíos fueron
sometidos a un impuesto especial. Obispos y numerarii establecían
el cambio de dinero a especie y funcionarios de la administración
central se encargaban de su recaudación; al frente de la organización
fiscal se encontraba el conde del patrimonio.


Los Concilios de Toledo

Entre los años 400 y 702 se celebraron en Toledo dieciocho concilios en los que, reunidos en asamblea, los obispos de todas las diócesis
de Hispania sometían a consideración asuntos de naturaleza tanto
política como religiosa, con independencia del poder al que estuvieran
sometidos (suevo, visigodo o bizantino).


Entre estas cuestiones no estrictamente religiosas estuvieron las
normas para la elección de los reyes, la aprobación de los
destronamientos o la condena a los rebeldes. Era en los concilios,
además, donde se decidía sobre la persecución de los judíos.


División eclesiástica


Catedral de Braga
Para conocimiento de la geografía eclesiástica visigótica pueden utilizarse varias fuentes como la Hitación de Wamba de finales del siglo VII, las signaturas de prelados en las actas de los Concilios de Toledo, las obras de Idacio o de Isidoro de Sevilla y las llamadas Nomina sedium episcoplaium estudiadas por Claudio Sánchez Albornoz.5


Las provincias coincidieron en sus límites con las antiguas provincias romanas, con la excepción del reino de los suevos cuyo territorio fue dividido en dos provincias eclesiásticas, cuyas capitales fueron Braga y Lugo. La archidiócesis de Braga comprendía cuatro diócesis que antaño pertenecían a Lusitania: Lamecum, Viseum, Conimbrica y Egitania. A mediados del siglo VII pasaron a depender de Mérida.6


En esta época la Narbonense era una región perteneciente al estado visigótico que contaba con seis sedes metropolitanas:


La influencia lingüística de los visigodos sobre la lengua española

Para los visigodos en la península ibérica
la lengua no era un factor distintivo entre ellos y los hispano-romanos
(que vivían en el territorio antes de su llegada); ambos grupos
hablaban la misma lengua, el latín vulgar.
A pesar de eso, la lengua gótica original y otros aspectos de la
cultura de los visigodos tuvieron un impacto lingüístico sobre algunos
aspectos del castellano en la actualidad. En otras palabras, hay
reflejos lingüísticos del contacto social entre los romanos y los
visigodos en la lengua española hoy en día.


En cuanto a la fonética, no hay huellas de los visigodos. No
obstante, hay rastros de su lengua en la morfología y lexicología del
español. Por ejemplo, ciertas palabras conservan el sufijo gótico -ing, que se convertiría en -engo. Podemos ver ejemplos de eso en las palabras «abolengo» y «realengo».


Ciertos tipos de palabras reflejan las dos culturas y sus propias
lenguas; podemos ver influencia lingüística de los visigodos en el
español en palabras relacionadas con el comercio, la agricultura, la
industria, la vivienda, y el derecho. En principio, es probable que las
palabras fuesen palabras prestadas de la lengua gótica, pero
gradualmente se desarrollaron para ser más parecidas al español y más
fáciles de pronunciar para un hablante de latín vernáculo y, posteriormente, para un hispanohablante.


También los hispano-romanos tomaron palabras de los góticos para
conceptos que ya conocían y los adaptaban a su lengua vernácula; por
ejemplo, la palabra jabón se deriva de una palabra gótico: saiposapone
→ jabón. Los visigodos introducían un concepto para los hispanorromanos
(en este caso, el concepto nuevo de jabón) y adaptaban la palabra
gótica original (de saipo) para que fuera más fácil de pronunciar y más parecido a una lengua romance.



Más ejemplos de palabras españolas con orígenes góticos.
Otras palabras en la lengua castellana reflejan palabras góticas
relacionadas con lo militar o diplomático. La palabra «guerra» reemplazó
la palabra latina bellum. «Guerra» se deriva de la lengua gótica como sigue: werraguerre → guerra. Además, la palabra «tregua» se deriva de triggwa, de la lengua gótica.


De interés particular es el impacto de los visigodos en la antroponimia, que es una rama de la onomástica
que estudia los nombres propios. De hecho, muchos nombres españoles
comunes tienen sus orígenes en la lengua gótica a causa de la ocupación
de los visigodos en la península ibérica. Por ejemplo, el nombre
«Fernando» se deriva de una combinación de dos palabras góticas: frithu ('paz') y nanth ('atrevido'). Gradualmente los hispanorromanos los adaptaban hasta formar un nombre nuevo, Fridenandus, y finalmente se convertían en «Fernando». También podemos ver este proceso en el nombre «Álvaro», que deriva de las palabras all y wars, que significan respectivamente 'todo' y 'prevenido'. «Alfonso» está compuesto de una combinación de all y funs ('preparado'). Más antropónimos de origen gótico son Rodrigo, Rosendo, Argimiro, Elvira, Gonzalo y Alberto.


Véase también

Notas y referencias


  • Valdeón, J. y otros, Geografía e historia de España y de los países hispánicos, Anaya, Madrid, 1985, ISBN 84-207-2577-3.

  • Bibliografía

    • Díaz Villanueva, Fernando. Los godos y otros bárbaros del norte
    • Caerols, José Joaquín. El encuentro entre godos e hispanorromanos (un análisis filológico), Roma, 2001, pp. 199-238. Encuentro, 2002.
    • Fontaine, J. Isidoro de Sevilla. Génesis y originalidad de la cultura hispánica en tiempos de los visigodos, Madrid.
    • García Moreno, L.A. Historia de España Visigoda. Ed. Cátedra, Madrid, 2008.
    • González, A. y García Moreno, L. Los visigodos. Historia y civilización, Murcia, 1986.
    • Livermore, Harold. Orígenes de España y Portugal. Barcelona 1988.
    • Orlandis, José. Historia del reino visigodo español, Madrid, 2003.
    • Sánchez Albornoz, Claudio. Estudios visigodos. Roma, 1971.
    • Thompson, E. A. Los godos en España, Madrid, 1971.

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • Ripoll, G., y Velázquez, I., La Hispania visigoda, Historia 16, Madrid, 1995, pág. 9, ISBN 84-7679-283-2.


  • Ignacio Olagüe Videla, en La Revolución islámica en Occidente,
    publicación muy controvertida, niega sin embargo que se produjera una
    invasión musulmana de la península Ibérica en el siglo VIII y propone
    que lo que habría tenido lugar en este siglo es el fracaso del Estado
    teocrático visigodo, seguido por una guerra civil entre dos bandos
    irreductibles: los partidarios de Roderic (Rodrigo), defensores del cristianismo trinitario, y los partidarios de los hijos de Witiza, adscritos al cristianismo arriano,
    con la intervención de caudillos provinciales, rebeldes al poder
    central. Un guerrero visigodo, por más señas pelirrojo y de ojos azules,
    sería quien, tras apoderarse de Córdoba en el 755, sometería la mayor parte de la Península antes de morir en el 788. Los cronistas árabes posteriores lo denominarían Abd Al Ramán y le atribuirían la condición de omeya. Estas hipótesis han sido discutidas por historiadores como Dolors Bramon, de la Universidad de Barcelona véase Disparates sobre el Islam en España. Artículo crítico de Dolors Bramon, profesora de la Universidad de Barcelona, en webislam.com. (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial y la última versión)..


  • Ripoll López, Gisela (1989). «Características generales del poblamiento y la arqueología funeraria visigoda de Hispania». Espacio Tiempo y Forma Serie I Prehistoria y Arqueología (Madrid) (2): 389-418. ISBN 1131769-8 |isbn= incorrecto (ayuda).


  • Manuel
    Torres López, Octavio Gil Farrés, Ramón Prieto Bances y Rafael Gibert y
    Sánchez de la Vega, Instituciones económicas, sociales y
    politicoadministrativas de la península hispánica durante los siglos V,
    VI y VII: La Iglesia en la España visigoda, Espasa Calpe, Madrid, 1985 ISBN 84-239-4805-6, página 292.


  • No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Sabiduría para la vida Parashá Vaetjanán: Cómo hacer que tus plegarias sean respondidas

    Sabiduría para la vida Parashá Vaetjanán: Cómo hacer que tus plegarias sean respondidas aishlatino.com Sabiduría para la vida Parashá Vaet...